CAPÍTULO 31

ALARIC

El aire frío quemaba mis pulmones con cada respiración. El bosque estaba cubierto por una capa de escarcha, y el silencio solo se rompía por el crujir de mis botas sobre el suelo helado.

Me obligaba a mantener el ritmo, a ignorar el frío que intentaba calarse hasta mis huesos. El frío es un enemigo, pero también un maestro. Si podía soportarlo, sería más fuerte, más preparado para lo que el destino me tuviera reservado.

Y después de recibir la invitación de la boda de Elena, algo cambió.

Detuve mi carrera y me apoyé contra un árbol, intentando regular mi respiración. El vapor de mi aliento se elevaba en nubes blancas, y por un momento me permití mirar alrededor. El bosque tenía una calma inquietante, como si estuviera esperando algo.

Y entonces lo sentí.

Un pequeño peso se estrelló contra mí, casi haciéndome perder el equilibrio. Un cachorro, su pelaje era grueso y oscuro, sus ojos brillaban con una inteligencia que no esperaba. Igor.

—¿Tú otra vez? —murmuré, sorprendido pero
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