CAPÍTULO 1: DESTERRADA
El fuego crepitaba con fuerza mientras Akira limpiaba insistentemente una de las mantas de algún lobo superior de la manada. Las manos ya no las sentía, el agua helada le quemaba la piel y la enrojecía, pero ella no se detuvo por nada hasta dejarla impecable.
Estaba a punto de terminar el trabajo cuando Ryna se acercó a ella y le empujó la cesta con la ropa húmeda hacia el lodazal seguido de una carcajada.
—Te faltó ahí, esclava —espetó con desdén.
Akira no respondió, de todos modos no podía hacerlo. Se aguantó las ganas de llorar y recogió la tela llena de tierra para volver a lavarla. Hacía dos meses que las lobas la estaban molestando, desde que su hermana se fue al palacio del Rey Alfa, supuestamente para cumplir con un deber superior. Pero ella todavía lloraba en las noches al recordar el cuerpo de su hermana sin vida, lleno de heridas que, le habían dicho, fueron por un accidente, sin embargo Akira estaba segura de que eso no era verdad.
Después de que terminó la tarea estaba agotada, iba dispuesta a acostarse a dormir hasta la mañana siguiente, pero eso le fue imposible.
—Akira, el Alfa Azael te necesita —le avisó Padme, la única amiga que le quedaba en la manada.
Suspiró y con los ánimos bajó fue directo a la cabaña del líder de su manada. El Alfa Azael era un lobo rudo, tosco y grosero que solo trataba bien a los que estaban a su altura. Pero eso sí, no se podía negar que era bastante atractivo. Rubio, de fuertes músculos y unos ojos negros como el abismo de su alma.
Akira tocó la puerta con miedo y curiosidad. El Alfa nunca la llamaba, es más, ella estaba segura de que no sabía de su existencia.
—Entra —ordenó.
Akira le hizo una reverencia, él sonrío y la rodeó como un depredador a su presa, tomó su mentón y la obligó a levantar el rostro.
—Te has convertido en una loba muy atractiva, ¿no es así, Akira?
Ella tembló, tragó saliva y deseó gritar con todas sus fuerzas que le apartase la mano.
—Tal vez llegó tu hora de dejar de ser una esclava, podría… darte mejores usos —insinuó. Akira supo en ese momento lo que el Alfa quería decir. Azael le manoseó los senos, ella chilló pero se aguantó las ganas de llorar.
Solo su hermana Kaori la defendía de cosas así, pero ahora sin ella, no podía hacer nada. Desde que supo que tras su muerte rondaba algo extraño, Akira deseaba con todas sus fuerzas escapar de la manada para averiguar la verdad, pero Azael se lo impedía, ella pensó que era por indiferencia, ahora comprendió que se trataba de algo más, quería usarla sabiendo que estaría desprotegida.
Azael la tomó con brusquedad del cabello y expuso su cuello para olfatearla.
—Que no hables es una bendición, así no podrás gritar cuando te reviente el c…
Un lobo de menor rango entró de pronto a la cabaña interrumpiéndolos. Azael le gruñó amenazante enseñándole los colmillos y sus ojos se tornaron rojos.
—Lo siento Alfa, es que, hubo un incidente en el bosque, unos cazadores se acercaron demasiado al territorio.
Azael le hizo un ademán de que ya iría, el lobo se fue volviendo a dejarlos solos.
—Vuelve a tu cama, la espera será más deliciosa —le ordenó a Akira—, piensa en mí y mójate, estarás más lista —susurró con un tono ronco que a ella le pareció asqueroso.
Salió de esa cabaña entre temblores y espasmos incontrolables de su cuerpo. Pensó que si mantenía un perfil bajo y hacía lo que le decían, nadie la notaría de más. Pero entregarse al Alfa no estaba en sus planes. Entró a su pequeña cueva, pues ella dormía protegida por un par de arcos de piedra y una cama vieja llena de tierra.
