A pesar de su actitud aparentemente indiferente, Hield era delatado por el apresurado ritmo de su órgano en su torso. La mirada de Hee-sook no lo dejaba escapar. Cada centímetro de ella irradiaba una energía enigmática y poderosa. Sentía que, en cualquier momento, su propia compostura podría desmoronarse ante el peso de su presencia. Intentaba no mostrar ninguna señal de flaqueza, pero la intensidad de sus ojos le hacía sentir que ella podría ver más allá de lo que él mismo reconocía.Ambos permanecían estáticos, sin ceder ni un solo milímetro. El tiempo se alargaba, como si fueran horas, mientras el silencio se volvía un puente entre ellos, lleno de tensión, como si uno de los dos estuviera esperando que el otro hiciera el primer movimiento. Más estaban perplejos y con su corazón latiendo a toda velocidad, retumbando como tambor de guerra.Hee-sook seguía disfrutando de la situación, con sus labios apenas curvados en una sonrisa de satisfacción. Era tan consciente de su efecto sobre
Hield estaba atrapado por ella en esa posición tan sugerente. Era prisionero de la magnitud de la situación y la mirada de Hee-sook. Aunque podía sentir el calor de su cuerpo y la tensión en el ambiente, cesó todo intento por liberarse. Sus ojos recorrieron el rostro de ella, aquel que irradiaba fuerza, seguridad y una belleza enigmática que lo inquietaba y lo atraía a la vez. No era solo su rostro lo que le generaba ese conflicto interno; era toda el aura que ella poseía, una combinación de autoridad y misterio que le resultaba peligrosa y tentadora.Hee-sook lo mantenía firmemente sujeto, mirándolo con una intensidad que no dejaba espacio para interpretaciones ambiguas. Su mirada era penetrante, dominadora, como si quisiera estudiarlo hasta la última fibra de su ser. Pese a la aparente calma de su expresión, su respiración era profunda y medida, como si intentara controlar cada impulso dentro de ella. Sentía el latido acelerado de su propio corazón y el calor que se expandía en su c
Hield tenía el peso de Hee-sook en sus brazos, y la cercanía de sus cuerpos provocaba un calor extraño que le hacía arder la piel. Su agarre era firme, y podía percibir cada músculo de ella tensado contra él, como si se negara a soltarse. Ella era intimidante en esa posición, pero también sentía un extraño encantamiento, una atracción tan poco convencional como la situación en la que estaba metido. Él, que hasta ahora había sido el más tranquilo y recto de los Dietrich, el que siempre buscaba evitar problemas, ahora estaba enredado con la prometida de su propio hermano. Y no cualquier mujer; Hee-sook era diferente a cualquier persona que hubiera conocido. Emanaba seducción y poder.Las piernas de Hee-sook rodeaban la cintura de Hield, y sus brazos se aferraban a su nuca, como si no tuviera intención de soltarse. En el breve forcejeo por evitar sus besos, sus rostros habían quedado a escasos centímetros el uno del otro. Desde esa cercanía, Hield no podía ignorar el rostro de Hee-sook.
