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Capítulo treinta y tres. Como agua y como aceite

Como agua y como aceite

Isabel miró al hombre que amó con toda su alma en el pasado y quién juró amarla por encima de todas las cosas. El mismo hombre que le causó un terrible dolor al traicionarla de la manera más vil al acostarse con su cuñada.

—Tengo que irme —dijo de manera abrupta. Isabel solo quería escapar de Julián, tal como él lo hizo de ella.

—Por favor, Isabel, hablemos.

—¿Hablemos? —ella se rio—. ¿Te parece que cuatro años ha sido tiempo suficiente para coger el valor y pedir que hablemos? —cuestionó.

Isabel apretó las manos sobre la bolsa que tenía, sentía que estaba a punto de desmayarse. La mujer respiró profundamente para intentar no caer en la oscuridad.

—Lo siento, Isabel, te juro que traté de contactarte, pero tu madre y Arturo me impidieron llegar a ti —pronunció Julián.

El hombre no podía creer que el destino le diera esta oportunidad que le fue negada hace más de cuatro años atrás.

—No te creo.

—Tengo derecho a ser escuchado, Isabel, por favor, las cosas no fuero
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