Capitulo 5

Arthur.

Chiquilla tonta. Ella pagará todo lo que me ha hecho su m*****a familia. Si piensa que nuestro matrimonio será perfecto, está equivocada.

El infierno recién empieza.

Termino mi baño, me envuelvo en el albornoz al salir del baño lo primero que veo es a ella, su cuerpo desnudo en mi cama es como una escultura perfecta. No pensé que fuera virgen, después de todo ya que la vi en varias ocasiones con ese tipo. No voy a mentir, me siento satisfecho sabiendo que fui el primero. Ella no tiene idea de todo el dinero que pagué por tenerla. Cuando empecé a obervarla apenas tenía 14 años, después le propuse un trato a su padre, quién no dudo en aceptarlo. Cuando sepa quién soy realmente lamentará por haberme vendido a la chiquilla. No cabe duda alguna que Demetrio no tiene corazón y tampoco la quiere, si no fuera yo quien la compra estoy más que seguro que la vendería al mejor comprador.

¡Mierda! Lo mejor es no

pensar en eso.

Imaginar a mi ahora esposa en manos de otro hombre me enfurece. Ella es la presa perfecta para saciar mi odio, sin embargo no me gustaría que otro hombre la tuviera.

Me acerco a la cama y le arrebato las sábanas de su cuerpo. Está desnuda y su cabello rubio se esparce por las almohadas, me pongo duro con sólo mirarla.

Increible, ella hace que sienta esto.

—Despierta— replico con voz autoritaria a lo que ella se remueve en la cama, se levanta bostezando, restriega sus ojos y mi observa de mal modo—Tenemos cosas que hacer.

—¿Qué cosas?—Inquiere negando.

—Sólo levántate, no me gustan las perezosas— Le Ordenó, nuevamente se recuesta, camino con pasos rápidos hasta la cama me inclino y la tomo del brazo con fuerza. Ella se queja, pero la ignoro, la jaloneo hasta el cuarto de baño —Date un baño, y al salir, inmediatamente te quiero abajo. No me hagas esperar.

—Ay te pasas eh, pareces un loco— esta chiquilla que se cree

—Alijerate o te daré unos buenos azotes en ese trasero.

—Vale, está bien— Cede asintiendo, sabe que no tiene opción.

Al entrar cierra la puerta del baño, mientras que yo me acerco a la cama para mirar rastros de sangre. Sonrió como un estúpido recordando que fui el causante. Mi pene ha sido el único en estar en su interior 

Ella es mía,  Cariza Goldy, es toda mía.

Salgo de la habitación, le ordenó a la sirvienta que limpie este desastre, en la habitación, voy al comedor para desayunar. Me siento en la silla al final de la mesa, Carmen  me sirvan el desayuno. La chica morena con la que tenía sexo me guiña un ojo y sonríe, mientras deja los cubiertos.

—Buenos días señor— Se acerca toda coqueta.

—¿Crees que puedes sonreírme?—inquiero molesto—Te pago para trabajar no para sonreír. Sírveme que para eso estas aquí.

Ella me mira con los ojos bien abierto pero termina asintiendo. ¿Piensa que tiene derecho sólo porque nos hemos acostado? He tenido encuentros con ella y admito que es una experta en la cama, pero no la quiero para otra cosa que no sea follar. Ahora tengo a mi esposa y no pienso ser infiel no por ahora.

Soy un hombre que jamás sentirá amor por nadie, aunque esté casado. Lo mío con las mujeres sólo es placer y lujuria. Tengo veinticinco años de edad bueno pronto los cumpliré, poseo lo que deseo sin restricciones. Nadie puede cambiar mis ideales, soy un tanto arrogante, presumido y uno de los empresarios más ricos del país. Fui pisoteado antes de llegar a donde estoy, antes era un pobre diablo, ¿pero ahora? Un gran magnate deseado por miles de mujeres. El Arthur de antes murió y ahora lo tengo todo.

Cariza por fin baja al comedor y no puedo dejar de mirarla. Ese vestido se ajusta muy bien a su pequeño cuerpo. Sé que tiene sólo diecinueve años, le llevo casi seis años y sus padres me cedieron el permiso para casarme con ella. Lanzaron a su hija a la boca del lobo, sin tener idea de lo que les espera 

—Buenos días—Saluda tímidamente con esa voz que no asusta ni a una mosca.

—Siéntate, y come— Replique con tono hostil— Iremos de paseo en caballo, así que no demores.

Sus ojos azules se abren con sorpresa.

—¿Iremos?

—¿Acaso estás sorda?— Pregunté exasperado—Ahora come.

Asiente mientras la sirvienta le sirve el desayuno. Cariza empieza a comer su tocino como si de un pajarito se tratara, me irrita que sea tan inocente. Mientras desayunamos no quito la mirada de ella. Algo en mi interior se remueve y la culpa me invade.

¿Por qué le haces daño? Ella es muy sensible.

Mi voz interior me reprocha, niego con la cabeza quitando ese pensamiento. Soy esto, me han convertido en un diablo. Mi parte buena ha muerto, nadie lo va a revivir, debo vengarme eso me grita mi cerebro todos los días.

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