“Un hombre busca a una mujerEsa flor desconocidaQue va como loca por la vidaEs simplemente diferenteSi tú la vesMás que amigo como hermanoVen a entregármela en la manoYo soy un hombre y busco a una mujer”
Luis Miguel
Ante la nueva negativa y delante de todos los presentes que eran autoridades en sus tronos, Edward mandó a pedir su sello y pidió consejo a sus sabios.
—¿Qué debo de hacer ante la rebeldía de la reina?
Vilda que era más sabio y respetado, dio su parecer.
—Lamento tener que decirle a su majestad, que esto pone al rey en mala posición y resta su autoridad.
Otro de los sabios añadió.
—La acción de la reina será conocida por todo los territorios e incitará a la rebeldía entre las mujeres.
—La reina debe de recibir un castigo ejemplar ante su osadía—dijo otro de los sabios.
Edward visiblemente molesto preguntó:
—¿Qué tipo de castigo?
Vilda le dijo entonces:
—La reina intentó envenenar las aguas y causar un perjuicio notable a Vlaeron y su rebeldía traspasa las fronteras… Una reina así no conviene a su majestad, lo cierto es que sus acciones merecen la destitución del cargo y la expulsión del reino.
Edward analizó la situación y levantando su cetro y ordenando el edicto ante todos, dijo solemne.
—Por el poder conferido por los dioses y la autoridad de Vlaeron, Yo Edward, Regente de Vlaeron y de todos los reinos de la tierra, expulso a Astrid, princesa de Uldrick de Vlaeron y la despojo de toda autoridad como reina y como mi esposa.
Sin duda nunca se vio algo así en toda la tierra y muchos de los súbditos de Edward temblaron de miedo, pues si era tan cruel y determinante con su propia esposa, ¿qué no les haría a ellos?
La guardia real fue enviada a los aposentos de la reina y le comunicaron la decisión del rey. Astrid palideció y más cuando dijeron que había sido desterrada.
—Necesito hablar con el rey—dijo desesperada.
—El rey no desea verla, tome sus cosas y su corte y váyase lo antes posible, por el bien de vuestra majestad.
Astrid cayó de rodillas en el piso y lloró amargamente mientras sus doncellas y consortes empacaban sus cosas.
—¿Qué será de mí ahora?
Edward había acabado con toda su buena fama, con su liderazgo, además de constituirla como una mujer rebelde e indeseable en todos los reinos. Tomó un velo oscuro y se cubrió el rostro y salió con su corte del palacio, miró hacia el balcón donde Edward observaba su salida junto a él, la Reina Madre.
—Es una pena que una mujer tan bella sea tan corriente—comentó la dama.
Astrid lloraba amargamente y le dirigió unas palabras a su flamante ex esposo.
—Juro que me vengaré de ti Edward Vraelon y te arrepentirás del momento en que me expulsaste de tu reino y de tu vida.
Edward dio media vuelta y entró al palacio.
¿Qué hacer sin reina?
Las celebraciones continuaron, aunque sin el esplendor que las caracterizaba. Edward estaba visiblemente molesto y complacerlo era simplemente imposible.
Se organizaron torneos y espectáculos y nada le sacaba una sonrisa. Rob preocupado por todo esto, se acercó al sabio Vilda.
—Tenemos que hacer algo, Edward no es feliz y esto empañó las celebraciones.
—Mi mente trabaja en ideas… Pero me temo que no sean tan buenas.
—Tú eres el sabio, piensa en algo pronto o nuestro rey se enfrascará en cualquier pleito y la sangre aplacará su ira.
Vilda que era un hombre ante todo prudente, le dijo al joven colega.
—Un hombre no puede estar solo, si pudiéramos conseguir otra reina…
—Con lo que ha sucedido con Astrid, ninguna hija de rey deseará acercarse a Edward.
Era cierto, pero necesitaban una nueva reina y debían de hacer lo posible por contentar a Edward. Vilda entonces iluminado por una idea, dijo:
—Podemos escoger a una reina de las mismas tierras de Vlaeron.
—¿Cómo es eso?
—En nuestro reino hay doncellas, hermosas, dotadas y disponibles para cautivar el corazón del rey…
—Bueno, sí… ¿Pero cómo le haremos para escoger una en particular?
El anciano sonrió y le dijo al joven consejero.
—Las doncellas serán probadas y la que nuestro rey encuentre notable entre esas pruebas será la nueva reina.
Captó la idea, chicas que se lucieran ante Edward y distrajeran su pesar y le dieran un magnífico nuevo deseo. La idea cautivó a todos y más al Rey.
