ALARICMiraba a Elena y esa nerviosa, tensa por la presencia del cachorro. Una mujer se levó al cachorro por órdenes de mi exesposa. —Es solo un niño, Elena. —dije, tratando de aliviar la situación con un tono tranquilo, casi amistoso.Ella giró su rostro hacia mí, y aunque sus ojos ciegos no podían verme, sentí el peso de su atención como una bofetada.—No es asunto tuyo, Alaric. —espetó, su voz tan cortante que me hizo retroceder mentalmente.—No pasa nada, se nota que es un niño muy inquieto. —repliqué.—No necesito de tu opinión. Mis problemas son de mi manada, no tuyos. —Elena se cruzó de brazos, su postura rígida como un muro levantado entre nosotros.Antes de que pudiera responder, Adriel intervino, rompiendo la atmósfera cargada con una autoridad que incluso yo respetaba a regañadientes.—Suficiente. Esto es una celebración, no una arena para disputas.Con un gesto, ordenó a varios de sus súbditos que limpiaran la mesa destrozada y el desastre que había dejado el cachorro. Lu
El bosque era un refugio, un espacio donde mi mente podía aquietarse y mi cuerpo, moverse con una libertad que ya no recordaba. Sentía la nieve bajo mis pies desnudos, la textura fría y húmeda, pero en lugar de helarme, era un recordatorio constante de mi fortaleza. Alguna vez el frío había sido mi enemigo, un adversario implacable que me debilitaba y me hacía sentir vulnerable. Ahora, era un aliado. La nieve me envolvía como un manto que ocultaba mi dolor y mi rabia, permitiéndome concentrarme en cada movimiento, en cada respiración.Mis sentidos se afinaban con cada segundo, detectando los susurros del viento, el crujir de las ramas a la distancia, incluso el suave revoloteo de un ave que buscaba refugio. En la oscuridad perpetua de mi visión, el resto del mundo cobraba vida de maneras que pocos podían entender.Sin embargo, el aroma familiar de Liana rompió mi concentración antes de que ella siquiera pronunciara una palabra. Su paso ligero era inconfundible.—Elena. —su voz sonaba
ELENA—Tú eres mi compañera, eres mi luna. No podía creer las palabras del gran alfa Alaric, yo una chica débil, de ojos blancos,sin chiste, ni gracia, no tenía un cuerpo perfecto, fui escogida como la compañera del alfa. —Pero…—Shhh. —me silenció y lentamente unió nuestros labios. Ese era mi primer beso y sus labios eran tan demandadores que era incapaz de seguirlo. Se apartó y me sonrió—. Te protegeré, te cuidaré, nunca te abandonaré. Y aquí estaba otra vez, como aquella primera vez. El roce de sus labios era fuego y tormenta al mismo tiempo. No quería estar ahí, no quería sentir el calor de su cuerpo tan cerca del mío, pero tampoco podía moverme. El beso de Alaric era una mezcla de furia y deseo, y en ese momento, me di cuenta de algo que no estaba lista para aceptar: una parte de mí seguía sintiendo algo por él.¿Cómo era posible? Después de todo el dolor, las traiciones y las noches interminables de sufrimiento, ¿cómo podía mi corazón aún tambalearse bajo su toque? Traté de a
Antes de que pudiera emitir siquiera un sonido, una mano se posó rápidamente sobre mi boca.—Shh, Elena. Soy yo. —La voz grave de Mikhail sonó cerca de mi oído, casi un susurro.Mi cuerpo se tensó, pero no luché. El simple hecho de saber que era él calmó el pánico que empezaba a brotar en mi pecho. Mikhail me sujetó con firmeza, pero sin brusquedad, y me mantuvo quieta mientras ambas mujeres seguían hablando a unos metros.Pasaron unos minutos que se sintieron eternos hasta que el sonido de los pasos de Atenea y Selene se desvaneció en la distancia.—Ya está, se han ido. —Su mano dejó de cubrir mi boca, y me giré hacia él con una mezcla de alivio e indignación.—¿Qué haces aquí? ¿Escuchaste lo que dijeron?—Todo. —confesó—. Siempre sospeché que Selene mentía sobre el embarazo. Intenté advertirle, Elena, de verdad lo intenté, pero... fui a buscarlo y entonces fue cuando los encontré en el bosque.Tragué saliva, sintiendo el peso de sus palabras. Mikhail estaba preocupado por su amigo,
