Elena
—¿Lo puedes sentir? —Puse la mano de Liana sobre mi vientre, ansiosa por compartir ese pequeño milagro. Llevaba solo dos meses de embarazo, y aunque mi visión estaba perdida por los efectos de mi embarazo, mi cachorro ya se movía con fuerza, llenándome de una mezcla de esperanza y temor.
—Será un alfa muy fuerte. —La voz de Liana era un susurro lleno de ternura, pero también de certeza.
Tragué saliva, sintiendo cómo mis inseguridades afloraban. —Tengo miedo, Liana —confesé, mi voz temblorosa—. No sé si mi cuerpo podrá soportarlo. Y si lo hace... ¿qué pasa si mi cachorro es como yo? Débil.
Su mano se tensó sobre la mía. Aunque no podía verla, podía sentir la firmeza en su mirada. Liana siempre había sido la voz de mi fortaleza cuando yo no la encontraba en mí misma.
—Escúchame bien, Elena. No vuelvas a llamarte débil —dijo, su tono decidido, casi severo—. No lo eres. Nunca lo has sido.
—¿Cómo puedes decir eso? —Mi voz se quebró mientras las lágrimas amenazaban con caer—. No tengo lobo, Liana. Nunca lo tuve. Todos lo saben, y por eso siempre he sido... menos.
Ella soltó un bufido de incredulidad. —No eres menos, Elena. Hay algo que debes saber. Algo que he guardado durante mucho tiempo.
Mi corazón se aceleró. Su tono grave me inquietó más de lo que esperaba. —¿Qué es?
—No naciste sin lobo. Fue una maldición.
Sus palabras me dejaron sin aliento. —¿Una maldición? —repetí, casi sin voz.
Antes de que pudiera decir más, escuché el crujir de ramas bajo unas botas firmes. Una figura alta emergió entre los árboles. Aunque no podía verlo, el aire cambió con su presencia. Era Dante.
—¿Interrumpo algo? —preguntó con su tono característico, una mezcla de despreocupación y calidez.
—Siempre llegas justo a tiempo para interrumpir —replicó Liana, su sarcasmo tan afilado como siempre.
Dante soltó una breve risa antes de dirigirse a mí con un tono más suave. —¿Cómo te sientes, Elena? ¿Hay algo que necesites?
Negué con la cabeza, intentando tranquilizarlo. —Estoy bien, Dante. Gracias. No necesitas preocuparte tanto por mí.
—Siempre me preocuparé —murmuró antes de añadir con firmeza—. Pero si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Cuando se fue, Liana no tardó en romper el silencio. —Elena, ¿te has dado cuenta de cuánto le importas a Dante?
Suspiré. —Dante fue mi salvador, nada más.
—No solo es tu salvador. Es un beta fuerte, leal, y te mira como si fueras su mundo. ¿Nunca lo has considerado?
Sus palabras me hicieron dudar, pero aparté la idea. —Mi destino estaba con Alaric. La diosa de la luna no se equivoca.
—¿Alaric? —espetó Liana, indignada—. Ese hombre te rechazó. Te abandonó cuando más lo necesitabas. Dante no es como él.
Me quedé en silencio, porque sabía que tenía razón. Pero algo dentro de mí aún no podía soltar mi pasado.
Esa noche, el sonido de unos pasos firmes anunció la llegada de Adriel. —Elena, tenemos que hablar —dijo, su voz cargada de seriedad.
Me tensé. —¿Pasa algo malo?
Se sentó frente a mí, y aunque no podía ver su rostro, su respiración profunda delataba que estaba lidiando con algo importante. —He investigado sobre tu origen. Es hora de que sepas la verdad.
Mi corazón dio un vuelco. —¿Qué verdad?
—Eres hija de mi hermana melliza, Esthela —dijo finalmente—. Una alfa valiente, destinada a liderar nuestra manada. Pero fue asesinada por una bruja que lanzó una maldición sobre ella y sobre ti. Esa es la razón por la que naciste sin lobo. No eres débil, Elena. Eres la heredera de un linaje poderoso: los lobos de ojos blancos, una de las líneas más antiguas y fuertes.
El mundo pareció detenerse. —¿Mi madre? ¿Era una alfa? ¿Y mi padre?
—Nunca supimos su identidad. Pero lo que importa es que llevas en tus venas la sangre de líderes. Tú y tu hijo tienen un lugar aquí. Esta manada es tu hogar.
Las palabras de Adriel llenaron los vacíos que llevaba años cargando. —¿Eso significa que... no soy solo una loba sin lobo?
Adriel asintió. —Eres más de lo que siempre has creído. Y pronto, todos lo sabrán. Celebraremos tu regreso como merece tu linaje.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí orgullo. No era menos. Era parte de algo grande, y con mi hijo, sería aún más fuerte.
(...)
Esa noche, mientras dormía, fui arrastrada por una visión. Mis sueños se llenaron de imágenes extrañas, como si estuviera viendo a través de los ojos de alguien más.
