Una muy feliz Navidad, Dios l@s bendiga, sus hogares, y que se la pasen superbién, que me acompañen en este año 2025
Antes de que pudiera emitir siquiera un sonido, una mano se posó rápidamente sobre mi boca.—Shh, Elena. Soy yo. —La voz grave de Mikhail sonó cerca de mi oído, casi un susurro.Mi cuerpo se tensó, pero no luché. El simple hecho de saber que era él calmó el pánico que empezaba a brotar en mi pecho. Mikhail me sujetó con firmeza, pero sin brusquedad, y me mantuvo quieta mientras ambas mujeres seguían hablando a unos metros.Pasaron unos minutos que se sintieron eternos hasta que el sonido de los pasos de Atenea y Selene se desvaneció en la distancia.—Ya está, se han ido. —Su mano dejó de cubrir mi boca, y me giré hacia él con una mezcla de alivio e indignación.—¿Qué haces aquí? ¿Escuchaste lo que dijeron?—Todo. —confesó—. Siempre sospeché que Selene mentía sobre el embarazo. Intenté advertirle, Elena, de verdad lo intenté, pero... fui a buscarlo y entonces fue cuando los encontré en el bosque.Tragué saliva, sintiendo el peso de sus palabras. Mikhail estaba preocupado por su amigo,
—¡Alaric! —gritó Atenea, inclinándose sobre él mientras lo depositaban en el sofá.Mi mandíbula se tensó al escuchar su voz. Quise intervenir, pero me mantuve a un lado, aferrando a Igor mientras los demás trabajaban para reanimarlo.—Yo lo haré. —Intervino Atenea. Hasta mi nariz llego aquel olor del vino de la fiesta el que tomé por equivocación. Liana apareció a mi lado en silencio.—Ese vino tiene un olor extraño, Elena. Algo no está bien.Quise prestar atención, pero mis pensamientos estaban atrapados en Selene. Quien actuaba como una esposa preocupada, Atenea y Selene estaban manipulando a Alaric con un falso embarazo. Y verla ahí, actuando con tanta seguridad, me hervía la sangre.Finalmente, Alaric abrió los ojos. Un murmullo de alivio recorrió la habitación, y Selene no perdió tiempo en arrojarse sobre él.—Alaric, mi amor, pensé que te había perdido —dijo, abrazándolo con fuerza—, tenía miedo de que mi hijo creciera sin padre. Quería gritar la verdad, sobre el embarazo fals
ALARICEl aire frío quemaba mis pulmones con cada respiración. El bosque estaba cubierto por una capa de escarcha, y el silencio solo se rompía por el crujir de mis botas sobre el suelo helado. Me obligaba a mantener el ritmo, a ignorar el frío que intentaba calarse hasta mis huesos. El frío es un enemigo, pero también un maestro. Si podía soportarlo, sería más fuerte, más preparado para lo que el destino me tuviera reservado.Y después de recibir la invitación de la boda de Elena, algo cambió. Detuve mi carrera y me apoyé contra un árbol, intentando regular mi respiración. El vapor de mi aliento se elevaba en nubes blancas, y por un momento me permití mirar alrededor. El bosque tenía una calma inquietante, como si estuviera esperando algo.Y entonces lo sentí.Un pequeño peso se estrelló contra mí, casi haciéndome perder el equilibrio. Un cachorro, su pelaje era grueso y oscuro, sus ojos brillaban con una inteligencia que no esperaba. Igor.—¿Tú otra vez? —murmuré, sorprendido pero
ELENAEl calor envolvía mi cuerpo como un manto invisible, una caricia que contrastaba con el frío del bosque que rodeaba las aguas termales. Decidí tomar un baño antes del gran día. "Es un error, Elena. Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión." Insistió Liana. Sus palabras resonaban en mi mente, pero no podía permitirme titubear. Mañana sería mi boda con Dante, y mi decisión estaba tomada.El agua tibia me rodeaba mientras recostaba la cabeza contra la roca suave. Cerré los ojos, aunque para mí no hacía diferencia. La oscuridad siempre estaba allí, implacable y constante. Pero en este momento, esa oscuridad se sentía más como un refugio que como una condena.Finalmente, decidí que era suficiente. Mañana necesitaría toda mi energía. Me levanté del agua, dejando que el aire frío mordiera mi piel. El contraste era revitalizante, un recordatorio de que estaba viva. Extendí una mano hacia donde sabía que estaba mi ropa, apoyándome en mi memoria para orientarme.Fue entonces cuando
