ELENA —Yo te rechazo como mi compañera…Elena…Elena…Cuando volví a abrir los ojos, sentí algo extraño. La humedad y el olor a piedra húmeda habían desaparecido. Ahora, en cambio, percibí un aroma distinto: a madera vieja y hierbas, mezclado con un leve aroma a incienso. Me encontraba en una cama, mis manos aferradas a unas mantas suaves, y el aire alrededor era cálido, casi hogareño.Lentamente, abrí los ojos por completo, mi visión aún borrosa pero lo suficientemente clara como para distinguir que no estaba en ninguna celda. Las paredes eran de madera, no de piedra, y una ventana cercana dejaba entrar un rayo de luz. Todo en el lugar era desconocido, pero no amenazante.Con esfuerzo, me incorporé un poco, mi cuerpo aún resentido. La puerta se abrió y vi una figura entrar, sus pasos suaves. Era una mujer de cabello oscuro, con un rostro que irradiaba serenidad y fuerza.—Veo que finalmente despertaste —dijo ella, su voz tranquila y profunda.Mis ojos se entrecerraron, tratando de
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