Tan solo unos días después comenzó a organizar la que sería su nueva vida.
Investigó todo lo que pudo y decidió que en ese mismo día, llevaría a cabo lo que había estado ideando en silencio.
El joyero detrás del mostrador le sonrió admirado.—Señorita, debo decirle que esta pieza es exquisita. Totalmente original. ¿Está segura de que quiere venderla? Sería una pena... —comenzó a decirle.Alzó una mano para interrumpirlo.—Estoy segura, puede proceder con la venta.Después de la valuación, le dieron poco más de un millón y medio de dólares por el collar, sobre todo por las piedras preciosas que tenía incrustadas.Ella sabía que se podía obtener mucho más, pero era un buen inicio.
Perteneció a la abuela de Dominik.Se remontaba a una herencia de siglos atrás, pero ahora sería su boleto a la independencia.
Una hora después, el banco ya había depositado a su cuenta el dinero del cheque.Salió rumbo a una boutique de ropa y gastó miles de dólares en ropa de lujo que siempre había querido utilizar, pero que su condenado esposo no le dejaba por cuestiones como: «Una dama casada no debería usar ropa así».Claro que eso no le impidió a él caer por las ropas provocativas de Isabella.En ella estaban perfectas, eran casi sagradas.
Pues qué encantador sería mostrarle que no existe mujer fea, solo mal arreglada. Y en su caso, una mujer sumisa y doblegada a los pies de su marido.
Ahora que podría considerarse casi una mujer divorciada, le daba igual lo que pensaran los demás.Iba a vestirse como quisiera.
Muchos vestidos cortos, con escote, espalda abierta y aberturas en las piernas la había estado esperando todos estos años; además de las faldas cortas, de tubo, de volantes; tops, trajes de baño de dos piezas diminutas y tacones altísimos.
Era joven y ahora, adinerada.Sobre el cuerpo, no había nada que un buen entrenador y unos cuantos arreglos estéticos no pudieran solucionar.
Dejó las compras en la camioneta y manejo a la cita que tenía ese día, con mil pensamientos e ideas en la cabeza.Al llegar, admiro desde fuera lo hermosa que era la casa.Se bajó rápidamente y en cuestión de minutos, había efectuado la compra de una casa en una zona exclusiva de la ciudad.
Era una residencial muy bien ubicada y que serviría a sus propósitos.
Había visto mil veces las fotos de la casa, evaluado sus pros y los contras, hasta finalmente decidirse por esa casa.
Todo sucedía a pasos agigantados, pero se dijo así misma que no podía bajar la guardia.Faltaba mucho camino por recorrer todavía.
Al mediodía, llegaron los muebles que pidió en línea dos días antes y la decoradora se encargó de poner todo en su lugar.En realidad fueron pocas cosas ya que la casa estaba semiamueblada, pero quería que estuviera más hogareña.
El primer hogar real de su vida. Y era suyo.¿Y qué más daba si fue comprado con la reliquia familia de Dominik?
Ese sería el pago por cinco años de soportarlo a él y su odio, frialdad y desprecio.
Se iría de ese matrimonio con una sonrisa en la cara y su cuenta hinchada de dólares.
Metió la ropa nueva a lavar y al secarla la dobló y acomodo en el clóset.Utilizó los servicios de una compañía para contratar un ama de llaves, cocinera y personas de limpieza.
Para la noche, quedó de verse al día siguiente con su nuevo entrenador en casa para comenzar las sesiones de entrenamiento.Todo el equipo ya estaba instalado.
Estaba emocionada por lo pequeños cambios que ya estaba haciendo, renaciendo en silencio y sin que nadie lo sepa.
Pero eventualmente condujo de regreso a la que por el momento todavía era su casa, hasta el divorcio.La llamaba: “La casa de la bestia”, solo que sin una bestia de la cual pudiera enamorarse y con la cual quedarse para siempre.
El coche de Dominik estaba allí. Estacionó al lado y corrió dentro, porque comenzó a llover.Aún empapada y algo temblorosa porque el frío le calaba los huesos, entró a la casa, y subió a su habitación.
Para su sorpresa ahí estaba Dom, con unos papeles en las manos.
Su dura mirada la enfocó y ladeó una media sonrisa, dándole un recorrido de pues a cabeza.Lo que vio, obviamente no le gusto.
