“Una sola mirada bastó para cautivar su corazón, no era cualquier mirada… Era la mirada de una Ninfa”
Acsa observaba la satisfacción del hombre mientras orinaba y lo largo de su miembro. Vio el rastro de pipí que se acercaba a ella y exclamó asqueada.
—¡Puaj!
Edward miró en torno asustado y cuando terminó su labor buscó al causante de ese sonido.
—Por tu vida, sal de allí…
Acsa intentaba huir del rastro de pipí y de repente se sumergió para evadirlo y Edward miraba en torno detenidamente.
Emergió detrás de la roca y alcanzó a ver las flores rojas.
—Te vi Cosa, sal de allí o iré por ti—nada, absolutamente nada—¿te gusta mirar los miembros de tus señores a escondidas?
¿Quién se creía que era ese tipo, acaso el rey del mundo?
—¿Quieres ver mi miembro desde más cerca?
¡Petulante!
—Te lo mostraré para darte deleite de noche, Cosita.
¡Cosita y un cuerno!
—Puedo ver desde aquí tus flores, sal ya.
No podía salir y dejarse ver, así que tomó una piedrita y se la lanzó a un lado. Edward miró dónde cayó la piedra y vio que la extraña cosa se movió.
—¿Intentas engañarme con eso? Iré por ti ahora, Cosita.
Ya se metía en el agua. Tenía que detenerlo y le dijo:
—No te acerques…
Él se detuvo en seco.
—No es bueno que me veas, puedes salir perjudicado…
—¿Por qué?
Su mente comenzó a hilvanar una idea.
—Una ninfa no puede ser vista, si descubierta, más vista nunca… Oh, el pobre mortal quedará prendado de su belleza.
Una criatura que se creía bella… Interesante.
—¿Viste lo dotado que soy?
Ella hizo una mueca y escuchó al petulante sujeto.
—Puede ser que la prendada sea otra… Ninfa.
¿Qué podía decir al respecto?
—El Creador ha sido benévolo con usted, por eso debe cuidar su cordura.
—Nunca he visto una ninfa, déjate ver—ordenó.
—Veo que el señor no teme perder su cordura, pero, ¿qué haría yo con un hombre encantado?
—Nada puede encantarme, soy de hierro
Hierro y un cuerno, aguantó la risa y le dijo:
—Bajo su propio riesgo, esto soy.
Edward vio emerger de debajo del agua media cabeza y unos ojos como el verde del bosque que sintió penetraban sus pensamientos. Ella miró los de él de un tono exótico y hermoso, una sola mirada bastó para sentirse cautivado por ella y ella por él.
Entonces se escuchó un ruido bastante fuerte que los sacó de la conexión de sus miradas. El ruido era escalofriante, como el de una fiera herida y él miró en torno, sacó su espada listo para la acción.
Una Huldra, criatura del bosque, salió de entre las hierbas y parecía molesta.
Acsa aprovechó la distracción para huir y nadó lejos; el chillido de la criatura estremecía todo a su alrededor. Cuando la vio su aspecto daba miedo, en verdad toda belleza se había ido de ella y supo que la leyenda del mal de amores deformaba a esa criatura convirtiéndola en un monstruo.
Ella salió del agua y la criatura la vio, dio un chillido de rabia al ver a la joven y bella Acsa: cuando perdían su belleza y encontraban a una mujer bella en el camino, a las Huldras, les invadía un sentimiento de celos.
El caballero se enfrentó a ella con su espada:
—¡Detente monstruo!
Cuando un hombre las veía desprovista de belleza solían atacar violentamente y esa cosa se fue contra Edward, quien la enfrentó con toda sus fuerzas y vaya que era una criatura con mucho poderío, pero llena de ira y por eso Edward aprovechó cada movimiento para vencerla.
No puedo dejar de pensar…
Acsa secaba su cabello con una toalla, mientras recordaba lo visto en el río, ese sujeto, sea quien sea en verdad, era… Muy descarado y dotado, aunque no había visto el miembro de ningún hombre antes, se sintió llena de curiosidad por todo lo que escuchaba decir a las mujeres sobre los hombres. Cuando llegó Ilena con sus amigas.
—Lo dice todo el mundo, el rey cazó una Huldra.
—Tenemos un rey valiente y apuesto.
Acsa, escuchó esto último y se acercó a preguntar.
—¿Qué tanto dicen?
—Parece que eres la única que no lo sabe—dijo Ilena—el Rey Edward, atrapó una Huldra.
Acsa las miró sorprendida y preguntó.
—¿Es eso cierto?
