Salvada por la abuela «Tu secreto estará muy bien guardado, te lo prometo».Carolina Fernández, la asistente de Arturo, se sentó en la silla detrás de su escritorio, se frotó la frente, se apartó las gafas que utilizaba sin necesitarlas, resopló y casi con derrota dejó caer la cabeza sobre sus manos con desesperación.«Tu secreto estará muy bien guardado, te lo prometo».Carolina no podía confiar en aquella promesa hecha por Sofía, si ella cedía una primera vez la mujer la tendría en sus manos, pero si no lo hacía de todas maneras también estaría en sus manos y a su merced.No sabía qué hacer, no sabía qué camino tomar, se sentía en una encrucijada como nunca se había sentido, ni siquiera cuando supo que estaba embarazada de Lucas y que sería madre soltera.—Carolina, ¿estás bien? —la mujer levantó el rostro al escuchar la voz de Diego.—Lo estoy, señor Álvarez, lo estoy —mintió la asistente, estaba lejos, muy lejos de sentirse bien.Tenía tanto miedo de obedecer la orden de Sofía de
Un niño de cuidado—Paula, Arturo, ¿Qué ha sido eso? ¿Cómo que el niño le ha visto trabajar en ello? —la abuela miró a los dos adultos con ojos chispeantes de enojo.—Abuela… —Paula no sabía que decir, su abuela era todo amor, pero tenía sus propios límites y las palabras de Alejandro se escuchaban… muy comprometedoras.—Escucha América, quizá Alejandro se refiera a otra cosa, ¿verdad hijo? —preguntó Arturo.—Alejandro ha dicho que los ha visto trabajar mucho para darle un hermanito, saben lo que eso significa, ¿verdad? ¡Mínimo deberían cerrar la puerta! —exclamó América elevando la voz, pero sin llegar a gritar para no asustar al niño.—No, abuelita, no había puerta, lo hicieron en la piscina —intervino Alejandro con rapidez—. También en el auto, y el otro día en la cocina. En la habitación la verdad no he visto.—¿¡Qué!? —América se puso de pie, miró a Paula, no podía creer que su nieta fuera tan irresponsable para exhibirse delante de un niño.—Abuela, no es lo que piensas —se apre
Irrevocablemente a sus piesLas manos de Carolina temblaron, ni siquiera se animaba a tomar el papel entre sus dedos, ella dudó, antes de recordar que esto es lo que tenía que hacer, sin importar lo difícil que resultara, sin importar que estuviese muriendo de miedo.—Acuerdo matrimonial —susurró cogiéndolo del piso.Carolina ordenó el desastre que había ocasionado, cogió el folder y salió de la oficina de Diego. La asistente no se atrevía a marcar el número de Sofía de Montecarlo, no quería hacerlo, pero no podía evitarlo.—Señora Montecarlo —dijo, apenas escuchó la voz de la mujer al otro lado de la línea.»—Carolina, pensé que te habías olvidado de mí.—No podría, se lo aseguro, señora, ¿podemos vernos en la cafetería? —preguntó la joven sintiendo que el corazón se le hundía.»—¿Tienes el contrato?—Sí.»—Perfecto, te veo en una hora.Carolina respiró varias veces, se ocupó de los pendientes que debía dejar en orden antes de marcharse y cuando la hora llegó, estuvo renuente a salir
¿Qué te ha dado esa mujer? Carolina caminó lejos de la cafetería, había cumplido con el plan de Arturo. Ella no pensó tener el valor para jugar de aquella manera con Sofía Montecarlo. La mujer era claramente una manipuladora.La mujer rio como si estuviera loca, se sentó en una de las banquetas y leyó el papel donde Sofía había escrito el nombre del hombre que creía era el padre de su hijo.—Guillermo Herrera —musitó echando la cabeza atrás.Carolina sintió un profundo alivio, Sofía Montecarlo estaba muy lejos de conocer la verdad. Guillermo era un piloto de la aerolínea, un hombre felizmente casado con una azafata y un hijo de diez años.Por supuesto que ella había temblado ante la posibilidad de que su secreto fuera conocido, ahora podía dormir completamente tranquila. Nadie tendría por qué descubrir su secreto, además habían pasado seis años desde que estuvo con el padre de Lucas y estaba completamente segura que él no era capaz de reconocerla.—¿Carolina? —el cuerpo entero de la