Mal arreglada, empapada y con el cabello hecho un desastre, debía parecerle todo menos hermosa.
—No cabe duda de que tomé la mejor decisión. Aquí tienes, fírmala y mañana mismo tomaremos caminos separados.Con un brusco movimiento se lo colocó en la mano y frunció en ceño.—¿Te hiciste las uñas? ¿Tú? —soltó una pequeña risa.Beth se encogió de hombros, no podía dejarle saber cuánto le molestaban sus comentarios sobre ella.—No tenía nada qué hacer, como debes saber —respondió, fingiendo tristeza.Él asintió lentamente.—Así se supone que debe ser para una esposa trofeo —luego corrigió—: o intento de trofeo.Apretó los dientes pero no dijo nada, pretendió leer el documento y la cifra por su divorcio la sorprendió.—¿Cien mil dólares es lo que vale divorciarte de mi y poder estar con el amor de tu vida? —preguntó con fingida molestia.Dominik acercó su rostro al de ella y dijo en voz baja:—Cien mil dólares es lo que vale deshacerse de ti.Sus frías palabras hicieron eco en su mente, pero solo asintió.—Entonces, como vale tan poco para ti, supongo que no te importará si... —mirándolo fijamente, rompió el papel en dos— hago esto. ¿Cierto?Entonces lo que pensó que jamás podría suceder, sucedió.Despertó a la bestia que siempre estuvo escondido en su esposo, porque la tomó por las solapas de su abrigo y la empujó contra la pared.El rojo de sus ojos dominaba el blanco, dejándole ver qué tan enojado estaba con ella. A pesar del tosco movimiento no la lastimó, pero la asusto como el demonio.
—Vete al infierno, Annabeth —escupió con odio puro.Beth sonrió con ironía.—¿Pues qué crees, idiota? ¡YA ESTOY AHÍ! —gritó.Con sus manos, empujó fuerte el pecho de su esposo, pero no pareció moverse ni un milímetro.Entonces él la sujeto por las muñecas contra la pared, y sonrió. Parecía gustarle demostrar el poder que tenía todavía sobre ella, y aquello la cabreo todavía más.
Lo pateó en la pantorrilla con su pie derecho, y Dom siseó de dolor, aunque no la soltó.Al contrario, ejerció más presión sobre sus muñecas y cernió su rostro hacia el de Beth con los dientes apretados.
—¿Qué pasa, gatita, has perdido tus garras? —susurró, abanicándole las mejillas con el aliento.Eso le trajo recuerdos, recuerdos de una época casi feliz.«—¿Qué pasa gatita, has perdido tus garras? —había dicho Dominik con una sonrisa.Sostenía en lo alto su mochila de la secundaria, justo arriba de su cabeza.Sabía que Beth era demasiado baja para alcanzarla incluso saltando, y aquello le hizo soltar una carcajada.
—¡Dominik Blake! Eres un arrogante. ¿Acaso no te das cuenta? ¡Ya estamos en la secundaria! —le regañó con una pequeña sonrisa, trataba de sonar enojada pero era imposible.El rodó los ojos y suspiro.—Vamos Betty, aún tenemos once, el mes que viene en serio dejaremos de ser unos niños —hizo una mueca—. Bueno, aunque tú siempre parecerás de cinco para mí.Salió corriendo dicho esto, con Beth persiguiéndolo a sus espaldas».Casi se perdió en sus recuerdos, pero se mantuvo firme.Ambos se miraron a los ojos con la chispa del coraje en ellos, ninguno se amilanó y ella se rehusó a bajar la mirada.Estaban casi tocándose las narices y echando humo por la nariz, cuando algo los alertó.
Porque abajo sonó la puerta al abrirse, y escucharon las voces de la familia de Dominik.Eso le hizo perder de inmediato toda la bravuconería que tenía, y soltó un pequeño chillido.
Dom abrió los ojos asustado y entonces Beth lo recordó: ¡La cena!Habían venido a buscarlos. La cena en casa de la abuela.
