Heinz no podía contenerse más. Dentro de él había roto todas las barreras de la contención, dejando espacio solo para el deseo abrumador que Ha-na provocaba. Su respiración era pesada mientras sus manos, trabajaban en el vestido de Ha-na, deslizándolo lentamente por sus hombros. Era un movimiento deliberado, como si cada segundo que pasaba admirándola aumentara la intensidad de su anhelo. Sus ojos nunca abandonaron a los de ella, buscando en su mirada una señal de objeción que nunca llegó.Ha-na solo lo observaba, con su respiración acelerada y las mejillas teñidas de un rubor que la hacía lucir aún más exquisita. Su piel parecía relucir bajo la tenue luz del despacho y las expresiones sutiles de ella, era una invitación silenciosa que lo hacía continuar.Al deslizar la prenda, el torso de Ha-na quedó expuesto parcialmente, revelando el contraste entre su piel de porcelana y el brasier negro que realzaba su figura. Los ojos de Heinz recorrieron el paisaje que de nuevo se presentaba an
Heinz estaba enardecido. De joven, su más grande sueño era un ósculo de aquella muchacha coreana que había conocido y que lo había embelesado. Esperó mucho tiempo y, ahora, años después, había obtenido su deseo imposible. Sin embargo, ya se habían besado tantas veces que había perdido la cuenta. Lo que había empezado de forma exacta y puntual se había vuelto un acto que despertaba en él mucho más. Era un hombre y ella una mujer adultos, sin ningún límite legal dictado por la ley o la moral, más que el que ellos mismos colocaran. Hasta ese momento su idea del beso no había llegado más allá. Pero eso había cambiado. Una posibilidad lasciva se revelaba ante él, como si sus anhelos estuvieran trascendiendo una frontera que no había llegado a pensar con Ha-na.Heinz contempló a Ha-na, que mostraba su cuerpo esbelto y femenino. Sus medias veladas, que dejaban al descubierto una parte de sus afables muslos. Allí sentada sobre el escritorio con los tacones y el brasier. Ese rostro asiático,
Pero ahora, después de tantos días y noches compartidas, después de esos besos que habían pasado de ser una obligación contractual a una necesidad visceral, nuevos sentimientos habían emergido, algo cambiado dentro de ella. Se había transformado. Él la había moldeado. Luego de que le explicara la situación de su contrato, que debía darle al menos un ósculo diario o pagarle dinero por incumplir, lo había odiado. Estaba molesta con todo y con todos por su boda fracasada. Sin embargo, desde ese día siempre había estado para ella. La había llevado a desahogarse con alcohol, la había ayudado a mudarse de ciudad y le había conseguido. Si no fuera por él, no sabría dónde ni cómo estaría; no la había dejado sumirse en la tristeza y el dolor de la humillación de haber sido plantada, sino que, con sus besos, la había vuelto adicta a él. En el tiempo que habían pasado y al convivir bajo el mismo techo, en el mismo trabajo, sin darse cuenta se había vuelto más receptiva y afín con él.Cada instan
Heinz se acercó a ella. Extendió su diestra y tocó la mejilla de Ha-na. Puso sus dos dedos en los gráciles labios y descendió por su barbilla, su cuello y su torso; allí se detuvo. Uso ambas manos, abarcando los senos.Ha-na echó su cuerpo hacia atrás apoyándose en la superficie del escritorio con sus antebrazos y separó más sus piernas. Cada parte de ella solo reaccionaba para buscar un mayor estímulo. Podía verlo, al frente de ella.Heinz masajeaba aquellas masas blancas con delicadeza, sintiendo la textura cambiante que ofrecía a cada movimiento. Era como si respondieran al contacto, moldeándose y adaptándose, de forma viva bajo sus dedos. Frotó los rozados pezones que se habían vuelto rígidos, como un botón. La sensación era única, una mezcla de suavidad y resistencia ante cada compresión ejercida. Al apretar ligeramente, se amoldaban, sobresaliendo entre sus dedos como algodón cerúleo.Sus gráciles virtudes eran maleables, pero en el centro también se sentía más riguroso, debido
