CAPÍTULO 4: NUEVOS ENEMIGOS
Thane se paseaba por su cámara privada, sintiendo una extraña inquietud que no lograba sacudir. La imagen de Akira, la loba indefensa y muda, seguía rondando en su mente. Había algo en ella que lo intrigaba profundamente, algo que no podía ignorar. Sabía que designarla como concubina generaría controversia en la manada. Después de todo, Akira era una esclava Omega, y aunque las concubinas fuesen solo sus amantes, ninguna tenía un estatus menor al de Beta. Sin embargo, no podía dejar que eso influyera en su decisión. Su lobo interior rugía con emoción desde que la vio; su belleza rara y exótica era demasiado tentadora para dejarla escapar. Thane sentía que Akira debía ser suya, sin importar las consecuencias.
Justo cuando pensaba en ir a buscarla esa misma noche, la puerta de su cámara se abrió de golpe. Su esposa principal, Seraphine, entró con el rostro desencajado. Había escuchado los rumores que corrían por el palacio sobre una nueva concubina.
—¿Cómo te atreves a traer otra concubina, y encima una esclava? —exclamó llena de ira y celos—. Todo el palacio lo sabe, Thane. ¡Es una humillación!
Thane la miró con frialdad, sus ojos rojos de Alfa centellearon con peligro. No tenía paciencia para las quejas de Seraphine. Sabía que su autoridad estaba siendo desafiada, y no toleraría tal insubordinación, ni siquiera de su esposa principal.
—No tienes voz ni voto en mis decisiones —dijo con un tono gélido—. Mucho menos puedes venir a reclamarme. No olvides tu lugar, Seraphine.
Pero ella no se detuvo, avanzó hacia él con el rostro contorsionado por la indignación.
—¡Esa mujer es una Omega, una esclava! ¡Nos estás rebajando a todas! —insistió.
La paciencia de Thane se agotó. En un movimiento rápido, levantó la mano y le dio una bofetada que la hizo caer al suelo. El sonido resonó en la habitación, y el silencio que siguió fue ensordecedor.
—No te metas en mis asuntos —gruñó, sus ojos ardieron con una intensidad peligrosa—. Y no olvides que puedo reemplazarte con un simple chasquido de mis dedos.
Seraphine, temblando, se arrodilló rápidamente ante él, mostrando sumisión. Con lágrimas en los ojos, murmuró:
—Perdóname. No volveré a cuestionarte.
Thane se apartó de ella con desdén, dirigiendo su mirada hacia la puerta cuando su hermano Kael, el príncipe, entró. La tensión se podía cortar con un cuchillo en el ambiente. Kael había escuchado los rumores y no estaba de acuerdo con la inclusión de una esclava en el harem real.
—Thane, esto es una locura —dijo Kael, tratando de mantener la calma—. Una esclava como concubina. Es una afrenta a todo lo que representamos. ¿Qué crees que va a decir nuestro padre?
Thane lo miró con una sonrisa fría, su postura dominante e imponente.
—Te lo advierto, Kael. No te metas en mis decisiones —dijo, su tono tan afilado como una hoja—. Y lo que diga mi padre no me importa. ¿Quién sabe? Tal vez con ella pueda al fin conseguir el heredero varón que tanto me exige para cederme el trono.
Kael apretó los labios, claramente frustrado, pero no dijo nada más. Sabía que desafiar abiertamente a Thane no le serviría de nada, especialmente cuando sus ojos brillaban con esa intensidad amenazante. Se retiró, dejando a Thane solo en la habitación con Seraphine aún arrodillada.
Mientras tanto, Akira fue llevada al harem de las concubinas. El ambiente era opulento pero hostil. Las otras concubinas, vestidas con elegantes trajes, la miraron con desprecio. Habían escuchado sobre su incapacidad para hablar y la veían como una intrusa indeseada.
—¿Así que tú eres la nueva? —una de ellas, una mujer alta y esbelta llamada Lana, dijo con un tono burlón—. ¿Qué crees que puedes hacer aquí? No puedes hablar, ¿cómo vas a complacer al príncipe?
Otra concubina, una mujer de cabello oscuro llamada Marielle, se unió a las burlas.
—Thane es muy exigente —dijo con una sonrisa maliciosa—. No tolerará a una Omega que no pueda satisfacerlo. Nosotras estamos aquí porque sabemos cómo hacerlo.
Las palabras de las concubinas no significaban nada para Akira, pero comenzó a comprender lo que significaba ser una concubina en este lugar. No era solo un título; era una posición que exigía cumplir con las expectativas del príncipe. Y esas expectativas claramente incluían algo más que simplemente estar presente.
Akira sintió un nudo de miedo en su estómago. Había escapado del Alfa Azael solo para caer en las manos de alguien mucho peor. Thane era poderoso, cruel y frío, y parecía disfrutar de su posición de control absoluto. Las otras concubinas la miraban como una presa fácil, alguien a quien podían atormentar sin consecuencias.
