Al no encontrar respuesta, Henry abrió la puerta de una y entró, encontrándose el baño vacío. Un sentimiento de urgencia prendió la alarma en su corazón. ¡No debió de haber perdido a Eva, ni un segundo de su vista!, más aún sabiendo de todos los siniestros planes que se preparaban esta noche. Henry salió del baño como un loco, dispuesto a detener la celebración si era necesario, pero su mujer tenía que aparecer sana y salva. — Henry – la voz de Michael lo detuvo cuando caminaba por el pasillo buscando a Leroy. — Michael, ¿has visto a Eva? – se giró y le preguntó con voz apremiante. — Tranquilo hombre, está con Helen, parece que se sentía mal y Helen la llevó a su habitación Lo tranquilizó, pero Henry igual ni escuchó sus palabras y caminó deprisa hacia la habitación de invitada de Helen, en el primer piso. La hermana de Eva preferiría vivir en la mansión nueva que ellos compraron en la ciudad y no estar en el medio de todo el drama familiar que vivían los verdaderos Edwards c
— Madre y ¿cómo arrancaremos el auto?, ¿pudiste conseguir la llave?, además ¿no nos pillarán al ver un auto saliendo por la reja de entrada? Alejandra le preguntó metiendo rápido algunas cosas en unas sábanas, como si fuesen unas mendigas, porque llevar maletas era pesado y las retrasaría, de hecho, tenían que dejar casi todas sus pertenencias atrás. — Veré como le hago, las llaves de los autos deben de estar en la caseta de los choferes. Supongo que ese sitio estará desolado. Saldremos por el portón de atrás, ¿cómo se te ocurre que conduciré como si nada por la entrada? — Tu tranquila, hoy nos vamos de aquí como sea, aunque tengamos que correr a pie. Vamos hija, no podemos perder más tiempo. Secreteaban en voz baja y Grace abrió la puerta y sacó la cabeza al pasillo, vigilando que no hubiese ninguna doncella en esta área de descanso para la servidumbre. Salieron al inmenso jardín, amparadas por la noche, escondiéndose de árbol en árbol y con tan buena suerte, que la seguridad e
Le hizo señas a Alejandra de que se apartara y lanzó lo más suave que pudo, su bolsita improvisada del tesoro. Como no era tan alto el piso y gracias a las plantas debajo, el ruido metálico fue amortiguado y el paquete llegó a salvo a las manos de Alejandra, que ya tenía las piernas acalambradas de tanto esperar. — Ve, ve – Grace miraba a su alrededor a la vez que le hacía señales a su hija, de que se adelantara al estacionamiento de la casa. La vio como se levantó con precaución y escapó corriendo, agarrando las bolsas de tela contra su pecho, escondiéndose en las sombras de la noche. Esta era la parte trasera de la mansión y no se veía ni un alma. — Debiste de contratar más seguridad, estúpido hijo de puta - masculló con odio. Ahora solo era poder salir de la mansión y acercarse a la caseta de los choferes. Esta en realidad, era la parte más complicada porque la caseta, estaba pegada a la zona de entrada. Pero confiada en que la justicia estaba de su lado, Grace volvió a sal
No sabía mucho de autos, pero tampoco era idiota, este auto se había quedado con la llave puesta. ¡Se podían ir enseguida!Su madre se estaba arriesgando por gusto, pero cómo le avisaba ahora. ¿Salía en su búsqueda? No, no, no, eso era arriesgarse de nuevo demasiado, mejor esperar y cuando llegara, ¡podrían escaparse enseguida!Se convenció, pero de repente otro asunto comenzó a preocuparle ¿estaría con combustible?Alejandra examinó el panel con varios medidores, que si F o E, no tenía ni idea de cuál indicaba la cantidad de combustible.A ella siempre la movía el chofer y ese hombre era el que se encargaba de todos esos asuntos, por suerte su madre aprendió a conducir.Se quedó pensando en cómo podría saber si el auto funcionaba o no.Su vista entonces se fijó en el interruptor con la llave puesta.Si probaba a encenderlo y arrancaba, sería una señal de que tenía combustible, no había que ser muy aventajada para llegar a esa conclusión.Hablaba dentro de su mente en un monólogo n
