TREINTA Y OCHO

—NATALIA—

Contemplo absorta el color de mis manos hasta mi antebrazo, como si las hubiera metido en algún recipiente de tinta negra y ahora tuviera permanentemente unos guantes que me recuerdan una y otra vez lo ocurrido hace poco.

Esa pequeña ruptura de una barrera que aparentemente todavía se mantenía intacta en mi interior.

Han pasado ya tres días desde que Penélope consiguió hacerse paso en mi mente.

Han pasado ya tres días desde que entendí que no estoy sola en mi propio cuerpo o que quizás este ni siquiera sea mi cuerpo.

¿Y si he sido un alma intrusa empujada aquí dentro por aquellos que fueron tras Penélope?

Sé lo he escuchado murmurar a Aryen y Badel, al otro lado de la puerta.

Las cosas han cambiado tanto desde la última vez en la que creí poder sentirme segura y aceptada como uno más en su familia.

Aryen ni me mira.

Badel cuando lo hace, duele tanto que soy incapaz de mirarle a los ojos.

Lex ni siquiera se presenta.

Lyam… esa voz que creí escuchar teñida de ese pánico por pe
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