CINCO AÑOS DESPUÉS.
...—Isabella está embarazada.Cuando escucho esas palabras, fue como si unas dagas se hubieran incrustado dentro de su ya débil corazón.—¿Por qué? —susurró.Él alzó una ceja.—¿Por qué, qué? ¿Te parece extraño? Pensé que ya lo esperarías.Ella negó con la cabeza, frustrada—Eso no es lo que digo. Te pregunto a ti, ¿por qué me hiciste esto? ¿por qué ella y no yo?Odiaba estar sumergida en el dolor justo frente a él, dejándole ver cuánto le afectaba su rechazo.—Jamás te ame, parece que no lo recuerdas con claridad, pero jamás te ame, Annabeth. Ni siquiera como mi secretaria pudiste hacer un buen trabajo, todo el tiempo solo deseaba reemplazarte por alguien más eficiente.Sus piernas no pudieron soportarlo más y cedieron, llevándola al frío suelo inmediatamente.No podía mirarlo más a la cara, no podía enfrentar más su odio y desprecio.Tras cinco años de matrimonio, al fin podía darse cuenta de la realidad...Su esposo jamás la amó, y nunca lo haría, porque siempre estuvo enamorado de esa otra mujer, nunca dejo de verla y amarla. Incluso ahora, ella estaba dándole aquello que Beth no pudo: un hijo.Se tragó el nudo ardiente que tenía en la garganta.—¿Qué pasará entonces, Dominik?—Nos vamos a divorciar. Así que no lo hagas más difícil —espetó, sin nada de tacto. Entonces le dió la espalda y se marchó para dejarla sola con su miseria.A sus veintiséis años, seguía siendo joven a pesar de haber pasado por un matrimonio tormentoso durante cinco años que le sabía a uno treinta años.Por alguna extraña razón, su salud mejoró poco después de irse de casa, pero sus ciclos menstruales eran tan irregulares que jamás logró concebir.Se sentía tan vacía. Como un cascarón despedazado, incapaz de albergar nada dentro.Pero en esos cinco años de matrimonio, no todo había sido tan malo como parecía.Hubieron momentos increíbles, que le hicieron seguir creyendo en su matrimonio, en su amor. Cosas que le hicieron creer que estarían juntos para siempre, pero todo inicio tenía un fin.Trabajo para el como su secretaria durante un maravilloso año, hasta que la reemplazó por su amante; ahora entendía porqué tanta insistencia para que se conviertiera en una ama de casa.Pasó de ser su secretaria a esposa, y pensó que aquello era la mejor decisión... Pero se equivocó.Aún recordaba las miradas de los demás empleados en su dirección cada vez que se cometía un error en la oficina y el jefe le cerraba la puerta en las narices."—¿Por qué no puedes hacer bien tu trabajo? ¡Un pasante lo haría mejor que tú! —le solía gritar su jefe/esposo."La mujer ilusionada y enamorada comenzó a perder las esperanzas con el pasar de los años. Su esposo dejo de pedirle cosas como su secretaria hasta que un día que cayó enferma, al día siguiente regreso a la oficina para darse cuenta de que ya le tenían un reemplazo: Isabela Donovan."—Desde ahora, dejarás de ser mi secretaria personal. Pasarás a ser la asistente de Isabella, acatarás sus órdenes sin causar problemas —había ordenado su jefe."En ese entonces no sabía que ella era su amante, pero cuando se dió cuenta el mundo se le vino encima y fue difícil de asimilar, después de verlos follando en la oficina.Respiró profundo y se irguió. Limpió sus lágrimas y frunció los labios con fuerza.Estaba cansada.Ya no soportaba seguir siendo la esposa sumisa, leal e incondicional.¿A qué la había llevado eso?Solamente sufrió, cada vez más doloroso que lo anterior, le quitó su libertad financiera cuando dejó de trabajar para él y no le permitió ejercer su profesión...Salió de la oficina de su aún esposo, con paso decidido.Quería descubrir por qué, no iba a quedarse mirando como le quitaban a su marido sin saber los motivos por los cuales él la trató así, sin ella haberle hecho nada.Se tomó un baño y rápidamente se vistió con el vestido más costoso que encontró.Odiaba demostrar que era parte de la m*****a alta sociedad, pero ese día quizás le serviría a favor.Luego, subió a la camioneta y manejo con dirección a la casa de su cuñado.Dominik y Sammael eran hermanos gemelos idénticos, compartían exactamente la misma cara, en ocasiones era difícil diferenciarlos a excepción de una anomalía en los ojos de Sammael, uno era azul cielo y el otro gris, pero del color de una tormenta.Heterocromía, una peculiar condición que solamente su abuelo tenia además de Sammael.