Mientras las mujeres seguían lanzando comentarios hirientes, Akira se retiró a una esquina del lujoso salón, tratando de hacerse pequeña. No podía hablar para defenderse, y cada palabra que escuchaba solo reforzaba su sensación de vulnerabilidad y miedo. Se preguntaba si alguna vez encontraría un lugar donde realmente pudiera sentirse segura.
Sin embargo Akira no era tan indefensa como ellas pensaban. Quizá no hablaba, pero tampoco iba a dejar que le hicieran la guerra así de fácil, en especial cuando su objetivo al estar ahí era otro. Akira sabía que tendría que encontrar una manera de resistir y, si era posible, escapar de la jaula dorada en la que se encontraba.
No obstante, nadie esperaba que esa misma noche, el príncipe fuese al harem. Apenas entró las cinco mujeres se le acercaron con sonrisas y los ojos brillantes de excitaci0n.
—Mi príncipe, ha venido a vernos, ¿llevará a alguna de nosotras? —pregunto Lana.
—Sí, he venido por Akira.
Cuando ella escuchó su nombre quiso hacerse aún más pequeña, pero las demás voltearon al rinconcito donde se había escondido y la miraron con odio.
—Ven conmigo, ahora —ordenó Thane sin ningún atisbo de suavidad.
Akira se puso de pie temblando como una hoja al viento. Pasó por en medio de las otras lobas que la miraron con desprecio y envidia, mientras Thane envolvía su mano y la sacaba de allí hacia otra habitación.
Akira aferraba el papel y lápiz que tenía en su mano, cuando entraron a la habitación y él la soltó por un momento, ella se apresuró a intentar escribir, pero las manos le temblaban y no podía afincar bien el lápiz.
Thane le tomó las manos y apartó la hoja y el papel.
—No te preocupes, pequeña Omega, para esto no necesitas escribir, mucho menos hablar.
CAPÍTULO 5: ENTREGADA A ÉLEsa noche era especial. Había una luna roja en el cielo, una luna de sangre. Ella no lo sabía, pero las lunas rojas aumentaban el deseo y las feromonas que emitía su cuerpo. Por mucho que Thane se resistió, no podía ignorar el llamado que su lobo le suplicaba. Ella era mucho más que una hermosa loba, ella podía ser su pareja destinada, aunque él no estaba seguro de eso. Aun así, no fue capaz de resistirse. Se dijo a sí mismo que se aseguraría de no marcarla, pues sería un sacrilegio aceptar a una Mate como ella, pero todavía podía disfrutar del plac3r que sus instintos salvajes le suplicaban.Llevó a la chica de la mano, no quería ser demasiado romántico con ella, pero una parte suya le impedía ser tan frío como con las otras.Por otro lado, Akira sintió que no podía respirar, su corazón se aceleró a un ritmo insospechado y él se dio cuenta, pero aquello le pareció más excitant3. Empujó a Akira contra la cama y de pronto dejó salir sus garras afiladas y sus
CAPÍTULO 6: HUMILLADAAkira regresó al harem con el cuerpo tenso y la cabeza baja, esperando lo inevitable. Sentía las miradas cargadas de odio clavándose en su piel desde el momento en que cruzó la puerta. El aire estaba denso, impregnado de desprecio, y lo que más le dolía era que no podía evitarlo. Desde que había llegado como prisionera al palacio, su vida se había convertido en una constante prueba de resistencia.Las concubinas la observaban con burla y repugnancia. Lana, una de las mujeres más crueles del grupo, la miró de arriba abajo con una sonrisa maliciosa en el rostro. Sus ojos brillaban con malicia mientras se acercaba a Akira, olfateando el aire a su alrededor de una manera que hizo que la sangre de Akira se helara.—Todavía puedo oler al príncipe Alfa en ti —dijo Lana, su voz cargada de veneno—. Parece que no te bañaron bien, Omega. Qué vergüenza.Akira sintió su garganta tensarse, pero no dijo nada. No podía, aunque quisiera. Su lengua siempre la traicionaba, atrapada
CAPÍTULO 7: ADAPTACIÓNAkira se dejó guiar por la loba de blanco, su cuerpo temblaba ligeramente mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No se resistió cuando la mujer la llevó de vuelta a la habitación privada donde una gran tina llena de agua tibia esperaba por ella. El vapor ascendía en suaves espirales, llenando el aire con un aroma limpio que contrastaba con el olor acre que impregnaba su piel y su cabello. Akira seguía llorando, pero su rostro ya no mostraba emoción alguna, como si el sufrimiento y la humillación la hubieran despojado de toda fuerza.La mucama, cuya presencia era tranquila y amable, le quitó cuidadosamente la ropa sucia y mugrienta, desechándola sin una palabra. Cada prenda que caía al suelo parecía un peso que se liberaba de los hombros de Akira, aunque el dolor de lo vivido seguía oprimiendo su pecho como un yugo invisible. La mujer no hablaba demasiado, solo lo necesario para guiarla con suavidad hacia la tina, donde la ayudó a sumergirse en el agua cal