—¿Entonces proponen un concurso entre las doncellas, por mi amor?
Sonaba de lujo.
—Exacto, claro, si vuestra majestad lo desea, claro—dijo Rob.
Vilda le dijo entonces:
—Eso le dará tiempo de sanar su corazón y de cautivarse por una bella doncella.
La idea no desagradó a Edward, que entonces preguntó:
—¿Cómo haríamos entonces?
—Una convocación a todas las doncellas del reino…—dijo otro.
—No—dijo Vilda—las doncellas suelen establecer lazos con sus familias y esperan a ser desposadas, por la buena no desearán nada.
Entonces se ordenó a los soldados que llevaran a todas las doncellas hacia el palacio si fuese posible a la fuerza.
Llevadas cautivas
Acsa terminaba de remendar la camisa de su primo cuando esté entró corriendo a la casucha.
—¡Acsa!
—¿Qué tienes?
—El rey se volvió loco…—buscó ropa—está llevándose a todas las doncellas al palacio.
—¿Por qué?—preguntó asustada.
—Quiere escoger a una nueva reina de entre ellas—empacaba las cosas—no podemos dejar que te lleven, si descubren que eres descendiente de Salem, puedes estar en riesgo.
Escuchaba los gritos a su alrededor y ella le preguntó.
—¿Y qué haré?
—Iremos hacia el río y luego veremos cómo cruzar al otro lado.
Acsa, tomó sus cosas y salió rumbo al río.
Tomada cautiva
Hilda veía como revisaban las habitaciones de su mesón.
—No tienen que dañar nada… Tengo una hija que irá gustosa con ustedes, pues es doncella.
—¿Segura que es doncella?
—Claro que sí…—dijo ella segura.
Para ese momento Ilena corría hacia el río huyendo de su destino, pues ya no era doncella y si era descubierta podía ser asesinada o repudiada. Los guardias verificaban los alrededores y ella se escabulló hacia el río intentando huir y en el camino se topó con Acsa y su primo.
—¿Qué hacen ustedes?
—Vamos a huir…
Ella miraba a todos lados.
—¿Por qué huyen?
—No quiero que Acsa tenga ese destino, ¿por qué huyes tú?
Entonces puso rostro de circunstancia y Gerald tomó a su prima y corrieron hacia el río y ella huyendo se cayó y gritó del dolor. Los guardias la rodearon.
—¿Eres doncella?
Ilena se vio en un predicamento y ante las armas que mostraban dijo:
—Sí, soy…
—Entonces vendrás con nosotros.
Recordó a Acsa y les dijo a sus captores.
—Por allá hay una doncella que se va huyendo con su novio.
Los guardias fueron al río y vieron a la pareja llegando a él.
—¡Deténganse en el nombre del Rey!
Acsa se puso detrás de su primo.
—Gerald, tengo miedo.
—Tranquila, Acsa.
Los rodearon, no era tiempo de heroísmo.
—Gerald…—se aferró a él.
—Acsa, el Creador sabe por qué nos pone frente a los retos, no te dejaré sola prima.
Acsa era llevada a rastras hacia una carreta en donde otras doncellas lloraban desconsoladamente, ver la tristeza en los ojos de su primo fue suficiente pesar para ella.
El nuevo hogar
Todas fueron llevadas hacia el palacio, a la zona del harén del rey. Allí las recibió Menalao, el guardián y mayordomo del lugar.
—Sin duda, tomaron de todo aquí—revisaba a una de las jóvenes—esta tiene piojos… ¡Puaj!
—Tu trabajo es poner a este atado de vacas como hermosas yeguas para nuestro rey—dijo uno de los hombres.
—Claro, el pobre Menalao se debe hacer cargo de todo—dijo con ironía y llamó a su corte—¡Tenemos trabajo por hacer!
Primero separaron a las piojosas y las limpiaron, luego le dieron un baño a cada una.
—Hay tanta mugre aquí junta.
Acsa buscaba a su alrededor un rostro conocido y vio a Ilena y fue a ella.
—Ilena.
—¡Acsa! ¿Qué será de nosotras?—se abrazó a ella.
—No lo sé… Es mejor mantenerse cauta y prudente.
Ilena apretó sus manos y le dijo a la joven.
—Yo no soy doncella y si lo descubren…
Sería la muerte para ella, así que le aconsejó que mantuviera un perfil bajo hasta ver qué se podía hacer.
Él tal Menalao miraba a cada chica con suma atención.
—Este tiene el pelo de estopa, esta tiene la piel curtida y esta… Es demasiado desproporcionada.
