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Cap. 5 En busca de una nueva esposa para el rey

“Un hombre busca a una mujer

Esa flor desconocida

Que va como loca por la vida

Es simplemente diferente

Si tú la ves

Más que amigo como hermano

Ven a entregármela en la mano

Yo soy un hombre y busco a una mujer”

Luis Miguel

Ante la nueva negativa y delante de todos los presentes que eran autoridades en sus tronos, Edward mandó a pedir su sello y pidió consejo a sus sabios.

—¿Qué debo de hacer ante la rebeldía de la reina?

Vilda que era más sabio y respetado, dio su parecer.

—Lamento tener que decirle a su majestad, que esto pone al rey en mala posición y resta su autoridad.

Otro de los sabios añadió.

—La acción de la reina será conocida por todo los territorios e incitará a la rebeldía entre las mujeres.

—La reina debe de recibir un castigo ejemplar ante su osadía—dijo otro de los sabios.

Edward visiblemente molesto preguntó:

—¿Qué tipo de castigo?

Vilda le dijo entonces:

—La reina intentó envenenar las aguas y causar un perjuicio notable a Vlaeron y su rebeldía traspasa las fronteras… Una reina así no conviene a su majestad, lo cierto es que sus acciones merecen la destitución del cargo y la expulsión del reino.

Edward analizó la situación y levantando su cetro y ordenando el edicto ante todos, dijo solemne.

—Por el poder conferido por los dioses y la autoridad de Vlaeron, Yo Edward, Regente de Vlaeron y de todos los reinos de la tierra, expulso a Astrid, princesa de Uldrick de Vlaeron y la despojo de toda autoridad como reina y como mi esposa.

Sin duda nunca se vio algo así en toda la tierra y muchos de los súbditos de Edward temblaron de miedo, pues si era tan cruel y determinante con su propia esposa, ¿qué no les haría a ellos?

La guardia real fue enviada a los aposentos de la reina y le comunicaron la decisión del rey. Astrid palideció y más cuando dijeron que había sido desterrada.

—Necesito hablar con el rey—dijo desesperada.

—El rey no desea verla, tome sus cosas y su corte y váyase lo antes posible, por el bien de vuestra majestad.

Astrid cayó de rodillas en el piso y lloró amargamente mientras sus doncellas y consortes empacaban sus cosas.

—¿Qué será de mí ahora?

Edward había acabado con toda su buena fama, con su liderazgo, además de constituirla como una mujer rebelde e indeseable en todos los reinos. Tomó un velo oscuro y se cubrió el rostro y salió con su corte del palacio, miró hacia el balcón donde Edward observaba su salida junto a él, la Reina Madre.

—Es una pena que una mujer tan bella sea tan corriente—comentó la dama.

Astrid lloraba amargamente y le dirigió unas palabras a su flamante ex esposo.

—Juro que me vengaré de ti Edward Vraelon y te arrepentirás del momento en que me expulsaste de tu reino y de tu vida.

Edward dio media vuelta y entró al palacio.

¿Qué hacer sin reina?

Las celebraciones continuaron, aunque sin el esplendor que las caracterizaba. Edward estaba visiblemente molesto y complacerlo era simplemente imposible.

Se organizaron torneos y espectáculos y nada le sacaba una sonrisa. Rob preocupado por todo esto, se acercó al sabio Vilda.

—Tenemos que hacer algo, Edward no es feliz y esto empañó las celebraciones.

—Mi mente trabaja en ideas… Pero me temo que no sean tan buenas.

—Tú eres el sabio, piensa en algo pronto o nuestro rey se enfrascará en cualquier pleito y la sangre aplacará su ira.

Vilda que era un hombre ante todo prudente, le dijo al joven colega.

—Un hombre no puede estar solo, si pudiéramos conseguir otra reina…

—Con lo que ha sucedido con Astrid, ninguna hija de rey deseará acercarse a Edward.

Era cierto, pero necesitaban una nueva reina y debían de hacer lo posible por contentar a Edward. Vilda entonces iluminado por una idea, dijo:

—Podemos escoger a una reina de las mismas tierras de Vlaeron.

—¿Cómo es eso?

—En nuestro reino hay doncellas, hermosas, dotadas y disponibles para cautivar el corazón del rey…

—Bueno, sí… ¿Pero cómo le haremos para escoger una en particular?

El anciano sonrió y le dijo al joven consejero.

—Las doncellas serán probadas y la que nuestro rey encuentre notable entre esas pruebas será la nueva reina.

Captó la idea, chicas que se lucieran ante Edward y distrajeran su pesar y le dieran un magnífico nuevo deseo. La idea cautivó a todos y más al Rey.

—¿Entonces proponen un concurso entre las doncellas, por mi amor?

Sonaba de lujo.

—Exacto, claro, si vuestra majestad lo desea, claro—dijo Rob.

Vilda le dijo entonces:

—Eso le dará tiempo de sanar su corazón y de cautivarse por una bella doncella.