Y ellos estaban ahí, discutiendo sobre el divorcio.Los padres de Dominik parecían mantener una charla agradable con su hijo. Era posible que en ese momento su suegra estuviera culpándola por su retardo. ¿Pero qué podía hacer? Todavía temblaba del coraje y el frío.Rebuscó en su armario hasta que encontró un vestido que su marido odiaba con el alma. Era el vestido que usó en su noche de bodas, pensaba que sería una noche inolvidable... pero la dejó sola en la cama. Trató de apartar de su mente aquellos malos recuerdos. Ella era tan joven que le dolía haber sido una tonta ilusionada.Después de ducharse rápido y secarse el cabello, sacó el vestido de su funda.El vestido era blanco y le llegaba debajo de los muslos, decentemente escotado pero dejando su espalda al aire libre. La parte de las piernas era muy pegada al cuerpo, así que decidió no usar ropa interior, justo como el día en que pensó tendría la noche de bodas más mágica del mundo. Un lazo le rodeba el cuello y caía por la espalda. Se calzó unos tacones también blancos y tomó su
Beth sabía que aquella cena no iría bien, nada más viendo las caras de los invitados.En primer lugar, ¿qué hacían ahí las amigas chismosas de la tía de Dominik? Ella pensaba que aquello debería de ser una reunión privada. Pero lo que Beth pensara no importaba. Eso no las detenía de que la mirasen de arriba hacia abajo como si fuera menos que una mosca.Lo que importaba realmente es la humedad entre sus piernas luego de la mini sesión de placer con su cuñado. Pensamientos pecaminosos en lo más profundo de su mente comenzaban a salir, se estaba volviendo loca con todo esto. Incluso sentía que todos ahí podían ver su culpable cara que recientemente tuvo un orgasmo.Arrugó la nariz sin pensar.—¡Annabeth! —Jessica, la prima de Dominik, venía corriendo hacia ella. Eso la puso feliz. Jess era muy dulce, quizás algo entrometida, pero agradable.Respiro agitada, parecía agotada por la carrera.—Te ves increíble, prima. Pensé que no vendrías —el hoyuelo en su mejilla se marcó cuando le dedicó
Sus tacones resonar al subir las escaleras, con cada paso que daba sus nervios aumentaban. No sabía qué pasaría entre ellos de ahora en adelante, solo sabía que algo la atraía hacia él. Como una polilla a la luz, se dirigía hacia Sammael. Le daba miedo que alguien la haya descubierto, que alguien pudiera intuir su oscuro secreto. Beth sabía que el poder más grande residía en quienes conocen tus secretos.Cuando llegó finalmente a la terraza, lo vió de espaldas. Destilaba una sensualidad masculina tan hechizante que no pudo despegar sus ojos de él, se estaba muriendo lentamente por las ansias de probar sus labios otra vez. Eran una adicción que jamás había experimentado.—Sam... —llamó su nombre, muy bajito. Él se tensó, y dió vuelta lentamente. El brillo de lujuria en sus ojos eran evidentes, así que supo que no había malinterpretado sus intenciones. Ambos querían esto, y en cierta forma eso la reconfortó.Llegó a considerar la posibilidad de que no sería deseable para ningún hombre.