Llegó al grupo de Acsa y miró a Ilena con suma atención y comentó.
—Esta ya no es doncella.
Ilena al verse descubierta lloró a mares por su triste destino. Acsa se acercó a Menalao y pidió por su amiga.
—Por favor… Ella fue perjudicada por un mal hombre, no la denuncie.
Menelao vio a la joven y la halló hermosa y además gentil.
—Veamos, ¿qué pasa contigo?—la analizó—buen cuerpo… Senos uniformes y maltratada por la vida…
Entonces se abanicó y le dijo a la joven.
—No puedo tenerla con las doncellas, sería una traición al rey y no me gustaría perder la cabeza.
El destino Ilena estaba sentenciado.
Parte 2 “Las mentirosas jamás podrán ser reinas” Acsa pensó entonces: —No tiene que ser descubierta, usted puede tomarla como ayudante suyo y así nadie hará preguntas. La astucia de la joven era buena y entonces le dijo: —Me agrada tu idea, ¿cómo te llamas criatura? —Acsa… —Bien Acsa, tu amiga será mi sirvienta, respetaré su vida—sonrió—me agradas Ilena se abrazó de Acsa llorando y diciendo. —¡Salvaste mi vida! Te pido perdón por todo lo que te hice. —Calma, solo aprovecha cada segundo de ella. Miró en torno todas esas jóvenes estaban allí, algunas lloraban contando su historia. —Estaba comprometida y… Me llevaron… —Tengo miedo—decía otra. Acsa también tenía miedo, miraba todo el lugar y era demasiado seguro para poder escapar de él. Afuera los familiares se acercaban a preguntar por sus hijas, hermanas y parientes. Gerald se acercó a prudente distancia y escuchó a uno de los guardias. —Ya dejen de venir y preguntar por sus hijas, no ven que una de ellas puede llegar a
Edward comía junto a su abuela y funcionarios de confianza y dialogaban sobre el tema de la elección de la reina. —Dicen que todos los reinos están interesados en saber la forma en cómo escogeremos a nuestra reina—comentó Rob. —Una manera poco común, sin duda—comentó Gretel. Vilda entonces comentó: —La belleza es subjetiva. —Es cierto—comentó Edward—llamen a Menalao. El mayordomo entró tiempo después y pudieron hacerle las preguntas. —Menalao, tienes una de las tareas más importantes, por no decir determinantes en el reino—comentó Rob—preparar a la nueva reina. Edward entonces preguntó. —¿Qué has estado haciendo? Menalao entonces les explicó. —Primero separé las vacas de las yeguas—todos rieron—seleccioné a las jóvenes óptimas para el evento. Gretel preguntó interesada. —¿Qué tipo de selección? —Quité a las desproporcionadas, a las que tenían algún defecto en su piel, como manchas, marcas, cicatrices… —Me parece bien… Menalao entonces les dijo a sus señores. —Solo dejé
“El heroísmo se refleja en pequeños actos que se vuelven grandes hazañas” Todas las mañanas Edward salía a montar a caballo, muy temprano cuando el sol comenzaba a tocar los montes que rodeaban a Vlaeron, era el mejor momento para poder dar una vuelta y aprovechar la hora de las Ninfas; porque según decía la leyenda cuando los primeros rayos de sol tocaban la tierra las Ninfas podían ser vistas y él no creía que el Creador hubiera castigado a la Ninfa de esa forma, volviéndola bruma. Ese domingo no fue la excepción y ya montaba su garañón y surcaba los caminos de su reino a toda velocidad, su fin era llegar al río y poder ver si veía a la ninfa de ojos verdes. Podía sentir el viento contra su rostro, sus movimientos eran sincronizados con su caballo y eran uno en un galope vigorizante. Faltaba pocos minutos para poder llegar a su objetivo y ya su corazón estaba esperanzado. Gerald ese domingo iba al río, tal vez era una costumbre, pero sus mejores momentos de paz y libertad los viv
“La escuela de la vida nos educa a todos” Acsa estaba siendo revisada con suma atención y Menalao comentó complacido. —Perfecta, todo está quedando perfecto en ti. —¿Puedo preguntar cuándo terminará esto? El sujeto se abanicó y le dijo a la joven. —Acabará cuando el rey escoja a la más hermosa de entre ustedes, podrías ser una reina, ¿eso no te emociona? —No… Nunca me he visto como alguien importante. —Pues métete en la cabeza que puedes serlo. Acsa quedó bastante preocupada por todo lo que le pasaba, su piel parecía distinta, es más, nunca lució mejor y además con la clase de comida que le daban cada día, su estilo de vida había cambiado y volver a los guisos y asados sería todo un problema. Las otras jóvenes parecían sentirse a gusto con la idea de vivir así toda la vida, pero no se daban cuenta de que solo una sería la reina y entonces, ¿qué pasaría con las otras? Esa pregunta fue contestada tiempo después cuando Menalao revisaba la piel de cada una. —Vamos por buen camin
