El departamento de Devon en el "Elysium Golden" estaba tal y como lo recordaba. Nunca he podido entender cómo una persona puede quedarse en un lugar toda su vida, cómo es que puede mantener todo igual. Si me viera obligado a vivir tanto tiempo en el mismo lugar, por lo menos haría una remodelación total de vez en cuando.—¿Eres Devon Kresler? —preguntó Rubí, cogiendo un libro de un estante. Ya casi había olvidado que ella también estaba ahí. Tenía que hacer que se fuera.—¿Has leído mis libros? —Devon respondió con otra pregunta. Tenía esa expresión en la cara, aquel gesto que hace siempre que recibe atención y elogios por su trabajo. Seguía siendo un maldito narcisista y seguía desplegando encanto con cada sonrisa y cada palabra que salía de su boca.—¡Todos y cada uno! —respondió Rubí—. Pero "La Teoría de los puntos del Poder" fue el mejor.—Bah, son solo tonterías que se le ocurren cuando está ebrio —sentí un poco de celos de la admiración de Rubí por Devon; ellos ni siquiera tenía
—Ha sido mi culpa —Ryan me interrumpió diciendo las palabras que yo debía decir—. No debí haber estado ahí —dijo mientras hurgaba en el bolsillo de su pantalón—. Pero esa golpiza fue lo mejor que me pudo pasar —agregó, sacando la pequeña bolsa con droga. La apretó en el puño con fuerza, miró el puño durante unos segundos, frunció los labios; sus mejillas estaban rojas. Abrió la ventanilla y arrojó la pequeña bolsa.—Entonces... estoy feliz de que te hayan dado esa paliza —tal vez era mejor así. Había tenido un momento de debilidad y casi me expongo. ¿Cómo se me pudo pasar por la cabeza confesarle a Ryan que Xavier lo había mandado a asaltar? Me sentí aliviada de no haberlo hecho. Cogí una bocanada de aire, como si hubiese estado conteniendo la respiración, y lo dejé salir en una exhalación ruidosa—. ¿Tienes preferencia por algún hospital en específico? —pregunté al recordar que ni siquiera le había dicho al chofer a dónde íbamos.—No lo sé... ehh —Ryan se rascó la nuca mientras pensab
SarahCuando entré a casa, Xavier estaba sentado en el sofá, con las piernas cruzadas y un libro abierto en el regazo, tan tranquilo, tan relajado. ¿Cómo podía estar así después de haber mandado a Ryan al hospital?—¿Obtuviste lo que necesitabas? —no pude evitar el tono de reproche, y él no tardó en percibirlo. Me quité los zapatos y me senté en el sillón frente a Xavier.—¿Cómo está el chico? —preguntó sin apartar la mirada del libro. Tenía la m*****a costumbre de responder una pregunta con otra, y aquello me irritaba—. Has hecho muy bien en llevarlo al hospital —agregó aún viendo el libro—. Ahora el chico cree que te preocupas por él y que tu amistad es genuina.—Sí, lo tengo en mis manos —dije fingiendo ser toda una villana, pero no lo era. Realmente me preocupaba por Ryan; estar con él en el hospital no fue parte de un personaje ni una jugada que me acercara a mi "anhelada venganza".—¿Quién te ha traído a casa? —preguntó cerrando el libro, como si no tuviera conocimiento de cada u
SarahAbrí el bolso y, además de un monedero, encontré un frasco de pastillas. "Dyana K." era el nombre en la etiqueta; el medicamento era algo como "oxi..." de no sé qué cosa. Le puse una píldora en la boca, y dudé que pudiera tragarla, pero lo hizo sin siquiera un sorbo de agua. Abrí una bolsa de galletas para Addy, lo cual resultó ser el distractor que esperaba. Observé a la chica: su cabello era rubio y muy corto, un poco masculino. Llevaba pantalones blancos anchos de lino, una camiseta de seda blanca y un blazer amarillo. Su estilo era una mezcla de bohemio y elegante; no parecía una adicta, excepto por la forma en que se marcaban sus huesos debajo de la piel.—Gra...gra...ci...cias —balbuceó; su cuerpo se tambaleó, y la sostuve. Su perfume era una mezcla de madera y café.—Muchas gracias —dijo finalmente—. No sé qué habría hecho.El medicamento parecía haber activado un interruptor en su cuerpo: ya no parecía tensa; sus manos habían soltado el carrito de compras.—No fue nada —
