SarahCuando entré a casa, Xavier estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y un libro abierto en el regazo, tan tranquilo, tan relajado. ¿Cómo podía estar así después de haber mandado a Ryan al hospital?—¿Obtuviste lo que necesitabas? —no pude evitar el tono de reproche, y él no tardó en percibirlo. Me quité los zapatos y me senté en el sillón frente a Xavier.—¿Cómo está el chico? —preguntó sin apartar la mirada del libro. Tenía la m*****a costumbre de responder una pregunta con otra, y aquello me irritaba—. Has hecho muy bien en llevarlo al hospital —agregó aún viendo el libro—. Ahora el chico cree que te preocupas por él y que tu amistad es genuina.—Sí, lo tengo en mis manos —dije fingiendo ser toda una villana, pero no lo era. Realmente me preocupaba por Ryan; estar con él en el hospital no fue parte de un personaje ni una jugada que me acercara a mi "anhelada venganza".—¿Quién te ha traído a casa? —preguntó cerrando el libro, como si no tuviera conocimiento de cada u
SarahAbrí el bolso y, además de un monedero, encontré un frasco de pastillas. "Dyana K." era el nombre en la etiqueta; el medicamento era algo como "oxi..." de no sé qué cosa. Le puse una píldora en la boca, y dudé que pudiera tragarla, pero lo hizo sin siquiera un sorbo de agua. Abrí una bolsa de galletas para Addy, lo cual resultó ser el distractor que esperaba. Observé a la chica: su cabello era rubio y muy corto, un poco masculino. Llevaba pantalones blancos anchos de lino, una camiseta de seda blanca y un blazer amarillo. Su estilo era una mezcla de bohemio y elegante; no parecía una adicta, excepto por la forma en que se marcaban sus huesos debajo de la piel.—Gra...gra...ci...cias —balbuceó; su cuerpo se tambaleó, y la sostuve. Su perfume era una mezcla de madera y café.—Muchas gracias —dijo finalmente—. No sé qué habría hecho.El medicamento parecía haber activado un interruptor en su cuerpo: ya no parecía tensa; sus manos habían soltado el carrito de compras.—No fue nada —
Sarah—Veo que conoces a Rubí —dijo Devon antes de sentarse.—¿Rubí? —Dayana parecía confundida—. ¿Quién es Rubí?—¡Yo! —Debí gritar muy fuerte, porque ambos me miraron espantados—. Soy Rubí.—Pero me has dicho que te llamas...—Sarah es mi segundo nombre —dije en un susurro. Miré de reojo cómo Cristhian se acercaba—. Pero prefiero que me llamen Rubí. —¡Por favor, no me llamen Sarah!, pensé.Me levanté de golpe.—Lo siento, tengo que irme.Di dos pasos hacia Cristhian, pero me devolví al recordar a Addy. Les sonreí a Devon y a Dayana, o al menos intenté hacerlo. Ellos sonrieron, algo nerviosos.—Di chau, Addy.—Chau, Addy —repitió Addy, mientras yo caminaba a zancadas hacia Cristhian.—¿Conoces a Devon?—Qué forma extraña de saludar —dijo él, frunciendo el ceño. Su mirada intensa esperaba una respuesta.—Conozco a su hermana —le mentí. A ambos los conocía poco, pero sabía más de Devon que de Dayana—. A él lo conozco por sus libros, nada más.—¡Rubí! —La vocecita aguda hizo que mi cora
Queridos lectores.Muchas gracias por leer esta historia. Si les ha gustado les invito a dejar un comentario y calificar con cinco estrellas. También pueden dejar comentarios de frases, párrafos o capítulos en específico. Su interacción con la obra me ayuda mucho a alcanzar mis objetivos como autora y me anima a seguir escribiendo para ustedes.
