Heinz se acercó a ella. Extendió su diestra y tocó la mejilla de Ha-na. Puso sus dos dedos en los gráciles labios y descendió por su barbilla, su cuello y su torso; allí se detuvo. Uso ambas manos, abarcando los senos.Ha-na echó su cuerpo hacia atrás apoyándose en la superficie del escritorio con sus antebrazos y separó más sus piernas. Cada parte de ella solo reaccionaba para buscar un mayor estímulo. Podía verlo, al frente de ella.Heinz masajeaba aquellas masas blancas con delicadeza, sintiendo la textura cambiante que ofrecía a cada movimiento. Era como si respondieran al contacto, moldeándose y adaptándose, de forma viva bajo sus dedos. Frotó los rozados pezones que se habían vuelto rígidos, como un botón. La sensación era única, una mezcla de suavidad y resistencia ante cada compresión ejercida. Al apretar ligeramente, se amoldaban, sobresaliendo entre sus dedos como algodón cerúleo.Sus gráciles virtudes eran maleables, pero en el centro también se sentía más riguroso, debido
El himen es una membrana delgada que se encuentra en la entrada de la vagina, y su elasticidad y forma pueden variar mucho entre una persona y otra. En algunos casos, puede no romperse completamente durante la primera experiencia sexual con penetración. Esto puede deberse a que es más elástico de lo habitual o porque solo se produce una ruptura parcial. Es posible que, incluso después de varias experiencias, permanezca parcialmente intacto.Ha-na había tenido una única experiencia que no fue la más intensa, y al no repetirla, su himen podría haber quedado parcialmente intacto. Esto no es inusual y tampoco es indicativo de nada negativo. De hecho, existen personas cuyo himen permanece sin romperse del todo hasta años después, o incluso algunas que lo mantienen intacto a pesar de ciertas actividades físicas o sexuales. La variabilidad es completamente normal y depende de muchos factores individuales, como la anatomía personal, el tipo de actividad realizada y la elasticidad natural del
Heinz accedió al baño para limpiarse también. Después arreglaron el escritorio. Recogieron sus cosas. Ha-na salió primero y fue al estacionamiento. Luego lo hizo Heinz para que no los vieran juntos. Así, se dispusieron al retorno de su lujosa morada en la que antes habían estado distante el uno del otro, hasta hace poco. Era el sitio donde ambos compartían para descansar y nunca habían considerado hacer nada más. Pero esas fronteras habían desaparecido de ellos, para dar paso a otras lascivas intenciones.El silencio entre ellos en el trayecto de regreso electrizante, pero ligero. Ha-na se acomodó en el asiento del copiloto, con la vista fija en el horizonte nocturno. Su mente divagaba entre los recuerdos recientes, en todo eso que había experimentado con Heinz. Lo que habían hecho era el acto más lascivo entre hombres y mujeres.Heinz, al volante, mantenía una expresión neutral, casi estoica, aunque internamente su pecho se sentía como si estuviera siendo estrujado. Cada kilómetro qu
Ellos rememoraban lo lascivo que había sucedido en la oficina. Heinz se llevó los dedos a la boca, con la fragancia de Ha-na aún impregnada en ellos. Ha-na aún se mantenía con un hormigueo y comezón en la entrepierna.En sus respectivas habitaciones, Heinz y Ha-na dejaron que el silencio los envolviera mientras se enfrentaban a los recuerdos que aún ardían en sus mentes y cuerpos. La oficina, el escritorio, los besos cargados de lujuria, el acto que había cruzado barreras que antes consideraban inquebrantables. Era imposible escapar de esas sensaciones, tan vívidas que parecían estar inscritas en sus pieles.Heinz se puso de pie y fue el primero en comenzar a desvestirse. Se desabotonó lentamente la camisa, dejando al descubierto un torso marcado por músculos definidos y un pecho amplio. Sus hombros anchos y brazos fornidos hablaban de su disciplina.El lugar iluminado tenuemente por la luz de una lámpara que proyectaba sombras suaves en las paredes. El silencio reinaba, roto únicamen
