99. El espacio

El espacio que quedaba entre ellos desapareció en un instante cargado de tensión acumulada. Ha-na, alzando apenas su rostro hacia Heinz, encontró sus labios con los de él en un beso que, aunque comenzó con cautela, rápidamente se volvió más apasionado. No había timidez, solo un deseo contenido que ahora se liberaba como un torrente indetenible.

El contacto fue cálido, con una presión suave que prometía mucho más. La boca de Heinz era firme, pero se adaptaban con una sorprendente delicadeza a los de Ha-na, que eran suaves y seductores, aún con un leve sabor a chocolate que invadía los sentidos de él. Sus respiraciones se entremezclaron, cortas y desiguales, como si ambos estuvieran intentando contener algo que ya no podía ser controlado.

Ha-na deslizó sus manos hacia el pecho de Heinz, sintiendo los latidos acelerados de su corazón bajo la camisa perfectamente ajustada. Era como tocar la esencia misma de su fuerza contenida. A medida que el ósculo se intensificaba, sus dedos se aferrar
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