La Cazadora de Lobos.
La Cazadora de Lobos.
Por: Rosseflowers
1. La Cazadora.

Anya.

El aire era denso, cargado con el aroma de pino, tierra y algo más profundo, algo viejo, casi como el aliento del bosque mismo. Me detuve, escuchando la quietud. Entonces, un sonido rompió el silencio, un crujido tenue, sutil, pero tan claro como una campanada en mi mente. No estaba sola.

—Sal de ahí o lo lamentarás—Vocifero sin chistear. Luego escuche una risa como ecos.

—Niña, ten cuidado,  podría ser peligroso y devorarte seria gustoso.— Escucho esa voz fuerte y su horrible rugido.

—¡Sí puedes ven atacame!—Hablé en voz alta, con el arco preparado para lanzar sin piedad. Mis flechas estaban hechas de plata, potenciadas por mi poder espiritual que tenía desde que nací. Por esa razón cazaba sin piedad a los espíritus malignos de este bosque y ahora estaba lista de sacar a los lobos de este mundo.

—Qué astuta; no temes. Podría hacerte añicos en un instante. Pero pronto llegara tu momento —Ríe a carcajadas. Su voz era como eco, fuerte pero no me iba intimidar.

—Sal m*****a bestia.—Grité pero el empezó a reír y se risa se apago con el viento.—Mierda, se fue.

Caminé con pasos ligeros para llegar a la cabaña. Cada crujido bajo mis botas era un eco en la quietud, y mis manos, firmes, sostenían el arco con una naturalidad que mis músculos ya habían hecho suya. Tenia que estar preparada por si ese animal apareciera. Parecía la voz humana pero sabía que ellos podían convertirse en hombres como los humanos.

Ya eran más de las 10 de la noche, la aldea parecía tranquilo pero a la vez inquietante, envolviendo cada rincón con sombras danzantes y un frío que se filtraba por entre las rendijas de las ventanas y las puertas. El bosque, siempre ha sido un refugio para mí,  hoy parecia un lugar extraño, casi extraño.

Las historias de mi abuela flotaban en mi memoria. —Los lobos no son como los animales comunes,— Me decía. —No caces en sus tierras, no te acerques al bosque de sangre, porque hay cosas que el hombre no debe intentar entender.—Niego mientras me detengo observando la noche y las luciérnagas haciendo camino alumbrandome.

Los aldeanos siempre decían que las criaturas de la oscuridad, especialmente los lobos, eran guardianes de secretos que nosotros, los humanos, jamás deberíamos descubrir. Pero la idea de quedarme al margen nunca fue suficiente para mí. Mi abuela siempre me advertía, pero sus palabras me llamaban a desafiar esos límites. Y esta noche, sentía que los estaba desafiando de un modo que ni siquiera yo entendía. Desde pequeña tenía mucha curiosidad de saber más sobre esos seres misteriosos que se ocultaban en la sima del bosque de los lamentos, y el de la eterna. Según esos enigmas jamas se han descubiertos, los humanos no podíamos pisar tierra peligrosa, era llamado prohibido y si lo hacías lo lamentariamos. Porque nos cazaba o bien seríamos una presa fácil para esclavizarnos.

Había varias versiones. Por lo tanto no tenía idea si eran reales. Desestime mis pensamientos al sentir que alguien me observaba.

Solté un bufido entrando a la cabaña. Mañama tendré que irme a la ciudad. Tenía unos asuntos que atender urgente y sobre todo traer más biberes a la cabaña. El pueblo estaba a casi un día para llegar a la aquí, este misterioso bosque quedaba al otro lado de un inmenso río, lo bueno es que nosotros conocíamos un pasadizo para poder pasar en auto... espero que nadie en el pueblo sepa la existencia de estos seres, seria un caus. Aunque el condado era grande y estos seres sobre naturales podrían estar sin darnos cuentas. 

Me recosté en la cama y vi a mi abuela preparando un té.

—Porque sigues obsesionada con encontrar a los lobos, nuestra misión no sólo es esa, debemos acabar con todo los seres malignos.

—Abi, debo proteger este pueblo, la ciudad en sí. Son peligros incluso escuchado que algunos habitan en la ciudad andan como humanos tranquilos. Pero no saben quien soy yo. Si supieran el poder...

—No sigas diciendo nada más. El viento puede susurrar esta conversación a los bosques.

Arrugue la frente y me senté comoda; ella tenia razón por ahora no tenía sentido. Mi poder espiritual era algo creíble y tenía el don de matar a todo lo espíritus malignos de este bosque. Por lo que no cabe duda; ellos quizás temían salir al saber que alguien los está cazando. Recuerdo hace años al encontrar a mis padres devorados por esos lobos. Jamás lo olvidaré, vengarme de ellos es mi misión en este mundo, por esa razón decidí ser una cazadora exclusivamente para matar a esos seres misteriosos que desean matar a los humanos o tenerlos como esclavos.

