Cerré los ojos y rogué que Devon no cayera. Cuando los abrí, aún estaba ahí. El viento agitaba su cabello; ese mismo viento me hacía temblar de frío. Me quité los tacones y corrí hacia él. Sujeté su camiseta con ambas manos y tiré con fuerza, atrayéndolo a mí. Ambos caímos al suelo; me golpeé la cabeza, y por unos segundos todo se oscureció. Cuando abrí los ojos, el rostro anguloso de Devon estaba a pocos centímetros del mío. En sus ojos había una mezcla de pánico y alivio.—¿Estás bien? —me preguntó.Sentía todo su cuerpo encima del mío. El calor que emanaba era agradable, su perfume también. Su boca olía a una mezcla de vodka y cigarrillos. No tenía idea de que fumara, pero sí parecía del tipo que lo hacía. Noté que sus ojos eran negros, muy negros; nunca había visto ojos tan oscuros.—Rubí —dijo mi nombre como si intentara despertarme de un sueño profundo, con tono firme. Pero yo estaba despierta. Me dio un par de palmaditas en la mejilla. Supongo que me quedé detallando sus faccio
Rubí dio unos pasos tímidos hacia mí, pero de pronto se detuvo.—No —dijo, levantando la voz—. No iré contigo, Cristhian.Devon se acercó a ella y se colocó a su lado. Una sonrisa se asomó en sus labios, una sonrisa de satisfacción que hizo que la sangre me hirviera. Sentí un calor abrasador subir desde mi pecho hasta mis sienes, el ritmo de mi corazón retumbando con fuerza como un tambor de guerra. Quería arrancarle esa m*****a sonrisa de la cara a golpes, borrarla junto con su presencia de la vida de Rubí.—No conoces a Devon, Rubí. Es una persona peligrosa.—No soy una niña, Cristhian. Puedo cuidarme sola.Se sujetó del brazo de Devon como si buscara reafirmar su decisión.—Vamos —le dijo, ignorándome como si fuera un extraño más.El dolor punzante de sus palabras se sintió como un cuchillo girando en mi pecho, pero no me dejé caer.—Entiendo que estés enojada —le dije, interceptando su camino. Mi voz era más áspera de lo que pretendía—. Quería disculparme por lo que pasó hoy.Ni si
El momento tenso pasó rápido, pero yo no dejé de pensar en qué hubiese pasado de haberme ido con Cristhian. ¿Y si había perdido mi oportunidad de estar con él? Últimamente tenía la constante fantasía de que Cristhian podría enamorarse de mí. Si eso pasaba, yo le contaría que era su esposa, Sarah Blake; continuaríamos con nuestro matrimonio, criaríamos juntos a nuestro hijo y viviríamos felices para siempre. ¡Ilusa!—¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —preguntó Devon después de aspirar una copa de martini de una sola vez. Yo miré a Ryan y a Dyana; bailaban como ebrios, aunque ninguno de los dos había bebido una gota de alcohol. Envidié aquella felicidad despreocupada.—Te contestaré con una condición —removí la aceituna de mi martini y bebí un sorbo del contenido de la copa.—Sí, claro, lo que sea.—Solo quiero que contestes una pregunta —su gesto cambió; se rascó la nuca—. ¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —le pregunté, y él soltó una risita. Sin duda, no se esperaba qu
CristhianVolví a casa con el anillo más extravagante y caro de la tienda. Estaba seguro de que a Elena le encantaría. Sin embargo, mis dudas no tenían nada que ver con su reacción. ¿Por qué iba a proponerle matrimonio? Me repetí la respuesta una y otra vez: Porque la amo. Pero cuanto más lo pensaba, más huecas sonaban esas palabras. La amo y quiero pasar el resto de mis días con ella, insistí, como si repetirlo pudiera convencerme.—¿A dónde has ido tan temprano, amor? —preguntó Elena en cuanto crucé la puerta. Estaba en la cocina, rodeada de un pequeño caos de cacerolas y sartenes, pero parecía orgullosa de haber preparado un par de huevos con tocino. Zackary estaba sentado en una silla infantil, comiendo un tazón de cereal. No sabía que Elena tuviera una de esas en casa. Quizá tenía más interés en el niño de lo que imaginaba. Aquello me tranquilizó; era una buena señal. Lo que estaba a punto de hacer no era un error, o al menos eso me repetí para convencerme. Me acerqué a Zackary y
