Según la explicación bastante escueta, que la Srta. Grace le había dado, ella, más que la esposa de este señor encerrado en el cuarto, sería su criada.
Porque se tendría que hacer cargo de todo lo referente a “Henry”, menos de bañarlo y cambiarle los aditamentos médicos que utilizaba para los desechos de su cuerpo.
De manipular eso, se encargaba un enfermero que venía los días programados y lo bañaba, le cambiaba la bolsa de la sonda y demás.
Luego de que la Sra. Grace terminó de decir lo que quería, simplemente cerró la puerta y se fue, no si antes dejarle una amenaza de que no hiciera ninguna locura o estuviese dispuesta a asumir las consecuencias.
Eva se giró y observó todo su entorno y a su nuevo prometido que seguía igual en la misma posición mirando al vacío.
Suspiró pensando que en realidad este arreglo, si lo miraba desde otra óptica, no era tan terrible.
Tenía un techo, algo de comida y solo por ser la cuidadora de un hombre enfermo.
En su mente, la palabra “esposo”, se sustituyó por “paciente enfermo” y ya no se sentía tan terrible esta nueva situación.
Se arremangó la blusa y decidió que si se quedaba aquí, en este cuarto a vivir, al menos tendría que mantenerlo limpio, esperaba que un poco de higiene no le molestara a la dueña de la casa.
Estaba pasándoles a todos los muebles, con un trapo mojado que encontró en el baño, cuando sonidos en la puerta la hicieron ponerse de nuevo alerta.
— ¡Acércate a buscar la comida que no voy a entrar a llevártela! - le habló con brusquedad una doncella.
Eva dejó rápidamente lo que estaba haciendo y se acercó para tomar una bandeja con comida humeante que la tenía salivando.
— Esta es la comida del señor, la tuya tienes que bajar a la cocina a buscarla, que no tienes sirvientas aquí para que te la traigan al cuarto como una señorita y a partir de mañana, buscas también la comida de él— le indicó en mal tono, señalando a Henry con la cabeza.
— ¿Puedo salir del cuarto? – le preguntó Eva temerosa
— La señora indicó que sí puedes salir, pero solo al área de servicio.
— Cuando bajes la escalera está a la mano derecha— le explicó con impaciencia por irse.
Eva asintió y vio cómo, efectivamente, no le ponían seguro al cuarto.
Se acercó sin apartar la vista de Henry, con la bandeja en las manos, y el primer desafío se presentaba, ¿cómo le iba a dar la comida?
La mesita de noche ya había sido despojada de la gruesa capa de polvo que tenía, así que colocó la bandeja y con mucha cautela se sentó en la cama, justo al lado de Henry.
—No sé si puedes escucharme— comenzó su improvisada presentación
— Mi nombre es Eva y lo siento por invadir tu cuarto y tu vida.
— Además, lo siento también por el escándalo que hice hace poco— agregó torciendo la boca en una mueca de ironía al recordarlo.
— Haré todo lo posible por cuidarte de ahora en adelante, por favor no me odies porque estarás casado conmigo, tampoco es algo que yo hubiese querido.
— Pero, ya que somos saltamontes en la misma cuerda, llevémonos bien, ¿de acuerdo? - le preguntó, sonriendo, a pesar de que el hombre no cambió para nada su expresión tonta.
Esto no desanimó a la joven que siguió con su monólogo, explicándole que le daría la comida a continuación.
Dirigió la cuchara llena de comida hasta la boca de Henry, pero no cooperó para nada.
Eva tenía dolores de cabeza, nunca había servido de enfermera.
A la única persona que había cuidado era a su hermana pequeña y abría la boca súper rápido, cada vez que tenía la comida delante.
Pasando por una serie de situaciones vergonzosas, intentando convencerlo de cooperar sin respuesta, ya estaba un poco frustrada.
Comenzaba a entender por qué tenía tantos restos de comida vieja en su ropa.
Sin dejarse vencer, acercó sus manos a la sucia cara del hombre, con algo de temor por la cercanía, y lo obligó a la fuerza a abrir la boca.
En realidad, no puso mucha resistencia y así pudo colar finalmente la cuchara con el caldo.
Así, poco a poco y con una paciencia infinita, terminó todo el tazón de comida.
Eva lo miró con satisfacción e incluso lo elogió.
Al hombre no moverse para nada, la confianza fue superando poco a poco al miedo.
