“El ímpetu de su carácter era similar a la violencia de un mar embravecido”
Edward era un hombre apuesto a rabiar, su cabello era entre dorado con mechones rubios y sus ojos eran azul plomizo, regalo de su madre, según le habían dicho; además de ser un versado guerrero y amante de las armas. Analizaba una espada que le habían traído desde el oriente con suma atención examinaba el peso de la misma.
—Es más ligera y delgada…—miraba el diseño—demasiado ligera.
—Se necesita técnica para manejarla, señor—dijo su mejor amigo Rob—creo que deberías pedir maestros de oriente que te enseñen la técnica.
Eso no le gustó y dijo molesto.
—Una espada es una espada, si manejas una, manejas todas.
La Reina Madre se acercó a ver a su brillante nieto muy entretenido con las armas. Desde su perspectiva era un hombre grande, de espaldas anchas, se notaba su diferencia en clase y arrojo. Lo escuchó decir.
—Si manejo el peso de la misma lograré dominarla—tomaba el escudo—es fuerte, me encanta el labrado.
—Edward…
Él giró su mirada y vio a su abuela con su corte.
—Edward, tenemos que hablar.
—Ahora estoy ocupado.
Nada, ni se movió la mujer, era inamovible y entonces se viró ante ella con infinita paciencia.
—Abuela, ¿deseaba hablar conmigo?
—Así es querido nieto… Debemos hablar sobre tú… Descendencia.
—¿Mi descendencia?—movía la espada—mi descendencia está muy bien.
La anciana le dijo molesta:
—Edward, no tienes descendencia, ese es el problema, por eso he pensado en que ya es hora de que busquemos una digna esposa para ti.
A Edward se la escapó de la mano la espada y se clavó en el piso cerca de la Reina Madre.
—¿Una reina?
—Una esposa y una madre de un heredero.
¿Reina? ¿Heredero? Eso era demasiado para él, su abuela añadió.
—Eres un poderoso rey y los dioses te dieron el favor de la belleza y el éxito, pero no puedes gobernar solo, debes tener una reina acorde a tu grandeza.
Edward entonces le dijo a su abuela.
—No he pensado en eso…
—Por eso es mi deber como tu consejera opinar por ti.
Edward se quedó cortado ante sus palabras y la Reina Madre le dijo:
—Envié por información sobre hermosas princesas, dignas de este trono.
—No necesito una esposa, puedo gobernar como rey absoluto.
—Ningún rey puede hacerlo—fijó sus ojos en Rob, mano derecha de su nieto—que te lo explique tu hombre de confianza.
Entonces, después de lanzarle la bomba encima, se retiró con su corte y Rob le dijo:
—Será difícil persuadirla del tema.
—¿Casarme? Solamente eso me faltaba…—dijo molesto.
Rob lo miró sorprendido y le preguntó:
—¿En tus planes no está el matrimonio?
Edward dijo seguro:
—El mejor matrimonio que puedes hacer es con el poder y tener de amante al miedo.
Entonces sonrió imaginándose la escena: poder hermosa y seductora mujer en su alcoba y al miedo entrando en poca ropa, con cabello negro azabache… Qué orgía que se darían los tres.
—Edward, Edward…
Él salió de su pensamiento y miró a Rob bastante preocupado.
—Todo rey necesita un heredero.
—Es cierto, pero no hay mujer que me cautive para reflexionar en una descendencia.
Bien, Edward no se caracterizaba por ser el hombre más cordial y galante con el sexo femenino, es más, cuando alguien le caía mal… Cielos, como esa pobre hija del Duque de Siena.
—Edward, ella es la duquesa de Siena-se la habían presentado.
—Señor—se inclinó ante él—a sus órdenes.
Eso le interesó y preguntó a la bella dama.
—¿En serio estás a mis órdenes?
La joven lo miró sorprendida y volvió a inclinarse ante el solemne.
—Por supuesto, su alteza.
—Bien, entonces ladra.
Era un pedido poco común y la joven debió mirarlo con desconcierto. No complacer al rey era peligroso, él esperó su gesto de fidelidad y entonces sucedió lo más bochornoso para ella y para todos los que lo presenciaron: la joven comenzó a ladrar como perro delante de todos. Sí, así era Edward, nada de flores, cuando algo no le caía, no le caía y ahora le exigían matrimonio, no imaginaba todo lo que eso implicaría para él.
