ELENA—¿Estás segura de que quieres acompañarme, Elena? —preguntó mi tío por décima vez.Mis brazos rodeaban a Igor, su pequeño cuerpo cálido y tranquilo contra mi pecho mientras sus balbuceos llenaban el aire con una inocencia que parecía demasiado pura para este mundo. Acaricié sus manitas, dejando un beso en sus diminutos dedos antes de responder.—Estoy segura, tío. —Mi voz salió firme, sin titubeos—. Es necesario que esté allí.Adriel dio un fuerte suspiro. Él sabía que cuando tomaba una decisión, no podía convencerme tan fácil de hacer que desistiera. —Prepárate, saldremos en una hora.Cuando se marchó, me quedé en silencio por un momento, disfrutando de la paz que Igor me ofrecía sin saberlo. Pero esa tranquilidad no duró mucho. Sentí una presencia acercándose y levanté ligeramente la cabeza.—¿Estabas escuchando desde ahí, Dante? —pregunté, sin necesidad de girarme. Su olor ya era familiar para mi. —Sabes que no puedo evitarlo. Lo que hagas me importa.Sus palabras me arranc
ALARICEra su voz, eran sus ojos, pero físicamente no parecía mi exesposa, e incluso su fragancia era distinta, toda ella era distinta.Elena. Después de tanto tiempo, estaba de pie, diferente pero con esa presencia que siempre había llevado consigo. Pero algo era distinto. Había una determinación en su postura, una frialdad que no recordaba en la mujer que fue mi esposa. Sentí el suave agarre de Selene en mi brazo, y su perfume familiar me trajo de vuelta a la realidad.—¿Es ella? —preguntó, su voz baja pero cargada de curiosidad, incluso de una pizca de incomodidad.Asentí ligeramente, sin apartar los ojos de Elena. Antes de que pudiera decir algo más, uno de los ancianos de mi consejo intervino.—Alaric, necesitamos discutir esto en privado. Adriel y los suyos deben acompañarnos al salón principal.Antes de responder, Adriel se adelantó con su voz grave y firme.—Aceptamos. Pero mi sobrina, Elena, debe estar presente.¿Su sobrina? Eso podía ser real, quizá era una posibilidad pue
Elena Levante mi rostro, cerré mis ojos y di un fuerte suspiro. Me encontraba en medio del bosque, muchas veces estuve en este sitio, cuando era la esposa de Alaric, tantas veces me cuestioné si me encontraba en el lugar correcto. Y ahora podía afirmarlo, este nunca fue mi hogar. Este bosque, pensé con melancolía, fue mi hogar una vez. Cada rincón guardaba recuerdos, algunos dulces, otros como puñales en el alma. Ahora, lo sentía como un lugar extraño, casi irreconocible.—¿Estás bien? —la voz de Dante rompió el silencio detrás de mí.Me giré y lo sentí acercarse, podía captar su preocupación.—Sí, estoy bien —respondí, aunque sabía que mi voz no sonaba del todo convincente. Bajé la vista hacia el suelo y añadí en un susurro—: Es solo este lugar... me trae nostalgia.Dante asintió, deteniéndose a unos pasos de mí.—Es difícil no sentir algo aquí, especialmente para ti. —Su tono era bajo, casi amable, pero siempre cargado de una intensidad que no podía ignorar—. Nunca pensé que la m
ELENAEl invierno había llegado, se sentía en el ambiente. Cada paso que daba resonaba suave en la nieve que crujía bajo mis botas. El paisaje era un lienzo blanco, cada rama y cada colina cubiertas por el invierno que había llegado sin aviso.Los siguientes meses serían de invierno crudo, pero la manada Moon White era tan fuerte que soportaba las temperaturas bajas, su pelaje blanco, los mantenía calientes, a diferencia mía, llevaba puesto un abrigo de piel que me brindaba el calor necesario. Al acercarnos a la casa principal, un sonido infantil rompió la quietud: pequeñas risas, tambaleantes y vivaces. Liana salió a recibirme, su cálida energía destacaba entre el aire helado. Escuché los pasos torpes de mi hijo, Igor, mientras ella se acercaba con él.—Elena, míralo... bueno, imagina. —Liana rio suavemente mientras Igor balbuceaba. Mi corazón se calentó al sentir las pequeñas manos de mi niño agarrar las mías, tambaleándose mientras daba otro paso inseguro.—¿Sus primeros pasos? —p