Esa vez Akira no estaba dispuesta a dejarse someter. Ya había soportado demasiado y jamás dejaría que el alfa Azael la tocase. Sabía que no la dejarían irse tan fácilmente así que armó un plan descabellado, pero que quizá le iba a dar resultado. Luego de hacer lo que ideó, se escabulló de vuelta a su cueva y se echó a dormir.
A la mañana siguiente se despertó con alguien zarandeándola de los cabellos. Cuando enfocó la vista se dio cuenta de que se trataba de Nubia, la Luna de la manada y esposa del Alfa Azael.
—Aquí estás, asquerosa rata, ¡has sido tú! —acusó.
Akira negó con la cabeza apresuradamente, pero sabía que la Luna no lo iba a dejar pasar. Nubia la empujó de vuelta a la cama; aprovechó para sacar su destartalado cuaderno, el que usaba para poder comunicarse, y un carbón delgado que ella misma había tallado. Escribió en él: “No sé de qué está hablando, yo no he hecho nada”.
Nubia se echó a reír.
—Claro que lo sabes, rata asquerosa. —Le tomó del brazo con violencia y la llevó a rastras frente a todos los demás lobos hasta su cabaña, la misma que compartía con el Alfa.
Ahí, Akira vio lo que había hecho, destrozó y saqueó todas las cosas de Nubia. Enseguida negó rotundamente haberlo hecho, pero ya conocía a la mujer, además, esta vez sí había sido ella.
“Yo no fui”, volvió a escribir.
Nubia le dio una bofetada delante de todos los demás lobos. El Alfa Azael todavía no había regresado.
—Rata asquerosa, después de todo lo que hemos hecho por ti, te acogimos a pesar de ser una inútil inservible, ¿y así nos pagas? —Nubia levantó la cabeza y habló ante todos los lobos—. Esta Omega queda desterrada para siempre de la manada luna de sangre, la exilio a los bosques sin ley.
Akira negó mil veces con la cabeza, pero su destino ya se había sellado. Lo que Nubia ignoraba era que todo lo había planeado esa Omega muda e inservible; como ella la llamaba.
Nubia arrastró a la chica hasta los límites del territorio “luna de sangre” y la expulsó sin ninguna piedad.
A pesar del plan, Akira sabía que estar en ese bosque era lo más peligroso que podía hacer. No le quedó más opción que caminar hacia delante e introducirse en el territorio de los humanos. Para cualquier otro lobo eso no sería un problema, pero Akira no solo era una Omega esclava, ella ni siquiera había despertado a su loba.
Caminó y caminó sin rumbo hasta que de pronto olfateó un aroma extraño. Se detuvo y entonces vio a un grupo como de cinco hombres con ballestas y otras armas, listos para matarla. Ni siquiera pudo gritar. Tropezó con una cuerda y cayó al piso.
Se cubrió los ojos y entonces escuchó el rugido más aterrador y fiero que había oído jamás. Abrió los ojos de vuelta y vio una sombra negra luchando contra los cazadores. El miedo la paralizó y no podía moverse.
Los humanos gritaron, pero pronto se apagaron todos los sonidos. Entonces, esa figura negra aterrizó delante de ella, volvió a su forma humana, pero mantuvo los ojos rojos mirándola con intriga.
—¿Quién eres?
