CAPÍTULO 5

ELENA 

Yo te rechazo como mi compañera…Elena…Elena…

Cuando volví a abrir los ojos, sentí algo extraño. La humedad y el olor a piedra húmeda habían desaparecido. 

Ahora, en cambio, percibí un aroma distinto: a madera vieja y hierbas, mezclado con un leve aroma a incienso. 

Me encontraba en una cama, mis manos aferradas a unas mantas suaves, y el aire alrededor era cálido, casi hogareño.

Lentamente, abrí los ojos por completo, mi visión aún borrosa pero lo suficientemente clara como para distinguir que no estaba en ninguna celda. 

Las paredes eran de madera, no de piedra, y una ventana cercana dejaba entrar un rayo de luz. Todo en el lugar era desconocido, pero no amenazante.

Con esfuerzo, me incorporé un poco, mi cuerpo aún resentido. La puerta se abrió y vi una figura entrar, sus pasos suaves. 

Era una mujer de cabello oscuro, con un rostro que irradiaba serenidad y fuerza.

—Veo que finalmente despertaste —dijo ella, su voz tranquila y profunda.

Mis ojos se entrecerraron, tratando de comprender. ¿Dónde estaba? ¿Quién era esta mujer?

—¿Dónde estoy? —pregunté, mi voz apenas un susurro quebrado.

Ella se acercó, ofreciéndome un vaso de agua. Lo tomé con manos temblorosas, bebiendo ansiosa mientras ella me observaba con una paciencia que me desarmaba.

—Estás en mi refugio. Te encontré cerca de la orilla, apenas consciente —explicó—. Mi nombre es Liana. No tienes que preocuparte; estás a salvo aquí, lejos del Alfa y de sus guardias.

Las palabras me sorprendieron, y una mezcla de alivio y sospecha se instaló en mi mente. ¿Podría confiar en ella? En ese momento, no tenía más opción.

—¿Dónde está Dante?

—Él está bien, pero sabes tú…

—¿Tú eres la mujer de los ojos blancos? —las palabras de Liana se vieron interrumpidas por la voz gruesa y potente de un hombre. 

Mi vista estaba cada vez más borrosa pero podía notar que era un hombre alto y fuerte en la puerta, podía sentir una fuerte sensación de opresión.

—¿Quién eres? —pregunté.

El hombre se quedó en silencio. Me sentía observaba por este individuo y me hacía sentirme más pequeña y frágil de lo que era. 

—¿Quiero saber quién eres, quiénes son tus padres? ¿Por qué te caíste por el acantilado?

El desconocido me llenaba de preguntas y solo causó que me doliera la cabeza. 

—No puede responder a demasiadas preguntas ahora mismo, Alfa. Acaba de ser rechazada por su pareja.

¿Alfa? ¿En qué lugar me encontraba? 

—¿Qué dijiste, Liana? 

—Su alfa la rechazó y ordenó su muerte, ella logró escapar gracias a un beta. 

—¿Quién sería capaz de mandar a matar a su propia Luna? 

Incluso para otro alfa parecía una locura lo que Alaric había hecho con mi vida. 

—¿Dónde está? —de pronto escuché la voz de Dante, mi salvador—. ¿Elena, estás bien? —preguntó Dante, mientras tocaba mi rostro. 

Me sentí un poco extraña por su repentino gesto íntimo y torcí la cabeza.

—Estoy bien Dante. —me sentía aliviada de que él estuviera aquí. 

—¿Es usted algún familiar de Elena? —preguntó Dante de pronto. 

—Claro que no. —hablé—. ¿Por qué crees que ese desconocido tiene un vínculo de sangre conmigo? 

—Porque…porque… él tiene los ojos…

De repente, una oleada de nerviosismo me rodeó, y apreté fuertemente la manta con la mano.

—Blancos. —habló el hombre—. Soy el Alfa Adriel de la manda Moon White. Una de las manadas más ancestrales de la tierra, nuestro rasgo físico único y especial, nuestros ojos blancos, que nos dan fortaleza, ojos tal como los tuyos. 

Sentí el aire escapar de mis pulmones, ¿acaso había más lobos como yo? 

—Pero… creí que la rareza de nuestros ojos era sinónimo de debilidad. 

—Nunca —dijo con firmeza, sentí como el hombre se acercaba—. Tú también perteneces a esta manada y tus ojos no son reflejo de debilidad, sino todo lo contrario, son fuerza, justicia y pureza. 

—Chica, tú tienes un linaje especial. —esta vez fue Liana quien habló. 

¿Linaje especial? Nunca me consideré como una loba especial, y que mis ojos eran un castigo de la Luna, nunca que yo pertenecía a una manada ancestral. 

De pronto sentí un fuerte dolor en mi estómago que me hizo caer de espaldas sobre la cama. 

—Elena, ¿estás bien? —preguntó Dante preocupado. 

—No… me duele mucho… no puedo. —sentía como algo dentro de mi, me partía por la mitad. 

—Elena. —Dante parecía el más preocupado por mi salud. 

—¿Liana qué le pasa? 

Me retorcía entre la cama, el dolor era demasiado, si no hubiera muerto en manos de los guardias de la manada de Alaric, aquí iba a morir. 

—¡Liana haz algo! —exigió Adriel. 

Ardía en fiebre, el dolor dentro de mí me estaba desgarrando. 

—No puedo hacer nada, es parte de su proceso. 

¿Proceso? ¿De qué rayos hablaba Liana?

—Ella va a morir, tienen que hacer algo. —ambos hombres exigían a Liana, pero ella no se movía. 

—Ella está embarazada. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo