Disfruta de los últimos episodios de tu novela La Elegida y comprueba si hay o no un final de cuentos de hadas o el mal triunfará sobre el bien.
“Es necesario, debo de ser un héroe, así que todo lo dejo en tus manos Edward, llegamos hasta aquí todos por ti… Venga a Vlaeron y venga a Salem” Afuera Hilda llegaba con otras mujeres y les daban a los guardias, vino con drogas para hacerlos dormir, todo con la excusa de que la reina sería de otro rey y dormiría con ella. Todos se dejaron envolver y de repente algunos roncaban. Cuando Ilena comprobó que muchos guardias dormían, se sintió aliviada. El plan de Astrid Astrid se alistaba para viajar, iba para cuidar por su vida y no se iría sola, en sus planes estaba llevarse a uno de los bebes con ella. Ahora se dirigía a la habitación de los bebes, en donde Ilena estaba desesperada empacando lo que más podía de la ropa de los bebes cuando entró Astrid. —Pareces ansiosa… —Señora, ¿necesita alguna cosa? —Solo deseaba ver a los bebes—se armó de un adorno—son hermosos, lindos, sanos… —Sí, son perfectos. Ilena estaba buscando con qué arroparlos cuando Astrid la golpeó en la cabeza
“¡Qué se lo coma! Maldito niño, hijo de Edward” Gerald entró al palacio en donde estaba dirigiendo Abner los ataques, escuchaba su risa malévola: —¡Corran ratas de Vlaeron! El rugido de los Eliment era estremecedor, tenían por ese lado una dura batalla afuera y él debía equiparar las fuerzas y su objetivo eran las tablas, si las destruía entonces habría ganado. Vio las tablas cerca de su mano, tenía que luchar por ellas y de repente creó un portal en donde se metió y salió detrás de Abner y le dijo: —¡Asesino de Salem! Abner se dio la vuelta y vio al joven y se le fue encima: —¡Crees que me vas a sorprender! Lo tiró contra la pared, tenía la fuerza de 10 hombres y entonces lo apuntó: —Fuego… Una bola de fuego se dirigió contra Gerald que dijo: —Pared de viento. De repente un viento lo cubrió avivando el fuego a su alrededor. —¡Estúpido! Gerald colocó su mano en tierra y dijo: —Muévete… La tierra debajo de Abner se movió y este cayó al suelo. —¡Maldito! ¡Rayos! Un rayo
Cada bloque era puesto en lo que un día fue Salem. Gad miraba con esperanza ese nuevo despertar y acarició las tablas en donde se ponían los 4 elementos unidos con la llama del Espíritu. Gerald miraba la construcción hecha y Amber se le acercó: —¿Eso es una casa para ti? —No se ve mal… —Definitivamente, eres un gran tonto, no me gusta hazla de nuevo. Eso enojó a Gerald que le lanzó una bola de agua. —Eso te costará Gerald—lo perseguía ella. Él corría riendo y burlándose de ella. Un nuevo ánimo los envolvía a todos, ahora iban a comenzar de nuevo y ya todos los respetaban, pues sabían que el poder que dominaban era superior. Un año después… Acsa fue a visitar la renovada aldea de Salem, sus hijos ya caminaban y corrían emocionados a saludar a todos. Gerald salió a recibirla y vio a Edward más centrado que otras veces: —Miren qué belleza de niños. —Querían conocer de Salem y las historias que le hemos contado. —Y aprender—secundó Edward—es más, quiero aprender, desde que Acs
Los campos de Enoc se hallaban envueltos en llamas, los ejércitos del poderoso reino de Vraelon terminaban de encender los pocos sembríos que quedaban en pie y llevaban a los esclavos hacia las mazmorras. La Reina Gretel miraba todo con satisfacción, de esa forma había vengado la muerte de su hijo a manos de los rebeldes. Su nieto, Edward, había sido el arma perfecta para la venganza, a sus 18 años, era sucesor del trono y por ende rey, el rey más joven que su pueblo había visto, además del más cruel. Uno de los soldados trajo consigo unas láminas de piedra con símbolos del aire, fuego, tierra y agua y en el centro tallada una llama que los unía a todos. —Esto es lo que conseguimos del templo de Salem. Gretel sonrió con satisfacción, tenía entre sus manos un poderoso conocimiento que debía profundizar. —Todos tus enemigos están bajo el estrado de tus pies, Edward, no hay enemigo que se ponga frente tuyo. —Ahora soy el rey del mundo. —Y tendrás todo el poder que siempre debió
“El ímpetu de su carácter era similar a la violencia de un mar embravecido” Edward era un hombre apuesto a rabiar, su cabello era entre dorado con mechones rubios y sus ojos eran azul plomizo, regalo de su madre, según le habían dicho; además de ser un versado guerrero y amante de las armas. Analizaba una espada que le habían traído desde el oriente con suma atención examinaba el peso de la misma. —Es más ligera y delgada…—miraba el diseño—demasiado ligera. —Se necesita técnica para manejarla, señor—dijo su mejor amigo Rob—creo que deberías pedir maestros de oriente que te enseñen la técnica. Eso no le gustó y dijo molesto. —Una espada es una espada, si manejas una, manejas todas. La Reina Madre se acercó a ver a su brillante nieto muy entretenido con las armas. Desde su perspectiva era un hombre grande, de espaldas anchas, se notaba su diferencia en clase y arrojo. Lo escuchó decir. —Si manejo el peso de la misma lograré dominarla—tomaba el escudo—es fuerte, me encanta el labr
“Una sola mirada bastó para cautivar su corazón, no era cualquier mirada… Era la mirada de una Ninfa” Acsa observaba la satisfacción del hombre mientras orinaba y lo largo de su miembro. Vio el rastro de pipí que se acercaba a ella y exclamó asqueada. —¡Puaj! Edward miró en torno asustado y cuando terminó su labor buscó al causante de ese sonido. —Por tu vida, sal de allí… Acsa intentaba huir del rastro de pipí y de repente se sumergió para evadirlo y Edward miraba en torno detenidamente. Emergió detrás de la roca y alcanzó a ver las flores rojas. —Te vi Cosa, sal de allí o iré por ti—nada, absolutamente nada—¿te gusta mirar los miembros de tus señores a escondidas? ¿Quién se creía que era ese tipo, acaso el rey del mundo? —¿Quieres ver mi miembro desde más cerca? ¡Petulante! —Te lo mostraré para darte deleite de noche, Cosita. ¡Cosita y un cuerno! —Puedo ver desde aquí tus flores, sal ya. No podía salir y dejarse ver, así que tomó una piedrita y se la lanzó a un lado. E
“No todas las princesas están hechas de azúcar y dulce, algunas tienen impregnada el perfume de la maldad” Astrid era bella, sin duda una joya para lucir en las más exquisitas reuniones. La admiró de forma descarada. —Bien, impresionante…—comentó. Astrid vio en esas palabras petulancia extrema. —¿Osa cuestionar mi belleza, señor? —No podría… Eres muy bella. Ella sonrió, pues, sabía que su belleza era su mejor arma y lo que siguió después fue el colmo. —Pasaste la prueba de la belleza, ahora falta la de la cama, ¿qué tan buena eres? Todos quedaron con la boca abierta y la princesa enrojeció e intentó paliar el momento. —Su sentido del humor es famoso. —¿Quién bromea? El mayordomo entonces le dijo al altanero. —Rey de Vraelon, por favor considere que está delante de una princesa. Menuda situación, ella lo miraba arrogante y altanero que deseaba poder bajarle los humos. Entonces dijo con sutileza. —Por mi parte estoy complacida con la belleza de vuestra majestad. La comiti
“Y cuando un hombre te diga: —No eres tú… Bueno, si eres tú… Sabes que debes salir corriendo” La fiesta era por demás esplendorosa y la reina esperaba el momento en que debía estar a solas con su flamante esposo, porque solo allí sería la reina en toda la dimensión de la palabra. Tenía para ese menester preparado un exquisito vino que encandilaba los sentidos, además del perfume que fue expresamente preparado por hechiceros de su reino para encantar los sentidos del rey. Edward llegó en esos momentos y al ver a su flamante esposa esperándolo... —Señor, mi corazón no aguanta por unirse a su persona. —Astrid… Ella se acercó con dos copas de vino y le dio una a él. —Mi tierra se caracteriza por preparar los mejores vinos afrodisiacos del mundo—bebió un poco ella—los vinos de mi tierra pueden encender fuegos íntimos… Edward probó y en verdad tenía un sabor dulce y al final un toque fuerte, que le quemó las entrañas. —Edward, seremos uno en breve y yo te demostraré—se abría su b