Eva medio cargaba y medio arrastraba un cubo pesado de agua, después de casi 3 años, a pesar de su cojera en la pierna derecha, había sobrevivido milagrosamente.
Claro que vivir no era la palabra adecuada para lo que había pasado durante este tiempo.
Como si el cielo quisiera mantenerla con vida para pasar a otro nivel de tortura, sus huesos se volvieron a fusionar, pero como no contó con el tratamiento adecuado, todo ese doloroso proceso ocasionó, que cojearía toda la vida, tenía dificultades para caminar y no hablar de correr bien.
Por supuesto, que la directora del orfanato, la Sra. Romina, cumpliría su palabra de mantenerla con vida para torturarla lentamente.
Se detuvo un poco para tomarse un mínimo respiro, porque el dolor en la pierna era constante, nunca jamás dejaba de doler, ni siquiera para dormir.
Sudaba profusamente en un día tan caluroso, pero tenía que hacer su trabajo si quería comer, porque las letrinas no se iban a limpiar solas.
— No sé qué hiciste ahora, pero la directora quiere verte en su oficina. Deja todo y sígueme— escuchó la voz de Petra, una de las cuidadoras del Orfanato.
Siguió a la mujer de complexión gruesa y robusta, vestida siempre de gris, que intimidaba a todos los niños y hasta los adultos.
— ¿Es esta? - le dijo una señora finamente vestida a la Sra. Romina, mientras examinaba a Eva, que había sido llamada con urgencia al despacho
— ¡Asqueroso, huele, horrendo, qué asco!
Gritó de repente cuando se acercó un poco a Eva, sacando un pañuelo y tapándose la nariz.
La joven no se ofendió para nada, sabía que debería oler a estiércol de puerco por todos lados, estaba limpiando los corrales de los animales y además no es como si tuviese las mejores condiciones, para higienizarse todos los días.
— Me pidió a la peor, pero si no le gusta, puedo buscarle a otra huérfana— le respondió impasible la Sra. Romina, como si estuviese comercializando con verdura y no con personas.
— No, no, no, esta es perfecta… ¿Cómo te llamas? - le preguntó fríamente a Eva que le dijo su nombre en voz baja.
No sabía de qué iba todo esto, pero por las palabras de toda la conversación, se preguntaba con incredulidad si también la iban a “adoptar”.
— Eva, espera en tu cuarto, te llamaré en un rato— le ordenó la directora y Eva salió como en un trance, cojeando hasta su “cuarto”.
— ¡Pero de verdad es coja y todo, estupendo, estupendo…! – escuchó como la Señora exclamó y se reía muy alegre, al parecer, de haber encontrado alguien con discapacidad.
Eva esperó a ser de nuevo llamada por la directora, no le gustaba para nada toda esta situación incierta, pero, qué iba a hacer, ¿huir de nuevo por el bosque?
Si no lo logró cuando estaba fuerte y sana, ahora menos podría escapar de Sebastián y sus canes guardianes.
Respiró hondo y se dispuso a enfrentar lo que la perr4 del destino le tenía preparado nuevamente. ¿Qué podría ser peor que vivir en el orfanato de los horrores?
— Cómo pudiste ver, esa señora está interesada en adoptarte – comenzó a decirle la Sra. Romina, mirándola sentada tranquilamente en su escritorio, mientras Eva estaba de pie frente a ella.
— Ya voy a cumplir los 18 años…— le respondió recordándole que, para la ley, pronto sería una persona libre, que podía irse a donde quisiera sin pedirle su permiso y sin ser detenida por ahí, para ser devuelta con su “tutora legal”
— Tú misma lo dijiste, los vas a cumplir, pero aún, eres mi responsabilidad.
— Te he dado el tamaño que tienes, has comido de la comida de mi casa y te he proporcionado un techo, así que llegó el momento de pagar “querida” Eva, nada es gratis en esta vida, ¿te pensaste que te irías, así como así? – le preguntó con evidente sarcasmo.
Eva apretó los puños a su lado, había trabajado peor que una esclava para que la dejaran dormir en una pocilga y le dieran sobras de comida como una mendiga.
— Entonces no hagas más berrinches y prepárate, que mañana te vas con tu nueva familia y deberías estarme agradecida, de que además te busqué un hogar de ricos donde vivir
— ¿Qué te creías que le iba a pasar a una huérfana coja, sin estudios y andrajosa como tú allá afuera?
