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— Madre y ¿cómo arrancaremos el auto?, ¿pudiste conseguir la llave?, además ¿no nos pillarán al ver un auto saliendo por la reja de entrada?

Alejandra le preguntó metiendo rápido algunas cosas en unas sábanas, como si fuesen unas mendigas, porque llevar maletas era pesado y las retrasaría, de hecho, tenían que dejar casi todas sus pertenencias atrás.

— Veré como le hago, las llaves de los autos deben de estar en la caseta de los choferes. Supongo que ese sitio estará desolado. Saldremos por el portón de atrás, ¿cómo se te ocurre que conduciré como si nada por la entrada?

— Tu tranquila, hoy nos vamos de aquí como sea, aunque tengamos que correr a pie. Vamos hija, no podemos perder más tiempo.

Secreteaban en voz baja y Grace abrió la puerta y sacó la cabeza al pasillo, vigilando que no hubiese ninguna doncella en esta área de descanso para la servidumbre.

Salieron al inmenso jardín, amparadas por la noche, escondiéndose de árbol en árbol y con tan buena suerte, que la seguridad e
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