Nació varón, señores nacieron dos...
“Eres bendecida reina de Vlaeron es otro varón, gemelos hermosos y robustos” La partera atendía el parto que era bastante complicado, pues, no solo era un bebe, venían en camino dos y eso puso en apuro a las doncellas, principalmente a Ilena que ayudaba en el parto. —Puja reina de Vlaeron a tus herederos al trono. Acsa pujaba con todas sus fuerzas y el dolor era tan grande que sentía que se desmayaría en el camino. Afuera Astrid daba vueltas, pues ya tenía su recompensa para el señor oscuro, y Abner se le acercó: —Tarda mucho… —Sí, dicen que son dos herederos—comentó molesta ella—dos hijos de Edward. —Dos hijos míos… Edward está muerto y esos hijos serán míos y espero pronto los tuyos—le advirtió—necesito herederos de mi casta y si no me los das tú, me los dará Acsa y entonces ella será la reina. Cómo odiaba a esa tonta mujer, parecía tener la virtud de encantar a los hombres y ella de espantarlos, estaba muy molesta, pero recordaba lo hablado con Lucy ese día: —Lucy no puedo
“Todos te ven como reina a ti… ¿Qué dirías si te hago mi reina?” Ver a sus dos pequeños era un placer y un orgullo para Acsa, eran tan hermosos, aunque ella les decía de otra forma Adriel y Aleph, esa mañana los cambiaba y vio que Aleph tenía una marca en la pierna derecha y Adriel en la izquierda: —Parece que es una marca de nacimiento, pero el uno la tiene en la pierna derecha y el otro en la izquierda. Ilena le contó entonces: —Escuché que una sirvienta dijo que todos los reyes de Vlaeron tienen una, hasta Edward. Ella sonrió y sabía que su esposo estaría lleno de gozo y orgullo por sus herederos. Abner entró a verlos y los vio hermosos y más fuertes: —Sin duda serán un gran presente para los dioses cuando se los mostremos al pueblo. —¿Mostrarlos? —Son el mejor trofeo de guerra y todos deben aceptar que el nuevo rey seré yo y que seré su padre. Acsa se sintió muy mal porque usarán a sus hijos para tal menester. Lo que pasó el día de la presentación Todos hablaban de la ca
El corazón de Acsa se hallaba destrozado, tenía que hacer algo para impedir que su familia corriese peligro, Ilena le propuso: —¿Y si huimos? —Tendré que hacerlo, no puedo quedarme aquí y dejar a ese par de locos con mis hijos. —Aunque Abner es peligroso, sabemos que su cordura no es buena, lo acaba de demostrar al sacar a Astrid y ponerte como su reina. —Tenemos que hallar la forma de salir de aquí esta misma noche. —Buscaré ayuda…—le aseguró. Entonces fue donde su madre que al verla se emocionó mucho y la abrazó: —Juraba que te había perdido para siempre, Ilena. —Madre, necesito tu ayuda, debemos sacar a Acsa de esta locura. —Hay un grupo de rebeldes que está deseoso de actuar, mataron a sus hijas y fue terrible. —Esta noche necesito de su ayuda para sacar a la reina de aquí y los bebes. —Cuenta con nosotros, hija… Abrazó a su hija con fuerza y ahora que tenían ayuda seguía el resto del plan. La ira de Astrid Cuando le abrieron la puerta, Astrid salió dando maldiciones
“Es necesario, debo de ser un héroe, así que todo lo dejo en tus manos Edward, llegamos hasta aquí todos por ti… Venga a Vlaeron y venga a Salem” Afuera Hilda llegaba con otras mujeres y les daban a los guardias, vino con drogas para hacerlos dormir, todo con la excusa de que la reina sería de otro rey y dormiría con ella. Todos se dejaron envolver y de repente algunos roncaban. Cuando Ilena comprobó que muchos guardias dormían, se sintió aliviada. El plan de Astrid Astrid se alistaba para viajar, iba para cuidar por su vida y no se iría sola, en sus planes estaba llevarse a uno de los bebes con ella. Ahora se dirigía a la habitación de los bebes, en donde Ilena estaba desesperada empacando lo que más podía de la ropa de los bebes cuando entró Astrid. —Pareces ansiosa… —Señora, ¿necesita alguna cosa? —Solo deseaba ver a los bebes—se armó de un adorno—son hermosos, lindos, sanos… —Sí, son perfectos. Ilena estaba buscando con qué arroparlos cuando Astrid la golpeó en la cabeza
“¡Qué se lo coma! Maldito niño, hijo de Edward” Gerald entró al palacio en donde estaba dirigiendo Abner los ataques, escuchaba su risa malévola: —¡Corran ratas de Vlaeron! El rugido de los Eliment era estremecedor, tenían por ese lado una dura batalla afuera y él debía equiparar las fuerzas y su objetivo eran las tablas, si las destruía entonces habría ganado. Vio las tablas cerca de su mano, tenía que luchar por ellas y de repente creó un portal en donde se metió y salió detrás de Abner y le dijo: —¡Asesino de Salem! Abner se dio la vuelta y vio al joven y se le fue encima: —¡Crees que me vas a sorprender! Lo tiró contra la pared, tenía la fuerza de 10 hombres y entonces lo apuntó: —Fuego… Una bola de fuego se dirigió contra Gerald que dijo: —Pared de viento. De repente un viento lo cubrió avivando el fuego a su alrededor. —¡Estúpido! Gerald colocó su mano en tierra y dijo: —Muévete… La tierra debajo de Abner se movió y este cayó al suelo. —¡Maldito! ¡Rayos! Un rayo
Cada bloque era puesto en lo que un día fue Salem. Gad miraba con esperanza ese nuevo despertar y acarició las tablas en donde se ponían los 4 elementos unidos con la llama del Espíritu. Gerald miraba la construcción hecha y Amber se le acercó: —¿Eso es una casa para ti? —No se ve mal… —Definitivamente, eres un gran tonto, no me gusta hazla de nuevo. Eso enojó a Gerald que le lanzó una bola de agua. —Eso te costará Gerald—lo perseguía ella. Él corría riendo y burlándose de ella. Un nuevo ánimo los envolvía a todos, ahora iban a comenzar de nuevo y ya todos los respetaban, pues sabían que el poder que dominaban era superior. Un año después… Acsa fue a visitar la renovada aldea de Salem, sus hijos ya caminaban y corrían emocionados a saludar a todos. Gerald salió a recibirla y vio a Edward más centrado que otras veces: —Miren qué belleza de niños. —Querían conocer de Salem y las historias que le hemos contado. —Y aprender—secundó Edward—es más, quiero aprender, desde que Acs
Los campos de Enoc se hallaban envueltos en llamas, los ejércitos del poderoso reino de Vraelon terminaban de encender los pocos sembríos que quedaban en pie y llevaban a los esclavos hacia las mazmorras. La Reina Gretel miraba todo con satisfacción, de esa forma había vengado la muerte de su hijo a manos de los rebeldes. Su nieto, Edward, había sido el arma perfecta para la venganza, a sus 18 años, era sucesor del trono y por ende rey, el rey más joven que su pueblo había visto, además del más cruel. Uno de los soldados trajo consigo unas láminas de piedra con símbolos del aire, fuego, tierra y agua y en el centro tallada una llama que los unía a todos. —Esto es lo que conseguimos del templo de Salem. Gretel sonrió con satisfacción, tenía entre sus manos un poderoso conocimiento que debía profundizar. —Todos tus enemigos están bajo el estrado de tus pies, Edward, no hay enemigo que se ponga frente tuyo. —Ahora soy el rey del mundo. —Y tendrás todo el poder que siempre debió
“El ímpetu de su carácter era similar a la violencia de un mar embravecido” Edward era un hombre apuesto a rabiar, su cabello era entre dorado con mechones rubios y sus ojos eran azul plomizo, regalo de su madre, según le habían dicho; además de ser un versado guerrero y amante de las armas. Analizaba una espada que le habían traído desde el oriente con suma atención examinaba el peso de la misma. —Es más ligera y delgada…—miraba el diseño—demasiado ligera. —Se necesita técnica para manejarla, señor—dijo su mejor amigo Rob—creo que deberías pedir maestros de oriente que te enseñen la técnica. Eso no le gustó y dijo molesto. —Una espada es una espada, si manejas una, manejas todas. La Reina Madre se acercó a ver a su brillante nieto muy entretenido con las armas. Desde su perspectiva era un hombre grande, de espaldas anchas, se notaba su diferencia en clase y arrojo. Lo escuchó decir. —Si manejo el peso de la misma lograré dominarla—tomaba el escudo—es fuerte, me encanta el labr