EL VACÍO TRAS LA PUERTA

Sarah

—¿De cuántas personas hablamos? —Dyana apareció con una libreta en una mano y una taza de café en la otra.

—¿Café? —preguntó Ryan, que venía detrás de Dyana sosteniendo la jarra de café y una bandeja con tres tazas.

—Pueden usar aquella mesa —anunció Devon. Ryan colocó la bandeja con cuidado mientras Dyana se sentaba y comenzaba a escribir.

—Unas doscientas —respondió Cristhian a la pregunta de Dyana. Yo no podía, no podía decir nada. Mi mente estaba en blanco, mi cuerpo paralizado. Mientras todos se acomodaban en la mesa, yo seguía de pie, congelada, con una sola imagen atravesando mi cabeza: Cristhian poniéndole un anillo a Elena.

—Oye, Rubí, ¿no vendrás? —Dyana me miraba intrigada.

—Tengo que irme —anuncié cuando al fin logré hablar.

Mis piernas se movieron con torpeza hacia la habitación. Cogí mi celular y, sin siquiera pensar, me calcé unas pantuflas de Devon. Salí tambaleante hacia la puerta, consciente de las miradas perplejas de todos.

—La niñera de Addy llamó, tiene que
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