— ¿Qué alguien te iba a dar un empleo, que podrías conseguir una casa? Ni en un prostíbulo quisieran a una chica como tú, que solo asustaría a los hombres— concluyó riéndose de su propio chiste denigrante.
— ¿Cuánto… cuanto te pagaron por mí? - le preguntó Eva de repente y Romina dejó de reírse de sus palabras para sacar una expresión cruel.
Se paró delante de esta joven que siempre la miraba con esos ojos cargados de odio y rencor y levantó con fuerza su barbilla, hiriéndola a propósito con sus largas uñas afiladas.
— No lo suficiente para que compenses todo el dinero que perdí por tu causa— le respondió con saña, sin olvidar nunca los miles que costaba la hermana de esta desgraciada y lo mucho que perdió ese día.
Ella también la odiaba, por eso se encargó de tratarla como un animal, todos estos años, aislándola de los demás y cortando sus ganas de vivir pulgada a pulgada.
Se imaginaba que cualquier día se la encontraría colgada del techo de su pocilga, sin embargo, aquí seguía, resistiendo como una cucaracha.
Esa noche le permitieron bañarse bien, en un baño decente dentro del orfanato, le pasaron una muda limpia de ropa, que, aunque no era nueva, estaba mucho mejor que sus trapos y finalmente, comió una comida completa, como la última consideración, hacia el preso que llevan a la silla eléctrica.
Eva se observó en el espejo del baño, como en mucho tiempo no hacía, ya ni se acordaba bien de su rostro.
La desnutrición estos años, la hacían ver enfermizamente, delgada.
Sus ojos avellanas, sobresalían demasiado en su angulada cara, las mejillas hundidas y los pómulos demasiado llamativos.
Los labios resecos y agrietados.
Sus cabellos, que antes eran saludables y brillosos, ahora mostraban un castaño opaco y mustio, y su piel, antes blanca, ahora tenía una coloración entre pálida y amarillenta.
La ropa le quedaba holgada y casi colgando de su delgado y pequeño cuerpo. Era como una fea muñeca rota y sucia que nadie quería.
Solo esperaba que, en la nueva casa, aunque la hicieran trabajar como esclava, por lo menos hubiese más oportunidades de comer.
Al otro día vinieron a buscarla como habían quedado.
Enfrentaría lo que viniera con valentía y ya, una vez que pudiese ver cómo era el mundo exterior, trazaría planes para escapar y liberarse.
Tenía que encontrar a Elsa.
Se montó en un auto y vio, aun sin creérselo, como la sacaban poco a poco de este sitio maldit0.
Había soñado con este momento prácticamente todos los días, aunque no realmente de la manera que estaba sucediendo.
Se acomodó con nerviosismo en la parte de atrás del automóvil y delante había un señor mayor muy serio, que no le habló en ningún momento, así que Eva tampoco intentó sacarle conversación.
Con timidez miraba cómo pasaba el paisaje de arboleda y bosques.
Pronto las horas fueron pasando y el paisaje fue cambiando de la zona rural a la convulsa ciudad y luego a barrios de grandes casas lujosas.
El automóvil entró por una enorme puerta enrejada y se detuvieron delante de una escalera de mármol que daba acceso a una extravagante mansión.
— ¿Esta es la chica? – escuchó que preguntaba una doncella al chofer que asintió en respuesta
— Ven conmigo, sígueme, no te quedes parada ahí como tonta— le dijo groseramente y enseguida echo a andar sin esperar respuesta.
Eva la siguió, paso a paso, con su característico andar de cojera, tratando de mantener su vista al frente y que no vagara por todas las exquisitas y costosas decoraciones de la mansión.
La llevaron hasta una sala, donde esperaba en un sofá la señora que había ido hasta el orfanato aquel día a “adoptarla”.
Tomaba con delicadeza de una tasa humeante, como toda la madame refinada que era.
— Bien, por lo menos te dieron un baño más o menos decente, aunque sigues apestando, pero como no seré yo quien se acerque a ti todos los días, mejor que sigas así oliendo como animal salvaje
Fue lo primero que dijo cuando abrió su boca la “elegante” mujer, mientras examinaba a Eva de arriba abajo, que estaba parada frente a ella, separada por una buena distancia para no molestar con su “olor” a su nueva tutora.
— Seré rápida con esto porque tu presencia me incomoda demasiado.
— Te preguntarás qué haces aquí en un sitio, el cual nunca pisaría una huérfana coja como tú y la razón es muy sencilla, en cuanto cumplas 18 años en unos días, te casarás con mi sobrino Henry.