Sarah—Veo que conoces a Rubí —dijo Devon antes de sentarse.—¿Rubí? —Dayana parecía confundida—. ¿Quién es Rubí?—¡Yo! —Debí gritar muy fuerte, porque ambos me miraron espantados—. Soy Rubí.—Pero me has dicho que te llamas...—Sarah es mi segundo nombre —dije en un susurro. Miré de reojo cómo Cristhian se acercaba—. Pero prefiero que me llamen Rubí. —¡Por favor, no me llamen Sarah!, pensé.Me levanté de golpe.—Lo siento, tengo que irme.Di dos pasos hacia Cristhian, pero me devolví al recordar a Addy. Les sonreí a Devon y a Dayana, o al menos intenté hacerlo. Ellos sonrieron, algo nerviosos.—Di chau, Addy.—Chau, Addy —repitió Addy, mientras yo caminaba a zancadas hacia Cristhian.—¿Conoces a Devon?—Qué forma extraña de saludar —dijo él, frunciendo el ceño. Su mirada intensa esperaba una respuesta.—Conozco a su hermana —le mentí. A ambos los conocía poco, pero sabía más de Devon que de Dayana—. A él lo conozco por sus libros, nada más.—¡Rubí! —La vocecita aguda hizo que mi cora
Queridos lectores.Muchas gracias por leer esta historia. Si les ha gustado les invito a dejar un comentario y calificar con cinco estrellas. También pueden dejar comentarios de frases, párrafos o capítulos en específico. Su interacción con la obra me ayuda mucho a alcanzar mis objetivos como autora y me anima a seguir escribiendo para ustedes.
Sarah-Problemas con Xavier -le dije lo primero que se me ocurrió.-¿Quieres beber algo? -traté de cambiar el tema.-Una copa de vino estaría bien -asentí con la cabeza y caminé hacia la sala de estar.-Entonces, Xavier es el causante de tus lágrimas -dijo, arrugando el rostro como si pronunciar su nombre tuviera un sabor amargo-. Por cierto, ¿está en casa? Quisiera saludarlo.-Está de viaje -dije mientras cogía un par de copas y las colocaba en una mesilla de vidrio en el centro de la sala.-¿De negocios o de placer? -preguntó, y supe a qué se refería.-La verdad es que no lo sé -fingí estar muy afectada-. Ese es el problema; siempre hemos sido sinceros, pero últimamente ha estado muy extraño, no me dice a dónde va ni por qué.-Creí que no te importaba que se viera con otras personas -dijo, sentándose. Serví su copa y luego la mía.-No me importa. Me gusta nuestra relación porque no nos limita el uno al otro, pero no me gusta que me mienta.-¿Realmente funciona? -Cristhian olió el vi
CristhianLo que sentía por Rubí era pasión desenfrenada, un deseo enfermizo que por momentos me nublaba el juicio. Por un instante, mi mente salió de mi cuerpo y mi cerebro no parecía tener control sobre mis acciones, hasta que la imagen de Elena en el hospital me vino a la cabeza. Entonces, tuve que detenerme. Elena no merecía lo que le estaba haciendo. Habíamos prometido empezar de cero: sin traiciones, sin secretos.—No puedo... —susurré.El ceño de Rubí se frunció. Cogió la camiseta y se la puso en un movimiento veloz, como si de pronto sintiera vergüenza de su desnudez. Se levantó y caminó a zancadas hacia la puerta.—Vete —ordenó tajante.Asentí con la cabeza. Entendía bien su reacción; sabía que mis acciones la tenían confundida: el beso en la cabaña, mis palabras asegurándole que no había sido por despecho y, luego, retractarme de eso. Mi intención no era jugar con ella, pero todo parecía indicar que eso era exactamente lo que estaba haciendo. Obligando a mis piernas, di un pa