Reconocí el lugar, la colina Dead Wolf. Este sitio era para rendir homenaje y despedir a hombres lobo que estaban…muertos.
No entendía este sueño, pero de pronto lo supe.
Era Alari y Kailan, veía a través de sus ojos.
Él estaba de vuelta, después de caer al río, cuando su cauce era uno de los más fuertes Kailan me rescató, pero salió herido. Desde ese momento el lobo de Alaric estaba dormido.
Su hocico en dirección a la luna. Su aullido resonaba con una tristeza profunda, y podía sentir su dolor como si fuera mío. Y entonces escuché sus pensamientos, claros como el agua.
—Milo... Mi mejor amigo. No debiste morir.
¡Milo! ¿Estaba muerto?
El peso de su lamento me apretó el pecho, yo conocía la historia de Milo y Alaric, huérfanos de padres, crecieron como si fueran hermanos, y si en verdad estaba muerto, Alaric estaba destrozado.
—Estaré contigo mi amor, encontraremos a los culpables. —esa voz, Selene.
y desperté sobresaltada, con la certeza de que, aunque había intentado dejar el pasado atrás, algo seguía conectándonos. Alaric no estaba tan lejos como creía... y su dolor era ahora parte del mío. ¿Por qué me pasaba esto? Nos rechazamos, nuestro vínculo fue roto. Quizá solo era un sueño, un mal sueño.
Acaricié mi vientre y me volví a quedar dormida.
AlaricEl aire del bosque era denso, cargado de humedad y del olor a tierra recién removida. Cada golpe resonaba como un trueno entre los árboles. Mis puños se estrellaban contra el tronco de un pino centenario, astillándolo hasta que se desplomó con un crujido ensordecedor. A pesar de mi furia, el vacío dentro de mí persistía, oscuro e insondable.Mis manos temblaban, y con un grito de rabia levanté una roca enorme y la lancé con todas mis fuerzas. Se estrelló contra un árbol cercano, partiéndolo en dos. Mi respiración era errática, mis músculos ardían, pero ninguna de esas sensaciones podía eclipsar la tormenta en mi interior.Finalmente, caí de rodillas, con las palmas contra el suelo húmedo. Sentí la tierra fría entre mis dedos, pero ni siquiera eso podía calmar el peso que aplastaba mi pecho.—Milo... —murmuré, mi voz apenas un susurro.Un crujido leve detrás de mí me hizo girar la cabeza. Atenea, mi nana, estaba ahí, como siempre, con su andar tranquilo y esa mirada sabia que pa
—Un nuevo enemigo, uno que desconocemos. —habló uno de los betas. Estaba sentada a un lado de mi tío Adriel, la figura más respetada de la manada, aunque mis aportes también habían empezado a ganarse su lugar en las discusiones. Liana, mi fiel amiga y lectora, había hecho un trabajo impecable en transmitirme cada detalle de los libros sobre tácticas de combate y sobre los antiguos linajes de lobos, incluidos los de ojos blancos como el mío. Ya que no podía leer por la pérdida de mi vista, ella me ayudó con paciencia a conocer más sobre mi linaje. —Debemos reorganizar las tropas en las fronteras este y oeste —dije, con una voz firme que me sorprendió incluso a mí. Mi tono no permitía objeciones—. Según los relatos históricos, atacar desde un flanco inesperado ha desestabilizado a manadas más grandes que la nuestra.Sentí como los betas intercambiaron miradas, algunos asintiendo en silencio. Después de la presentación como sobrina de Adriel y la hija de su hermana melliza, tomé un lu
El sonido del viento entre los árboles era como un tamborileo constante, una sinfonía que acompañaba el entrenamiento. Sentía cada hoja que crujía bajo los pies de Dante, cada movimiento de su respiración mientras él se acercaba con cautela. Mi ceguera, alguna vez una carga, ahora era mi ventaja. Con cada lección, había aprendido a usar mis otros sentidos, a percibir lo que mis ojos no podían mostrarme.—Vas a tener que moverte más rápido si quieres atraparme, Dante —dije, esbozando una sonrisa mientras giraba, esquivando su intento de atraparme por la espalda.Él soltó una carcajada.—Y tú vas a tener que dejar de presumir, Elena.El sonido de su voz me permitió anticipar el siguiente movimiento. Escuché cómo se inclinaba, el roce de su bota contra el suelo, y antes de que pudiera atacarme, lo derribé con un movimiento rápido, usando su propia fuerza en su contra.Cuando cayó al suelo, su sorpresa fue evidente.—¡Te dejé ganar! —exclamó, aunque la risa en su tono lo delataba.—Claro