Ya no estaba tan nerviosa e incluso, pensaba ilusamente que este podría ser como un trabajo que le pagaban con comida y techo.
Era mejor que el orfanato, eso era seguro. O al menos eso creyó en ese momento.
Miró al hombre sucio y descuidado, y reflexionó en que, si iban a convivir juntos en el mismo cuarto, al menos no deberían verse y oler como dos mendigos.
Luego se pondría en esa tarea, ahora tenía que comer porque estaba que se caía del hambre.
Salió de la habitación, un poco nerviosa y bajó las escaleras despacio hasta el primer piso.
Rezaba por no encontrarse a nadie, quería ser invisible para pasar desapercibida y sin problemas.
Le angustiaba hasta pisar la suave alfombra con sus sucios zapatos.
Todo en este sitio gritaba lujos y extravagancia, dinero y poder y ella, era como el barro pegado en los zapatos de estas personas de alta alcurnia.
La empleada le había dicho primer piso a la derecha y hacia allí caminó con rapidez y sigilo, llegando a lo que parecía ser la zona del servicio.
Empujó una gran puerta de metal de vaivén, pero se quedó congelada en el sitio cuando todos los ojos en la instancia se fijaron de repente en ella.
— ¡¿Se coló una mendiga a la mansión?! – gritó de repente una de las mujeres que hasta hace un momento comía y se reía en la gran mesa rectangular donde cenaban todos los empleados.
— ¿Qué están haciendo los guardias de la entrada?
— Esta es propiedad privada, si querías las sobras tenías que haber esperado a que la sacaran a la basura.
— Yo la echaré, sigan comiendo - uno de los mozos incluso se levantó para sacar a Eva a rastras.
Eva se quedó paralizada, con la cara enrojecida de la vergüenza, ya iba a negar que era una mendiga, cuando una voz fuerte la interrumpió.
— Ella es empleada personal de la madame. Ya dejen de perder el tiempo y sigan comiendo, que el trabajo de la mansión no se va a hacer solo— ordenó una mujer mayor sentada en la cabecera de la mesa y todos se callaron al momento y el tintineo de los cubiertos comenzó de nuevo.
— Tú, ve al fondo, que la cocinera te servirá tu parte y quédate a comer allá atrás, en un sitio donde no tengamos que verte — miró a Eva de arriba a abajo con desprecio.
— Además, que sepas que en esta mansión nadie come gratis. Eres la encargada del tercer piso y en el área de servicios, te toca limpiar los baños de las mujeres.
— Paso revista todos los días y lo quiero todo brillando o atente a las consecuencias. Recoge el uniforme antes de irte.
— Sí, señora— respondió Eva en un susurro, ella debía ser el ama de llaves.
Caminó cojeando hacia la puerta que le había señalado con la cabeza baja.
— ¿Pero los baños no los limpiaba la Sra. Brooke?… ¿Sra. Drulog, se va a ablandar con esa vieja desgraciada? – escuchó Eva que alguien comentó a sus espaldas, aunque no entendía muy bien de quién hablaban.
— Eso no es problema tuyo Lisett, come tu comida que más tarde voy a revisar que la vajilla esté impecable.
Y nadie más se atrevió a abrir la boca después de eso.
Eva conoció en la parte de atrás, de la enorme cocina, a una señora arrugada y encorvada, se veía un poco maltratada y al parecer era la cocinera.
- Ho...hola me enviaron a buscar mi comida - intentó presentarse, pero la señora no le habló y solo le sirvió su comida en una bandeja.
Comió sentada en una mesita vieja que estaba en un sitio apartado de la cocina. Casi gime cuando el caldo caliente bajó por su garganta y sentía que se llenaba poco a poco su estómago vacío.
La anciana en la cocina no había parado desde que Eva estaba comiendo, la veía limpiando aquí y allá, pelando ingredientes y revisando las ollas.
Parecía un duro trabajo para una sola persona y más de su edad, pero Eva solo podía compadecerla en su interior.
*****
En la sala, Grace escuchó finalmente el auto de su esposo que llegaba del trabajo.
Se levantó del sofá, se alisó la delicada falda y caminó hacia la puerta para darle la bienvenida al señor de la casa.
Pronto, un hombre alto, de cabello rubio, canoso, porte elegante y actitud regia e intimidante, hizo su aparición en la mansión.
