94. La llave

A pesar de su actitud aparentemente indiferente, Hield era delatado por el apresurado ritmo de su órgano en su torso. La mirada de Hee-sook no lo dejaba escapar. Cada centímetro de ella irradiaba una energía enigmática y poderosa. Sentía que, en cualquier momento, su propia compostura podría desmoronarse ante el peso de su presencia. Intentaba no mostrar ninguna señal de flaqueza, pero la intensidad de sus ojos le hacía sentir que ella podría ver más allá de lo que él mismo reconocía.

Ambos permanecían estáticos, sin ceder ni un solo milímetro. El tiempo se alargaba, como si fueran horas, mientras el silencio se volvía un puente entre ellos, lleno de tensión, como si uno de los dos estuviera esperando que el otro hiciera el primer movimiento. Más estaban perplejos y con su corazón latiendo a toda velocidad, retumbando como tambor de guerra.

Hee-sook seguía disfrutando de la situación, con sus labios apenas curvados en una sonrisa de satisfacción. Era tan consciente de su efecto sobre
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