CAPÍTULO 2: CAUTIVAAkira tembló ante su presencia, imponente, dominante y oscura. Aquel lobo era el hombre más grande que ella había visto. Tenía el pecho descubierto así que podía ver perfectamente sus abdominales marcados y bronceados, Su rostro estaba cubierto por una gruesa barba, llevaba el cabello atado en una coleta y sus ojos rojos eran como la misma sangre.Podía olfatear el aroma a muerto fresco de los cinco cazadores. Akira pensó que ese lobo debía ser un Alfa formidable.—¡Responde! ¿Quién eres? ¿Acaso eres tonta o no detectaste la trampa a kilómetros? —cuestiona.Enseguida se dio cuenta de que estaba en un aprieto, pues no había forma de que le respondiese, la desterraron sin su cuaderno y ahí no había nada con lo que pudiese escribir.Sus ojos se llenaron de pánico, negó con la cabeza y le hizo señas para que entendiese que no podía hablar, pero ese Alfa no le entendió.—¿Te crees muy lista, eh? Si eres una espía de los humanos, te llevaré conmigo hasta que hables.Akir
CAPÍTULO 3: LA SEXTA CONCUBINAEl miedo de Akira no hacía más que crecer con cada minuto. La sacaron de la celda y la guiaron a una habitación cálida y bien iluminada, una extraña comodidad que no se podía comparar con la fría celda donde había estado antes. El suelo de piedra estaba cubierto con alfombras suaves, y en el centro de la habitación había una gran tina llena de agua tibia.Tres mujeres vestidas con largos vestidos blancos la esperaban, y con una mezcla de curiosidad y nerviosismo, la empujaron suavemente hacia la tina.No pudo evitar sentir una punzada de vergüenza mientras se desnudaba. En su manada, nunca había tenido acceso a lujos como este. Sus baños se limitaban a sumergirse en el río helado, donde el frío que entumecía sus huesos era la única opción. La vida como Omega había sido dura, en especial después de que su hermana se fue de la manada. Al sumergirse en el agua cálida, sintió una oleada de alivio que casi le hizo llorar. El agua acariciaba su piel, llevándos
CAPÍTULO 4: NUEVOS ENEMIGOSThane se paseaba por su cámara privada, sintiendo una extraña inquietud que no lograba sacudir. La imagen de Akira, la loba indefensa y muda, seguía rondando en su mente. Había algo en ella que lo intrigaba profundamente, algo que no podía ignorar. Sabía que designarla como concubina generaría controversia en la manada. Después de todo, Akira era una esclava Omega, y aunque las concubinas fuesen solo sus amantes, ninguna tenía un estatus menor al de Beta. Sin embargo, no podía dejar que eso influyera en su decisión. Su lobo interior rugía con emoción desde que la vio; su belleza rara y exótica era demasiado tentadora para dejarla escapar. Thane sentía que Akira debía ser suya, sin importar las consecuencias.Justo cuando pensaba en ir a buscarla esa misma noche, la puerta de su cámara se abrió de golpe. Su esposa principal, Seraphine, entró con el rostro desencajado. Había escuchado los rumores que corrían por el palacio sobre una nueva concubina.—¿Cómo te
CAPÍTULO 5: ENTREGADA A ÉLEsa noche era especial. Había una luna roja en el cielo, una luna de sangre. Ella no lo sabía, pero las lunas rojas aumentaban el deseo y las feromonas que emitía su cuerpo. Por mucho que Thane se resistió, no podía ignorar el llamado que su lobo le suplicaba. Ella era mucho más que una hermosa loba, ella podía ser su pareja destinada, aunque él no estaba seguro de eso. Aun así, no fue capaz de resistirse. Se dijo a sí mismo que se aseguraría de no marcarla, pues sería un sacrilegio aceptar a una Mate como ella, pero todavía podía disfrutar del plac3r que sus instintos salvajes le suplicaban.Llevó a la chica de la mano, no quería ser demasiado romántico con ella, pero una parte suya le impedía ser tan frío como con las otras.Por otro lado, Akira sintió que no podía respirar, su corazón se aceleró a un ritmo insospechado y él se dio cuenta, pero aquello le pareció más excitant3. Empujó a Akira contra la cama y de pronto dejó salir sus garras afiladas y sus