El pomo de la puerta giraba y como en cámara lenta, Grace miró hacia la ventana de escape, ¡pero no le daría tiempo a fugarse!Sus ojos buscaban entonces desesperada y asustada donde esconderse, pero esta oficina a penas tenía un escritorio sin cubierta, un archivador de documentos y este estante con las llaves.Grace se veía siendo sorprendida, ¡no, no, había llegado tan lejos y en el último paso fue pillada!¡Tenía que inventarse algo creíble!, ¿pero qué? Nada la justificaba de haber entrado a escondidas a este sitio.En eso, cuando la puerta iba a abrirse, escuchó una conversación en el pasillo.— Hola, disculpe, ¿usted es Esteban?— Albert habló más alto de lo normal, entrando por la puerta de la pequeña salita que había antes de la oficina y donde los choferes descansaban en sus guardias.— ¿Perdón?, ¿Esteban? No, mi nombre es Alonso, ¿qué hace usted aquí? – le habló en malas formas.Todo el personal de la mansión había sido cambiado por Henry y la primera regla de la casa, era qu
— Mi hija, no, no, ¡mi niña, no, ella es inocente, ella es inocente…! — comenzó a halarse los pelos, murmurando, gritando y de un momento a otro, hizo por abalanzarse entre las llamas a querer rescatarla.— ¡Estás loca! ¡Morirás si entras ahí! ¡Vamos Grace, deben estar al venir, no pueden vernos aquí, vamos, tenemos que escondernos!— Albert estaba angustiado por la muerte de su hija, pero su cabeza aún seguía bien fría como para calcular y tramar.Aguantaba a Grace y la halaba, intentando alejarla del lugar del siniestro.— ¡TÚ, TÚ ERES EL CULPABLE! ¡TÚ MATASTE A MI HIJA! ¡MALDIT0 DESGRACIADO, MATASTE A MI PEQUEÑA, LA MATASTE…! Grace comenzó a golpearlo con los puños en el pecho, a querer sacarle los ojos con las uñas, a arañarlo en el rostro, morderlo y desangrarlo.La impotencia, la rabia, el dolor, la ira, todo mezclado en su interior, haciendo un coctel de emociones que iba quebrando su espíritu y su mente, como un espejo que cae al suelo y se rompe.— ¡Suéltame maldit4 loca, tod
Henry entró corriendo a la habitación imaginándose lo peor y se aterró al encontrarse a Elsa cargando a una Eva desfallecida. — ¡Henry, Eva se desmayó de repente, ayúdame, no puedo con ella…! – le gritó asustada con los ojos rojos. Eva estaba pálida y le dijo que tenía ganas de vomitar, camino al baño se mareó de repente y ¡se desmayó en sus brazos! Henry no demoró ni un segundo en correr hacia su esposa y quitársela de las manos a Elsa, para cargarla al estilo princesa. — ¡Eva, amor, Eva! – la llamaba lleno de temor, pero ella no reaccionaba. — ¡Michael, hazte cargo de todo en la mansión! — Sí, sí, vete tranquilo, toma mi auto, Henry – Michael enseguida asumió, como parte de la familia que ya se sentía. — ¡Oh por Dios! – la Sra. Bishop entraba con una bandeja de té de tila para calmar los ánimos, cuando se encontró a Henry saliendo como enloquecido y cargando a Eva directo al hospital. — ¡Sra. Bishop usted y la Sra. Brooke ayuden a Michael a controlar la casa!— Henry le grit
— Ya estamos llegando al hospital, pero hablemos, no te vuelvas a desmayar… mírame Eva, háblame… Henry le apartaba con amor el pelo sudado que se arremolinaba en su frente, preguntándole cualquier tontería para mantenerla consciente, que si bebió algo, qué hicieron mientras esperaban… Las sirenas de los autos de la policía le pasaban por al lado camino a la mansión, pero ya no le importaba nada, solo la mujer en sus brazos, la tabla que lo mantenía a flote y en calma, en su mar turbulento y perturbado. ***** Helen se apretaba las manos que le sudaban demasiado, estaba nerviosa, sentada en el cuarto privado del hospital, esperando los resultados de las pruebas hechas a Eva. Con la mala base de salud de su hermana, cualquier cosa era posible. Una vez más, el remordimiento de estar viviendo una vida buena mientras Eva pasaba hambre y necesidades, asaltaba sus pensamientos. — Buenas noches – el doctor de repente entró al cuarto y Helen se paró de golpe del cómodo sofá al lado de l