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4.La Lectura del Testamento

El sonido de mis tacones sobre el piso de madera hace eco en esta amplia oficina donde el licenciado Armendia me hizo pasar. Él toma asiento en la silla ubicada detrás de su escritorio y yo hago lo mismo en una de las cómodas sillas ubicadas del lado opuesto. Acomodo la falda de mi vestido negro y lo miro expectante —lo escucho licenciado. — sentencio y por algún motivo que desconozco sonríe.

—Su abuelo me había hablado mucho de usted, me conto que era una mujer impaciente y de carácter fuerte. — comenta.

—Qué bueno que me conociera, ahora, si me disculpa, no tengo mucho tiempo para todas estas formalidades, ¿podría ir directamente al punto por favor? — le pido y asiente.

—Por supuesto. — responde mientras abre una carpeta. Espero pacientemente a que el licenciado prosiga hasta que finalmente saca una carta de la carpeta. —antes de mencionar lo que su abuelo le dejo, debo leer esta carta. — se explica.

—Adelante entonces. — aliento.

Él solamente me mira por un instante y luego da inicio a la lectura de la famosa carta que dejo mi abuelo.

“Mi querida Kaie, sé que no fui el abuelo que soñaste ni quien tu esperabas que te apoyara después de la muerte de tus padres y en verdad lo siento. Necesitaba culpar a alguien por la muerte de mi único hijo y desafortunadamente te culpé a ti, siempre supe que no había sido culpa tuya que mi hijo y tu madre murieran en aquel accidente aéreo, pero resultaba más fácil pensar que por ir a tu graduación en Londres, ellos habían fallecido. Lo siento mucho, desearía haber sido más valiente y decírtelo a la cara, pero no pude.

Dicho esto, le dejé al licenciado Armendia instrucciones muy estrictas de las reglas para que tu heredes mi fortuna, entiende que todo lo que hice, lo hice por tu bien. Una vez escuche una frase que me recordó a ti, “a veces cuando estás tan acostumbrado a tu soledad, es un poco difícil aceptar el amor.” Kaie, quiero que seas feliz, que formes una familia y que nunca más estés sola en este mundo.

Te ama, tu abuelo.”

Termino de escuchar lo que el abogado leyó y ya ni sé que sentir por mi abuelo, ¿cariño? ¿resentimiento? O ¿lastima?

—Muy bonitas palabras, pero eso no borrara que me dejo sola durante todos estos años. — digo un poco más fría. —¿podría continuar con esto por favor? — pido sin rodeos y él asiente.

—El señor Cabassi la nombro como la única heredera de su fortuna estimada en unos $19.5 billones de dólares. — explica y creo que escuche la cifra incorrectamente.

—¿Cuánto dijo? — pregunto sin poder creerlo.

—Su abuelo era uno de los hombres más ricos del país, era dueño de constructoras, de fábricas de aviación, comunicación y por supuesto hotelería, la cual como sabe heredo su padre y de allí fue que construyo el imperio que ahora usted lidera. — me explica.

—Sí, esa historia la conozco. — respondo aun sorprendida.

—Para heredar esa fortuna su abuelo solo puso una clausula. — me informa.

—¿Qué clausula? — cuestiono sabiendo que tendría que haber un “pero.”

—Para heredar la primera mitad de la fortuna, tendrá que casarse y en un periodo de un año, deberá tener un hijo con su esposo. — me explica sin anestesia y aquí estoy yo sujetándome de la silla.

—¡¿Qué?! ¡¿Mi abuelo se había vuelto loco o qué?! — exclamo y él niega.

—Tampoco podrá divorciarse por un periodo de cinco años. — termina de decir.

—¿Y qué pasa si no lo hago? —

—No hereda y todo pasara a manos de una fundación. Tiene un mes para casarse si es que elige aceptar. —

—¿O sea que debo casarme en un mes o perderé la herencia? — cuestiono sin poder creérmelo.

—Exactamente, y solo para propósito de aclaración, el bebé debe ser suyo y de su esposo, en caso de un vientre de alquiler, adopción, o cualquier otro método de concepción, no solo anulará la segunda mitad de la herencia, si no que deberá regresar lo que ya se le había dado en la primera parte. — dice y esto es algo que no esperaba.

—Entiendo… ¿algo más que deba saber? — pregunto sarcásticamente.

—No se aceptan trucos, deberá vivir con su esposo, en caso que acepte, claro. —

—O. K…. por lo que veo mi abuelo enloqueció. — me quejo.

—Respóndame en 48 horas si aceptara o no. —

—Dijo un mes. — rebato.

—Para la boda, pero para aceptar son solo 48 horas. —

—¿De dónde voy a sacar un marido en 48 horas? Es una locura…— digo frustrada.

—No lo sé señorita Cabassi, solo leí la última voluntad de su abuelo. — se defiende.

—¡Pues muchas gracias, ya le dejare saber mi decisión! — exclamo llena de rabia y sin más me levanto de la silla y salgo de su oficina. 

«Esto es inaudito… ¿en qué mente retorcida cabe algo como esto? ¿de dónde voy a sacar un marido en tan poco tiempo?» pienso mientras camino tan rápido como puedo para salir de este lugar e ir a la empresa.

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