Sarah-Problemas con Xavier -le dije lo primero que se me ocurrió.-¿Quieres beber algo? -traté de cambiar el tema.-Una copa de vino estaría bien -asentí con la cabeza y caminé hacia la sala de estar.-Entonces, Xavier es el causante de tus lágrimas -dijo, arrugando el rostro como si pronunciar su nombre tuviera un sabor amargo-. Por cierto, ¿está en casa? Quisiera saludarlo.-Está de viaje -dije mientras cogía un par de copas y las colocaba en una mesilla de vidrio en el centro de la sala.-¿De negocios o de placer? -preguntó, y supe a qué se refería.-La verdad es que no lo sé -fingí estar muy afectada-. Ese es el problema; siempre hemos sido sinceros, pero últimamente ha estado muy extraño, no me dice a dónde va ni por qué.-Creí que no te importaba que se viera con otras personas -dijo, sentándose. Serví su copa y luego la mía.-No me importa. Me gusta nuestra relación porque no nos limita el uno al otro, pero no me gusta que me mienta.-¿Realmente funciona? -Cristhian olió el vi
CristhianLo que sentía por Rubí era pasión desenfrenada, un deseo enfermizo que por momentos me nublaba el juicio. Por un instante, mi mente salió de mi cuerpo y mi cerebro no parecía tener control sobre mis acciones, hasta que la imagen de Elena en el hospital me vino a la cabeza. Entonces, tuve que detenerme. Elena no merecía lo que le estaba haciendo. Habíamos prometido empezar de cero: sin traiciones, sin secretos.—No puedo... —susurré.El ceño de Rubí se frunció. Cogió la camiseta y se la puso en un movimiento veloz, como si de pronto sintiera vergüenza de su desnudez. Se levantó y caminó a zancadas hacia la puerta.—Vete —ordenó tajante.Asentí con la cabeza. Entendía bien su reacción; sabía que mis acciones la tenían confundida: el beso en la cabaña, mis palabras asegurándole que no había sido por despecho y, luego, retractarme de eso. Mi intención no era jugar con ella, pero todo parecía indicar que eso era exactamente lo que estaba haciendo. Obligando a mis piernas, di un pa
DevonLa llamada de Rubí había sido inesperada. Nos invitaba a salir. Ryan y Dyana se emocionaron tanto que me vi obligado a aceptar. Esa Rubí era una chica extraña.—Está bien, está bien —ambos me miraban con ojitos de gato con botas—, pero les advierto dos cosas. Primero: no saldré con esa chica, no es mi tipo y me parece que tiene algún tipo de trastorno mental. —Ryan y Dyana me miraron como si el del problema mental fuera yo. Continué sin hacerles caso—. Y segundo, y más importante que el primero: Dyana, sabes que no puedes beber alcohol, ni una gota, y si te sientes mal, tan solo un mínimo malestar, te llevaré a casa. ¿Estamos? —Dyana puso los ojos en blanco, pero luego asintió con la cabeza.—Yo estoy bien con eso, si es que Dyana lo está —dijo Ryan.—¡Genial! ¡A fiestear!Rubí pasó por nosotros en un auto con chofer. Nos saludó eufórica, como si nos conociera de toda la vida. ¡Está loca!, pensé. Cuando llegamos al Cocobar, Rubí nos dio instrucciones de seguirla. Nos saltamos la
Cerré los ojos y rogué que Devon no cayera. Cuando los abrí, aún estaba ahí. El viento agitaba su cabello; ese mismo viento me hacía temblar de frío. Me quité los tacones y corrí hacia él. Sujeté su camiseta con ambas manos y tiré con fuerza, atrayéndolo a mí. Ambos caímos al suelo; me golpeé la cabeza, y por unos segundos todo se oscureció. Cuando abrí los ojos, el rostro anguloso de Devon estaba a pocos centímetros del mío. En sus ojos había una mezcla de pánico y alivio.—¿Estás bien? —me preguntó.Sentía todo su cuerpo encima del mío. El calor que emanaba era agradable, su perfume también. Su boca olía a una mezcla de vodka y cigarrillos. No tenía idea de que fumara, pero sí parecía del tipo que lo hacía. Noté que sus ojos eran negros, muy negros; nunca había visto ojos tan oscuros.—Rubí —dijo mi nombre como si intentara despertarme de un sueño profundo, con tono firme. Pero yo estaba despierta. Me dio un par de palmaditas en la mejilla. Supongo que me quedé detallando sus faccio