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Capítulo veintiséis. Luces en la cama

Luces en la cama

Paula se miró al espejo, llevó los dedos a sus labios e inevitablemente el recuerdo del beso se coló en su memoria. Ese beso había sido… caliente, ella no podía describirlo de otra manera. Incluso estando en la piscina rodeada de agua, había sentido la caliente humedad entre sus piernas.

La joven apartó los dedos de sus labios bruscamente, sus mejillas se tiñeron ligeramente de rojo carmesí. Ella estaba segura de que no tenía nada que ver con la vergüenza, pero sí con el deseo que seguía instalado en su cuerpo, su corazón parecía una locomotora descarriada y ella no temía estrellarse, es más, lo estaba deseando.

—¡Mamá, ya estoy listo! —el grito de Alejandro la sacó de sus pecaminosos pensamientos.

—¡Voy cariño, ahora voy! —exclamó mientras trató de recomponerse y de verse menos deseosa.

Paula quiso reírse, estaba perdida por esos dos hombres.

«Tienes un hijo y un esposo entregados completamente a cuidarte», Paula recordó las palabras de Arturo.

¿Sería verdad que eran
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