El sonido de mis tacones sobre el piso de madera hace eco en esta amplia oficina donde el licenciado Armendia me hizo pasar. Él toma asiento en la silla ubicada detrás de su escritorio y yo hago lo mismo en una de las cómodas sillas ubicadas del lado opuesto. Acomodo la falda de mi vestido negro y lo miro expectante —lo escucho licenciado. — sentencio y por algún motivo que desconozco sonríe.
—Su abuelo me había hablado mucho de usted, me conto que era una mujer impaciente y de carácter fuerte. — comenta.
—Qué bueno que me conociera, ahora, si me disculpa, no tengo mucho tiempo para todas estas formalidades, ¿podría ir directamente al punto por favor? — le pido y asiente.
—Por supuesto. — responde mientras abre una carpeta. Espero pacientemente a que el licenciado prosiga hasta que finalmente saca una carta de la carpeta. —antes de mencionar lo que su abuelo le dejo, debo leer esta carta. — se explica.
—Adelante entonces. — aliento.
Él solamente me mira por un instante y luego da inicio a la lectura de la famosa carta que dejo mi abuelo.
“Mi querida Kaie, sé que no fui el abuelo que soñaste ni quien tu esperabas que te apoyara después de la muerte de tus padres y en verdad lo siento. Necesitaba culpar a alguien por la muerte de mi único hijo y desafortunadamente te culpé a ti, siempre supe que no había sido culpa tuya que mi hijo y tu madre murieran en aquel accidente aéreo, pero resultaba más fácil pensar que por ir a tu graduación en Londres, ellos habían fallecido. Lo siento mucho, desearía haber sido más valiente y decírtelo a la cara, pero no pude.
Dicho esto, le dejé al licenciado Armendia instrucciones muy estrictas de las reglas para que tu heredes mi fortuna, entiende que todo lo que hice, lo hice por tu bien. Una vez escuche una frase que me recordó a ti, “a veces cuando estás tan acostumbrado a tu soledad, es un poco difícil aceptar el amor.” Kaie, quiero que seas feliz, que formes una familia y que nunca más estés sola en este mundo.
Te ama, tu abuelo.”
Termino de escuchar lo que el abogado leyó y ya ni sé que sentir por mi abuelo, ¿cariño? ¿resentimiento? O ¿lastima?
—Muy bonitas palabras, pero eso no borrara que me dejo sola durante todos estos años. — digo un poco más fría. —¿podría continuar con esto por favor? — pido sin rodeos y él asiente.
—El señor Cabassi la nombro como la única heredera de su fortuna estimada en unos $19.5 billones de dólares. — explica y creo que escuche la cifra incorrectamente.
—¿Cuánto dijo? — pregunto sin poder creerlo.
—Su abuelo era uno de los hombres más ricos del país, era dueño de constructoras, de fábricas de aviación, comunicación y por supuesto hotelería, la cual como sabe heredo su padre y de allí fue que construyo el imperio que ahora usted lidera. — me explica.
—Sí, esa historia la conozco. — respondo aun sorprendida.
—Para heredar esa fortuna su abuelo solo puso una clausula. — me informa.
—¿Qué clausula? — cuestiono sabiendo que tendría que haber un “pero.”
—Para heredar la primera mitad de la fortuna, tendrá que casarse y en un periodo de un año, deberá tener un hijo con su esposo. — me explica sin anestesia y aquí estoy yo sujetándome de la silla.
—¡¿Qué?! ¡¿Mi abuelo se había vuelto loco o qué?! — exclamo y él niega.
—Tampoco podrá divorciarse por un periodo de cinco años. — termina de decir.
—¿Y qué pasa si no lo hago? —
—No hereda y todo pasara a manos de una fundación. Tiene un mes para casarse si es que elige aceptar. —
—¿O sea que debo casarme en un mes o perderé la herencia? — cuestiono sin poder creérmelo.
—Exactamente, y solo para propósito de aclaración, el bebé debe ser suyo y de su esposo, en caso de un vientre de alquiler, adopción, o cualquier otro método de concepción, no solo anulará la segunda mitad de la herencia, si no que deberá regresar lo que ya se le había dado en la primera parte. — dice y esto es algo que no esperaba.
—Entiendo… ¿algo más que deba saber? — pregunto sarcásticamente.
—No se aceptan trucos, deberá vivir con su esposo, en caso que acepte, claro. —
—O. K…. por lo que veo mi abuelo enloqueció. — me quejo.
—Respóndame en 48 horas si aceptara o no. —
—Dijo un mes. — rebato.