ELENAEl aire estaba cargado de un frío penetrante, pero no era nada comparado con la helada que sentía en mi interior. Liana me abrazó con fuerza antes de que me marchara, y el pequeño Igor, mi hijo, balbuceaba sonidos que aún no formaban palabras completas. A pesar de mi ceguera, podía imaginar su rostro, esos ojos brillantes que siempre parecían buscarme, incluso cuando no podía devolverle la mirada.—Prometo volver cada noche, Liana —le dije con firmeza mientras me agachaba para abrazar a Igor una última vez. Sentí sus manitas sosteniéndose de mi cabello, su pequeño cuerpo temblando ligeramente por el frío—. Cuídalo como si fuera tuyo.Liana me tocó el brazo suavemente.—Siempre lo haré, Elena. Pero no puedo evitar preocuparme por ti. ¿Estás segura de esto?La duda en su voz era palpable, pero mi determinación estaba más allá de las palabras.—Tengo que hacerlo —le respondí, acariciando las mejillas de Igor—. Por él. Por mí.—Mamá te ama, Igor —susurré mientras él reía, sin enten
ELENAEl calor de los brazos de Alaric me envolvía, pero no había consuelo en ello. No podía creer lo que estaba sucediendo. ¿Cómo se atrevía a tocarme después de todo? ¿Después de todo lo que me había hecho?—Suéltame, Alaric —exigí, mi voz temblando por la ira y la humillación.Él no respondió. Sentía su respiración, controlada, como si nada en el mundo pudiera alterarlo. Pero su silencio era una respuesta que me enfurecía aún más. Sentí como ingresamos a la caso. —Bájala. Ahora.Dante apareció, su voz grave y cargada de tensión.—No es asunto tuyo —respondió Alaric, su tono más peligroso de lo que nunca antes había oído—. Mucho menos seguiré las órdenes de un beta y ladrón, porque ya sé quién eres. Pero Dante no se dejó intimidar. Escuché sus pasos, acercarse, bloqueando el camino de Alaric.—Te lo estoy diciendo una vez más, bájala. Ella está conmigo.Un gruñido bajo resonó en el pecho de Alaric, casi como un recordatorio de su posición y poder.—Si está contigo, deberías tener
ALARIC El rugido de la puerta al cerrarse tras de mí resonó en el estudio como un eco de mi propia furia. Avancé a grandes zancadas hasta el escritorio, sintiendo cómo la rabia hervía en cada fibra de mi cuerpo. Golpeé la superficie con la palma de la mano, enviando un par de documentos al suelo, mientras detrás de mí Mikhail cerraba la puerta con más calma de la que yo podía reunir.—Alaric, necesitas controlarte. —Su voz era firme, pero con ese tono que usaba cuando intentaba razonar conmigo, como si yo fuera un cachorro que necesitaba guía.Me giré hacia él, señalándolo con un dedo.—No me hables de control, Mikhail. ¿Qué demonios hacen ella con ese tipo aquí?Mikhail cruzó los brazos y se apoyó contra el marco de la puerta, imperturbable ante mi explosión.—Están aquí porque tienen un propósito, como todos los demás. —Hizo una pausa y me miró con una ceja alzada. —Lo que no entiendo es por qué estás tan alterado.—¿Alterado? —repetí con incredulidad, sintiendo cómo el calor subí
—¿Cómo que Igor está desaparecido? —cuestioné furiosa. Mi hijo no parecía por la casa y por ningún lado del territorio. —Lo siento tanto, Elena. No pudimos encontrar a Igor. —dijo con una mezcla de culpa y preocupación que pesaba en cada palabra.—Eds un bebé Liana, no puede desaparecer de esa manera. Antes de que pudiera responder, un grito lleno de alegría rompió el aire.—¡Elena, mira! —exclamó Liana, aunque sabía que su impulso de señalarme algo era un acto reflejo.—¿Qué sucede? —pregunté, intentando calmar la ola de emociones que su tono provocaba.—¡Es Igor! Ha logrado su forma lobuna!Mi pecho se llenó de alivio y asombro al escuchar eso. Extendí las manos hacia adelante, y un segundo después, sentí el peso ligero y cálido de mi hijo lanzándose contra mí. Su pequeño cuerpo temblaba de energía y emoción mientras su pelaje suave rozaba mis brazos.—Igor... mi pequeño... lo has logrado. —mi voz salió cargada de orgullo, y una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras lo abrazaba