—¿Está segura de que es efectiva? —preguntó Beth, nerviosa.La dependienta pareció dudar un poco.—Bueno, como todos los métodos, tienen su margen de error; y ese es solo de emergencia. Estoy segura de que un médico le puede explixar mejor que yo, perdón —dijo con una expresión de disculpa.Ella asintió y salió de la farmacia.A la mañana siguiente simplemente salió huyendo en cuanto tuvo oportunidad. No tenía ganas de ver a su marido. Pero sobretodo, a su cuñado.Se subió al carro, y manejó a su nueva casa. Ya estaba estacionado el carro de alguien más, así que se estacionó a un lado y entro en la casa.—Señora Grey, está aquí su invitado —le aviso su ama de llaves.Beth sonrió y se dirigió a la sala. Ahí estaba un hombre joven de casi treinta años, esperándola.—Hola, MinHyuk, qué gusto me da verte —lo saludó.Él le tendió la mano.—Un placer volver a verte, Annabeth. Estoy feliz de verte tan bien.El hombre coreano mantenía el rostro serio, pero afable. Sabía que así era él.—¿Crees
El despertador estaba sonando cuando por fin abrió los ojos. Miró al techo durante un buen rato, estaba muy cansada.Tres orgasmos son suficientes para hacerla ir al cielo, así que durmió hasta las 11 de la mañana. Pero jamás se había sentido más feliz.Bajó a la cocina, descalza. Necesitaba desayunar, le dolía el estómago. Por suerte encontró fruta picada y yogurt, así que en un santiamén lo engulló todo.Miró su reflejo en el espejo del baño diez minutos después. Tenía ojeras debajo de los ojos. Ese día también iría a entrenar, un cambio no sucederá si no se esfuerza lo suficiente.—¡No puede pasar, señorita! —escuchó que gritaba el ama de llaves. Se escuchaban fuertes gritos.—¡ELLA SE LO BUSCÓ! ¡QUÍTESE!Salió rápidamente del baño y al llegar a la sala, se topó con Isabella.Vestida como una princesita, tenía los brazos cruzados y le daba la espalda. Su cabello rubio platinado estaba impecablemente peinado, hasta parecía brillar; y el elegante vestido plisado color rosa Barbie fue
Llegó a casa a las ocho. Todo estaba oscuro excepto por la luz de la sala. Ahí se encontró a su marido con una carpeta sobre la mesa. Sintió un deja vú, hace un par de días así la había recibido.«Parece el divorcio de nunca acabar», se rió para sus adentros.—Ah, al fin llegas. ¿Feliz de haber gastado mi dinero en otras tonterías? ¿Qué fue esta vez? —le preguntó apenas la vió.Beth sonrió.—No te preocupes, maridito, solo compré un poco de ropa para el invierno que se acerca. Ya sabes que soy muy delicada —se excuso.Dominik se levantó de la silla y la tomo por los hombros.—Supe lo que le hiciste a Isabella. ¿Cómo pudiste? Es una mujer en estado —sacudió la cabeza—, te desconozco.Alzó una ceja al escuchar eso.—¿Por qué? ¿Por qué no me muevo al tronar de tus dedos, es eso?Él la miró extrañado.—No, creo que eso ya no me sorprende. Lo que es raro para mí es verte siendo agresiva, recuerdo un tiempo en el que aborrecías cualquier tipo de abuso hacia alguien más débil.Eso logró sacar
Miró su cuerpo en el espejo, y le gustó lo que vio. Se veía más estilizada ahí donde mirase.En estas últimas semanas el ejercicio parecía estar dando resultados, y ni hablar de las sesiones de masajes y el cambio en su alimentación. Se sentía con muchísima más energía que antes.Busco el vestido más elegante que se compró, se maquilló y salió de su casa. El precontrato fue firmado en su casa y el acuerdo oficial en la oficina de su inversor, ahora faltaba que pudiera tener unas oficinas propias para montar su propia empresa.Estaba asustada. ¿Qué sabía ella de negocios? Solamente estudio la universidad y jamás trabajo. Pero no dejaría que el miedo la dominara, tenía que darse prisa antes de que se cumpliera el plazo para darle el divorcio a Dominik.Sonrió mientras bajaba de su camioneta y estacionaba en el edificio que tenía planeado adquirir. Las fotos de su esposo siéndole infiel habían llegado esa mañana.Las de su amante tardarían un poco más. Pensó que sería más fácil, pero al
Las redes sociales de su doctora estaban llenas de fotos de la manita del bebé. Ella y su esposo se veían exorbitantes de felicidad.—Es hermoso. Debe ser increíble tener una familia así —suspiro con tristeza mientras veía los rostros sonrientes de los nuevos padres.Se estiró en su asiento como si fuera un gatito. Había pasado toda la mañana trabajando como loca y había terminado la planificación del sitio web. Quería que todo saliera perfecto.Observo el papel que le había llegado esa mañana, pero no lo había podido abrir porque estaba llena de trabajo. Después de que Stella se puso de parto, no pudo decirle nada; pero prometió que le enviaría la información.Estaba asustada. ¿Y si salía que tenía cáncer y solamente le quedaban tres meses de vida?Un escalofrío recorrió su cuerpo. Si no la abría, técnicamente no tendría ningún problema encima, y se sentía bien de salud por el momento.Sonó su teléfono personal, y el identificador reveló un nombre: Selena Blake. Frunció el ceño. Ella