Queridos lectores, les agradecería mucho si agregaran la novela a su biblioteca, así podrán estar enterados de las actualizaciones. Les recuerdo que pueden hacer comentarios en los capítulos, tal vez haya un párrafo en especial que haya llamado su atención, les ha dado rabia o les ha gustado la actitud de un personaje en particular, o no entendieron algo de la trama; pueden hacérmelo saber a través de comentarios, eso me ayuda muchísimo a seguir haciendo mi trabajo para ustedes. Gracias de antemano. Abrazos
DevonLa llamada de Rubí había sido inesperada. Nos invitaba a salir. Ryan y Dyana se emocionaron tanto que me vi obligado a aceptar. Esa Rubí era una chica extraña.—Está bien, está bien —ambos me miraban con ojitos de gato con botas—, pero les advierto dos cosas. Primero: no saldré con esa chica, no es mi tipo y me parece que tiene algún tipo de trastorno mental. —Ryan y Dyana me miraron como si el del problema mental fuera yo. Continué sin hacerles caso—. Y segundo, y más importante que el primero: Dyana, sabes que no puedes beber alcohol, ni una gota, y si te sientes mal, tan solo un mínimo malestar, te llevaré a casa. ¿Estamos? —Dyana puso los ojos en blanco, pero luego asintió con la cabeza.—Yo estoy bien con eso, si es que Dyana lo está —dijo Ryan.—¡Genial! ¡A fiestear!Rubí pasó por nosotros en un auto con chofer. Nos saludó eufórica, como si nos conociera de toda la vida. ¡Está loca!, pensé. Cuando llegamos al Cocobar, Rubí nos dio instrucciones de seguirla. Nos saltamos la
Cerré los ojos y rogué que Devon no cayera. Cuando los abrí, aún estaba ahí. El viento agitaba su cabello; ese mismo viento me hacía temblar de frío. Me quité los tacones y corrí hacia él. Sujeté su camiseta con ambas manos y tiré con fuerza, atrayéndolo a mí. Ambos caímos al suelo; me golpeé la cabeza, y por unos segundos todo se oscureció. Cuando abrí los ojos, el rostro anguloso de Devon estaba a pocos centímetros del mío. En sus ojos había una mezcla de pánico y alivio.—¿Estás bien? —me preguntó.Sentía todo su cuerpo encima del mío. El calor que emanaba era agradable, su perfume también. Su boca olía a una mezcla de vodka y cigarrillos. No tenía idea de que fumara, pero sí parecía del tipo que lo hacía. Noté que sus ojos eran negros, muy negros; nunca había visto ojos tan oscuros.—Rubí —dijo mi nombre como si intentara despertarme de un sueño profundo, con tono firme. Pero yo estaba despierta. Me dio un par de palmaditas en la mejilla. Supongo que me quedé detallando sus faccio
Rubí dio unos pasos tímidos hacia mí, pero de pronto se detuvo.—No —dijo, levantando la voz—. No iré contigo, Cristhian.Devon se acercó a ella y se colocó a su lado. Una sonrisa se asomó en sus labios, una sonrisa de satisfacción que hizo que la sangre me hirviera. Sentí un calor abrasador subir desde mi pecho hasta mis sienes, el ritmo de mi corazón retumbando con fuerza como un tambor de guerra. Quería arrancarle esa m*****a sonrisa de la cara a golpes, borrarla junto con su presencia de la vida de Rubí.—No conoces a Devon, Rubí. Es una persona peligrosa.—No soy una niña, Cristhian. Puedo cuidarme sola.Se sujetó del brazo de Devon como si buscara reafirmar su decisión.—Vamos —le dijo, ignorándome como si fuera un extraño más.El dolor punzante de sus palabras se sintió como un cuchillo girando en mi pecho, pero no me dejé caer.—Entiendo que estés enojada —le dije, interceptando su camino. Mi voz era más áspera de lo que pretendía—. Quería disculparme por lo que pasó hoy.Ni si
El momento tenso pasó rápido, pero yo no dejé de pensar en qué hubiese pasado de haberme ido con Cristhian. ¿Y si había perdido mi oportunidad de estar con él? Últimamente tenía la constante fantasía de que Cristhian podría enamorarse de mí. Si eso pasaba, yo le contaría que era su esposa, Sarah Blake; continuaríamos con nuestro matrimonio, criaríamos juntos a nuestro hijo y viviríamos felices para siempre. ¡Ilusa!—¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —preguntó Devon después de aspirar una copa de martini de una sola vez. Yo miré a Ryan y a Dyana; bailaban como ebrios, aunque ninguno de los dos había bebido una gota de alcohol. Envidié aquella felicidad despreocupada.—Te contestaré con una condición —removí la aceituna de mi martini y bebí un sorbo del contenido de la copa.—Sí, claro, lo que sea.—Solo quiero que contestes una pregunta —su gesto cambió; se rascó la nuca—. ¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —le pregunté, y él soltó una risita. Sin duda, no se esperaba qu
