Al llegar a su lado, Alexander sintió la conexión aún más palpable, algo que no había experimentado antes.Evelyn y Máximo, que observaban la escena desde una distancia prudente, fruncieron el ceño. La hija del Alfa Víctor supo que el duque había convocado a una reunión con su padre y sintió temor.Alexander podría adivinar sus planes y echarlos de su castillo cuanto antes, así que necesitaban acelerar lo que iban a hacer esa misma noche.Llamó a Máximo y juntos, se dispusieron a perfilar sus estrategias, decididos a no dejarse vencer y a que esos dos se separaran de una vez por todas.Por su parte, el duque Alexander no sentía nada a su alrededor cuando se acercó a su Mate. Ese momento era suyo y de Rachel, no permitiría que nadie lo arruinara.—Hola —saludó, tratando de mantener la voz firme—. ¿Cómo dormiste anoche, Rachel? —Hola, Alexander —respondió ella, con suavidad—. De maravilla, creo… que fue gracias a la compañía que tenía.—Gran compañía la que tuve anoche yo también —dijo
Alexander pensaba que la risa de Rachel era bellísima. Sentía que se estaba enamorando cada vez más profundamente, mientras ella comenzaba a sentirse más cómoda a su lado, envuelta en una magia que no podía combatir.Rachel y Lyall permanecieron acostados en la grama, el suave murmullo del bosque los envolvía en una burbuja de tranquilidad. El cielo se extendía sobre ellos, mientras el sol comenzaba su lento descenso hacia el horizonte. Rachel acariciaba el pelaje de Lyall, sintiendo la calidez del lobo y la seguridad que su presencia le brindaba. Poco a poco, la calma del lugar y el suave ritmo de la respiración de Lyall comenzaron a relajarla profundamente. Los párpados de Rachel se volvieron pesados y, antes de darse cuenta, se quedó dormida. Sus sueños estaban llenos de imágenes de un futuro esperanzador junto a Alexander y Lyall.Un tiempo después, Lyall se movió con cuidado, transformándose de nuevo en Alexander. Se vistió con sus ropas que había dejado cuidadosamente apartad
Continuaron caminando a lo largo del río, charlando sobre sus vidas, sueños y esperanzas. Alexander le contó historias de su infancia, de sus travesuras y de su amor por la naturaleza. Rachel se sentía cada vez más cautivada por él y sus historias.A su vez, Alexander se sentía fascinado con ella, embelesado por su belleza y con ganas de que ese día nunca acabara. Sin embargo, el estómago de Rachel gruñó, y él rió, haciendo que ella se sintiera apenada.—Iremos por algo de comer, hemos estado todo el día afuera —le dijo Alexander—. Además, necesitas cambiarte ese vestido mojado. No quiero que te resfríes.Rachel asintió y ambos se dirigieron hacia el castillo. Ella se cambió de ropa y cuando salió nuevamente de la habitación, se encontró con un sonriente Alexander.En el comedor, hablaban tranquilamente, mientras Evelyn y Máximo los miraban con frialdad y enojo desde el otro extremo de la sala. El Alfa Víctor, padre de Evelyn, observaba la escena con preocupación. Sus planes no esta
La tensión en la oscura habitación era palpable y la luz tenue que entraba por las cortinas apenas iluminaba las expresiones de Alexander y Rachel. Él la miraba preocupado, con la incertidumbre dibujada en su rostro mientras ella mantenía un mutismo inquietante.—Rachel, ¿no vas a decir nada? —preguntó Alexander, su voz reflejaba la preocupación que sentía.Rachel lo miró con ojos brillantes, tragando saliva por todo lo que atravesaba de su garganta a su estómago, como un pesado fardo—Me siento triste y frustrada —respondió con voz queda, suspirando—. Entiendo que soy una humana y que cometí errores, pero deberían dejarme al menos…Se calló al quebrarse su voz y Alexander sintió un nudo en el estómago. Temía que Rachel decidiera renunciar, que se rindiera ante la presión. Sin embargo, lo que vio en sus ojos lo dejó asombrado. En lugar de resignación, había una determinación férrea que le dio escalofríos.—Voy a demostrar que soy una digna Luna —dijo Rachel con firmeza—. He estado