Él podía darle las respuestas que buscaba.Cuando llegó a su casa, sintió nervios aflorar en su vientre. Sammael y Beth tenían una relación... algo complicada.Originalmente, debió haberse casado con él.Pero un accidente que casi lo mata lo dejó postrado dos años, y en ese tiempo todos pensaron que jamás despertaría así que la comprometieron con su hermano.Creció con los dos, pero Sammael... todo era tan intenso con él, y no podía soportarlo.Prefería la fría actitud de Dominik, al menos de él sabía lo que podía esperar, ya estaba acostumbrada a ese trato.Sus padres eran similares.Estacionó frente a su departamento de soltero, sin saber si bajar o no.Apretó fuerte los dientes y bajo, entonces tocó el timbre.No estaba preparada para que al abrir la puerta, la dejara sin aliento.Los gemelos Blake tenían algo inusual, eran como un imán, era imposible no voltearlos a mirar o quedarse como idiotas mirándolos.—Anna —murmuró sorprendido.«Anna», susurro mentalmente.Solía llamarla así, nadie más lo hacía. Solo Sammael.Por alguna extraña razón, para todos ella era Beth, solo Beth.—Sam —saludó en respuesta.Recibió una ceja alzada de su parte.—Tienes años sin llamarme así, ¿sabías? Es un poco extraño —respondió haciéndose a un lado para que ella pudiera entrar.Asintió, con una tímida sonrisa.—Lo sé, perdón. Entiendo que no tengo derecho a actuar como si fuéramos todavía unos críos, pero algunas costumbres nunca se van.Caminaron a la sala.—Toma asiento.Sammael se quedó de pie mirándola, por lo que ella hizo lo mismo: llevaba una camisa holgada blanca y unos pants negros, desde luego ese día solo planeaba estar en casa.Su cabello castaño estaba despeinado.En pocas palabras, incluso sin intentarlo, estaba arrebatador. Era injusto que algunos tuvieran esa clase de suerte.—¿Qué necesitas, en qué te puedo ayudar?Su mirada la recorrió de pies a cabeza, como tomando nota de su aspecto.—Vengo a preguntarte algo que quizás sepas o no, pero incluso si me lo inventas, quiero saber algo —empezó diciendo, algo dudosa en si lo haría o no.¿Por qué lo haría? Era su hermano, probablemente no le diría nada.En cambio, Sammael asintió.—Tu hermano acaba de pedirme el divorcio —confesó, aún le costaba asimilarlo.Eso provocó que la mirara sorprendido.—¿Al fin?Ella apretó los labios.Quizás no habían ocultado con suficiente fuerza que no eran un matrimonio exactamente perfecto.—Sí, su amante está embarazada. Sé que Dom y tú no son exactamente unidos, pero es probable que sepas el porqué. ¿Qué hice para ganarme su odio?Él ladeó la cabeza en respuesta y luego pareció pensárselo antes de hablar.—Eso es técnicamente imposible. —Cuando notó su confusión, aclaró—: Es imposible que ella esté embarazada de mi hermano.Aquello logró que la sorprendida sea Beth ahora.—¿Qué dijiste?Se cruzó de brazos antes de responderle unos segundos cruciales después.—Mi hermano se operó, se hizo una vasectomía. La llevo acabo cuando se casó contigo.Su corazón estalló de dolor.—¿¡QUÉ?!Eso lo cambiaba todo... absolutamente todo. Porque significaba una cosa, una sola cosa...—Todo, todo este tiempo yo...—... no fuiste tú la del problema —agregó por ella.Beth se derrumbó en el sofá. No daba crédito a lo que estaba escuchando.—Si eso es verdad, ¿cómo es que ella está embarazada? —preguntó sin poderlo evitar.—Lo revirtió hace poco menos de dos meses. Pero su médico me envió a mi los resultados por error, él aún no tiene siquiera un conteo regular de esperma. Sigue sin poder embarazar a nadie.Se quedó con la boca abierta, no pudiendo dar crédito a lo que escuchaba.—¿Por qué no se lo has dicho? —musitó con el corazón acelerado.La risa de Sammael llenó la estancia.