10. Seguiremos casados
Llegó a casa a las ocho. Todo estaba oscuro excepto por la luz de la sala. Ahí se encontró a su marido con una carpeta sobre la mesa. Sintió un deja vú, hace un par de días así la había recibido.

«Parece el divorcio de nunca acabar», se rió para sus adentros.

—Ah, al fin llegas. ¿Feliz de haber gastado mi dinero en otras tonterías? ¿Qué fue esta vez? —le preguntó apenas la vió.

Beth sonrió.

—No te preocupes, maridito, solo compré un poco de ropa para el invierno que se acerca. Ya sabes que soy muy delicada —se excuso.

Dominik se levantó de la silla y la tomo por los hombros.

—Supe lo que le hiciste a Isabella. ¿Cómo pudiste? Es una mujer en estado —sacudió la cabeza—, te desconozco.

Alzó una ceja al escuchar eso.

—¿Por qué? ¿Por qué no me muevo al tronar de tus dedos, es eso?

Él la miró extrañado.

—No, creo que eso ya no me sorprende. Lo que es raro para mí es verte siendo agresiva, recuerdo un tiempo en el que aborrecías cualquier tipo de abuso hacia alguien más débil.

Eso logró sacar
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