CAPÍTULO 7

Elena 

—¿Lo puedes sentir? —Puse la mano de Liana sobre mi vientre, ansiosa por compartir ese pequeño milagro. Llevaba solo dos meses de embarazo, y aunque mi visión estaba perdida por los efectos de mi embarazo, mi cachorro ya se movía con fuerza, llenándome de una mezcla de esperanza y temor.

—Será un alfa muy fuerte. —La voz de Liana era un susurro lleno de ternura, pero también de certeza.

Tragué saliva, sintiendo cómo mis inseguridades afloraban. —Tengo miedo, Liana —confesé, mi voz temblorosa—. No sé si mi cuerpo podrá soportarlo. Y si lo hace... ¿qué pasa si mi cachorro es como yo? Débil.

Su mano se tensó sobre la mía. Aunque no podía verla, podía sentir la firmeza en su mirada. Liana siempre había sido la voz de mi fortaleza cuando yo no la encontraba en mí misma.

—Escúchame bien, Elena. No vuelvas a llamarte débil —dijo, su tono decidido, casi severo—. No lo eres. Nunca lo has sido.

—¿Cómo puedes decir eso? —Mi voz se quebró mientras las lágrimas amenazaban con caer—. No tengo lobo, Liana. Nunca lo tuve. Todos lo saben, y por eso siempre he sido... menos.

Ella soltó un bufido de incredulidad. —No eres menos, Elena. Hay algo que debes saber. Algo que he guardado durante mucho tiempo.

Mi corazón se aceleró. Su tono grave me inquietó más de lo que esperaba. —¿Qué es?

—No naciste sin lobo. Fue una maldición.

Sus palabras me dejaron sin aliento. —¿Una maldición? —repetí, casi sin voz.

Antes de que pudiera decir más, escuché el crujir de ramas bajo unas botas firmes. Una figura alta emergió entre los árboles. Aunque no podía verlo, el aire cambió con su presencia. Era Dante.

—¿Interrumpo algo? —preguntó con su tono característico, una mezcla de despreocupación y calidez.

—Siempre llegas justo a tiempo para interrumpir —replicó Liana, su sarcasmo tan afilado como siempre.

Dante soltó una breve risa antes de dirigirse a mí con un tono más suave. —¿Cómo te sientes, Elena? ¿Hay algo que necesites?

Negué con la cabeza, intentando tranquilizarlo. —Estoy bien, Dante. Gracias. No necesitas preocuparte tanto por mí.

—Siempre me preocuparé —murmuró antes de añadir con firmeza—. Pero si necesitas algo, no dudes en llamarme.

Cuando se fue, Liana no tardó en romper el silencio. —Elena, ¿te has dado cuenta de cuánto le importas a Dante?

Suspiré. —Dante fue mi salvador, nada más.

—No solo es tu salvador. Es un beta fuerte, leal, y te mira como si fueras su mundo. ¿Nunca lo has considerado?

Sus palabras me hicieron dudar, pero aparté la idea. —Mi destino estaba con Alaric. La diosa de la luna no se equivoca.

—¿Alaric? —espetó Liana, indignada—. Ese hombre te rechazó. Te abandonó cuando más lo necesitabas. Dante no es como él.

Me quedé en silencio, porque sabía que tenía razón. Pero algo dentro de mí aún no podía soltar mi pasado.

Esa noche, el sonido de unos pasos firmes anunció la llegada de Adriel. —Elena, tenemos que hablar —dijo, su voz cargada de seriedad.

Me tensé. —¿Pasa algo malo?

Se sentó frente a mí, y aunque no podía ver su rostro, su respiración profunda delataba que estaba lidiando con algo importante. —He investigado sobre tu origen. Es hora de que sepas la verdad.

Mi corazón dio un vuelco. —¿Qué verdad?

—Eres hija de mi hermana melliza, Esthela —dijo finalmente—. Una alfa valiente, destinada a liderar nuestra manada. Pero fue asesinada por una bruja que lanzó una maldición sobre ella y sobre ti. Esa es la razón por la que naciste sin lobo. No eres débil, Elena. Eres la heredera de un linaje poderoso: los lobos de ojos blancos, una de las líneas más antiguas y fuertes.

El mundo pareció detenerse. —¿Mi madre? ¿Era una alfa? ¿Y mi padre?

—Nunca supimos su identidad. Pero lo que importa es que llevas en tus venas la sangre de líderes. Tú y tu hijo tienen un lugar aquí. Esta manada es tu hogar.

Las palabras de Adriel llenaron los vacíos que llevaba años cargando. —¿Eso significa que... no soy solo una loba sin lobo?

Adriel asintió. —Eres más de lo que siempre has creído. Y pronto, todos lo sabrán. Celebraremos tu regreso como merece tu linaje.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí orgullo. No era menos. Era parte de algo grande, y con mi hijo, sería aún más fuerte.

(...)

Esa noche, mientras dormía, fui arrastrada por una visión. Mis sueños se llenaron de imágenes extrañas, como si estuviera viendo a través de los ojos de alguien más. 

Reconocí el lugar, la colina Dead Wolf. Este sitio era para rendir homenaje y despedir a hombres lobo que estaban…muertos. 

No entendía este sueño, pero de pronto lo supe. 

Era Alari y Kailan, veía a través de sus ojos. 

Él estaba de vuelta, después de caer al río, cuando su cauce era uno de los más fuertes Kailan me rescató, pero salió herido. Desde ese momento el lobo de Alaric estaba dormido. 

Su hocico en dirección a la luna. Su aullido resonaba con una tristeza profunda, y podía sentir su dolor como si fuera mío. Y entonces escuché sus pensamientos, claros como el agua.

—Milo... Mi mejor amigo. No debiste morir.

¡Milo! ¿Estaba muerto? 

El peso de su lamento me apretó el pecho, yo conocía la historia de Milo y Alaric, huérfanos de padres, crecieron como si fueran hermanos, y si en verdad estaba muerto, Alaric estaba destrozado. 

—Estaré contigo mi amor, encontraremos a los culpables. —esa voz, Selene. 

y desperté sobresaltada, con la certeza de que, aunque había intentado dejar el pasado atrás, algo seguía conectándonos. Alaric no estaba tan lejos como creía... y su dolor era ahora parte del mío. ¿Por qué me pasaba esto? Nos rechazamos, nuestro vínculo fue roto. Quizá solo era un sueño, un mal sueño. 

Acaricié mi vientre y me volví a quedar dormida. 

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