“No porque te untes con mirra eres digna de ser una reina” Menalao recibía el pedido de la valiosa Mirra, un aceite muy exclusivo y muy preciado, con ese aceite untaron la piel de las doncellas y pronto los resultados eran satisfactorios. —Me encanta, se ven como diosas resplandecientes. Se acercó a Acsa y la admiró, todo su esfuerzo se veía notable en ella y su cabello largo parecía seda de lo bonito que era, lo analizó en ese momento y comentó. —Puedo decir que de todas eres tú la más bella y a la que mejor le ha sentado todo, además las clases de modales las has asimilado muy bien… Entonces les dijo a todas. —Pronto estarán frente a su señor y deben actuar con corrección y modestia. Virginia miraba a Acsa que no parecía feliz con la idea y se acercó a ella. —Acsa, veo que ser la futura reina no es algo con lo que sueñes, en cambio, es mi sueño más preciado. —Nunca esperé esto. —Yo siempre supe que tendría un destino glorioso y mírame a punto de ser la futura reina. Acsa s
Parte 3 “Eres la visión de un río… Lo sé, eres la bruma cautivante y sexi” Cuando Menalao recibió la orden de preparar a las doncellas para un baile en el salón principal del palacio, se estresó, primero debía pedir vestidos acordes para una fiesta, arreglos y el tiempo era tan corto, pronto todo fue un correr entre todas. —Un baile—comentó Ilena—siempre quise ver cómo era un baile real. Acsa comentó: —Pensé que solo nos presentaríamos ante el rey y él escogería a la reina. —Todo puede cambiar, no en vano es el rey y qué rey con todo bien puesto en su lugar. Acsa meneó la cabeza, si Edward era bastante apuesto y muy… Dotado, pero no debía recordar eso. Edward ordenó algo más: Todos los asistentes debían usar máscaras, incluyendo las doncellas, pues la idea de un baile de máscaras solía ser atrayente. —¡Máscaras!—dijo Menalao impactado—pe—pero de dónde saca esas ideas. Otro contratiempo fueron las máscaras y cuando consiguió unas hermosas para sus doncellas respiró hondo. —La
“Primer consejo para su majestad: No se meta con mi prima” Después de esa noche Acsa sintió que su destino estaba sellado, lo único bueno de todo eso fue ver a su primo un instante, sabía que él no la desampararía y estaría al pendiente de su vida. Sus compañeras ya no le hablaban, estaban celosas de su suerte, nadie entendía que ella no deseaba ser la reina y se sentía muy sola. Edward estaba complacido, recordaba el momento en que bailó con la joven, lo bella y graciosa de su belleza y entonces Rob se acercó a felicitarlo. —El baile fue un éxito, todos están encantados con la joven elegida. —Es simplemente cautivante. —Y no sabes quién es su pariente más cercano—dijo Rob sorprendido. —¿Quién? —El aldeano que salvó tu vida. Vio la sorpresa en su rey y le explicó: —Resulta que todos los días trae comida a los guardias y pide razones de su prima, cuando supe que la joven era su parienta me dije… El Creador es irónico. Edward se interesó por ese asunto y le dijo a su amigo: —
“Castiga a los que tienen envidia haciéndoles bien” Edward se acercó a ella, necesitaba sentirla cerca y poder ver sus facciones delicadas, era bella, su piel perfecta y su cabello fragante como los campos floreados. —Estabas en el río ese día, ¿verdad?—silencio, parecía evadir el asunto—¿te gustó lo que viste? Porque a mí me gustó lo que vi ese día. Acsa le respondió. —Señor, no soy una Ninfa. —Lo sé… Tienes el espíritu de una—dijo seguro. Si algo tenía, Edward era su testarudez y Acsa se dio cuenta de que él seguía con la idea de que ella era una Ninfa y nada lo movería de su idea. Entonces le dijo a la joven: —Normalmente, no escucho a nadie cuando tomo una decisión, quería azotar a la impertinente y cuando pediste por ella… Sentí que debía detenerme. —Ella es una joven con muchas expectativas y eso la hace a veces ser muy altanera. Eso le interesó a Edward: —¿Y tus expectativas? ¿Acaso no son altas? Acsa entonces le dijo: —No tengo muchas expectativas… —Pues deberías,