Soltó así sin más y Eva sintió cómo el corazón se le apretó en el pecho.
¿La habían traído hasta aquí para casarla con un desconocido?
¿Qué clase de persona sería ese tal Henry que su familia lo iba a casar con una huérfana desnutrida, fea y discapacitada?
Eva estaba sudando profusamente, ni en un millón de años se imaginó que esa sería la causa de su adopción precipitada.
Hubiera preferido que la humillaran y trabajar como una esclava en esta mansión a este arreglo enfermizo.
¡Tenía que huir ahora!, ¡Saldría de esta otra prisión como fuera!
— ¡Suéltenme, por favor, déjenme ir, tengan piedad, suéltenme, por favor…! - gritaba Eva desesperada mientras era arrastrada por dos hombres vestidos como el resto del servicio.A pesar de sus gritos y sus súplicas, siguió siendo llevada a la fuerza hasta su nueva habitación, según las indicaciones de la Sra. Grace Edwards, la tía del susodicho futuro novio, Henry Edwards.No les importó ni siquiera las escaleras y la arrastraron sin piedad hasta el tercer piso de la mansión y la lanzaron al último cuarto del pasillo, que estaba más oscuro que la boca de un lobo.Al verse arrojada brutalmente al suelo, Eva intentó levantarse, pero su pierna herida no estaba cooperando para nada, así que se arrastró hasta la puerta cerrada y comenzó a darle golpes.— ¡¡Abran, por favor, por favor, señora, haré todas las tareas que me mande, limpiaré su casa, los baños, todo lo que nadie quiere hacer lo haré!— ¡Seré su esclava, pero por favor déjeme salir, no quiero casarme con nadie!, ¡¡¡no quiero cas
Según la explicación bastante escueta, que la Srta. Grace le había dado, ella, más que la esposa de este señor encerrado en el cuarto, sería su criada.Porque se tendría que hacer cargo de todo lo referente a “Henry”, menos de bañarlo y cambiarle los aditamentos médicos que utilizaba para los desechos de su cuerpo.De manipular eso, se encargaba un enfermero que venía los días programados y lo bañaba, le cambiaba la bolsa de la sonda y demás.Luego de que la Sra. Grace terminó de decir lo que quería, simplemente cerró la puerta y se fue, no si antes dejarle una amenaza de que no hiciera ninguna locura o estuviese dispuesta a asumir las consecuencias.Eva se giró y observó todo su entorno y a su nuevo prometido que seguía igual en la misma posición mirando al vacío.Suspiró pensando que en realidad este arreglo, si lo miraba desde otra óptica, no era tan terrible.Tenía un techo, algo de comida y solo por ser la cuidadora de un hombre enfermo.En su mente, la palabra “esposo”, se susti
— ¿Te aseguraste que la chica no tuviese ningún familiar que luego se aparezca a buscarla? - Albert le preguntó frunciendo el ceño.En realidad, no le importaba mucho los juegos macabros de su mujer con su sobrino, si quería divertirse un poco humillándolo, él no iba a ser quien lo impidiera, pero tampoco quería problemas innecesarios.Era un hombre que se caracterizaba por la cautela y la desconfianza.Esperar pacientemente a que llegara su hora.Esa actitud fue la que le había asegurado el lugar donde está ahora, como Director General de la compañía E&A: Edwards & Associates.Aunque en los papeles legales el accionista mayor era su sobrino y el legítimo heredero de todo, era obvio que mientras fuera considerado como un tonto y loco para la sociedad, él, como fiel familiar y tutor, se encargaría de ser multimillonario a su nombre.— Claro, mi vida, no te preocupes, es una pobre infeliz coja, huérfana, ni los perros llorarían por ella si desaparece, así que lo tengo bajo control.Le r
La vida de Eva comenzó en la mansión de los Edwards como otra doncella más. Haciendo las tareas que le mandaban, soportando las burlas y maldades de las demás, pero nada a que no estuviese acostumbrada. Intentaba cuidar de Henry lo mejor que podía y un día llegaron los enfermeros que lo atendían a bañarlo y cambiarle sus aditamentos médicos. Esperaba que al menos le lavaran un poco la cabeza porque ciertamente se notaba que lo lavaban muy por arribita. Efectivamente, como sospechó, nada de cabeza, un baño como quiera y punto. Eva les pasó un conjunto de ropa limpia que había lavado ayer y ellos lo cambiaron y lo sacaron del baño sentado de nuevo en su silla de ruedas. — No olvides el medicamento— le recordó un cuidador al otro, que asintió y sacó un bote de pastillas azules. Le dio dos a Henry con ayuda de un poco de agua recogida en el grifo y salieron como mismo habían llegado, solo dejándole a Eva un ungüento para aplicarles a las heridas del rostro. Sin preguntar siquier