— Querido, que bueno que hoy estás temprano en casa – le dijo Grace sonriendo coquetamente y ayudando a Albert Edwards a retirarse el sobretodo, para dárselo al mayordomo que esperaba al lado de la puerta.
— Hoy terminó la junta de accionistas temprano— le respondió aceptando el beso que su esposa le daba— ¿Tan feliz?
— Claro que estoy feliz, ven que tengo muchas buenas noticias que darte— le dijo misteriosamente llevándolo a la sala donde mandó a servir el café y se sentó al lado de su esposo, para contarle las nuevas “travesuras” que había hecho con su sobrinito, el legítimo dueño de esta mansión y de todo lo que ellos disfrutaban.
— ¿Te aseguraste que la chica no tuviese ningún familiar que luego se aparezca a buscarla? - Albert le preguntó frunciendo el ceño.En realidad, no le importaba mucho los juegos macabros de su mujer con su sobrino, si quería divertirse un poco humillándolo, él no iba a ser quien lo impidiera, pero tampoco quería problemas innecesarios.Era un hombre que se caracterizaba por la cautela y la desconfianza.Esperar pacientemente a que llegara su hora.Esa actitud fue la que le había asegurado el lugar donde está ahora, como Director General de la compañía E&A: Edwards & Associates.Aunque en los papeles legales el accionista mayor era su sobrino y el legítimo heredero de todo, era obvio que mientras fuera considerado como un tonto y loco para la sociedad, él, como fiel familiar y tutor, se encargaría de ser multimillonario a su nombre.— Claro, mi vida, no te preocupes, es una pobre infeliz coja, huérfana, ni los perros llorarían por ella si desaparece, así que lo tengo bajo control.Le r
La vida de Eva comenzó en la mansión de los Edwards como otra doncella más. Haciendo las tareas que le mandaban, soportando las burlas y maldades de las demás, pero nada a que no estuviese acostumbrada. Intentaba cuidar de Henry lo mejor que podía y un día llegaron los enfermeros que lo atendían a bañarlo y cambiarle sus aditamentos médicos. Esperaba que al menos le lavaran un poco la cabeza porque ciertamente se notaba que lo lavaban muy por arribita. Efectivamente, como sospechó, nada de cabeza, un baño como quiera y punto. Eva les pasó un conjunto de ropa limpia que había lavado ayer y ellos lo cambiaron y lo sacaron del baño sentado de nuevo en su silla de ruedas. — No olvides el medicamento— le recordó un cuidador al otro, que asintió y sacó un bote de pastillas azules. Le dio dos a Henry con ayuda de un poco de agua recogida en el grifo y salieron como mismo habían llegado, solo dejándole a Eva un ungüento para aplicarles a las heridas del rostro. Sin preguntar siquier
Eva se quedó callada por unos segundos, asustada y desesperada.Miró al hombre frente a ella, sentado en su silla de ruedas, que ni siquiera se enteraba, de que iba a ser encadenado a una mujer de por vida en sagrado matrimonio, y dudó por un momento, si echarse a correr como loca a ver si podía salir de esta pesadilla.— Querida Eva, el notario está esperando por tu respuesta— le susurro la Sra. Grace con los dientes apretados, mientras la pellizcaba cruelmente por detrás del brazo.Grace podía sentir la vacilación en la chica y esperaba que no fuera tan estúpida como para echarlo todo a perder al último momento.Aunque el notario estaba muy bien pagado por su discreción, en realidad sabía lo que todo el mundo de Henry.Que el heredero se había vuelto loco y tonto, después su trágico accidente dos años atrás.Y ahora, que se casaría con esta chica que, aunque la miró un poco raro y extrañado, no dijo nada, porque era obvio que no era su problema y el dinero que caería en sus bolsillo
Los Carter eran los socios comerciales de los Edwards.La empresa familiar se había compuesto de tres socios que unieron sus capitales y conexiones para crear una de las compañías de transporte más importantes del país, Edwards & Asocciates.¿Por qué el apellido de los Edwards en el nombre de la empresa?, simplemente porque el accionista mayor y principal fundador de la compañía había sido Román Edwards.Al morir en un trágico accidente que costó también la vida de su esposa, su hijo Henry Edwards, que igual iba en el coche el día del accidente, pero logró sobrevivir, pasó a ser el dueño absoluto de toda la herencia de sus padres y de más del 50 % de las acciones de Edwards & Asocciates.Henry fue atendido y operado de urgencia, porque su cuerpo resultó dañado del accidente, sobre todo sus piernas.Pero el doctor que lo operó le dio muy buen pronóstico de recuperación, solo necesitaba cuidados extremos y una correcta rehabilitación.Henry no tenía más familiares que lo cuidaran y a su
