Queridos lectores.Muchas gracias por leer esta historia. Si les ha gustado les invito a dejar un comentario y calificar con cinco estrellas. También pueden dejar comentarios de frases, párrafos o capítulos en específico. Su interacción con la obra me ayuda mucho a alcanzar mis objetivos como autora y me anima a seguir escribiendo para ustedes.
Sarah-Problemas con Xavier -le dije lo primero que se me ocurrió.-¿Quieres beber algo? -traté de cambiar el tema.-Una copa de vino estaría bien -asentí con la cabeza y caminé hacia la sala de estar.-Entonces, Xavier es el causante de tus lágrimas -dijo, arrugando el rostro como si pronunciar su nombre tuviera un sabor amargo-. Por cierto, ¿está en casa? Quisiera saludarlo.-Está de viaje -dije mientras cogía un par de copas y las colocaba en una mesilla de vidrio en el centro de la sala.-¿De negocios o de placer? -preguntó, y supe a qué se refería.-La verdad es que no lo sé -fingí estar muy afectada-. Ese es el problema; siempre hemos sido sinceros, pero últimamente ha estado muy extraño, no me dice a dónde va ni por qué.-Creí que no te importaba que se viera con otras personas -dijo, sentándose. Serví su copa y luego la mía.-No me importa. Me gusta nuestra relación porque no nos limita el uno al otro, pero no me gusta que me mienta.-¿Realmente funciona? -Cristhian olió el vi
CristhianLo que sentía por Rubí era pasión desenfrenada, un deseo enfermizo que por momentos me nublaba el juicio. Por un instante, mi mente salió de mi cuerpo y mi cerebro no parecía tener control sobre mis acciones, hasta que la imagen de Elena en el hospital me vino a la cabeza. Entonces, tuve que detenerme. Elena no merecía lo que le estaba haciendo. Habíamos prometido empezar de cero: sin traiciones, sin secretos.—No puedo... —susurré.El ceño de Rubí se frunció. Cogió la camiseta y se la puso en un movimiento veloz, como si de pronto sintiera vergüenza de su desnudez. Se levantó y caminó a zancadas hacia la puerta.—Vete —ordenó tajante.Asentí con la cabeza. Entendía bien su reacción; sabía que mis acciones la tenían confundida: el beso en la cabaña, mis palabras asegurándole que no había sido por despecho y, luego, retractarme de eso. Mi intención no era jugar con ella, pero todo parecía indicar que eso era exactamente lo que estaba haciendo. Obligando a mis piernas, di un pa
DevonLa llamada de Rubí había sido inesperada. Nos invitaba a salir. Ryan y Dyana se emocionaron tanto que me vi obligado a aceptar. Esa Rubí era una chica extraña.—Está bien, está bien —ambos me miraban con ojitos de gato con botas—, pero les advierto dos cosas. Primero: no saldré con esa chica, no es mi tipo y me parece que tiene algún tipo de trastorno mental. —Ryan y Dyana me miraron como si el del problema mental fuera yo. Continué sin hacerles caso—. Y segundo, y más importante que el primero: Dyana, sabes que no puedes beber alcohol, ni una gota, y si te sientes mal, tan solo un mínimo malestar, te llevaré a casa. ¿Estamos? —Dyana puso los ojos en blanco, pero luego asintió con la cabeza.—Yo estoy bien con eso, si es que Dyana lo está —dijo Ryan.—¡Genial! ¡A fiestear!Rubí pasó por nosotros en un auto con chofer. Nos saludó eufórica, como si nos conociera de toda la vida. ¡Está loca!, pensé. Cuando llegamos al Cocobar, Rubí nos dio instrucciones de seguirla. Nos saltamos la
