EPÍLOGO I
— Pues lo lamento, pero dígale a su jefecita que la logística no se maneja así y que si no sabe hacer bien su trabajo, se puede dedicar a cocinar y planchar en la casa, de donde no deben salir ninguna de ustedes

Un hombre de unos 50 años, en traje ejecutivo negro, le hablaba en muy malas formas a una secretaria frente a él.

— Sr. Hill, creo que ese comentario machista está de más y claramente mi jefa le avisó de este evento hace como 15 días, dijo que todo estaba bien, ¿cómo sale a última hora con que no tenemos las reservaciones?

— ¿Dónde metemos a las invitadas extranjeras? – la chica pelinegra bajita, estaba que echaba chispas.

Este hombre era un imbécil que solo estaba saboteando el trabajo de la jefa por pura envidia.

Mientras esta discusión iba tomando vuelo, casualmente, la dueña de la compañía caminaba por el pasillo y ante una frase se quedó escuchando al lado de la puerta semiabierta de la oficina.

— ¿Ahora me va a amenazar? ¿Quién no sabe aquí que su jefecita, la tal Elsa,
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