Capitulo 5

Las lágrimas brotaron de mis ojos como un torrente que se rompe, y el dolor de mi corazón casi me ahoga.

Había pensado ingenuamente que el día que me pusiera el vestido de novia sería el comienzo de una vida con Max, y no como era hoy, obligada a ponerme delante de un desconocido y ponerme un anillo.

El destino me había empujado cruelmente al abismo, y yo ni siquiera tenía fuerzas para luchar.

He sido comprada por un desconocido.

Ahora comprendo lo que mis padres conversaban en la mañana.

—Sí y eso que ahora el desea cobrar... la compró y nuestro deber es entregarla —decía mi padre.

Desde cuando él me compró mejor dicho ¿por qué me compró como si fuera un objeto? Cuál es su propósito conmigo? Lloro frustrada, preguntándome una y mil veces.

No podía dejar de llorar, el dolor de mi corazón llegaba en oleadas como las olas del océano.

¿Por qué yo? ¿Por qué me hicieron esto mis padres?

Habían sido las personas en las que más confiaba, pero me habían enviado al abismo con sus propias manos.

¿Quién demonios era ese hombre? ¿Qué demonios pretendía comprándome?

¿El futuro sería una oscuridad sin fin, o un dolor más profundo?

Los pensamientos se agitaban y mi respiración se aceleraba, como si incluso el aire estuviera consumido por la desesperación.

Entra una señora de servicio a la habitación, ella me avisa que la cena ya está servida y que él señor desea verme en la mesa. 

Me paré frente al gran espejo de la esquina de la habitación, en el que me veía hecha un desastre.

Tenía los ojos enrojecidos e hinchados por el llanto y en la cara se me notaban las huellas de las lágrimas no secas.

La ornamentada decoración de la habitación contrastaba fuertemente con mi imagen, haciéndome sentir como si me hubiera entrometido en un mundo que no era el mío.

Contuve mis manos temblorosas y me maquillé a regañadientes, con la esperanza de ocultar mi crisis interior.

Peino mi cabello, arreglo mi rostro con un poco de maquillaje que encontré en la mesita de noche. Al terminar salgo de la habitación, bajo las gradas con lentitud ya que me duele la cabeza. Me siento en la silla de madera fina, los ojos verdes de Arthur me miran sin pestañear, llama a una de las sirvientas le dice que me sirva la cena. Esta obedece sonriendo, trae la cena y la deposita enfrente de mi, es una muchacha morena, cabello negro, tendrá sus 22 años. Por cierto es lindísima y hermosa.

—Espero que comas todo lo que mandé a preparar para ti—replica serio. 

Asiento mientras picoteo el pollo asado, lo observo y por primera vez no deseo comerla.

—¿Qué ocurre, no te gusta?— suelto un suspiro, trato de no prestarle atención. 

Luego de haber cenado en un horrible ambiente, subí a ducharme, me despojé de la ropa prendí la regadera y deje que el agua hiciera contacto con mi piel, mientras froto mi cuerpo varios sollozos escapan de mi boca, lloro derrumbándome y a la vez preguntándome que me tocaría vivir desde mañana, al ser una mujer casada o mejor dicho una chica atada a un hombre desconocido, el cual no ama, no conoce, quizás sea mayor que yo,  tampoco es un vejete se ve como de sus veintitantos.

Visualizo mis maletas las abro y elijo unos pants para dormir y una blusa de tirantes. Seco mi cuerpo y me visto rápidamente antes que entre ese hombre. (De todos modos te va a ver ) me replica una voz en mi interior. Me recuesto en la cama y pido al cielo que este sea sólo un mal sueño, aunque obvio no lo es. Cierro los ojos dejándome llevar por el cansancio.

Unos ruidos prominentes de una de las tantas habitaciones me hace abrir los ojos, miro para todos lados en busca de ese hombre, pero tal parece que no durmió aquí.

Que alivio.

Observo por la ventana y aún es de noche.

Nuevamente se oye el ruido pero esta vez en forma de gemidos, estos llaman mi atención y camino de puntillas. No me había fijado en la puerta que está dentro de esta habitación. Vaya, será el baño o alguna puerta secreta como la de Cristian Grey, pero error ya que al abrirla me quedo helada al ver la escena, Arthur está con la chica del servicio la morena hermosa. 

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