CAPÍTULO 6: HUMILLADAAkira regresó al harem con el cuerpo tenso y la cabeza baja, esperando lo inevitable. Sentía las miradas cargadas de odio clavándose en su piel desde el momento en que cruzó la puerta. El aire estaba denso, impregnado de desprecio, y lo que más le dolía era que no podía evitarlo. Desde que había llegado como prisionera al palacio, su vida se había convertido en una constante prueba de resistencia.Las concubinas la observaban con burla y repugnancia. Lana, una de las mujeres más crueles del grupo, la miró de arriba abajo con una sonrisa maliciosa en el rostro. Sus ojos brillaban con malicia mientras se acercaba a Akira, olfateando el aire a su alrededor de una manera que hizo que la sangre de Akira se helara.—Todavía puedo oler al príncipe Alfa en ti —dijo Lana, su voz cargada de veneno—. Parece que no te bañaron bien, Omega. Qué vergüenza.Akira sintió su garganta tensarse, pero no dijo nada. No podía, aunque quisiera. Su lengua siempre la traicionaba, atrapada
CAPÍTULO 7: ADAPTACIÓNAkira se dejó guiar por la loba de blanco, su cuerpo temblaba ligeramente mientras las lágrimas caían por sus mejillas. No se resistió cuando la mujer la llevó de vuelta a la habitación privada donde una gran tina llena de agua tibia esperaba por ella. El vapor ascendía en suaves espirales, llenando el aire con un aroma limpio que contrastaba con el olor acre que impregnaba su piel y su cabello. Akira seguía llorando, pero su rostro ya no mostraba emoción alguna, como si el sufrimiento y la humillación la hubieran despojado de toda fuerza.La mucama, cuya presencia era tranquila y amable, le quitó cuidadosamente la ropa sucia y mugrienta, desechándola sin una palabra. Cada prenda que caía al suelo parecía un peso que se liberaba de los hombros de Akira, aunque el dolor de lo vivido seguía oprimiendo su pecho como un yugo invisible. La mujer no hablaba demasiado, solo lo necesario para guiarla con suavidad hacia la tina, donde la ayudó a sumergirse en el agua cal
CAPÍTULO 8: NO PONGAS TUS OJOS EN ELLAEl sol apenas había comenzado a descender en el horizonte cuando el consejo convocó a Thane. Su semblante, normalmente imperturbable, reflejaba una leve inquietud mientras se dirigía hacia el gran salón. Sabía lo que significaba esa convocatoria. Su padre había regresado.El Viejo Alfa, como lo llamaban, no era un simple lobo. A pesar de su avanzada edad, su apariencia seguía siendo la de un hombre en la plenitud de su vida. Su piel permanecía tersa y sus músculos firmes, como si los años apenas hubieran rozado su cuerpo. Muchos lo consideraban elegido por la diosa luna, bendecido con la juventud y la fuerza eternas. Para otros, era un misterio oscuro y peligroso, pero nadie se atrevía a cuestionar sus poderes.Cuando Thane llegó al salón del consejo, lo recibió un silencio solemne. Los miembros del consejo, ancianos de las manadas más poderosas, lo observaron con expectación. En el centro de la sala, su padre, el Viejo Alfa, estaba sentado en su
CAPÍTULO 9: EXPLORACIÓN FRUSTRADAAkira se había escabullido con una agilidad silenciosa que había perfeccionado a lo largo de su vida en la manada "Luna de Sangre". Después de que la mucama de blanco la hubiera limpiado, asegurándose de que no quedara rastro alguno de la humillación sufrida en el harem, Akira había esperado el momento oportuno para deslizarse fuera de la seguridad de la habitación. No podía quedarse quieta, no mientras seguía ardiendo en su mente la duda que la había atormentado desde la muerte de su hermana.El palacio estaba en calma, el crepúsculo envolvía las paredes de piedra en sombras profundas y largas. La tenue luz que se filtraba a través de las ventanas de los pasillos hacía que todo pareciera más grande y amenazante, pero Akira no se detuvo. Cada paso era calculado, sus pies descalzos hacían el mínimo ruido posible mientras avanzaba. No había un plan fijo en su mente, pero recordaba vagamente los lugares a los que habían asignado a su hermana antes de mor