Una joven llamada Acsa
Acsa era una bella señorita cuya belleza se hallaba cubierta por el color tiznado que el carbón y el humo le daba a su hermosa piel, sus cabellos largos y castaños los recogía en una pañoleta y tal vez era lo único que no tenía cenizas en ella. Trabajaba en los fogones de un mesón, se encargaba de preparar el guiso de cordero y algunos platillos que eran el deleite de los comensales. En ese momento le decía al ayudante que tenía.
—Quiero que le pongas una rama de esto, solo una rama, si exageras se pudre todo.
El chico asintió nervioso. En ese momento entró Hilda, la dueña y ordenó.
—Acsa trae verduras del huerto para el guiso de carnero y no te demores.
En la parte trasera del mesón tenían un huerto en donde crecían varios vegetales y las hierbas para aderezar los platos que se servían. Era un camino bastante agradable, porque había flores como manzanillas y jazmines que crecían a los lados y le daba colorido y aroma a su trayecto.
Entonces se topó con Ilena, la hija de su jefa. En comparación a ella, Ilena nunca estaba sucia, es más, no conocía sobre el calor de un horno o de trabajar en los fogones, pues era la señorita de la casa y se esperaba de ella un buen matrimonio o algo glorioso; lo que ella, una huérfana sin dinero no podía aspirar a no ser que algo espectacular pasase.
Normalmente, Acsa la ignoraba, pues no tenían un tema de conversación, ni una amistad. De Ilena solo recibía burlas o miradas despectivas y esa mañana no sería distinto.
—Acsa, te ves bien, tal como una empleada se debe verse, pobre y sucia.
—Hola, Ilena.
—¿No te cansas de la vida miserable que tienes?—la seguía.
—No—se detuvo—soy feliz.
Le dio risa sus palabras y le comentó para fastidiarla.
—Pienso que no puedes ser feliz sin nada, todas las chicas pronto nos casaremos con buenos hombres y tú seguirás en el mesón secándote con el fuego.
Acsa la miró despectivamente y le dijo a la petulante muchacha.
—Para ser la hija de una mesonera, hablas como si fueras la reina.
Ilena hizo un respingo sorprendida de su respuesta y la miró indignada y Acsa añadió.
—Cuando seas la reina hablamos.
Procedió a ir a la huerta. Podía soportar muchas cosas, menos la petulancia de la gente que no tenía tanto como ella.
Acsa vivía en una casucha en las afueras junto a su primo Gerald y eran felices a su modo, aunque siempre venía bien algo más… Pero ese más no aparecía.
Era domingo y por ende el único día que Acsa y su primo tenían para pasarla bien. La joven aprovechaba para ir al río y darse un merecido baño y su primo para pescar y asar pescado a orillas de él.
Ese día salieron temprano con una cesta de comida, dispuestos a pasar el mejor domingo del mundo cerca del río.
Acsa aprovecharía para lavar su ropa y quitarse todo el carbón que pudo acaparar esos días.
Cerca de allí crecían unas Decamerón, unas flores de tonos intensos y que al frotar sus pétalos despedían un olor nauseabundo, pero que en proporciones adecuadas era bueno como ungüento para aliviar dolores.
Acsa se deleitaba con los colores de esas flores, le daban al entorno un tono encendido.
—¿Por qué Dios le dio un olor tan desagradable a tan bellas flores?
—Puedo preguntar lo mismo con respecto a Ilena, le dio belleza y un corazón hediondo.
Ella rio y comenzó a colocar el mantel y le dijo a su primo.
—Olvídate de ella, hay muchas chicas que son mejores y que saben hacer guisos.
Su primo sacó el anzuelo y entonces le dijo a Acsa.
—¿Cómo quieres tu pescado?
—Asado y con especias.
Ese era su momento y lo iba a aprovechar intensamente, se metió en ropa interior al agua. Sintió que esta le devolvía la vida, que los fogones le quitaban. Pasó una mano por su cuello restregándose todo el hollín y carbón posible, se sumergió hasta lo más hondo que pudo para poder sentirse llena de una nueva energía. Emergió y nadó hasta una roca en donde crecía un grupo de Decamerón de tonos rojos. Las cortó con sumo cuidado e hizo un adorno que colocó en su cabello, luego hizo otro y de repente tenía una corona de flores rojas en su cabeza. Jugaba cerca de la orilla, allá donde el agua era más clara y pequeños bancos de peces de colores se escondían entre las rocas, para ella era un deleite asustarlos alzando las rocas y verlos huir despavoridos hacia otra. Fue en ese instante cuando escuchó el ruido de caballos acercándose. Algo estaba a punto de pasar y Acsa se escondió para mirar al jinete que andaba solo, lo vio mirar al río con atención y le escuchó decir:
—Aquí está bien.