CristhianVolví a casa con el anillo más extravagante y caro de la tienda. Estaba seguro de que a Elena le encantaría. Sin embargo, mis dudas no tenían nada que ver con su reacción. ¿Por qué iba a proponerle matrimonio? Me repetí la respuesta una y otra vez: Porque la amo. Pero cuanto más lo pensaba, más huecas sonaban esas palabras. La amo y quiero pasar el resto de mis días con ella, insistí, como si repetirlo pudiera convencerme.—¿A dónde has ido tan temprano, amor? —preguntó Elena en cuanto crucé la puerta. Estaba en la cocina, rodeada de un pequeño caos de cacerolas y sartenes, pero parecía orgullosa de haber preparado un par de huevos con tocino. Zackary estaba sentado en una silla infantil, comiendo un tazón de cereal. No sabía que Elena tuviera una de esas en casa. Quizá tenía más interés en el niño de lo que imaginaba. Aquello me tranquilizó; era una buena señal. Lo que estaba a punto de hacer no era un error, o al menos eso me repetí para convencerme. Me acerqué a Zackary y
SarahNo sabía qué había pasado después de mi confesión, no sabía cual había sido la reacción de Devon, tampoco sabía si aquellas dos personas que me habían escuchado eran Ryan y Dyana, cuando abrí los ojos al día siguiente estaba en una habitación desconocida, el techo era verde agua y una lámpara de bronce emitía destellos suaves de luz.-¿Buenos días, Bella Durmiente? —La voz de Devon llegó desde la puerta. Apoyado en el marco, lucía una camiseta negra ajustada y pantalones de lino, sosteniendo una taza de café humeante en cada mano.¿Qué hora es? —pregunté con voz ronca.—La suficiente como para que tu esposo esté afuera esperándote.El corazón me dio un vuelcoXavier? -pregunté-No, se sentó a mi lado -tu verdadero esposo; Cristhian -sentí que el alma se me salió del cuerpo, y podia ver la escena desde afuera, Devon clavando una estaca en mi corazón y retorciendola para hacerme daño-No sé de que hablas -traté de hacerme la tonta-Oye, descuida, no le diré tu secreto a nadie -pare
La oficina estaba en su estado habitual: impecable, con un aire de orden casi opresivo. El zumbido constante del aire acondicionado hacía que el ambiente pareciera aún más estéril, pero no me importaba. Había algo satisfactorio en la frialdad de este lugar, algo que resonaba conmigo, era todo frio, calculado, inamovible como yoMis dedos se movían con precisión sobre el teclado, descifrando las capas de seguridad que protegían los secretos de Richard Vandervert. Era casi un juego para mí, ni siquiera se dieron la tarea de hacer un trabajo decente en cuanto a seguridad se refería, y yo llevaba meses perfeccionando mis habilidades. Y la seguridad en cuanto a elegir a sus empleados era mucho peor, no tenían el menor filtro, entrar a la empresa habíoa sido demasiado fácil, tan fácil que resultó aburrido, lo fácil y simple siempre erqa aburrido. Cristhian Vandervert había sido muy fácil de engqañar, bastó ofrecerle sonrisas amables y cafés entregados en el momento justo, palabras calculadas
Sarah—¿De cuántas personas hablamos? —Dyana apareció con una libreta en una mano y una taza de café en la otra.—¿Café? —preguntó Ryan, que venía detrás de Dyana sosteniendo la jarra de café y una bandeja con tres tazas.—Pueden usar aquella mesa —anunció Devon. Ryan colocó la bandeja con cuidado mientras Dyana se sentaba y comenzaba a escribir.—Unas doscientas —respondió Cristhian a la pregunta de Dyana. Yo no podía, no podía decir nada. Mi mente estaba en blanco, mi cuerpo paralizado. Mientras todos se acomodaban en la mesa, yo seguía de pie, congelada, con una sola imagen atravesando mi cabeza: Cristhian poniéndole un anillo a Elena.—Oye, Rubí, ¿no vendrás? —Dyana me miraba intrigada.—Tengo que irme —anuncié cuando al fin logré hablar.Mis piernas se movieron con torpeza hacia la habitación. Cogí mi celular y, sin siquiera pensar, me calcé unas pantuflas de Devon. Salí tambaleante hacia la puerta, consciente de las miradas perplejas de todos.—La niñera de Addy llamó, tiene que