Solo tuve que pedirle que venga y aquí está mi mejor amigo desde la secundaria. Abro la puerta, lo dejo pasar y verlo con su camisa azul y corbata me hace sonreír —¿Qué haces con camisa y corbata a esta hora? Hace rato salimos de la oficina. — le regaño y sin rodeos llevo mis manos al nudo de su corbata para quitársela —relájate, así nunca conseguirás novio. — bromeo y sus ojos se abren de par en par.
—¿Qué dices Kai? — me pregunta y sabe que es el único al que lo dejo llamarme así.
—Nada… nada. — digo nerviosa cuando termino de quitarle la corbata y me doy la vuelta para ir hacia la bodega —¿vino blanco o tinto? — cuestiono intentando que olvidé lo que dije.
«Kaie, si no te lo quiso decir debe ser por algo.» me regaño.
Escucho sus pasos siguiéndome por la casa y al entrar a la bodega, enciendo la luz y me quedo mirando las cientos de botellas que tengo aquí, la mayoría regalos exclusivos de los viñedos que son proveedores de los hoteles.
—¿No vas a repetir lo que dijiste? — indaga y me doy la vuelta para mirarlo.
Sus ojos azules se fijan en los míos verdes y sonrió nerviosa —nada… dije que si no te relajas nunca conseguirás novia. — me invento y ríe.
—Aha… mira quien habla. — rebate y ahora soy yo quien ríe.
—Sabes que lo mío es por elección propia, que no me interesan las relaciones serias y mucho menos ese plan de vida que incluye hijos esposo y un perro. — me defiendo y volteo a ver los vinos —¿Cuál quieres? — pregunto y ahora él se para a mi lado.
—Este parece bueno. — indica señalando un Malbec argentino.
—Perfecto. — digo y agarro la botella —bueno vamos por las copas y te cuento lo que está pasando. — propongo.
[…]
La botella de vino ya está casi terminándose al igual que mi desahogo en cuanto a las decisiones que debo tomar, si hay alguien que me entiende, ese es Álvaro. Además de ser mi mejor amigo, también es mi mano derecha en la empresa y su conocimiento en gestión hotelera siempre me ayuda a tomar buenas decisiones, es más, el plan para apuntalar la productividad de la empresa lo arme con él y es consiente del capital que necesito inyectar para llevarlo a cabo y evitar los despidos.
—Entonces, ¿Qué hago? — vuelvo a preguntar.
—Yo no lo pensaría mucho, al fin y al cabo, es tu abuelo y decidió dejártelo todo a ti. Se perfectamente que desde la muerte de tus padres él y tú no se hablaban, pero quizás se dio cuenta de su error y decidió dejártelo todo para remendar su error. — justifica.
—¿No voy a parecer una interesada? — cuestiono.
—¿Tienes otra manera de evitar los despidos y cierres de algunos hoteles sin ese capital? — me pregunta y en lo último que pienso es en cerrar hoteles.
Niego con la cabeza —sabes que no, sin capital no lo podre evitar durante mucho tiempo. — respondo.
—Ahí tienes tu respuesta, además el tiempo está en contra. —
—Lo se…— digo un poco frustrada por la situación y me recuesto en el sofá apoyando mi cabeza sobre sus piernas — no vas a abandonar el yate, ¿no? — le pregunto mirándolo y niega.
—Sabes que no, soy tu mejor amigo, ¿a qué no? — responde y acaricia mi largo cabello acomodándolo.
—¿Te quieres quedar? No es bueno que conduzcas después de tres copas de vino. — propongo.
—¿Me vas a regresar alguna de las camisas que me robaste para que la use mañana? — bromea.
Él y sus bromas… siempre es capaz de hacerme reír —si la que tu gustes y también te prestare mi secador de pelo para que tus rizos no se vean desordenados. — digo entre risas y él de inmediato pasa sus dedos por su cabello.
—¿Qué tienes en contra de mis rizos? Todos dicen que son sexy. — bromea.
—Me imagino… entonces, ¿es un sí? — insisto.
—Sabes que no puedo decirte que no… vamos a dormir que tú tienes que ir a la lectura de un testamento. — me dice y siempre entre los dos, él es quien mantiene el orden de las cosas, así es todo el tiempo.
—Vamos… ya me duele la cabeza con solo imaginarme las “amables” palabras de mi abuelo. — digo sarcásticamente mientras nos levantamos del sofá entre risas.
—Piensa que es la solución a todos los problemas y que podrás llevar todos tus planes a cabo, no te dejes guiar por tu relación con él. — me alienta.
—Eso hare… ¿necesitas que te lleve a tu cuarto o ya sabes dónde es? — pregunto divertida y se sonríe.