—¡Alaric! —gritó Atenea, inclinándose sobre él mientras lo depositaban en el sofá.Mi mandíbula se tensó al escuchar su voz. Quise intervenir, pero me mantuve a un lado, aferrando a Igor mientras los demás trabajaban para reanimarlo.—Yo lo haré. —Intervino Atenea. Hasta mi nariz llego aquel olor del vino de la fiesta el que tomé por equivocación. Liana apareció a mi lado en silencio.—Ese vino tiene un olor extraño, Elena. Algo no está bien.Quise prestar atención, pero mis pensamientos estaban atrapados en Selene. Quien actuaba como una esposa preocupada, Atenea y Selene estaban manipulando a Alaric con un falso embarazo. Y verla ahí, actuando con tanta seguridad, me hervía la sangre.Finalmente, Alaric abrió los ojos. Un murmullo de alivio recorrió la habitación, y Selene no perdió tiempo en arrojarse sobre él.—Alaric, mi amor, pensé que te había perdido —dijo, abrazándolo con fuerza—, tenía miedo de que mi hijo creciera sin padre. Quería gritar la verdad, sobre el embarazo fals
ALARICEl aire frío quemaba mis pulmones con cada respiración. El bosque estaba cubierto por una capa de escarcha, y el silencio solo se rompía por el crujir de mis botas sobre el suelo helado. Me obligaba a mantener el ritmo, a ignorar el frío que intentaba calarse hasta mis huesos. El frío es un enemigo, pero también un maestro. Si podía soportarlo, sería más fuerte, más preparado para lo que el destino me tuviera reservado.Y después de recibir la invitación de la boda de Elena, algo cambió. Detuve mi carrera y me apoyé contra un árbol, intentando regular mi respiración. El vapor de mi aliento se elevaba en nubes blancas, y por un momento me permití mirar alrededor. El bosque tenía una calma inquietante, como si estuviera esperando algo.Y entonces lo sentí.Un pequeño peso se estrelló contra mí, casi haciéndome perder el equilibrio. Un cachorro, su pelaje era grueso y oscuro, sus ojos brillaban con una inteligencia que no esperaba. Igor.—¿Tú otra vez? —murmuré, sorprendido pero
ELENAEl calor envolvía mi cuerpo como un manto invisible, una caricia que contrastaba con el frío del bosque que rodeaba las aguas termales. Decidí tomar un baño antes del gran día. "Es un error, Elena. Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión." Insistió Liana. Sus palabras resonaban en mi mente, pero no podía permitirme titubear. Mañana sería mi boda con Dante, y mi decisión estaba tomada.El agua tibia me rodeaba mientras recostaba la cabeza contra la roca suave. Cerré los ojos, aunque para mí no hacía diferencia. La oscuridad siempre estaba allí, implacable y constante. Pero en este momento, esa oscuridad se sentía más como un refugio que como una condena.Finalmente, decidí que era suficiente. Mañana necesitaría toda mi energía. Me levanté del agua, dejando que el aire frío mordiera mi piel. El contraste era revitalizante, un recordatorio de que estaba viva. Extendí una mano hacia donde sabía que estaba mi ropa, apoyándome en mi memoria para orientarme.Fue entonces cuando
ELENAEl gran día llegó. Mi habitación estaba cargada de perfumes florales y murmullos nerviosos, mezclados con el sonido tenue del viento que golpeaba contra las ventanas. Sentada en el tocador, con mis dedos entrelazados sobre mi regazo, sentía cada movimiento a mi alrededor, cada pequeño tirón del corsé, cada paso ligero sobre la alfombra.—Está perfecto, mi señora, —dijo una de las chicasSonreí, aunque no podía ver el reflejo que me devolvía el espejo. Mi vida iba a cambiar, y con ello, el destino de nuestra manada.De pronto, el sonido firme de unos nudillos contra la puerta interrumpió la atmósfera tranquila. —Quiero hablar con Elena a solas.Dante.Las chicas dudaron un instante, pero tras una breve pausa, obedecieron y abandonaron la habitación.—¿Dante? —pregunté, girando mi rostro hacia el sonido de sus pasos. —¿Está todo bien?Lo sentí acercarse, su presencia llenando el espacio. Su mano cálida tocó la mía, y por un momento el aire pareció volverse más pesado.—Sí, Elen