—Porque me lo debe. ¿Recuerdas? Tú serías mi esposa de no ser por mi accidente. Así que ahora, prefiero que el destino se encargue solo.Beth se quedó sin respiración.—Así que todavía no nos perdonas —dijo con voz ahogada.—Sí los he perdonado. Pero recuerda mi nombre... no soy exactamente de los que olvidan —espetó con dureza—. Aunque no sintieramos nada el uno por el otro, y créeme que eso es lo de menos, me sentí humillado cuando al despertar mi prometida estaba casada con mi gemelo.Ella bajo la mirada.—Jamás vas a olvidarlo, ¿cierto? —susurró con pesar, le dolía el alma pensar en su pasado, los tres juntos.Bufó y negó con la cabeza.—¿Tú lo olvidarías?Esa fue una pregunta bastante acertada.—Touché. Tienes razón en no dejarlo pasar, pero trata. Fuimos buenos amigos.Él se acercó tan deprisa que su labio tembló de miedo.Sammael apoyó las manos en ambos lados del sofá, encerrándola.—Fuimos más que buenos amigos, querida.Ahogó un grito por sus palabras. Había sido un error ir ahí, los recuerdos del pasado la atormentaron.No quería recordarlo, en ese momento todavía era la mujer de su hermano.—Eso fue hace casi diez años, Sam.—Y todavía sigue fresco en mi memoria.Se miraron unos segundos a los ojos antes de que él se levantara como si nada hubiera pasado.—Está en tus manos tomar la decisión de decirle o no, pero no me metas en sus problemas —dijo antes de darse la vuelta e irse a la cocina.Sammael y Beth solían estar en las reuniones familiares y eventos en los cuales era necesario reunirse, pero tenían años sin estar verdaderamente solos.Años sin hablarse como dos personas que se conocieron desde la infancia en lugar de como dos conocidos que solamente eran familia política.—¿Irás al cumpleaños de tu abuela? —No pudo evitar preguntarle.Él asintió aún dándole la espalda, estaba tomando un Powerade.Su cuerpo no era musculoso en exageración, era de complexión media pero bastante varonil. No sabía cómo dos hermanos que eran casi dos gotas de agua podían ser tan distintos.—Entonces te veré ahí, supongo. Tengo que irme a casa —murmuró levantándose del sofá.—¿En serio vas a volver? Creí que ya lo habrías sacado de la casa.Beth mordió su labio inferior, y no se le pasó por alto la mirada que Sam le dió.—Sí que lo haré, pero en cuanto la abuela esté mejor. Por el momento, es mejor llevar las cosas con calma —respondió sin saber realmente lo que sucedería de ahora en adelante con su marido.Él se giró para mirarla nuevamente, parecía decicido.—Respecto a tu primer pregunta, la verdad es que Dominik amaba a Isabella desde que eran adolescentes. Ser forzado a un matrimonio contigo no le hizo gracia. Claro que me enteré hace pocos años, al principio pensé que solo era imaginación mía. No era así como recordaba que te trataba en nuestra infancia y adolescencia —confesó.Otro dardo se clavo en su corazón. Así que por eso era.Todos esos años, quizás desde antes del accidente, Dominik ya amaba a Isabella.Ahora todo estaba en sus manos, ¿le decía o no?La casa estaba en silencio cuando volvió. Le costaba respirar con cada paso que daba, pero al menos ya tenía más conocimiento que hace unas horas. Ahora quizás ya podría enfrentarse a su nueva vida.Una vida en la cual su matrimonio estaba casi oficialmente acabado.Al acercarse, divisó una luz en medio de la sala todavía encendida. Era algo extraño, ya que él solía no estar por las noches.De pronto, su voz llenó el vacío.—¿En dónde estabas, Beth? —había algo de dureza en su tono, pero lo desestimó.—Salí a caminar, Dominik. ¿No crees que eso es algo normal, teniendo en cuenta la situación? Estuvieron cara a cara cuando ella se paró enfrente de él. Sus ojos fríos como el hielo la taladraron en su sitio.—No puedes dar de qué hablar en los medios, aunque dejemos de ser marido y mujer debes mantener una imagen intachable.Alzó una ceja, inquisitiva.—¿Es esa una orden o una sugerencia? —preguntó con ironía.No se esperaba que él se levantara tan rápido, así que trastabillo para ale