La joven estaba detrás de unas rocas desde donde podía verlo perfectamente: era apuesto, diferente a los hombres que solía ver por el mesón, sus mechones dorados lo hacían ver encantador y cuando vio que el sujeto se bajaba los pantalones y sacaba su miembro para orinar en el río, quedó perpleja.
“Una sola mirada bastó para cautivar su corazón, no era cualquier mirada… Era la mirada de una Ninfa” Acsa observaba la satisfacción del hombre mientras orinaba y lo largo de su miembro. Vio el rastro de pipí que se acercaba a ella y exclamó asqueada. —¡Puaj! Edward miró en torno asustado y cuando terminó su labor buscó al causante de ese sonido. —Por tu vida, sal de allí… Acsa intentaba huir del rastro de pipí y de repente se sumergió para evadirlo y Edward miraba en torno detenidamente. Emergió detrás de la roca y alcanzó a ver las flores rojas. —Te vi Cosa, sal de allí o iré por ti—nada, absolutamente nada—¿te gusta mirar los miembros de tus señores a escondidas? ¿Quién se creía que era ese tipo, acaso el rey del mundo? —¿Quieres ver mi miembro desde más cerca? ¡Petulante! —Te lo mostraré para darte deleite de noche, Cosita. ¡Cosita y un cuerno! —Puedo ver desde aquí tus flores, sal ya. No podía salir y dejarse ver, así que tomó una piedrita y se la lanzó a un lado. E
“No todas las princesas están hechas de azúcar y dulce, algunas tienen impregnada el perfume de la maldad” Astrid era bella, sin duda una joya para lucir en las más exquisitas reuniones. La admiró de forma descarada. —Bien, impresionante…—comentó. Astrid vio en esas palabras petulancia extrema. —¿Osa cuestionar mi belleza, señor? —No podría… Eres muy bella. Ella sonrió, pues, sabía que su belleza era su mejor arma y lo que siguió después fue el colmo. —Pasaste la prueba de la belleza, ahora falta la de la cama, ¿qué tan buena eres? Todos quedaron con la boca abierta y la princesa enrojeció e intentó paliar el momento. —Su sentido del humor es famoso. —¿Quién bromea? El mayordomo entonces le dijo al altanero. —Rey de Vraelon, por favor considere que está delante de una princesa. Menuda situación, ella lo miraba arrogante y altanero que deseaba poder bajarle los humos. Entonces dijo con sutileza. —Por mi parte estoy complacida con la belleza de vuestra majestad. La comiti
“Y cuando un hombre te diga: —No eres tú… Bueno, si eres tú… Sabes que debes salir corriendo” La fiesta era por demás esplendorosa y la reina esperaba el momento en que debía estar a solas con su flamante esposo, porque solo allí sería la reina en toda la dimensión de la palabra. Tenía para ese menester preparado un exquisito vino que encandilaba los sentidos, además del perfume que fue expresamente preparado por hechiceros de su reino para encantar los sentidos del rey. Edward llegó en esos momentos y al ver a su flamante esposa esperándolo... —Señor, mi corazón no aguanta por unirse a su persona. —Astrid… Ella se acercó con dos copas de vino y le dio una a él. —Mi tierra se caracteriza por preparar los mejores vinos afrodisiacos del mundo—bebió un poco ella—los vinos de mi tierra pueden encender fuegos íntimos… Edward probó y en verdad tenía un sabor dulce y al final un toque fuerte, que le quemó las entrañas. —Edward, seremos uno en breve y yo te demostraré—se abría su b
“Un hombre busca a una mujerEsa flor desconocidaQue va como loca por la vidaEs simplemente diferenteSi tú la vesMás que amigo como hermanoVen a entregármela en la manoYo soy un hombre y busco a una mujer”Luis MiguelAnte la nueva negativa y delante de todos los presentes que eran autoridades en sus tronos, Edward mandó a pedir su sello y pidió consejo a sus sabios.—¿Qué debo de hacer ante la rebeldía de la reina?Vilda que era más sabio y respetado, dio su parecer.—Lamento tener que decirle a su majestad, que esto pone al rey en mala posición y resta su autoridad.Otro de los sabios añadió.—La acción de la reina será conocida por todo los territorios e incitará a la rebeldía entre las mujeres.—La reina debe de recibir un castigo ejemplar ante su osadía—dijo otro de los sabios.Edward visiblemente molesto preguntó:—¿Qué tipo de castigo?Vilda le dijo entonces:—La reina intentó envenenar las aguas y causar un perjuicio notable a Vlaeron y su rebeldía traspasa las fronteras
