Capitulo 4

Cariza.

El día pasó rápidamente para mi desgracia. En estos momentos la estilista hace su trabajo de hacerme ver radiante (si como no). Mi madre vino junto a su marido, el hombre que un tiempo consideré mi padre, ambos quedaron en el living, por el momento no deseo verlos a ninguno.

—Señorita ya está lista, se ve hermosa y radiante—comenta la estilista.

—Gracias—agradezco en un susurro.

Me levanto y miro mi reflejo en el espejo, el vestido de novia es de tubo muy lindo. Tiene un hermoso velo en forma de corona, si estuviera enamorada me sentiría la chica más afortunada por el hermoso vestido.

Respiro sacando todo el aire que se acumuló en mi interior, reprimo las lágrimas que amenazan con salir.

—Hija luces hermosa—comenta mi madre mientras me ayuda para acomodar el velo de novia. 

Ni siquiera tengo deseos de responderle.

El jardín se encontraba repleto de invitados desconocidos, está decorado con varias flores, rosas blancas a su alrededor, las mesas con mantel blanco y muy fino, los sillones decoran un hermoso lazo de lado. Había muchos espectadores. Me pregunto si se encuentra algún conocido? Niego y sin percatar me encuentro con los ojos verdes de Arthur. El sonrió elevando la comisura de sus labios, se acercó a mí, guiándome enfrente de los abogados. Apreté mis manos sintiendo un inmenso deseo de huir, no obstante no tenía idea de cómo hacerlo.

La boda sin amor se realizó, no tengo idea de cómo trascurrió todo, ya que parecía un alma sin vida o peor como un títere que obedecía todo. Los aplausos y el bullicio de los invitados se hacen presente sacándome de mi trance, miro el anillo en mi dedo anular y me percato que ya me he casado.

—¡Besooo, besooo!—gritaron varias personas.

Arthur levanta el velo y me sonríe de oreja a oreja. Roza su labio con los míos, cierro los ojos por inercia, él se separa y pide a gritos que la fiesta empiece.

Muchas personas a la cual no conozco se nos acercan y felicitan. Mi madre está llorando, trata de acercarse a mí pero yo le niego que no lo haga, el dolor aún está intacto, por el momento no quiero hablar con ella, no ahora.

Arthur toma mi mano, rodea mi cintura y me pide que baile con él. Creo que esta falsedad duró sus tres horas,  ya estaba harta.

Al entrar a la habitación quedo en shock viendo la gran cama que está lleno de todo tipo de rosas rojas, blancas y hasta negras, en la mesita de noche dos copas y una botella de vino. Trago saliva, Arthur entra y cierra la puerta con llave. Me toma en sus brazos y me lleva hasta la cama me baja y temblorosa le pregunto.

—¿Qué vamos a hacer?

—Lo que todos los recién casados hacen.

Se quita el saco y luego desabotona la pajarilla de su cuello se apega a mí, besando mi cuello sus manos bajan el cierre de mi vestido y este cae al suelo. Mi cuerpo tiembla del miedo, cierro los ojos para no ver como su mirada está oscureciendo por la excitación. Puedo sentir como sus manos juegan con el cierre de mi sostén, luego con mi ropa interior. 

Madre Mia

—Abre los ojos, quiero que veas lo que voy a hacer— susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja. Un nudo se forma en mi garganta, abro los ojos encontrándome con las de él, recorre mi cuerpo con lasciva.

Miro la copa y lleno en contenido, tomando dos sorbos.

—Haz lo que quieras—Le digo nerviosa.

—Así me gusta—dicho eso me recuesta en la cama, se termina de quitar la ropa quedando desnudo, bajo mis ojos en su gran miembro ya duro (es la primera vez que veo un pene de ese tamaño), tiene una marca de quemadura en su pierna. Nuevamente miro su gran producto.

Oh Dios, eso no entrará en mi... sigo virgen... Las lágrimas salen de mis ojos, estos recorren mi mejilla, necesito tranquilizarme, de una puta vez,  miro la botella de vino y nuevamente tomo otro sorbo.