—Para la boda, pero para aceptar son solo 48 horas. —
—¿De dónde voy a sacar un marido en 48 horas? Es una locura…— digo frustrada.
—No lo sé señorita Cabassi, solo leí la última voluntad de su abuelo. — se defiende.
—¡Pues muchas gracias, ya le dejare saber mi decisión! — exclamo llena de rabia y sin más me levanto de la silla y salgo de su oficina.
«Esto es inaudito… ¿en qué mente retorcida cabe algo como esto? ¿de dónde voy a sacar un marido en tan poco tiempo?» pienso mientras camino tan rápido como puedo para salir de este lugar e ir a la empresa.
[Un par de horas después]Estoy en la encrucijada más grande de mi vida, buscar un hombre con quien casarme, aceptar la herencia de mi abuelo y salvar a todos los empleados que podrían quedar en la calle, o simplemente dejar las cosas como están y empezar con el plan para cerrar los hoteles y echar a toda esa gente. —Buenos días, señorita Cabassi. — me saluda Cristina amablemente cuando entro al edificio.—Buenos días, Cristina, que
(Esa misma noche)Por mi mente pareciera que paso un huracán y lo desordeno absolutamente todo, por mi vida ni se diga, pareciera haber sido sacudida por un terremoto que movió todo y ahora me encuentro intentando ordenar un desorden infernal. Muchas cosas en poco tiempo, decisiones, confesiones y sobre todo cambios.La luz de mi oficina es la única que aún permanece encendida de todo este piso, y es que me quede hasta esta hora haciendo un análisis de
3 semanas después:Mi vida dio un giro tan abrupto, que dejo todo tambaleando y a mí con más dudas que certezas. La única cosa que tengo en claro, es que necesito esa herencia para no caer en la crisis que está llevando a muchas empresas a la quiebra, después, el resto, sigue siendo una gran incógnita. Hoy es mi boda con Álvaro, una muy sencilla, pero cumpliendo con las pautas que dejo escritas mi abuelo en su testamento. Al parecer, era un hombre muy romántico o simplemente buscaba volverme loca, ya que dejo estipulado hasta el lugar
Horas más tarde De pasar de no querer saber nada con casarme después de lo sucedido con Diego en mi fallida boda, a tener la boda que Álvaro y yo tuvimos y la fiesta que su madre nos preparó, es algo para lo que no estaba preparada. Bailar nuestra primera canción como novios, el brindis que él hizo, cortar el pastel y bailar junto a los invitados fingiendo que todo esto era el sueño de mi vida, definit
Al día siguiente (Domingo):«¿Por qué no habré cerrado la cortina?» me reclamo mientras llevo una de mis almohadas a mi rostro para intentar cubrirme del sol, pero es inútil seguir durmiendo… ya me desperté y volver a conciliar el sueño es todo un reto para mí. Abro las sabanas entre mis quejas lanzo la almohada a un costado y me levanto de la cama para como cada mañana ir a la cocina por mi té. Muevo mi cabeza de un lado a otro intentando descontractu
—¡Kai, ábreme la puerta, hablemos! — me grita Álvaro del otro lado de la puerta y yo me siento como cuando me daban esos ataques de pánico después de la muerte de mis padres. Me abrazo a mis piernas sentada en el suelo de espalda a la puerta y me vuelvo a preguntar ¿qué es lo que me sucede? ¿Por qué de repente sentí esas ganas de huir? No me reconozco… yo suelo enfrentar la situación, no huir de ella. Después de haberme duchado y arreglado, salgo de la habitación una vez más y esta vez es diferente, voy siendo consciente de mi encuentro con él, voy queriendo perderme en su mirada una vez más. Termino de atravesar el pasillo, voy hacia el salón y ahí lo encuentro sentado en el sofá revisando su celular. Su cabello aun es víctimas de la humedad del agua y su perfume aun intoxica el ambiente mientras se asienta en su piel, me quedo inmóvil parada detrás del sofá que esta frente al que está sentado y levanta su mirada. —¿traje de baño? — pregunta al verme con mi vestido veraniego que deja entrever que llevo mi traje de baño puesto. Me desconozco dejándome llevar de esta manera, pero al mismo tiempo no puedo dejar de besarlo ni impedir que él me bese. No sé si es amor, deseo o qué, pero siento que mi piel quema ante el tacto de la yema de sus dedos que se pasean por mis brazos, por mi espalda y mi cuello. —Pídeme que me detenga antes de que no pueda hacerlo. — susurra sobre mis labios. —No quiero que lo hagas. — confieso y sonríe. Último capítulo11. Sentimientos Libres
12. Dejándonos Llevar