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— No tienes dinero para pagarnos, pero sí para dormir con putas, de verdad que me parece, que no nos estás tomando en serio.

El hombre se sentó en un asiento de la esquina y sacó una navaja del bolsillo, para ponerse a limpiar sus uñas con la punta.

Los ojos de Robert se abrieron en pánico mirando la afilada hoja.

Era un señorito acostumbrando a hacer sus desastres impunemente y que su madre fuera atrás pagando, sobornando e intimidando.

¡Espera, su madre era la solución!

— ¡Espera, espera, déjame hacer una llamada, mis padres son millonarios, ellos te pagarán al momento y con más dinero del que les debo! – le gritó, cuanto ya el hombre iba a dar la orden para que lo golpearan como a un saco de patatas.

— ¿En serio? ¿Y qué haces viviendo en esta pocilga entonces? No, no, no, ni me digas tus desgracias, que no me interesa, ¡tráiganlo!, quiero escuchar personalmente esa llamada y si por casualidad me mientes… ¡Humm! – pasó su dedo gordo por su cuello en señal de muerte.

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