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Capítulo treinta. Un niño de cuidado

Un niño de cuidado

—Paula, Arturo, ¿Qué ha sido eso? ¿Cómo que el niño le ha visto trabajar en ello? —la abuela miró a los dos adultos con ojos chispeantes de enojo.

—Abuela… —Paula no sabía que decir, su abuela era todo amor, pero tenía sus propios límites y las palabras de Alejandro se escuchaban… muy comprometedoras.

—Escucha América, quizá Alejandro se refiera a otra cosa, ¿verdad hijo? —preguntó Arturo.

—Alejandro ha dicho que los ha visto trabajar mucho para darle un hermanito, saben lo que eso significa, ¿verdad? ¡Mínimo deberían cerrar la puerta! —exclamó América elevando la voz, pero sin llegar a gritar para no asustar al niño.

—No, abuelita, no había puerta, lo hicieron en la piscina —intervino Alejandro con rapidez—. También en el auto, y el otro día en la cocina. En la habitación la verdad no he visto.

—¿¡Qué!? —América se puso de pie, miró a Paula, no podía creer que su nieta fuera tan irresponsable para exhibirse delante de un niño.

—Abuela, no es lo que piensas —se apre
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