Eva se quedó callada por unos segundos, asustada y desesperada.Miró al hombre frente a ella, sentado en su silla de ruedas, que ni siquiera se enteraba, de que iba a ser encadenado a una mujer de por vida en sagrado matrimonio, y dudó por un momento, si echarse a correr como loca a ver si podía salir de esta pesadilla.— Querida Eva, el notario está esperando por tu respuesta— le susurro la Sra. Grace con los dientes apretados, mientras la pellizcaba cruelmente por detrás del brazo.Grace podía sentir la vacilación en la chica y esperaba que no fuera tan estúpida como para echarlo todo a perder al último momento.Aunque el notario estaba muy bien pagado por su discreción, en realidad sabía lo que todo el mundo de Henry.Que el heredero se había vuelto loco y tonto, después su trágico accidente dos años atrás.Y ahora, que se casaría con esta chica que, aunque la miró un poco raro y extrañado, no dijo nada, porque era obvio que no era su problema y el dinero que caería en sus bolsillo
Los Carter eran los socios comerciales de los Edwards.La empresa familiar se había compuesto de tres socios que unieron sus capitales y conexiones para crear una de las compañías de transporte más importantes del país, Edwards & Asocciates.¿Por qué el apellido de los Edwards en el nombre de la empresa?, simplemente porque el accionista mayor y principal fundador de la compañía había sido Román Edwards.Al morir en un trágico accidente que costó también la vida de su esposa, su hijo Henry Edwards, que igual iba en el coche el día del accidente, pero logró sobrevivir, pasó a ser el dueño absoluto de toda la herencia de sus padres y de más del 50 % de las acciones de Edwards & Asocciates.Henry fue atendido y operado de urgencia, porque su cuerpo resultó dañado del accidente, sobre todo sus piernas.Pero el doctor que lo operó le dio muy buen pronóstico de recuperación, solo necesitaba cuidados extremos y una correcta rehabilitación.Henry no tenía más familiares que lo cuidaran y a su
— Juraría que escuché un ruido por aquí— se oyó la voz de un hombre en el jardín, que Helen reconoció como uno de los guardas espaldas de su padre.— Busca por los alrededores, ella nunca se internaría en la oscuridad y menos donde hay perros, así que, si estaba aquí, debe estar cerca— ordenó su padre y se escucharon pasos muy cerca de donde estaba y en los alrededores.Eva estaba sudando frío, no sabía que bicho le había picado para que decidiera arriesgarse así por una desconocida, que quizás no le agradecía para nada todo el riesgo que estaba corriendo por ayudarla.Se imaginaba que en cualquier momento, cuando se diera cuenta de que era solo una doncella fea y rara, saldría gritando que no la tocara o quejándose con los hombres de afuera y la única que sufriría sería ella.Pero cuando levantó la vista para ver el asco reflejado en la cara de la chica, lo único que vio fueron unos ojos color avellana mirándola con curiosidad.Se quedaron en silencio, el tiempo que duró la inspecció
Eva tragó audiblemente y pasó una mano temblorosa por delante de los ojos de Henry para ver si este seguía el movimiento, porque quizás estaba tan ansiosa por verlo recuperado que ya imaginaba cosas.“¡Henry siguió el movimiento de sus dedos! Muy lentamente, pero lo hizo, no estaba imaginando las cosas, él estaba consciente” pensó Eva con alegría que se transmitió en su rostro.— ¿Henry puedes escucharme? - le preguntó, mirándolo con expectativas, con emoción evidente en sus ojos avellanas.El joven no le habló, solo la miraba fijamente, sin embargo, a los segundos, Eva pudo sentir un pequeño apretón en su mano, casi imperceptible, ¡pero ahí estaba!Bajó la vista para ver cómo los dedos del joven intentaban muy suavemente cerrarse en su mano, sin fuerza, pero tenazmente.— Henry tú… — quería decirle que era un milagro, que estaba mejorando, que no se rindiera, que podía lograrlo.Deseaba darle ánimos con todo, sin embargo, un sonido en la puerta sonó de repente y Eva no pudo continuar