ELENAEl gran día llegó. Mi habitación estaba cargada de perfumes florales y murmullos nerviosos, mezclados con el sonido tenue del viento que golpeaba contra las ventanas. Sentada en el tocador, con mis dedos entrelazados sobre mi regazo, sentía cada movimiento a mi alrededor, cada pequeño tirón del corsé, cada paso ligero sobre la alfombra.—Está perfecto, mi señora, —dijo una de las chicasSonreí, aunque no podía ver el reflejo que me devolvía el espejo. Mi vida iba a cambiar, y con ello, el destino de nuestra manada.De pronto, el sonido firme de unos nudillos contra la puerta interrumpió la atmósfera tranquila. —Quiero hablar con Elena a solas.Dante.Las chicas dudaron un instante, pero tras una breve pausa, obedecieron y abandonaron la habitación.—¿Dante? —pregunté, girando mi rostro hacia el sonido de sus pasos. —¿Está todo bien?Lo sentí acercarse, su presencia llenando el espacio. Su mano cálida tocó la mía, y por un momento el aire pareció volverse más pesado.—Sí, Elen
ELENA El viento frío de la mañana recorría mi piel, elevando el vello de mis brazos mientras la seda del vestido rozaba mis piernas con cada movimiento. A pesar de no poder verlo, podía sentir el peso de la mirada de todos los presentes, la expectación que colgaba en el aire como una tormenta a punto de desatarse. Era mi boda, el día en el que finalmente uniría mi destino al de Dante.—Estás hermosa, Elena, —murmuró Liana mientras ajustaba una de las flores que adornaban mi cabello.Sonreí, un gesto más para tranquilizar a mi amiga que para expresar verdadera alegría. Había un nudo en mi pecho, un presentimiento que no lograba sacudirme, aunque no podía explicar por qué.Mi tío me tomó del brazo para guiarme. —Tu madre estaría orgullosa de ver en lo que te has convertido. —Gracias tío. Sé qué no es el momento, pero este momento me da nostalgia e inquietud por sobre mi padre. —Quisiera tener una repuesta sobrina, pero mi hermana nunca me contó sobre él y tampoco sé si él sabía sob
La confesión de Atenea seguía taladrando mi mente como un eco interminable: Selene es una hechicera.No podía procesarlo. No podía creerlo. Cada fibra de mi ser quería rechazar esa verdad, pero allí estaba Atenea, su cuerpo agonizante y su mirada llena de angustia, dejando claro que no era una mentira.—Ella nos atacó, —jadeó Atenea, su voz apenas un susurro. Su rostro pálido estaba cubierto de sudor, y su sangre manchaba mis manos. —Hirió a Adriel...Mis labios se movieron, pero no salió sonido alguno. Sentía un nudo en la garganta que me asfixiaba. La imagen de Selene, con su risa cálida y su sonrisa que me había conquistado, chocaba violentamente contra esta nueva realidad.De pronto, el grito de Mikhail cortó el aire como un relámpago.—¡Alaric!Me giré hacia el sonido, encontrándolo de rodillas frente a una figura inmóvil entre las sombras. Adriel. Mi corazón se hundió.Corrí hacia ellos, tropezando con la nieve, mis pensamientos, un torbellino. Cuando llegué, Mikhail levantó la
El murmullo del viento acariciaba la ceremonia como un susurro solemne, un recordatorio de que hasta la naturaleza estaba de luto. De pie junto al ataúd de mi tío Adriel, sentía el peso de la pérdida hundiéndose en cada fibra de mi ser. La ausencia de su risa, de su guía, era un vacío que nunca podría llenarse.Mi mano temblaba mientras rozaba la superficie fría de su rostro. Dante estaba junto a mí, su presencia cálida y sólida, pero incluso él no podía aliviar el dolor que me desgarraba.La manada aullaba, mientras rodeaban el cuerpo de mi tío —Tío, —dije en voz baja, apenas un susurro, pero lleno de determinación. —Juro aquí, ante tu tumba, que vengaré tu muerte. Sea quien sea el culpable, pagará con su vida.La tensión en el aire era palpable. Dante apretó mi hombro con suavidad, un gesto que mezclaba consuelo y preocupación.—No estás sola en esto, Elena, —dijo con voz firme. —Estoy contigo, en cada paso, ahora como tu esposo, estaré contigo en las buenas y las malas. Asentí,