—La insensata quiso atacarlo en el lecho del río y fue derrotada—dijo otra.
Entonces… Ese sujeto era él, ¿rey? Su rostro se tiñó de rojo de pronto al pensar que había visto el pene real y todas la notaron.
—¿Y a ti qué te dio?
—Voy a… Preparar té.
Ella fue a la cocina y comenzó a preparar un sabroso té y su primo llegó con el pescado.
—Dicen que el rey atrapó una Huldra, pudimos haber sido nosotros sus víctimas.
—Sí, pero el rey lo impidió.
Comentó ella impresionada por haber visto de cerca al rey y mucho más de lo que tal vez nadie vería de él. No salía de su mente lo visto y hasta sintió que debía hacer penitencia, de tanto reflexionar en aquello.
Celebrando el arrojo
Siempre era bueno celebrar alguna hazaña, pero con el cuerpo de la Huldra como testigo de su proeza, Edward era rodeado de sus hombres de confianza y con vino en mano celebraban.
—Se me vino encima toda enojada y saqué mi espada, no pudo conmigo, fue toda una batalla digna de ver.
—Criatura horrorosa—movía con el pie su cuerpo.
—Hoy he sido bendecido por el Creador, viví para matar a un Huldra y sobrevivir al encanto de una Ninfa, ¿pueden creerlo?—dijo sonriente—la criatura más bella que mis ojos han visto.
—Pero las ninfas no se pueden ver porque quedarías encantado…—dijo Rob.
—Yo la vi y sigo en pie… Son bellas, tal vez sea inmortal a los efectos de las criaturas.
Su abuela se acercó al grupo de varones y de repente aplaudió y todos guardaron solemne silencio.
—Abuela casé una Huldra—dijo él.
—Y es un buen momento para que tu prometida sepa lo valiente y aguerrido que eres.
—¿Prometida?
—La futura reina viene en camino.
Rob miró a su rey con rostro de terror y supo que malos eventos se acercaban para él.
Su abuela había preparado una comitiva para recibir a la mentada princesa de Uldrik y Edward visiblemente molesto comentó.
—No deseo casarme aún.
Llamó a su consejero más sabio.
—Vilan ¿hay alguna forma de evitar esto?
Vilan con su usual paciencia y sabiduría, le dijo:
—¿Puede el niño evitar convertirse en hombre? El tiempo no perdona y convierte al niño en hombre.
Rob entonces confirmó sus sospechas.
—Creo que eso quiere decir que no.
—La Reina Madre tiene razón en asegurar el trono de Vraelon.
Entonces una idea pasó por su mente.
—Veré si esa princesa es digna de mi alteza.
Rob lo miró sorprendido y lo vio ir hacia las caballerizas.
—¿Qué se supone que vas a hacer?
—Salir al encuentro de la princesa, si no me gusta la puedo despachar en el camino—subía a su garañón.
—¡Es una locura! No es el protocolo a seguir…
Vilan entonces dijo:
—El espíritu impetuoso no es bueno en los reyes.
Vientos, lo vieron ir raudo, ahora cabía la pequeña posibilidad de que le gustara la mujer y que quedara flechado por el encanto de la dama.
La comitiva iba de camino al reino cuando les informaron que un jinete iba hacia ellos, poco común, porque esperaban una comitiva más ostentosa. Así que ordenaron parar para recibir al emisario.
La princesa Astrid estaba en su poltrona viendo el hermoso paisaje que la circundaba y dijo a su mayordomo.
—Es un lindo lugar, sin duda, un reino poderoso.
Les anunciaron que el emisario se acercaba y ella ordenó que la refrescaran, pues el clima era cálido y no era bien visto que una princesa sudara.
Edward frenó su garañón y vio a la guardia de la princesa lista para la acción.
—Emisario del reino de Vraelon, ¿Qué os trae a nuestro encuentro?
—Emisario y un cuerno, yo no envío emisarios, soy el rey Edward—dijo arrogante.
La sorpresa invadió a todos y el mayordomo de la princesa se presentó.
—Señor, no sabía que vendría a nuestro encuentro.
—¿Dónde está la mentada princesa? Quiero verla.
El mayordomo carraspeó y le dijo al impetuoso caballero.
—La verá mañana en el altar.
—No compro mercadería sin antes verla—bajaba del caballo—o me la muestran o no hay boda.
La sorpresa se extendió en todos, pues no esperaron esas palabras del mismo rey de Vlaeron.
Todo esto llegó a oídos de Astrid, que era refrescada en esos momentos y preguntó.
—¿El rey está aquí en persona?
—Sí, señora.