Heinz en un impulso, se puso una bata y fue al cuarto de Ha-na. Halló la puerta cerrada y fue al baño. Estaba agitado por la idea de colarse en la habitación de ella.—¡Ha-na! —dijo él con voz temblorosa.Ha-na lo escuchó y cada parte de ella tembló. Si estaban cerca, no sabía lo que pasaría. Ya hasta escuchaba la voz de Heinz de forma nítida.Heinz accedió y vio el cuerpo desnudo de Ha-na a través de los cristales empañados. Estaba de espalda, por lo que la observaba en la retaguardia, el dorso y sus virtudes, mientras el cabello oscuro, lacio y largo, se adhería a su espalda como una segunda piel. Se quitó la bata y se adentró en el pequeño lugar. La abrazó por detrás, colocando sus manos en el vientre de ella.Ha-na se estremeció y sus vellos se erizaron ante el contacto de Heinz. Se dio vuelta y admiró el torso marcado de él. Alzó la cabeza y lo miró directo a los ojos azules. Su contrato solo estipulaba besos, pero ya habían dado tantos. Esos mismos ósculos habían sido una bomba
Hee-sook envuelta en una toalla que apenas cubría su figura alta y esbelta. Sus piernas largas y torneadas brillaban con las gotas de agua que aún no se habían secado. Era consciente de su propia belleza, de cómo sus movimientos parecían hipnotizar a cualquiera que la viera. Pero lo que más le intrigaba no era Heinz, su prometido. Era Hield Dietrich.Sonrió ligeramente, en una curva apenas perceptible en sus labios llenos. Había algo excitante en la idea de tentar al hermano menor, de jugar con él como un gato con un ratón. No era amor lo que sentía por él, sino una atracción peligrosa, casi lúdica. Lo había observado durante la cena, había notado cómo evitaba mirarla directamente, pero también cómo sus ojos se desviaban hacia ella cuando creía que no lo notaba. Era inocente, sí, pero esa misma pureza lo hacía más interesante.Hee-sook dejó que su cabello húmedo cayera sobre sus hombros, dejando que las puntas mojadas rozaran su espalda. Sus pensamientos eran claros, directos. Hield e
Heinz en un impulso, se puso una bata y fue al cuarto de Ha-na. Halló la puerta cerrada y fue al baño. Estaba agitado por la idea de colarse en la habitación de ella.—¡Ha-na! —dijo él con voz temblorosa.Ha-na lo escuchó y cada parte de ella tembló. Si estaban cerca, no sabía lo que pasaría. Ya hasta escuchaba la voz de Heinz de forma nítida.Heinz accedió y vio el cuerpo desnudo de Ha-na a través de los cristales empañados. Estaba de espalda, por lo que la observaba en la retaguardia, el dorso y sus virtudes, mientras el cabello oscuro, lacio y largo, se adhería a su espalda como una segunda piel. Se quitó la bata y se adentró en el pequeño lugar. La abrazó por detrás, colocando sus manos en el vientre de ella.Ha-na se estremeció y sus vellos se erizaron ante el contacto de Heinz. Se dio vuelta y admiró el torso marcado de él. Alzó la cabeza y lo miró directo a los ojos azules. Su contrato solo estipulaba besos, pero ya habían dado tantos. Esos mismos ósculos habían sido una bomba
Ha-na llevó sus dos manos al atributo de Heinz; era duro y la sensación era áspera. Ni siquiera lo sabía, solo fue un acto reflejo de su instinto femenino. Acumuló saliva en la boca y la echó sobre el talento erguido de él y sus palmares. Empezó a frotarlo de manera intermitente y sin cadencia.Heinz la miraba desde arriba. El contemplarla allí, haciendo eso, hacía que se endureciera más.Ha-na se apoyó en los muslos de él. Abrió la boca y percibió la franqueza de Heinz en su paladar. Inició a mover la cabeza, lagrimeando por la acción primeriza. Sus ojos oscuros se cristalizaron al estar degustando tal virilidad en su interior. En algunas ocasiones tomaba aliento y luego lo intentaba de nuevo. No podía abarcarlo por completo y golpeaba en su garganta. Ella jadeaba con dificultad, al igual que él.Heinz le recogió el cabello y puso sus manos a los costados de la cabeza de Ha-na, mientras ella continuaba su maravilloso acto en su firme virtud. Minutos después, ella lo hizo llegar al cl