9. Dame al padre de mi hijo

El despertador estaba sonando cuando por fin abrió los ojos. Miró al techo durante un buen rato, estaba muy cansada.

Tres orgasmos son suficientes para hacerla ir al cielo, así que durmió hasta las 11 de la mañana. Pero jamás se había sentido más feliz.

Bajó a la cocina, descalza. Necesitaba desayunar, le dolía el estómago. Por suerte encontró fruta picada y yogurt, así que en un santiamén lo engulló todo.

Miró su reflejo en el espejo del baño diez minutos después. Tenía ojeras debajo de los ojos. Ese día también iría a entrenar, un cambio no sucederá si no se esfuerza lo suficiente.

—¡No puede pasar, señorita! —escuchó que gritaba el ama de llaves. Se escuchaban fuertes gritos.

—¡ELLA SE LO BUSCÓ! ¡QUÍTESE!

Salió rápidamente del baño y al llegar a la sala, se topó con Isabella.

Vestida como una princesita, tenía los brazos cruzados y le daba la espalda. Su cabello rubio platinado estaba impecablemente peinado, hasta parecía brillar; y el elegante vestido plisado color rosa Barbie fue
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