— Juraría que escuché un ruido por aquí— se oyó la voz de un hombre en el jardín, que Helen reconoció como uno de los guardas espaldas de su padre.— Busca por los alrededores, ella nunca se internaría en la oscuridad y menos donde hay perros, así que, si estaba aquí, debe estar cerca— ordenó su padre y se escucharon pasos muy cerca de donde estaba y en los alrededores.Eva estaba sudando frío, no sabía que bicho le había picado para que decidiera arriesgarse así por una desconocida, que quizás no le agradecía para nada todo el riesgo que estaba corriendo por ayudarla.Se imaginaba que en cualquier momento, cuando se diera cuenta de que era solo una doncella fea y rara, saldría gritando que no la tocara o quejándose con los hombres de afuera y la única que sufriría sería ella.Pero cuando levantó la vista para ver el asco reflejado en la cara de la chica, lo único que vio fueron unos ojos color avellana mirándola con curiosidad.Se quedaron en silencio, el tiempo que duró la inspecció
Eva tragó audiblemente y pasó una mano temblorosa por delante de los ojos de Henry para ver si este seguía el movimiento, porque quizás estaba tan ansiosa por verlo recuperado que ya imaginaba cosas.“¡Henry siguió el movimiento de sus dedos! Muy lentamente, pero lo hizo, no estaba imaginando las cosas, él estaba consciente” pensó Eva con alegría que se transmitió en su rostro.— ¿Henry puedes escucharme? - le preguntó, mirándolo con expectativas, con emoción evidente en sus ojos avellanas.El joven no le habló, solo la miraba fijamente, sin embargo, a los segundos, Eva pudo sentir un pequeño apretón en su mano, casi imperceptible, ¡pero ahí estaba!Bajó la vista para ver cómo los dedos del joven intentaban muy suavemente cerrarse en su mano, sin fuerza, pero tenazmente.— Henry tú… — quería decirle que era un milagro, que estaba mejorando, que no se rindiera, que podía lograrlo.Deseaba darle ánimos con todo, sin embargo, un sonido en la puerta sonó de repente y Eva no pudo continuar
— Ni se te ocurra gritar o te corto la lengua – le dijo Robert a Eva viciosamente, mientras le amordazaba la boca con su mano apretada, para evitar que la chica gritara alarmando a los demás.Eva se dio cuenta con horror que este hombre había entrado a su habitación, estaba sentado a horcajadas sobre ella y destilaba olor a alcohol rancio por todo su cuerpo.— Me pregunto que se sentiría follarse a una virgen coja— susurró sonriendo con cinismo— ¿Qué crees, querido primo?— Pienso que le estaría haciendo un favor a tu querida esposa, ya que es obvio que tú, ni para eso sirves, cumpliré con tu papel de hombre como si fuera su noche de bodas.Miró hacia la posición donde Henry descansaba y Eva giró un poco los ojos, para darse cuenta con horror de que el hombre acostado en la cama, a su lado, ya estaba despierto y aunque miraba con ojos nublados y perdidos, ¡estaba presenciando todo este acto humillante y cruel!Además, había caído en el significado de las palabras de ese borracho que
Helen había venido hoy de visita a la mansión de los Edwards.No porque le encantara la idea de ver a su aborrecible prometido, sino porque su padre la había estado presionando con que debía relacionarse más con su futura suegra, la Sra. Grace, y comenzar a sentirse parte de la familia de los Edwards.Al llegar con los regalos que traía por su visita, el ama de llaves le informó que la Sra. Grace aún no se había levantado y que si quería verla, tendría que esperar un tiempo.Con fastidio se puso a vagar por los jardines de esta odiosa mansión y recordó a la chica que la había escondido de su padre.Se sentía un poco rara al lado de esa chica, un sentimiento de familiaridad y confianza se extendían por su pecho.No entendía muy bien, era una persona algo desconfiada por naturaleza.Inexplicablemente, sintió ganas de volverla a ver, quizás le agradecía de nuevo por su ayuda.Habían quedado en que serían amigas, así que consideraba una descortesía no saludarla en su visita.Con esta idea