La idea no desagradó a Edward, que entonces preguntó:

—¿Cómo haríamos entonces?

—Una convocación a todas las doncellas del reino…—dijo otro.

—No—dijo Vilda—las doncellas suelen establecer lazos con sus familias y esperan a ser desposadas, por la buena no desearán nada.

Entonces se ordenó a los soldados que llevaran a todas las doncellas hacia el palacio si fuese posible a la fuerza.

Llevadas cautivas

Acsa terminaba de remendar la camisa de su primo cuando esté entró corriendo a la casucha.

—¡Acsa!

—¿Qué tienes?

—El rey se volvió loco…—buscó ropa—está llevándose a todas las doncellas al palacio.

—¿Por qué?—preguntó asustada.

—Quiere escoger a una nueva reina de entre ellas—empacaba las cosas—no podemos dejar que te lleven, si descubren que eres descendiente de Salem, puedes estar en riesgo.

Escuchaba los gritos a su alrededor y ella le preguntó.

—¿Y qué haré?

—Iremos hacia el río y luego veremos cómo cruzar al otro lado.

Acsa, tomó sus cosas y salió rumbo al río.

Tomada cautiva

Hilda veía como revisaban las habitaciones de su mesón.

—No tienen que dañar nada… Tengo una hija que irá gustosa con ustedes, pues es doncella.

—¿Segura que es doncella?

—Claro que sí…—dijo ella segura.

Para ese momento Ilena corría hacia el río huyendo de su destino, pues ya no era doncella y si era descubierta podía ser asesinada o repudiada. Los guardias verificaban los alrededores y ella se escabulló hacia el río intentando huir y en el camino se topó con Acsa y su primo.

—¿Qué hacen ustedes?

—Vamos a huir…

Ella miraba a todos lados.

—¿Por qué huyen?

—No quiero que Acsa tenga ese destino, ¿por qué huyes tú?

Entonces puso rostro de circunstancia y Gerald tomó a su prima y corrieron hacia el río y ella huyendo se cayó y gritó del dolor. Los guardias la rodearon.

—¿Eres doncella?

Ilena se vio en un predicamento y ante las armas que mostraban dijo:

—Sí, soy…

—Entonces vendrás con nosotros.

Recordó a Acsa y les dijo a sus captores.

—Por allá hay una doncella que se va huyendo con su novio.

Los guardias fueron al río y vieron a la pareja llegando a él.

—¡Deténganse en el nombre del Rey!

Acsa se puso detrás de su primo.

—Gerald, tengo miedo.

—Tranquila, Acsa.

Los rodearon, no era tiempo de heroísmo.

—Gerald…—se aferró a él.

—Acsa, el Creador sabe por qué nos pone frente a los retos, no te dejaré sola prima.

Acsa era llevada a rastras hacia una carreta en donde otras doncellas lloraban desconsoladamente, ver la tristeza en los ojos de su primo fue suficiente pesar para ella.

El nuevo hogar

Todas fueron llevadas hacia el palacio, a la zona del harén del rey. Allí las recibió Menalao, el guardián y mayordomo del lugar.

—Sin duda, tomaron de todo aquí—revisaba a una de las jóvenes—esta tiene piojos… ¡Puaj!

—Tu trabajo es poner a este atado de vacas como hermosas yeguas para nuestro rey—dijo uno de los hombres.

—Claro, el pobre Menalao se debe hacer cargo de todo—dijo con ironía y llamó a su corte—¡Tenemos trabajo por hacer!

Primero separaron a las piojosas y las limpiaron, luego le dieron un baño a cada una.

—Hay tanta mugre aquí junta.

Acsa buscaba a su alrededor un rostro conocido y vio a Ilena y fue a ella.

—Ilena.

—¡Acsa! ¿Qué será de nosotras?—se abrazó a ella.

—No lo sé… Es mejor mantenerse cauta y prudente.

Ilena apretó sus manos y le dijo a la joven.

—Yo no soy doncella y si lo descubren…

Sería la muerte para ella, así que le aconsejó que mantuviera un perfil bajo hasta ver qué se podía hacer.

Él tal Menalao miraba a cada chica con suma atención.

—Este tiene el pelo de estopa, esta tiene la piel curtida y esta… Es demasiado desproporcionada.

Llegó al grupo de Acsa y miró a Ilena con suma atención y comentó.

—Esta ya no es doncella.

Ilena al verse descubierta lloró a mares por su triste destino. Acsa se acercó a Menalao y pidió por su amiga.

—Por favor… Ella fue perjudicada por un mal hombre, no la denuncie.

Menelao vio a la joven y la halló hermosa y además gentil.

—Veamos, ¿qué pasa contigo?—la analizó—buen cuerpo… Senos uniformes y maltratada por la vida…

Entonces se abanicó y le dijo a la joven.

—No puedo tenerla con las doncellas, sería una traición al rey y no me gustaría perder la cabeza.

El destino Ilena estaba sentenciado.

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