Tan solo unos días después comenzó a organizar la que sería su nueva vida. Investigó todo lo que pudo y decidió que en ese mismo día, llevaría a cabo lo que había estado ideando en silencio.El joyero detrás del mostrador le sonrió admirado.—Señorita, debo decirle que esta pieza es exquisita. Totalmente original. ¿Está segura de que quiere venderla? Sería una pena... —comenzó a decirle. Alzó una mano para interrumpirlo.—Estoy segura, puede proceder con la venta.Después de la valuación, le dieron poco más de un millón y medio de dólares por el collar, sobre todo por las piedras preciosas que tenía incrustadas. Ella sabía que se podía obtener mucho más, pero era un buen inicio.Perteneció a la abuela de Dominik. Se remontaba a una herencia de siglos atrás, pero ahora sería su boleto a la independencia.Una hora después, el banco ya había depositado a su cuenta el dinero del cheque.Salió rumbo a una boutique de ropa y gastó miles de dólares en ropa de lujo que siempre había queri
Los padres de Dominik parecían mantener una charla agradable con su hijo. Era posible que en ese momento su suegra estuviera culpándola por su retardo. ¿Pero qué podía hacer? Todavía temblaba del coraje y el frío.Rebuscó en su armario hasta que encontró un vestido que su marido odiaba con el alma. Era el vestido que usó en su noche de bodas, pensaba que sería una noche inolvidable... pero la dejó sola en la cama. Trató de apartar de su mente aquellos malos recuerdos. Ella era tan joven que le dolía haber sido una tonta ilusionada.Después de ducharse rápido y secarse el cabello, sacó el vestido de su funda.El vestido era blanco y le llegaba debajo de los muslos, decentemente escotado pero dejando su espalda al aire libre. La parte de las piernas era muy pegada al cuerpo, así que decidió no usar ropa interior, justo como el día en que pensó tendría la noche de bodas más mágica del mundo. Un lazo le rodeba el cuello y caía por la espalda. Se calzó unos tacones también blancos y tomó su
Beth sabía que aquella cena no iría bien, nada más viendo las caras de los invitados.En primer lugar, ¿qué hacían ahí las amigas chismosas de la tía de Dominik? Ella pensaba que aquello debería de ser una reunión privada. Pero lo que Beth pensara no importaba. Eso no las detenía de que la mirasen de arriba hacia abajo como si fuera menos que una mosca.Lo que importaba realmente es la humedad entre sus piernas luego de la mini sesión de placer con su cuñado. Pensamientos pecaminosos en lo más profundo de su mente comenzaban a salir, se estaba volviendo loca con todo esto. Incluso sentía que todos ahí podían ver su culpable cara que recientemente tuvo un orgasmo.Arrugó la nariz sin pensar.—¡Annabeth! —Jessica, la prima de Dominik, venía corriendo hacia ella. Eso la puso feliz. Jess era muy dulce, quizás algo entrometida, pero agradable.Respiro agitada, parecía agotada por la carrera.—Te ves increíble, prima. Pensé que no vendrías —el hoyuelo en su mejilla se marcó cuando le dedicó
Sus tacones resonar al subir las escaleras, con cada paso que daba sus nervios aumentaban. No sabía qué pasaría entre ellos de ahora en adelante, solo sabía que algo la atraía hacia él. Como una polilla a la luz, se dirigía hacia Sammael. Le daba miedo que alguien la haya descubierto, que alguien pudiera intuir su oscuro secreto. Beth sabía que el poder más grande residía en quienes conocen tus secretos.Cuando llegó finalmente a la terraza, lo vió de espaldas. Destilaba una sensualidad masculina tan hechizante que no pudo despegar sus ojos de él, se estaba muriendo lentamente por las ansias de probar sus labios otra vez. Eran una adicción que jamás había experimentado.—Sam... —llamó su nombre, muy bajito. Él se tensó, y dió vuelta lentamente. El brillo de lujuria en sus ojos eran evidentes, así que supo que no había malinterpretado sus intenciones. Ambos querían esto, y en cierta forma eso la reconfortó.Llegó a considerar la posibilidad de que no sería deseable para ningún hombre.