CAPÍTULO 8: NO PONGAS TUS OJOS EN ELLAEl sol apenas había comenzado a descender en el horizonte cuando el consejo convocó a Thane. Su semblante, normalmente imperturbable, reflejaba una leve inquietud mientras se dirigía hacia el gran salón. Sabía lo que significaba esa convocatoria. Su padre había regresado.El Viejo Alfa, como lo llamaban, no era un simple lobo. A pesar de su avanzada edad, su apariencia seguía siendo la de un hombre en la plenitud de su vida. Su piel permanecía tersa y sus músculos firmes, como si los años apenas hubieran rozado su cuerpo. Muchos lo consideraban elegido por la diosa luna, bendecido con la juventud y la fuerza eternas. Para otros, era un misterio oscuro y peligroso, pero nadie se atrevía a cuestionar sus poderes.Cuando Thane llegó al salón del consejo, lo recibió un silencio solemne. Los miembros del consejo, ancianos de las manadas más poderosas, lo observaron con expectación. En el centro de la sala, su padre, el Viejo Alfa, estaba sentado en su
CAPÍTULO 9: EXPLORACIÓN FRUSTRADAAkira se había escabullido con una agilidad silenciosa que había perfeccionado a lo largo de su vida en la manada "Luna de Sangre". Después de que la mucama de blanco la hubiera limpiado, asegurándose de que no quedara rastro alguno de la humillación sufrida en el harem, Akira había esperado el momento oportuno para deslizarse fuera de la seguridad de la habitación. No podía quedarse quieta, no mientras seguía ardiendo en su mente la duda que la había atormentado desde la muerte de su hermana.El palacio estaba en calma, el crepúsculo envolvía las paredes de piedra en sombras profundas y largas. La tenue luz que se filtraba a través de las ventanas de los pasillos hacía que todo pareciera más grande y amenazante, pero Akira no se detuvo. Cada paso era calculado, sus pies descalzos hacían el mínimo ruido posible mientras avanzaba. No había un plan fijo en su mente, pero recordaba vagamente los lugares a los que habían asignado a su hermana antes de mor
CAPÍTULO 10: TODAS LAS NOCHESElla lo miró por un instante antes de asentir. Thane se dio la vuelta y desapareció rápidamente por el pasillo. Akira respiró hondo y entró al harem, pero sus pensamientos estaban lejos de calmarse. Por más que él intentara mantenerla a salvo —o más bien, alejada de su padre—, Akira no podía ignorar la verdad que cada vez se hacía más evidente: el palacio estaba lleno de secretos, y uno de ellos había costado la vida de su hermana.Aquella noche, en la soledad de su cama, mientras las otras concubinas murmuraban entre ellas, Akira trazaba mentalmente su próximo movimiento. Podría haber estado bajo la vigilancia de Thane, pero eso no significaba que se rendiría tan fácilmente.*La luna menguante colgaba en lo alto del cielo, proyectando su débil luz sobre los pasillos de piedra del castillo. Thane salía de su habitación con el ceño fruncido, inmerso en sus propios pensamientos. No había podido sacarse de la cabeza a Akira desde la última vez que estuvo co
CAPÍTULO 11: EL PRECIO POR SER SUYAThane había pasado varias noches seguidas junto a Akira, disfrutando de su compañía más de lo que quería admitir. Aunque nunca había sido de los que buscaban apegarse a alguien, había algo en ella que lo mantenía atado. Ella no hablaba, pero eso no parecía importar. Sus silencios eran tranquilos, incluso reconfortantes, y había aprendido a entenderla más allá de las palabras.Esa noche, antes de partir hacia una cacería de tres días, Thane la observó mientras dormía, sus ojos recorrieron su delicado rostro. Había una suavidad en sus facciones que contrastaba con la dureza de la vida que había llevado. Era su pequeña omega, un ser frágil pero resistente, que había soportado más de lo que cualquier otro lobo podría haber soportado.Antes de marcharse, la despertó suavemente, acariciando su cabello oscuro.—Tengo que irme por unos días —le dijo con la voz baja y controlada—. Mantente lejos de todos. No hables con nadie. Y no quiero que nadie te vea.Ak
CAPÍTULO 12: ATAQUEAkira permaneció inmóvil mientras Seraphine se acercaba, su amenaza colgaba en el aire como una nube oscura. El corazón de Akira latía con fuerza, pero no por miedo, sino por la rabia que había estado acumulando durante tanto tiempo. Ya no era la omega débil y asustada que todos creían. Aunque sus instintos le gritaban que bajara la cabeza y aceptara el castigo, algo más fuerte dentro de ella se negaba a ceder.—Dije que lo vas a pagar caro —repitió Seraphine con desdén mientras sus garras emergían con un brillo metálico bajo la luz tenue.Akira no apartó la mirada, aunque la tensión en su cuerpo era evidente. No quería pelear, pero tampoco iba a dejarse intimidar. Mientras Seraphine avanzaba hacia ella, Akira preparó su mente para lo que vendría, apretó los puños en un intento de bloquear el dolor que sabía que llegaría.La primera garra de Seraphine pasó rozando su mejilla, lo suficientemente cerca como para sentir el aire que desplazaba. Sin embargo, Akira no se