103. La vista

Pero ahora, después de tantos días y noches compartidas, después de esos besos que habían pasado de ser una obligación contractual a una necesidad visceral, nuevos sentimientos habían emergido, algo cambiado dentro de ella. Se había transformado. Él la había moldeado. Luego de que le explicara la situación de su contrato, que debía darle al menos un ósculo diario o pagarle dinero por incumplir, lo había odiado. Estaba molesta con todo y con todos por su boda fracasada. Sin embargo, desde ese día siempre había estado para ella. La había llevado a desahogarse con alcohol, la había ayudado a mudarse de ciudad y le había conseguido. Si no fuera por él, no sabría dónde ni cómo estaría; no la había dejado sumirse en la tristeza y el dolor de la humillación de haber sido plantada, sino que, con sus besos, la había vuelto adicta a él. En el tiempo que habían pasado y al convivir bajo el mismo techo, en el mismo trabajo, sin darse cuenta se había vuelto más receptiva y afín con él.

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