Alexander respondió al beso con igual fervor, era difícil para él detenerse cuando ella estaba tan dispuesta a entregarse sin ningún tapujo ni restricciones.Sus manos se tocaban con desesperación y el calor del deseo comenzó a controlarlos, a dejar de ser racionales.«Esta noche será nuestra, hay que marcarla, no me defraudes», pensó Lyall, delirante de deseo.«Si ella me quiere, no podré detenerme más. Será esta noche y será nuestra para siempre», la adrenalina corría por sus venas de solo pensarlo.Alexander y Rachel seguían besándose con ardor, él la deseaba demasiado. Quería que ella le dijera lo que sentía y así arriesgarlo todo en pos del amor. Con un enorme esfuerzo, Alexander la detuvo, pero no de manera brusca ni para que se sintiera rechazada. Besó sus mejillas, luego su nariz y subió hasta su frente. Rachel suspiró, sabiendo que él tenía dudas, pero no pensaba darse por vencida.—Te quiero para mí, Alexander. Te deseo. Por favor, hazme tuya ahora —le rogó con un tono de
—¿Puedo tocarlo? —susurró de manera inocente y Alexander sintió que tendría un orgasmo en ese instante.—Si quieres… —respondió, mojando sus labios, nervioso.Rachel sonrió y asintió, un rubor cubría sus mejillas. Comenzó a acariciar con un dedo y fue agregando otro, yendo de arriba a abajo con movimientos suaves y lentos, algo curiosos y tímidos.—Así… vas muy bien —murmuró él con voz ronca, rota por la excitación.Cada caricia era un estímulo eléctrico que recorría todo el cuerpo de Alexander, llevándolo al borde de la locura. Ella rodeó el falo por completo con toda la mano y Alexander gruñó de placer, conteniéndose un poco más para seguir disfrutando de sus caricias tímidas.—¿Puedo… probarlo? —dijo Rachel titubeante, sintiendo sus mejillas arder.Alexander se sorprendió de su petición y casi pierde el aliento al ver la determinación en su mirada de darle sex’o oral. —Solo si quieres… —apenas podía hablar por la excitación del momento—. Oye, no tienes que…—Sí quiero —respondió
Alexander tenía el cabello revuelto y una expresión de satisfacción plena en su rostro. Rachel, con su cabellera desordenada y un brillo en los ojos, se acurrucó más cerca de él, bostezando suavemente, visiblemente somnolienta.—¿Cómo está tu entrepierna? —preguntó Alexander con tono de preocupación, sus dedos acariciaban suavemente la espalda de Rachel.Ella se sonrojó ante la pregunta, pero sonrió con ternura.—Estoy bien, Alexander. No te preocupes —respondió, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras su mano acariciaba el pecho del duque—. No soy tan débil como piensas.Él la miró a los ojos y su expresión se suavizó.—Nunca te consideré débil, Rachel —dijo con voz baja y llena de sinceridad.Rachel, conmovida, se incorporó ligeramente para darle un suave beso en los labios. El ambiente entre ellos era perfecto, casi palpable; el amor que sentían el uno por el otro parecía llenar cada rincón de la habitación.Sentía una profunda conexión con él, una certeza de que su amor era
Rachel se dio cuenta de que el pastel que le dio Evelyn tenía algo raro, pero ya era demasiado tarde: había pasado un trozo por su garganta. El sabor extraño la inquietó, y una sombra de temor se apoderó de su corazón. ¿Estaría envenenado? Con el pánico creciendo en su pecho, corrió en busca de ayuda, encontrándose con uno de los criados en el pasillo.—¡Necesito ayuda! —exclamó Rachel con voz entrecortada—. Creo que me han envenenado.El criado la miró con preocupación evidente, pero su respuesta fue desalentadora.—Lo siento, señora, la mayoría de los lobos están en una reunión de urgencia.—Ve… ve a buscar ayuda —musitó con voz ahogada, sintiendo sus piernas flaquear.El sudor frío comenzó a cubrir la frente de Rachel, mientras el miedo se transformaba en una sensación de calor que le hizo fruncir el ceño. No esperaba esa reacción, pensaba que los síntomas serían diferentes. Justo entonces, Evelyn apareció, con una sonrisa cínica en los labios.—¿Qué me diste en el pastel? —recl