El himen es una membrana delgada que se encuentra en la entrada de la vagina, y su elasticidad y forma pueden variar mucho entre una persona y otra. En algunos casos, puede no romperse completamente durante la primera experiencia sexual con penetración. Esto puede deberse a que es más elástico de lo habitual o porque solo se produce una ruptura parcial. Es posible que, incluso después de varias experiencias, permanezca parcialmente intacto.Ha-na había tenido una única experiencia que no fue la más intensa, y al no repetirla, su himen podría haber quedado parcialmente intacto. Esto no es inusual y tampoco es indicativo de nada negativo. De hecho, existen personas cuyo himen permanece sin romperse del todo hasta años después, o incluso algunas que lo mantienen intacto a pesar de ciertas actividades físicas o sexuales. La variabilidad es completamente normal y depende de muchos factores individuales, como la anatomía personal, el tipo de actividad realizada y la elasticidad natural del
Heinz accedió al baño para limpiarse también. Después arreglaron el escritorio. Recogieron sus cosas. Ha-na salió primero y fue al estacionamiento. Luego lo hizo Heinz para que no los vieran juntos. Así, se dispusieron al retorno de su lujosa morada en la que antes habían estado distante el uno del otro, hasta hace poco. Era el sitio donde ambos compartían para descansar y nunca habían considerado hacer nada más. Pero esas fronteras habían desaparecido de ellos, para dar paso a otras lascivas intenciones.El silencio entre ellos en el trayecto de regreso electrizante, pero ligero. Ha-na se acomodó en el asiento del copiloto, con la vista fija en el horizonte nocturno. Su mente divagaba entre los recuerdos recientes, en todo eso que había experimentado con Heinz. Lo que habían hecho era el acto más lascivo entre hombres y mujeres.Heinz, al volante, mantenía una expresión neutral, casi estoica, aunque internamente su pecho se sentía como si estuviera siendo estrujado. Cada kilómetro qu
Ellos rememoraban lo lascivo que había sucedido en la oficina. Heinz se llevó los dedos a la boca, con la fragancia de Ha-na aún impregnada en ellos. Ha-na aún se mantenía con un hormigueo y comezón en la entrepierna.En sus respectivas habitaciones, Heinz y Ha-na dejaron que el silencio los envolviera mientras se enfrentaban a los recuerdos que aún ardían en sus mentes y cuerpos. La oficina, el escritorio, los besos cargados de lujuria, el acto que había cruzado barreras que antes consideraban inquebrantables. Era imposible escapar de esas sensaciones, tan vívidas que parecían estar inscritas en sus pieles.Heinz se puso de pie y fue el primero en comenzar a desvestirse. Se desabotonó lentamente la camisa, dejando al descubierto un torso marcado por músculos definidos y un pecho amplio. Sus hombros anchos y brazos fornidos hablaban de su disciplina.El lugar iluminado tenuemente por la luz de una lámpara que proyectaba sombras suaves en las paredes. El silencio reinaba, roto únicamen
Heinz en un impulso, se puso una bata y fue al cuarto de Ha-na. Halló la puerta cerrada y fue al baño. Estaba agitado por la idea de colarse en la habitación de ella.—¡Ha-na! —dijo él con voz temblorosa.Ha-na lo escuchó y cada parte de ella tembló. Si estaban cerca, no sabía lo que pasaría. Ya hasta escuchaba la voz de Heinz de forma nítida.Heinz accedió y vio el cuerpo desnudo de Ha-na a través de los cristales empañados. Estaba de espalda, por lo que la observaba en la retaguardia, el dorso y sus virtudes, mientras el cabello oscuro, lacio y largo, se adhería a su espalda como una segunda piel. Se quitó la bata y se adentró en el pequeño lugar. La abrazó por detrás, colocando sus manos en el vientre de ella.Ha-na se estremeció y sus vellos se erizaron ante el contacto de Heinz. Se dio vuelta y admiró el torso marcado de él. Alzó la cabeza y lo miró directo a los ojos azules. Su contrato solo estipulaba besos, pero ya habían dado tantos. Esos mismos ósculos habían sido una bomba