Como agua y como aceiteIsabel miró al hombre que amó con toda su alma en el pasado y quién juró amarla por encima de todas las cosas. El mismo hombre que le causó un terrible dolor al traicionarla de la manera más vil al acostarse con su cuñada.—Tengo que irme —dijo de manera abrupta. Isabel solo quería escapar de Julián, tal como él lo hizo de ella.—Por favor, Isabel, hablemos.—¿Hablemos? —ella se rio—. ¿Te parece que cuatro años ha sido tiempo suficiente para coger el valor y pedir que hablemos? —cuestionó.Isabel apretó las manos sobre la bolsa que tenía, sentía que estaba a punto de desmayarse. La mujer respiró profundamente para intentar no caer en la oscuridad.—Lo siento, Isabel, te juro que traté de contactarte, pero tu madre y Arturo me impidieron llegar a ti —pronunció Julián.El hombre no podía creer que el destino le diera esta oportunidad que le fue negada hace más de cuatro años atrás.—No te creo.—Tengo derecho a ser escuchado, Isabel, por favor, las cosas no fuero
¿Accidente o venganza? Diego dejó caer la copa que tenía en las manos, rompiéndose en ciento de fragmentos al estrellarse en el piso.—¿Diego? —Arturo miró a su hermana.—¿Qué? —dijo sintiéndose incómodo.—¿Estás bien?—Sí, lo estoy, no sé qué pasó, ahora mismo me ocuparé de limpiar este desastre —dijo poniéndose de pie.—Está bien, lo haré yo —dijo la mujer, no querían molestar a la servidumbre con pequeñeces, cuando tenían temas importantes y preocupantes.Diego se sentó en el sillón y se mesó el cabello con frustración.¿Casarse?Era la idea más loca y absurda que jamás hubiese escuchado, él jamás pensó que su padre le daría un ultimátum para contraer nupcias. Había estado saliendo con Magdalena como amigos, jamás se le había pasado por la cabeza que ella contara a sus padres su interés sentimental, hasta el punto de lograr que sus padres estuvieran de acuerdo que una boda entre ellos sería muy beneficioso para la empresa.Diego no había estado interesado en dirigir la empresa de
Problemas—¿Qué se esconde tras la muerte de Pía Zambrano? —leyó de nuevo.¡Era absurdo, aquel titular estaba fuera de lugar! Pía había muerto en un accidente aéreo con su amante de turno.Un hombre que ni siquiera había sido Julián de la Mora, como para catalogarlo como un posible acto de venganza por parte de la familia Montecarlo, como señalaba aquel artículo.Diego cogió su móvil y lo abrió, solamente para darse cuenta de que la noticia estaba circulando en varias revistas digitales, incluso en redes sociales.El abogado tomó su whisky de un solo trago, el fuego del alcohol quemó su garganta, pero no fue eso lo que le estremeció. Si no los posibles problemas que esto traería para Arturo, Alejandro y Paula. Pero, sobre todo, para la aerolínea.—¡Maldición! —gritó golpeando la mesa en el mismo momento que Carolina entró a la oficina con otro vaso de whisky y el rostro desencajado.—No te he pedido nada más —dijo con tono molesto.—Lo sé, esto no es para usted, señor Álvarez —respond
Una impostora Paula entró a la casa, Alejandro venía aferrado a su mano y en completo silencio.—Cariño.—Lo siento, no quise pelear, no quise que te enojaras, mamá, pero ellos empezaron a hablar de ti y…—Está bien, cariño, no te pongas así. Sé que lo has hecho para defenderme, pero a veces es mejor ignorar, te diré un dicho que la abuela siempre me decía: Cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, no es cobardía, mi niño, es sabiduría.Alejandro se lanzó a los brazos de Paula y lloró como el niño que era, el pequeño hipo varias veces, pero la joven madre no lo alejó de él en ningún momento.—Vamos, te daré un baño, voy a limpiarte la herida para que papá no se asuste cuando te veas y luego me ayudas a prepararle algo rico para llevarle a la oficina, ¿te parece? —preguntó con una sonrisa en los labios, fingiendo una felicidad que no sentía.Paula no había visto a Arturo desde el día que se quedó en el aeropuerto, la había llamado desde la oficina tratando de tranquilizarla,