Parte 2 “Las mentirosas jamás podrán ser reinas” Acsa pensó entonces: —No tiene que ser descubierta, usted puede tomarla como ayudante suyo y así nadie hará preguntas. La astucia de la joven era buena y entonces le dijo: —Me agrada tu idea, ¿cómo te llamas criatura? —Acsa… —Bien Acsa, tu amiga será mi sirvienta, respetaré su vida—sonrió—me agradas Ilena se abrazó de Acsa llorando y diciendo. —¡Salvaste mi vida! Te pido perdón por todo lo que te hice. —Calma, solo aprovecha cada segundo de ella. Miró en torno todas esas jóvenes estaban allí, algunas lloraban contando su historia. —Estaba comprometida y… Me llevaron… —Tengo miedo—decía otra. Acsa también tenía miedo, miraba todo el lugar y era demasiado seguro para poder escapar de él. Afuera los familiares se acercaban a preguntar por sus hijas, hermanas y parientes. Gerald se acercó a prudente distancia y escuchó a uno de los guardias. —Ya dejen de venir y preguntar por sus hijas, no ven que una de ellas puede llegar a
Edward comía junto a su abuela y funcionarios de confianza y dialogaban sobre el tema de la elección de la reina. —Dicen que todos los reinos están interesados en saber la forma en cómo escogeremos a nuestra reina—comentó Rob. —Una manera poco común, sin duda—comentó Gretel. Vilda entonces comentó: —La belleza es subjetiva. —Es cierto—comentó Edward—llamen a Menalao. El mayordomo entró tiempo después y pudieron hacerle las preguntas. —Menalao, tienes una de las tareas más importantes, por no decir determinantes en el reino—comentó Rob—preparar a la nueva reina. Edward entonces preguntó. —¿Qué has estado haciendo? Menalao entonces les explicó. —Primero separé las vacas de las yeguas—todos rieron—seleccioné a las jóvenes óptimas para el evento. Gretel preguntó interesada. —¿Qué tipo de selección? —Quité a las desproporcionadas, a las que tenían algún defecto en su piel, como manchas, marcas, cicatrices… —Me parece bien… Menalao entonces les dijo a sus señores. —Solo dejé
“El heroísmo se refleja en pequeños actos que se vuelven grandes hazañas” Todas las mañanas Edward salía a montar a caballo, muy temprano cuando el sol comenzaba a tocar los montes que rodeaban a Vlaeron, era el mejor momento para poder dar una vuelta y aprovechar la hora de las Ninfas; porque según decía la leyenda cuando los primeros rayos de sol tocaban la tierra las Ninfas podían ser vistas y él no creía que el Creador hubiera castigado a la Ninfa de esa forma, volviéndola bruma. Ese domingo no fue la excepción y ya montaba su garañón y surcaba los caminos de su reino a toda velocidad, su fin era llegar al río y poder ver si veía a la ninfa de ojos verdes. Podía sentir el viento contra su rostro, sus movimientos eran sincronizados con su caballo y eran uno en un galope vigorizante. Faltaba pocos minutos para poder llegar a su objetivo y ya su corazón estaba esperanzado. Gerald ese domingo iba al río, tal vez era una costumbre, pero sus mejores momentos de paz y libertad los viv
“La escuela de la vida nos educa a todos” Acsa estaba siendo revisada con suma atención y Menalao comentó complacido. —Perfecta, todo está quedando perfecto en ti. —¿Puedo preguntar cuándo terminará esto? El sujeto se abanicó y le dijo a la joven. —Acabará cuando el rey escoja a la más hermosa de entre ustedes, podrías ser una reina, ¿eso no te emociona? —No… Nunca me he visto como alguien importante. —Pues métete en la cabeza que puedes serlo. Acsa quedó bastante preocupada por todo lo que le pasaba, su piel parecía distinta, es más, nunca lució mejor y además con la clase de comida que le daban cada día, su estilo de vida había cambiado y volver a los guisos y asados sería todo un problema. Las otras jóvenes parecían sentirse a gusto con la idea de vivir así toda la vida, pero no se daban cuenta de que solo una sería la reina y entonces, ¿qué pasaría con las otras? Esa pregunta fue contestada tiempo después cuando Menalao revisaba la piel de cada una. —Vamos por buen camin