—Bebe un poco de té y descansa mañana debemos irnos temprano. Zain vendrá por nosotros.

—Bien Abi; gracias.— Acepte la taza y tome un sorbo. Mire hacia la ventana y veía como los árboles se mecía con el viento.

Mientras tomaba un sorbo de té. Mis pensamientos viajan cuando mi abuela me había narrado su vida, de cuando era una joven cazadora. En esa época existía varios clanes de lobos, algunos eran híbridos, otros licantropos de raza pura y el más temibles los Cazkio. Los que matapan sin piedad, ella decía que sus abuelos eran los que tenían un don que se les fue dada hace años para proteger a los humanos y a las effi que eran criaturas humanas con poderes mágicos algo parecido a lo que soy yo. Pero ella nunca tuvo poder, no obstante mi Abi, fue una de las mejores en ese tiempo, luchaba por el bien y en este mismo bosque ella lucho, luego conoció a mi abuelo y él era un cazador, se casaron y nacieron mis queridos padres. Vaya que historias y eso que aún falta más por narrar. Lo que si ella me dijo fue que conoció a una hada que le dio un mensaje del cual ella no logra recordar y desde entonces se fue de este bosque, sin embargo como si era el destino mis padres tenía curiosidad para saber sobre este misterioso lugar.

Cerré los ojos hasta quedarme dormida, pero el sueño no me ofreció descanso. Una melodía etérea de campanas resonaba en mi cabeza, susurrando mi nombre desde la lejanía. Era como si alguien me llamara, una voz distante que se mezclaba con el eco de mis pensamientos. Me desperté de golpe, llevándome la mano al rostro, sintiendo un dolor punzante en las sienes. Apenas estaba amaneciendo, y me preguntaba por qué no podía disfrutar de un simple sueño en este lugar.

Salí de la cama, donde había dormido junto a mi abuela y su gata, y me dirigí al baño improvisado. Me cepillé los dientes, lavé mi rostro y recogí mi cabello en una cola. La ducha me aguardaba con un chorro de agua helada, el frío desgarrador que se colaba por mis poros. Era difícil acostumbrarse a este clima, pero debía aguantar; mi propósito de venir aquí siempre fue claro: ser la cazadora. Desde que tenía diez años y fui testigo de cómo mataron a mis padres, mi deseo de venganza me había guiado. Anhelaba acabar con esos lobos malditos, aniquilarlos de este mundo. 

Cuando terminé de arreglarme, entré a la cocina. Preparé un café fuerte y busqué algo para comer. Saqué un poco de pan de la cajita que había traído la última vez, lo calenté, y acompañé todo con tocino y huevo. Mientras saboreaba el desayuno, eché un vistazo por el pequeño corredor; el frío se sentía aún más intenso. 

Mi abuela se levantó, adentrándose en la ducha. La escuché soltar un grito cuando el agua fría la sorprendió. 

—¡Mierda que es esto!

—¡Abi! Deberías calentar el agua —le grité.

—No, cariño. Debo aguantarlo —respondió, con ese tono fuerte que la caracterizaba—. Cuando el clima cambia aquí, es horrible. Necesitamos un baño con calefacción, ¿no crees?

—Es verdad —murmuré—, pero aquí no hay energía.

Este lugar era tan vacío, un secreto guardado entre pocas personas que habitaban el territorio. Solté un suspiro mientras comenzaba a empacar lo poco que traía. Miré mis flechas y las coloqué en su cartucho, recordando mis objetivos. 

Al poco tiempo, Zain llegó por nosotras. Nos subimos al auto y, al salir del bosque, observé la altura de los árboles que se perdían en la noche eterna como tenía su nombre y el de los lamentos que habitaban en el sur. Un deseo profundo de ir allí me invadió, pero sabía que debía entrenar más, fortalecerme antes de enfrentar a aquellos seres. 

—¿Qué tanto ves ahí? —me preguntó mi abuela, rompiendo mis pensamientos.

—No es nada, abuela. Solo que parece que ellos se han dado cuenta de que los estoy siguiendo. Sabes que mi poder… 

—Puede ser que sí, cariño, pero por ahora, ten paciencia. Debes aprender a manejar tu fuerza y verás que acabarás con ellos, al igual que yo —dijo, con esa confianza que siempre me infundía.

Asentí, recostándome en su hombro, sintiendo su calidez en medio del frío. Haría lo que fuera necesario para aprender a controlar mis poderes y cumplir con mi venganza. Por esa razón decidí quedarme a vivir en el condado de este país, en este pueblo donde quizás encuentre la respuesta de tanto misterio. 

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