—Vaya honor…—se levantó—¿mercancía me dijo? Veremos al arrogante.
Edward no se caracterizaba por su paciencia y ya estaba molesto.
—¿Es la princesa tortuga?
—Señor, es poco común… Ella debe estarse arreglando.
—Pues si se arregla mucho pensaré que se está poniendo rostro.
En ese momento se escuchó una voz delicada y a la vez firme.
—¿Deseaba verme rey de Vraelon?
Edward se dio la vuelta y… la princesa Astrid quedó frente a él y era una bella, bella mujer de impresionante hermosura.
—Heme aquí, ante usted.
Por un instante digirió lo visto, más no quedó cautivado, pues su corazón ya lo estaba por una Ninfa.
“No todas las princesas están hechas de azúcar y dulce, algunas tienen impregnada el perfume de la maldad” Astrid era bella, sin duda una joya para lucir en las más exquisitas reuniones. La admiró de forma descarada. —Bien, impresionante…—comentó. Astrid vio en esas palabras petulancia extrema. —¿Osa cuestionar mi belleza, señor? —No podría… Eres muy bella. Ella sonrió, pues, sabía que su belleza era su mejor arma y lo que siguió después fue el colmo. —Pasaste la prueba de la belleza, ahora falta la de la cama, ¿qué tan buena eres? Todos quedaron con la boca abierta y la princesa enrojeció e intentó paliar el momento. —Su sentido del humor es famoso. —¿Quién bromea? El mayordomo entonces le dijo al altanero. —Rey de Vraelon, por favor considere que está delante de una princesa. Menuda situación, ella lo miraba arrogante y altanero que deseaba poder bajarle los humos. Entonces dijo con sutileza. —Por mi parte estoy complacida con la belleza de vuestra majestad. La comiti
“Y cuando un hombre te diga: —No eres tú… Bueno, si eres tú… Sabes que debes salir corriendo” La fiesta era por demás esplendorosa y la reina esperaba el momento en que debía estar a solas con su flamante esposo, porque solo allí sería la reina en toda la dimensión de la palabra. Tenía para ese menester preparado un exquisito vino que encandilaba los sentidos, además del perfume que fue expresamente preparado por hechiceros de su reino para encantar los sentidos del rey. Edward llegó en esos momentos y al ver a su flamante esposa esperándolo... —Señor, mi corazón no aguanta por unirse a su persona. —Astrid… Ella se acercó con dos copas de vino y le dio una a él. —Mi tierra se caracteriza por preparar los mejores vinos afrodisiacos del mundo—bebió un poco ella—los vinos de mi tierra pueden encender fuegos íntimos… Edward probó y en verdad tenía un sabor dulce y al final un toque fuerte, que le quemó las entrañas. —Edward, seremos uno en breve y yo te demostraré—se abría su b
“Un hombre busca a una mujerEsa flor desconocidaQue va como loca por la vidaEs simplemente diferenteSi tú la vesMás que amigo como hermanoVen a entregármela en la manoYo soy un hombre y busco a una mujer”Luis MiguelAnte la nueva negativa y delante de todos los presentes que eran autoridades en sus tronos, Edward mandó a pedir su sello y pidió consejo a sus sabios.—¿Qué debo de hacer ante la rebeldía de la reina?Vilda que era más sabio y respetado, dio su parecer.—Lamento tener que decirle a su majestad, que esto pone al rey en mala posición y resta su autoridad.Otro de los sabios añadió.—La acción de la reina será conocida por todo los territorios e incitará a la rebeldía entre las mujeres.—La reina debe de recibir un castigo ejemplar ante su osadía—dijo otro de los sabios.Edward visiblemente molesto preguntó:—¿Qué tipo de castigo?Vilda le dijo entonces:—La reina intentó envenenar las aguas y causar un perjuicio notable a Vlaeron y su rebeldía traspasa las fronteras
Parte 2 “Las mentirosas jamás podrán ser reinas” Acsa pensó entonces: —No tiene que ser descubierta, usted puede tomarla como ayudante suyo y así nadie hará preguntas. La astucia de la joven era buena y entonces le dijo: —Me agrada tu idea, ¿cómo te llamas criatura? —Acsa… —Bien Acsa, tu amiga será mi sirvienta, respetaré su vida—sonrió—me agradas Ilena se abrazó de Acsa llorando y diciendo. —¡Salvaste mi vida! Te pido perdón por todo lo que te hice. —Calma, solo aprovecha cada segundo de ella. Miró en torno todas esas jóvenes estaban allí, algunas lloraban contando su historia. —Estaba comprometida y… Me llevaron… —Tengo miedo—decía otra. Acsa también tenía miedo, miraba todo el lugar y era demasiado seguro para poder escapar de él. Afuera los familiares se acercaban a preguntar por sus hijas, hermanas y parientes. Gerald se acercó a prudente distancia y escuchó a uno de los guardias. —Ya dejen de venir y preguntar por sus hijas, no ven que una de ellas puede llegar a
