7.La Boda

3 semanas después:

Mi vida dio un giro tan abrupto, que dejo todo tambaleando y a mí con más dudas que certezas. La única cosa que tengo en claro, es que necesito esa herencia para no caer en la crisis que está llevando a muchas empresas a la quiebra, después, el resto, sigue siendo una gran incógnita.

Hoy es mi boda con Álvaro, una muy sencilla, pero cumpliendo con las pautas que dejo escritas mi abuelo en su testamento. Al parecer, era un hombre muy romántico o simplemente buscaba volverme loca, ya que dejo estipulado hasta el lugar donde debía casarme, nada más ni nada menos que en la playa bajo el manto de un atardecer. Para cumplir con las otras cláusulas que dejo escritas, ya preparamos la habitación donde se quedará Álvaro en mi casa, ya que debemos vivir juntos, también firmó el contrato prenupcial y hasta hemos hablado con sus padres, claro… ellos creen que esto es una boda por amor, de otra manera, se hubieran opuesto completamente. Solo con pensar en la historia romántica que nos inventamos para convencerlos de esta repentina boda, me siento culpable… Soy consciente de que ellos me adoran y que están felices con que seré su nuera, pero también sé que, de saber la verdad me odiarían por “utilizar” a su hijo.

Me miro en el espejo e intento encontrarme, pero solo veo a una mujer con uno de los vestidos de novia más hermosos de todos completamente ida de este mundo «solo espero que todo esto salga bien.» me repito cuando alguien golpea la puerta de la habitación.

—¡adelante! — digo algo para que me escuche y de inmediato abren la puerta.

Miro a través del reflejo del espejo, y lo veo a él vestido con un esmoquin que definitivamente fue hecho a su medida. Sus ojos color mar se fijan en los míos a través del reflejo y sonríe —Kai… wow…— dice y ríe nervioso —te ves deslumbrante. — continua y avanza hacia mí.

—Tu también te ves muy bien. — halago.

—Muchas gracias, ¿te parece si vamos? Ya llegaron los invitados y el juez de paz. — explica y si, tuvimos que invitar a algunas personas para que esto se viera como una boda “de verdad” bajo la mirada del abogado de mi abuelo, quien es el encargado de asegurarse de que esto no sea un fraude y que las clausulas se respeten.

—Vamos. — digo a pesar del miedo que tengo porque todo esto sea un desastre, y tomo su brazo para marcharnos de aquí e ir hacia la playa.

[…]

Se supone que la novia debería caminar por el pasillo del brazo de su padre o una figura masculina cercana a ella, pero esa figura no existe y esta boda tampoco es una ceremonia religiosa, es más que nada un trámite y para los invitados es lo que decidimos por motivos “personales” que no quisimos explicar.

La mirada de todos está sobre nosotros mientras que bajo el sonido de los violinistas que contratamos, caminamos hasta llegar bajo la glorieta donde nos espera el juez de paz. El mar de fondo y el sol cayendo sobre el, es definitivamente una imagen hermosa, pero darme cuenta de que estamos engañando a mucha gente que queremos, me hace sentir un poco culpable y no poder disfrutar de la hermosa vista.

Álvaro me toma de la mano y no me suelta mientras que el juez de paz comienza a hablarnos de las responsabilidades del matrimonio y todo aquello que realmente no tiene peso alguno en esta unión, ya que las reglas las pusimos Álvaro y yo.

De repente, mis pensamientos se ven interrumpidos cuando el juez de paz le hace la pregunta de vigor a él —¿Álvaro Luna, recibe usted a Kaie Cabassi para ser su esposa, para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla, y cuidarla en la salud y en enfermedad, guardándole fidelidad durante el tiempo que duren sus vidas? — le pregunta.

—Si, quiero. — responde sin titubear y el juez de paz ahora me mira a mí.

—¿Kaie Cabassi, recibe usted a Álvaro Luna para ser su esposo, para vivir juntos en sagrado matrimonio, para amarlo, honrarlo, y cuidarlo en la salud y en enfermedad, guardándole fidelidad durante el tiempo que duren sus vidas? — me pregunta y siento tantos nervios que me cuesta respirar.

—Si, quiero. — respondo con mi voz quebrándose.

—Ahora, las alianzas. — indica el juez y de inmediato el padre de Álvaro, nos acerca la pequeña cajita con las alianzas y hacemos el intercambio de los anillos. Álvaro, coloca la alianza justo delante del anillo de compromiso que quiso darme para que sus padres nos creyeran y yo coloco el otro anillo en su dedo. —en virtud de la autoridad que me conceden las leyes del Estado de la Florida, los declaro marido y mujer, puede besar a la novia. — le indica al ahora mi esposo y esto es algo en lo que no había pensado y, por lo tanto, no habíamos hablado.

«Álvaro y yo nunca nos besamos… tampoco estaba en mis planes hacerlo, al menos no tan pronto…»

Nuestras miradas se cruzan diciéndonos todo lo que no podemos decirnos con las palabras y Álvaro me toma por sorpresa cuando rodea mi cintura con uno de sus brazos y me acerca a él —nos están mirando. — me susurra tan bajito que apenas yo puedo oírlo.

Hago un pequeño gesto con mis ojos y él lo entiende a la perfección, acerca sus labios lentamente a los míos y como si me estuviera pidiendo permiso, termina de entrar en contacto con los míos. Me besa lento, cautelosamente y haciendo que algo dentro de mí se pregunte mil cosas a la vez «estoy besando a mi mejor amigo…se siente tan… es que ni se cómo se siente…»

Los aplausos de los invitados irrumpen el momento y con toda esta confusión que me invade por dentro, me separo de él. Lo miro detenidamente y su sonrisa me hace saber lo que este beso significo par él…

«Me quiere… eso lo sé, pero ¿podre ser capaz de corresponder, aunque sea un poquitito a todo eso?» esa es la pregunta que me ronda constantemente, pero sé que la respuesta no la hallare esta noche, ahora es el momento de continuar con este teatro en nuestra intima fiesta de casamiento que también forma parte de las cláusulas del testamento de mi abuelo.

—¿Señora de Luna, preparada para su fiesta? — me pregunta sonriente y me ofrece su mano.

Encojo mis hombros, sonrió y asiento —vamos. — indico y sé que debo intentar poner lo mejor de mí en esta situación, después de todo fui yo quien necesitaba casarse para heredar la fortuna de mi abuelo.

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