—Deja de llorar, acaso eres virgen?

Asiento sollozando.

—Sírveme otra copa— le pido molesta, el ríe a carcajadas y me  sirve el vino a lo que lo bebo de un sopetón, nuevamente tomo otro y el solo me observa.

—¿Entonces eres Virgen? Pensé que ya te habías acostado con ese idiota que decías llamar novio— Lo mire mal.

—Mil veces hubiese sido mejor estar con el hombre que amo y no con un desconocido que me compró, porque seguramente nadie lo ama.

No sé por qué le dije eso sus ojos se agrandaron. Aprieta sus manos con fuerzas, formándolo en puños pensando que me golpearía cubro mi rostro con las manos.

—No te golpeare, con el tiempo aprenderás a respetarme. 

Trago saliva y tomo un sorbo más, ya me encuentro mareada y quizás no sienta nada. La Bestia de Arthur se me acerca como un lobo ardiente, besa mi labio y luego baja dejando besos suaves en mis pechos, trato de cerrar mis ojos pero los abro al sentir como su lengua baja hasta mi vientre laminado la parte baja, sin percatar muerdo mis labios de lo delicioso que se siente. Luego me recuesta en la cama y se  posiciona en medio de mis piernas. 

—Vas a suplicar por más— Replica rozando su lengua en mi vagina. No digo ni una palabra  porque de nada me sirve.

Esta vez cierro los ojos y solo siento que besa mis labios con dureza, adentra su lengua buscando la mía, trato de no corresponder pero de nada vale mis esfuerzos ya que este ha succionado hasta mi lengua. Siento su pene rozar en la entrada de mi vagina pienso que lo hará con fuerzas pero es lo contrario ya que juega conmigo hasta sentirse mojado, que vergüenza creo que me ha salido un liquido

—Ya veo que estás lista para mi, esposa Mía.—Susurra mordiendo el lóbulo de mi oreja.

Su pene entra en mi interior, siento un poco de dolor y ardor pero no me quejo solo dejo que siga con lo que empezó, sus embestidas son suaves una y otra ves hasta que sale nuevamente, levanta mis caderas y esta vez me penetra con más rapidez y a la vez juega con mi clítoris luego con mis senos, los aprieta descendiendo con besos hasta llegar a mi vientre, con la mano libre acaricia mi pierna.

Dejo que él haga lo que quiera conmigo, total se ha llevado mi virginidad. Escucho como emite sonidos de su boca, jadea excitado, su sudor se mezcla con el mío, cierro los ojos al sentir un líquido mojar mi entrepierna, muerdo mi labio inconsciente y un jadeo involuntario sale de mi boca.

No sé qué m****a es esto pero se siente una sensación deliciosa.

—Eres tan apretada y te ha encantado.

Mi cuerpo me está traicionando, ya que muevo mis caderas al sentir varios espasmos en mi interior.

—¡Ah!—grito al presenciar como mi vagina derrama un líquido placentero y satisfactorio.

Me odio a mí misma al disfrutarlo.

—Te gusto, aunque me lo niegues—comenta saliendo de mi interior.

Nuevamente el ardor se hace presente. Ignoro su estúpido comentario ya que me duele mi vagina, él baja dejando besos hasta mi ombligo, se levanta de encima de mí y luego se recuesta al lado mío, su pecho tonificado sube y baja se nota cansado. Quiero levantarme de la cama pero el cansancio me gana.

—Estás sangrando toma límpiate.

Me extiende una toalla, limpio mi sensibilidad luego las piernas.

—Ahora duerme chiquita, que mañana te falta mucho por hacer.

Le doy la espalda, cierro los ojos y pienso en Max. Como me arrepiento de no haberle entregado a él mi virginidad, mi corazón se aprieta por el dolor de haberle engañado. Soy una traidora. Ya que disfruté hasta el último momento en que este hombre me penetraba.

Perdóname Maximiliano.

                    

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