—Se dónde es, supongo que mi cepillo de dientes sigue en el mismo lugar, ¿o ya lo uso alguien más? — pregunta y niego.
—No dejo que nadie pase la noche aquí, sabes que no confió en los hombres. — respondo de inmediato y me mira extrañado.
—Pero en mi si…—
—Tu eres otra categoría, a ti te confiaría mi vida de ser necesario. — respondo sin dudar.
—Lo sé, el sentimiento es mutuo Kai. — responde cuando ya llegamos al pasillo donde están las habitaciones y nos despedimos —descansa. — me dice.
—Y tú, que tengas bonita noche. — le digo y sin más me voy a mi habitación sabiendo que mañana será un día complicado.
Al día siguiente: No sé ni qué hora es cuando escucho un golpe en la puerta y antes de que pueda responder, Álvaro entra con una bandeja en sus manos. —buenos días, Kai. — dice mientras que yo intento acomodarme en la cama. —¿Qué hora es? ¿me quede dormida? — pregunto desorientada mientras él se sube a la cama y yo busco mi celular en la mesita de noche —¿seis y treinta? ¿a qué hora te levantaste? —
El sonido de mis tacones sobre el piso de madera hace eco en esta amplia oficina donde el licenciado Armendia me hizo pasar. Él toma asiento en la silla ubicada detrás de su escritorio y yo hago lo mismo en una de las cómodas sillas ubicadas del lado opuesto. Acomodo la falda de mi vestido negro y lo miro expectante —lo escucho licenciado. — sentencio y por algún motivo que desconozco sonríe. —Su abuelo me había hablado mucho de usted, me conto que era una mujer impaciente y de carácter fuerte. — comenta.—Qué bueno que me conociera, ahora, si me di
[Un par de horas después]Estoy en la encrucijada más grande de mi vida, buscar un hombre con quien casarme, aceptar la herencia de mi abuelo y salvar a todos los empleados que podrían quedar en la calle, o simplemente dejar las cosas como están y empezar con el plan para cerrar los hoteles y echar a toda esa gente. —Buenos días, señorita Cabassi. — me saluda Cristina amablemente cuando entro al edificio.—Buenos días, Cristina, que
(Esa misma noche)Por mi mente pareciera que paso un huracán y lo desordeno absolutamente todo, por mi vida ni se diga, pareciera haber sido sacudida por un terremoto que movió todo y ahora me encuentro intentando ordenar un desorden infernal. Muchas cosas en poco tiempo, decisiones, confesiones y sobre todo cambios.La luz de mi oficina es la única que aún permanece encendida de todo este piso, y es que me quede hasta esta hora haciendo un análisis de
3 semanas después:Mi vida dio un giro tan abrupto, que dejo todo tambaleando y a mí con más dudas que certezas. La única cosa que tengo en claro, es que necesito esa herencia para no caer en la crisis que está llevando a muchas empresas a la quiebra, después, el resto, sigue siendo una gran incógnita. Hoy es mi boda con Álvaro, una muy sencilla, pero cumpliendo con las pautas que dejo escritas mi abuelo en su testamento. Al parecer, era un hombre muy romántico o simplemente buscaba volverme loca, ya que dejo estipulado hasta el lugar
Horas más tarde De pasar de no querer saber nada con casarme después de lo sucedido con Diego en mi fallida boda, a tener la boda que Álvaro y yo tuvimos y la fiesta que su madre nos preparó, es algo para lo que no estaba preparada. Bailar nuestra primera canción como novios, el brindis que él hizo, cortar el pastel y bailar junto a los invitados fingiendo que todo esto era el sueño de mi vida, definit
Al día siguiente (Domingo):«¿Por qué no habré cerrado la cortina?» me reclamo mientras llevo una de mis almohadas a mi rostro para intentar cubrirme del sol, pero es inútil seguir durmiendo… ya me desperté y volver a conciliar el sueño es todo un reto para mí. Abro las sabanas entre mis quejas lanzo la almohada a un costado y me levanto de la cama para como cada mañana ir a la cocina por mi té. Muevo mi cabeza de un lado a otro intentando descontractu
—¡Kai, ábreme la puerta, hablemos! — me grita Álvaro del otro lado de la puerta y yo me siento como cuando me daban esos ataques de pánico después de la muerte de mis padres. Me abrazo a mis piernas sentada en el suelo de espalda a la puerta y me vuelvo a preguntar ¿qué es lo que me sucede? ¿Por qué de repente sentí esas ganas de huir? No me reconozco… yo suelo enfrentar la situación, no huir de ella. Último capítulo