La luna apenas asomaba entre las nubes cuando llegamos a los límites del territorio de la manada Moon White. Había algo en el aire que me hacía sentir incómodo, un peso invisible que presionaba mi pecho. Tal vez eran los recuerdos, o tal vez el cansancio de los pocos que quedábamos. Mi manada, una sombra de lo que una vez fue, estaba detrás de mí, agotada pero decidida. Habíamos perdido demasiado para no seguir adelante.Los lobos que patrullaban nos observaron con atención, sus ojos blancos brillando como faroles en la penumbra. Esa característica, única y desconcertante, me devolvió una ráfaga de imágenes que creí haber enterrado. Elena. Todo aquí me recordaba a ella. No importaba cuántos años hubieran pasado, no podía escapar de su presencia, ni siquiera en esta tierra desconocida.Nos hicieron esperar en un claro cercano. Los murmullos de los guerreros alrededor eran bajos, pero el sonido viajaba hasta mis oídos. Sentí sus miradas inquisitivas, evaluándonos, juzgándonos. No lo
ELENA—¿Estás segura de que quieres acompañarme, Elena? —preguntó mi tío por décima vez.Mis brazos rodeaban a Igor, su pequeño cuerpo cálido y tranquilo contra mi pecho mientras sus balbuceos llenaban el aire con una inocencia que parecía demasiado pura para este mundo. Acaricié sus manitas, dejando un beso en sus diminutos dedos antes de responder.—Estoy segura, tío. —Mi voz salió firme, sin titubeos—. Es necesario que esté allí.Adriel dio un fuerte suspiro. Él sabía que cuando tomaba una decisión, no podía convencerme tan fácil de hacer que desistiera. —Prepárate, saldremos en una hora.Cuando se marchó, me quedé en silencio por un momento, disfrutando de la paz que Igor me ofrecía sin saberlo. Pero esa tranquilidad no duró mucho. Sentí una presencia acercándose y levanté ligeramente la cabeza.—¿Estabas escuchando desde ahí, Dante? —pregunté, sin necesidad de girarme. Su olor ya era familiar para mi. —Sabes que no puedo evitarlo. Lo que hagas me importa.Sus palabras me arranc
ALARICEra su voz, eran sus ojos, pero físicamente no parecía mi exesposa, e incluso su fragancia era distinta, toda ella era distinta.Elena. Después de tanto tiempo, estaba de pie, diferente pero con esa presencia que siempre había llevado consigo. Pero algo era distinto. Había una determinación en su postura, una frialdad que no recordaba en la mujer que fue mi esposa. Sentí el suave agarre de Selene en mi brazo, y su perfume familiar me trajo de vuelta a la realidad.—¿Es ella? —preguntó, su voz baja pero cargada de curiosidad, incluso de una pizca de incomodidad.Asentí ligeramente, sin apartar los ojos de Elena. Antes de que pudiera decir algo más, uno de los ancianos de mi consejo intervino.—Alaric, necesitamos discutir esto en privado. Adriel y los suyos deben acompañarnos al salón principal.Antes de responder, Adriel se adelantó con su voz grave y firme.—Aceptamos. Pero mi sobrina, Elena, debe estar presente.¿Su sobrina? Eso podía ser real, quizá era una posibilidad pue
Elena Levante mi rostro, cerré mis ojos y di un fuerte suspiro. Me encontraba en medio del bosque, muchas veces estuve en este sitio, cuando era la esposa de Alaric, tantas veces me cuestioné si me encontraba en el lugar correcto. Y ahora podía afirmarlo, este nunca fue mi hogar. Este bosque, pensé con melancolía, fue mi hogar una vez. Cada rincón guardaba recuerdos, algunos dulces, otros como puñales en el alma. Ahora, lo sentía como un lugar extraño, casi irreconocible.—¿Estás bien? —la voz de Dante rompió el silencio detrás de mí.Me giré y lo sentí acercarse, podía captar su preocupación.—Sí, estoy bien —respondí, aunque sabía que mi voz no sonaba del todo convincente. Bajé la vista hacia el suelo y añadí en un susurro—: Es solo este lugar... me trae nostalgia.Dante asintió, deteniéndose a unos pasos de mí.—Es difícil no sentir algo aquí, especialmente para ti. —Su tono era bajo, casi amable, pero siempre cargado de una intensidad que no podía ignorar—. Nunca pensé que la m
ELENAEl invierno había llegado, se sentía en el ambiente. Cada paso que daba resonaba suave en la nieve que crujía bajo mis botas. El paisaje era un lienzo blanco, cada rama y cada colina cubiertas por el invierno que había llegado sin aviso.Los siguientes meses serían de invierno crudo, pero la manada Moon White era tan fuerte que soportaba las temperaturas bajas, su pelaje blanco, los mantenía calientes, a diferencia mía, llevaba puesto un abrigo de piel que me brindaba el calor necesario. Al acercarnos a la casa principal, un sonido infantil rompió la quietud: pequeñas risas, tambaleantes y vivaces. Liana salió a recibirme, su cálida energía destacaba entre el aire helado. Escuché los pasos torpes de mi hijo, Igor, mientras ella se acercaba con él.—Elena, míralo... bueno, imagina. —Liana rio suavemente mientras Igor balbuceaba. Mi corazón se calentó al sentir las pequeñas manos de mi niño agarrar las mías, tambaleándose mientras daba otro paso inseguro.—¿Sus primeros pasos? —p