Sentimientos y conspiraciones

El castillo de Blackmore estaba alumbrado solamente por pequeños haces de luz, sumido en un silencio sepulcral, a excepción de los latidos acelerados de Rachel.

Su boca se había secado y estaba tratando de no sufrir un infarto por lo que acababa de decirle Alexander. Le parecía estar metida en alguna especie de sueño, pero las sensaciones eran tan reales que comenzó a dudar de su cordura.

—Alexander… creo que estás… —se calló cuando los ojos del duque volvieron a enfocarla—. D-debería descansar.

—Eres tan hermosa… —suspiró.

—Tú eres muy guapo y sexy —Rachel se sonrojó al confesarle esas palabras. Su garganta se apretó en un nudo y sintió ganas de llorar—. No sabía… lo que sentías.

Él sonrió de medio lado y limpió con suavidad una lágrima que resbalaba por su mejilla. Su mirada cargada de ternura decía tanto, que la pobre Rachel se sintió abrumada por la intensidad de sus sentimientos.

—Te necesito en mi vida, mi amor —dijo Alexander con voz apagada, muy somnoliento—. Te amo tanto… y n
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