CAPÍTULO 89

ALARIC

El aroma a madera y hierbas llenaba la casa de Ester, un refugio temporal que me quemaba la paciencia. Mi sangre hervía, mis puños estaban cerrados con tanta fuerza que los nudillos se volvían blancos. No soportaba estar aquí, oculto como un animal acorralado, mientras Charles y Vladir se apoderaban de todo lo que nos pertenecía.

Me levanté de la silla de un golpe, empujándola hacia atrás con brusquedad.

—¡No podemos seguir esperando! —le gruñí a Ester, que me observaba con su eterna calma, como si mis palabras fueran una brisa inofensiva—. Esos bastardos se están quedando con mi empresa, con todo lo que construimos, y yo estoy aquí, sin hacer nada.

Ester, con los brazos cruzados y la espalda apoyada contra la pared, suspiró.

—Si atacamos ahora, perderemos. —Su voz era firme, sin titubeos—. Charles no es un simple enemigo, Alaric. Es un monstruo, y los monstruos no mueren fácilmente.

—Entonces, los matamos. —Di un paso hacia ella, con la mirada encendida por la rabia—. Los dest
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