SarahNo sabía qué había pasado después de mi confesión, no sabía cual había sido la reacción de Devon, tampoco sabía si aquellas dos personas que me habían escuchado eran Ryan y Dyana, cuando abrí los ojos al día siguiente estaba en una habitación desconocida, el techo era verde agua y una lámpara de bronce emitía destellos suaves de luz.-¿Buenos días, Bella Durmiente? —La voz de Devon llegó desde la puerta. Apoyado en el marco, lucía una camiseta negra ajustada y pantalones de lino, sosteniendo una taza de café humeante en cada mano.¿Qué hora es? —pregunté con voz ronca.—La suficiente como para que tu esposo esté afuera esperándote.El corazón me dio un vuelcoXavier? -pregunté-No, se sentó a mi lado -tu verdadero esposo; Cristhian -sentí que el alma se me salió del cuerpo, y podia ver la escena desde afuera, Devon clavando una estaca en mi corazón y retorciendola para hacerme daño-No sé de que hablas -traté de hacerme la tonta-Oye, descuida, no le diré tu secreto a nadie -pare
La oficina estaba en su estado habitual: impecable, con un aire de orden casi opresivo. El zumbido constante del aire acondicionado hacía que el ambiente pareciera aún más estéril, pero no me importaba. Había algo satisfactorio en la frialdad de este lugar, algo que resonaba conmigo.Mis dedos se movían con precisión sobre el teclado, descifrando las capas de seguridad que protegían los secretos de Richard Vandervert. Era casi un juego para mí, uno que llevaba meses perfeccionando. Había sonrisas y cafés entregados en el momento justo, palabras calculadas para evitar sospechas, y la impecable actuación de ser la secretaria dulce e inofensiva que hacía que todo pareciera funcionar con magia.Pero hoy era diferente. Hoy, después de cinco meses de infiltración, tenía lo que buscábamos. Los contratos fraudulentos, las transferencias sospechosas, las firmas falsificadas que sostenían el imperio Vandervert como un castillo de naipes. Cada archivo que descargaba era una pieza más de un rompe
SarahMi nombre es Sarah Blake y mi historia comienza el día que debía ser el más feliz de mi vida: mi boda.Los estilistas terminaron de arreglarme después de cuatro largas horas. Cuando me vi en el espejo, no me reconocí. El vestido hecho a medida era el más hermoso del mundo. El peinado, el maquillaje, las joyas, todo era... era un sueño.¿Cómo es que una persona como yo se casaría con un Vandervert? Aquella pregunta no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dieron la noticia. ¿Por qué yo? ¿Qué tengo de especial? El joven Cristhian jamás me había mirado. La frase más larga que me había dicho en toda su vida había sido algo como: "El piso está sucio, ve a limpiarlo". Y ahí estaba yo, una semana después de cumplir dieciocho años, casándome con ese chico rico, guapo, elegante.Tal vez se había enamorado perdidamente de mí y se había enfrentado a sus padres, diciéndoles que se casaría con la hija de la sirvienta, así el mundo estuviese en contra. Aquello no tenía el me
Sarah—¡Sarah!— la voz de Cristhian me despertó. No sabía en qué momento había logrado conciliar el sueño; mis párpados estaban tan hinchados de llorar que apenas podía abrir los ojos.—Hola— le dije después de sentarme en el borde de la cama de un movimiento brusco. Era extraño despertar con él ahí. Me levanté y miré a mi alrededor buscando algo que limpiar o arreglar; ya estaba programada para eso. Cogí unas sábanas y comencé a doblarlas.—Deja eso— dijo, fastidiado, mientras estaba parado debajo del dintel. Ya no llevaba el traje de la boda, sino jeans y camiseta. Miró su reloj, me miró con el ceño fruncido—. Cámbiate— me ordenó—, nuestro vuelo sale en una hora.—¿Nuestro vuelo?— pregunté mientras me frotaba los ojos. Él me miró indignado, pero su gesto cambió de un segundo a otro; sonrió y dejó escapar aire por la nariz, un resoplido.—Me he casado con una mujer corriente como tú— dijo, dando pasos lentos hacia mí. Me miró a los ojos, yo aparté la mirada, mi corazón se arrugó dentr