Ese roce de sus bocas, entre Hield y Hee-sook solo era el comienzo de su juego de seducción…La tarde en la oficina había transcurrido con una aparente normalidad. En el piso administrativo, el ritmo del trabajo seguía su curso: llamadas importantes, reuniones con clientes y revisiones minuciosas de documentos. Ha-na y Heinz interactuaban bajo la estricta etiqueta profesional, manteniendo una distancia que a ojos de los demás era lógica dada la jerarquía entre ellos. Sin embargo, bajo esa superficie había una corriente silenciosa, una complicidad que ambos compartían sin necesidad de palabras.En su despacho, Heinz repasó un informe financiero. Su concentración era impecable, pero cada tanto su mirada se desviaba hacia el vidrio que separaba su oficina de la de Ha-na, apenas permitiendo vislumbrar su silueta cuando se levantaba o se inclinaba sobre su escritorio. Se permitió una leve sonrisa al recordar lo que había pasado la noche anterior y en la mañana.—Siempre tan eficiente, Ha-n
La puerta, cerrada detrás de ella, parecía un símbolo de todo lo que los separaba del mundo exterior. Aquí, en este espacio privado, no había jerarquías, ni contratos, ni reglas. Solo estaban ellos, enfrentándose a una verdad que ninguno de los dos estaba listo para admitir en voz alta.Ha-na caminó hacia él, con pasos lentos y decididos. Al estar lo suficientemente cerca, extendió una mano para tocar ligeramente su brazo.—¿Esto es real? —susurró ella, casi como si estuviera hablando consigo misma.Heinz la abrazó, arropándola con ternura. La calidez de su piel era una confirmación verídica de que todo aquello no era un sueño.—Es tan real como tú y yo —respondió él, acercándose un poco más.El espacio entre ellos desapareció en cuestión de segundos. Sus labios se encontraron en un beso que no tenía prisa, pero sí una intensidad contenida, como si ambos estuvieran explorando un territorio nuevo y desconocido. Era diferente a los besos anteriores; este llevaba un deseo que ya no podía
El espacio que quedaba entre ellos desapareció en un instante cargado de tensión acumulada. Ha-na, alzando apenas su rostro hacia Heinz, encontró sus labios con los de él en un beso que, aunque comenzó con cautela, rápidamente se volvió más apasionado. No había timidez, solo un deseo contenido que ahora se liberaba como un torrente indetenible.El contacto fue cálido, con una presión suave que prometía mucho más. La boca de Heinz era firme, pero se adaptaban con una sorprendente delicadeza a los de Ha-na, que eran suaves y seductores, aún con un leve sabor a chocolate que invadía los sentidos de él. Sus respiraciones se entremezclaron, cortas y desiguales, como si ambos estuvieran intentando contener algo que ya no podía ser controlado.Ha-na deslizó sus manos hacia el pecho de Heinz, sintiendo los latidos acelerados de su corazón bajo la camisa perfectamente ajustada. Era como tocar la esencia misma de su fuerza contenida. A medida que el ósculo se intensificaba, sus dedos se aferrar
Heinz la tomó por la cintura con firmeza, pero sin brusquedad, y con un solo movimiento fluido la cargó y la colocó sobre el escritorio. La superficie fría contrastaba con el calor que sus cuerpos irradiaban, una dualidad que parecía amplificar cada sensación. Sus manos, grandes y seguras, se mantuvieron en la cintura de Ha-na por un instante, como si necesitara asegurarse de que ella estaba perfectamente en su lugar, pero pronto se deslizaron hacia sus caderas, buscando un punto de anclaje mientras él se acomodaba entre sus piernas.Desde esa nueva proximidad, Heinz la contemplaba con una intensidad que casi quemaba. Los ojos de Ha-na, ligeramente entrecerrados, se alzaron hacia los de él. Su respiración era rápida y descompasada, dejando escapar pequeños suspiros entre cada beso que había marcado el comienzo de este momento. Sus mejillas estaban teñidas de un rubor profundo, y sus labios, ahora hinchados y brillantes, eran una invitación irresistible. Los gestos en su rostro, desde
Heinz no podía contenerse más. Dentro de él había roto todas las barreras de la contención, dejando espacio solo para el deseo abrumador que Ha-na provocaba. Su respiración era pesada mientras sus manos, trabajaban en el vestido de Ha-na, deslizándolo lentamente por sus hombros. Era un movimiento deliberado, como si cada segundo que pasaba admirándola aumentara la intensidad de su anhelo. Sus ojos nunca abandonaron a los de ella, buscando en su mirada una señal de objeción que nunca llegó.Ha-na solo lo observaba, con su respiración acelerada y las mejillas teñidas de un rubor que la hacía lucir aún más exquisita. Su piel parecía relucir bajo la tenue luz del despacho y las expresiones sutiles de ella, era una invitación silenciosa que lo hacía continuar.Al deslizar la prenda, el torso de Ha-na quedó expuesto parcialmente, revelando el contraste entre su piel de porcelana y el brasier negro que realzaba su figura. Los ojos de Heinz recorrieron el paisaje que de nuevo se presentaba an