—¿Está segura de que es efectiva? —preguntó Beth, nerviosa.La dependienta pareció dudar un poco.—Bueno, como todos los métodos, tienen su margen de error; y ese es solo de emergencia. Estoy segura de que un médico le puede explixar mejor que yo, perdón —dijo con una expresión de disculpa.Ella asintió y salió de la farmacia.A la mañana siguiente simplemente salió huyendo en cuanto tuvo oportunidad. No tenía ganas de ver a su marido. Pero sobretodo, a su cuñado.Se subió al carro, y manejó a su nueva casa. Ya estaba estacionado el carro de alguien más, así que se estacionó a un lado y entro en la casa.—Señora Grey, está aquí su invitado —le aviso su ama de llaves.Beth sonrió y se dirigió a la sala. Ahí estaba un hombre joven de casi treinta años, esperándola.—Hola, MinHyuk, qué gusto me da verte —lo saludó.Él le tendió la mano.—Un placer volver a verte, Annabeth. Estoy feliz de verte tan bien.El hombre coreano mantenía el rostro serio, pero afable. Sabía que así era él.—¿Crees
El despertador estaba sonando cuando por fin abrió los ojos. Miró al techo durante un buen rato, estaba muy cansada.Tres orgasmos son suficientes para hacerla ir al cielo, así que durmió hasta las 11 de la mañana. Pero jamás se había sentido más feliz.Bajó a la cocina, descalza. Necesitaba desayunar, le dolía el estómago. Por suerte encontró fruta picada y yogurt, así que en un santiamén lo engulló todo.Miró su reflejo en el espejo del baño diez minutos después. Tenía ojeras debajo de los ojos. Ese día también iría a entrenar, un cambio no sucederá si no se esfuerza lo suficiente.—¡No puede pasar, señorita! —escuchó que gritaba el ama de llaves. Se escuchaban fuertes gritos.—¡ELLA SE LO BUSCÓ! ¡QUÍTESE!Salió rápidamente del baño y al llegar a la sala, se topó con Isabella.Vestida como una princesita, tenía los brazos cruzados y le daba la espalda. Su cabello rubio platinado estaba impecablemente peinado, hasta parecía brillar; y el elegante vestido plisado color rosa Barbie fue
Llegó a casa a las ocho. Todo estaba oscuro excepto por la luz de la sala. Ahí se encontró a su marido con una carpeta sobre la mesa. Sintió un deja vú, hace un par de días así la había recibido.«Parece el divorcio de nunca acabar», se rió para sus adentros.—Ah, al fin llegas. ¿Feliz de haber gastado mi dinero en otras tonterías? ¿Qué fue esta vez? —le preguntó apenas la vió.Beth sonrió.—No te preocupes, maridito, solo compré un poco de ropa para el invierno que se acerca. Ya sabes que soy muy delicada —se excuso.Dominik se levantó de la silla y la tomo por los hombros.—Supe lo que le hiciste a Isabella. ¿Cómo pudiste? Es una mujer en estado —sacudió la cabeza—, te desconozco.Alzó una ceja al escuchar eso.—¿Por qué? ¿Por qué no me muevo al tronar de tus dedos, es eso?Él la miró extrañado.—No, creo que eso ya no me sorprende. Lo que es raro para mí es verte siendo agresiva, recuerdo un tiempo en el que aborrecías cualquier tipo de abuso hacia alguien más débil.Eso logró sacar