Edward comía junto a su abuela y funcionarios de confianza y dialogaban sobre el tema de la elección de la reina. —Dicen que todos los reinos están interesados en saber la forma en cómo escogeremos a nuestra reina—comentó Rob. —Una manera poco común, sin duda—comentó Gretel. Vilda entonces comentó: —La belleza es subjetiva. —Es cierto—comentó Edward—llamen a Menalao. El mayordomo entró tiempo después y pudieron hacerle las preguntas. —Menalao, tienes una de las tareas más importantes, por no decir determinantes en el reino—comentó Rob—preparar a la nueva reina. Edward entonces preguntó. —¿Qué has estado haciendo? Menalao entonces les explicó. —Primero separé las vacas de las yeguas—todos rieron—seleccioné a las jóvenes óptimas para el evento. Gretel preguntó interesada. —¿Qué tipo de selección? —Quité a las desproporcionadas, a las que tenían algún defecto en su piel, como manchas, marcas, cicatrices… —Me parece bien… Menalao entonces les dijo a sus señores. —Solo dejé
“El heroísmo se refleja en pequeños actos que se vuelven grandes hazañas” Todas las mañanas Edward salía a montar a caballo, muy temprano cuando el sol comenzaba a tocar los montes que rodeaban a Vlaeron, era el mejor momento para poder dar una vuelta y aprovechar la hora de las Ninfas; porque según decía la leyenda cuando los primeros rayos de sol tocaban la tierra las Ninfas podían ser vistas y él no creía que el Creador hubiera castigado a la Ninfa de esa forma, volviéndola bruma. Ese domingo no fue la excepción y ya montaba su garañón y surcaba los caminos de su reino a toda velocidad, su fin era llegar al río y poder ver si veía a la ninfa de ojos verdes. Podía sentir el viento contra su rostro, sus movimientos eran sincronizados con su caballo y eran uno en un galope vigorizante. Faltaba pocos minutos para poder llegar a su objetivo y ya su corazón estaba esperanzado. Gerald ese domingo iba al río, tal vez era una costumbre, pero sus mejores momentos de paz y libertad los viv
“La escuela de la vida nos educa a todos” Acsa estaba siendo revisada con suma atención y Menalao comentó complacido. —Perfecta, todo está quedando perfecto en ti. —¿Puedo preguntar cuándo terminará esto? El sujeto se abanicó y le dijo a la joven. —Acabará cuando el rey escoja a la más hermosa de entre ustedes, podrías ser una reina, ¿eso no te emociona? —No… Nunca me he visto como alguien importante. —Pues métete en la cabeza que puedes serlo. Acsa quedó bastante preocupada por todo lo que le pasaba, su piel parecía distinta, es más, nunca lució mejor y además con la clase de comida que le daban cada día, su estilo de vida había cambiado y volver a los guisos y asados sería todo un problema. Las otras jóvenes parecían sentirse a gusto con la idea de vivir así toda la vida, pero no se daban cuenta de que solo una sería la reina y entonces, ¿qué pasaría con las otras? Esa pregunta fue contestada tiempo después cuando Menalao revisaba la piel de cada una. —Vamos por buen camin
“No porque te untes con mirra eres digna de ser una reina” Menalao recibía el pedido de la valiosa Mirra, un aceite muy exclusivo y muy preciado, con ese aceite untaron la piel de las doncellas y pronto los resultados eran satisfactorios. —Me encanta, se ven como diosas resplandecientes. Se acercó a Acsa y la admiró, todo su esfuerzo se veía notable en ella y su cabello largo parecía seda de lo bonito que era, lo analizó en ese momento y comentó. —Puedo decir que de todas eres tú la más bella y a la que mejor le ha sentado todo, además las clases de modales las has asimilado muy bien… Entonces les dijo a todas. —Pronto estarán frente a su señor y deben actuar con corrección y modestia. Virginia miraba a Acsa que no parecía feliz con la idea y se acercó a ella. —Acsa, veo que ser la futura reina no es algo con lo que sueñes, en cambio, es mi sueño más preciado. —Nunca esperé esto. —Yo siempre supe que tendría un destino glorioso y mírame a punto de ser la futura reina. Acsa s