Cerré los ojos y rogué que Devon no cayera. Cuando los abrí, aún estaba ahí. El viento agitaba su cabello; ese mismo viento me hacía temblar de frío. Me quité los tacones y corrí hacia él. Sujeté su camiseta con ambas manos y tiré con fuerza, atrayéndolo a mí. Ambos caímos al suelo; me golpeé la cabeza, y por unos segundos todo se oscureció. Cuando abrí los ojos, el rostro anguloso de Devon estaba a pocos centímetros del mío. En sus ojos había una mezcla de pánico y alivio.—¿Estás bien? —me preguntó.Sentía todo su cuerpo encima del mío. El calor que emanaba era agradable, su perfume también. Su boca olía a una mezcla de vodka y cigarrillos. No tenía idea de que fumara, pero sí parecía del tipo que lo hacía. Noté que sus ojos eran negros, muy negros; nunca había visto ojos tan oscuros.—Rubí —dijo mi nombre como si intentara despertarme de un sueño profundo, con tono firme. Pero yo estaba despierta. Me dio un par de palmaditas en la mejilla. Supongo que me quedé detallando sus faccio
Rubí dio unos pasos tímidos hacia mí, pero de pronto se detuvo.—No —dijo, levantando la voz—. No iré contigo, Cristhian.Devon se acercó a ella y se colocó a su lado. Una sonrisa se asomó en sus labios, una sonrisa de satisfacción que hizo que la sangre me hirviera. Sentí un calor abrasador subir desde mi pecho hasta mis sienes, el ritmo de mi corazón retumbando con fuerza como un tambor de guerra. Quería arrancarle esa m*****a sonrisa de la cara a golpes, borrarla junto con su presencia de la vida de Rubí.—No conoces a Devon, Rubí. Es una persona peligrosa.—No soy una niña, Cristhian. Puedo cuidarme sola.Se sujetó del brazo de Devon como si buscara reafirmar su decisión.—Vamos —le dijo, ignorándome como si fuera un extraño más.El dolor punzante de sus palabras se sintió como un cuchillo girando en mi pecho, pero no me dejé caer.—Entiendo que estés enojada —le dije, interceptando su camino. Mi voz era más áspera de lo que pretendía—. Quería disculparme por lo que pasó hoy.Ni si
El momento tenso pasó rápido, pero yo no dejé de pensar en qué hubiese pasado de haberme ido con Cristhian. ¿Y si había perdido mi oportunidad de estar con él? Últimamente tenía la constante fantasía de que Cristhian podría enamorarse de mí. Si eso pasaba, yo le contaría que era su esposa, Sarah Blake; continuaríamos con nuestro matrimonio, criaríamos juntos a nuestro hijo y viviríamos felices para siempre. ¡Ilusa!—¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —preguntó Devon después de aspirar una copa de martini de una sola vez. Yo miré a Ryan y a Dyana; bailaban como ebrios, aunque ninguno de los dos había bebido una gota de alcohol. Envidié aquella felicidad despreocupada.—Te contestaré con una condición —removí la aceituna de mi martini y bebí un sorbo del contenido de la copa.—Sí, claro, lo que sea.—Solo quiero que contestes una pregunta —su gesto cambió; se rascó la nuca—. ¿Qué hay entre tú y Cristhian Vandervert? —le pregunté, y él soltó una risita. Sin duda, no se esperaba qu
CristhianVolví a casa con el anillo más extravagante y caro de la tienda. Estaba seguro de que a Elena le encantaría. Sin embargo, mis dudas no tenían nada que ver con su reacción. ¿Por qué iba a proponerle matrimonio? Me repetí la respuesta una y otra vez: Porque la amo. Pero cuanto más lo pensaba, más huecas sonaban esas palabras. La amo y quiero pasar el resto de mis días con ella, insistí, como si repetirlo pudiera convencerme.—¿A dónde has ido tan temprano, amor? —preguntó Elena en cuanto crucé la puerta. Estaba en la cocina, rodeada de un pequeño caos de cacerolas y sartenes, pero parecía orgullosa de haber preparado un par de huevos con tocino. Zackary estaba sentado en una silla infantil, comiendo un tazón de cereal. No sabía que Elena tuviera una de esas en casa. Quizá tenía más interés en el niño de lo que imaginaba. Aquello me tranquilizó; era una buena señal. Lo que estaba a punto de hacer no era un error, o al menos eso me repetí para convencerme. Me acerqué a Zackary y