5. Misterios por descubrir.

Kaelan 

Habíamos terminado de hacer las rondas de vigilancia, y ahora estaba con las manadas. Al regresar, subí a mi castillos, donde algunos de los sirvientes se movían en silencio, ordenando y preparando la cena. Justo en la entrada, uno de ellos me informó.

— Señor, el anciano Raúl lo espera en su despacho.

Agradecí con un gesto y me dirigí a la oficina. Raúl estaba ahí, observando las viejas fotografías enmarcadas y colgadas en la pared. Me senté frente a él y fui directo al grano. —¿Qué necesitas, Raúl?

—Kaelan, ¿has escuchado sobre el vampiro que anda rondando? Ha estado atacando humanos que se adentran en el bosque.

—Estuve en vigilancia, pero no vi nada inusual. ¿Estás seguro de que no es un rumor?— respondí con interés, ya que los humanos rara vez se acercaban a nuestro territorio sin permiso. Sin embargo ellos quizás no sabían de nuestra existencia.

—Lo sé de buena fuente—, afirmó Raúl, con el ceño fruncido. —Hay vampiros aliados con algunos lobos de clanes foráneos, y esos intrusos planean expandirse hacia el territorio humano. Algunos de ellos incluso se aparean con humanas, convirtiéndolas en híbridas. La situación es alarmante.

Mi mandíbula se tensó.

 —Nosotros respetamos las leyes. No molestamos a los humanos, y ellos no suelen invadir nuestras tierras, por falta de conocimiento, he incluso tengo entendido que existe cazadores que conocen sobre nosotros sin embargo no se han involucrado. 

—Es cierto—, asintió el anciano, —pero algunos aún temen que podamos hacerles daño. Lo sabes bien. Eres uno de los pocos que puede cruzar el límite hacia sus tierras sin levantar sospechas.

Raúl estaba en lo correcto; en mi forma humana, podía moverme entre ellos sin atraer atención. Mientras me hablaba, su mirada se oscureció, como si el pasado regresara a él.

—Kaelan, ¿alguna vez les contaste a los cachorros sobre tu esposa... la humana?

Mi corazón se aceleró ante esa mención. 

—Raúl, te pedí que no hablaras de ella—respondí con voz firme. —No deseo recordar aquello.

—Entiendo— mencionó alzando las manos en señal de paz. —Solo lo menciono para que los jóvenes comprendan que no todos los lobos deben temer a los humanos. Aunque sabemos que la ley prohíbe cualquier relación entre nosotros y ellos, tú la desafiaste en su momento.

—No quiero hablar de eso— insistí, conteniendo la rabia que crecía en mi pecho. —Y no voy a permitir que nadie cruce hacia el territorio humano para crear conflictos, ni siquiera esos vampiros y lobos renegados. Protegeré nuestro mundo de intrusos, incluso si eso significa alejar pelear contra nuestra raza.

Raúl asintió con una mezcla de orgullo y respeto.

—Eres el líder que necesitamos, Kaelan. Cuentas con mi lealtad y la de la manada.

Después de la conversación, me levanté y le indiqué que podía retirarse. Mientras él se marchaba, subí a mi habitación, donde me dejé caer sobre la cama, mirando el cielo estrellado a través de la ventana. La luna brillaba en lo alto, y desde aquí podía ver las vastas tierras del castillo, el punto más alto entre todos los seres espirituales y las criaturas.

Una promesa hecha por mis padres: proteger este mundo a cualquier costo. —Jamás nos iremos de aquí—, murmuré para mí mismo. —Nuestra existencia nunca será destruida...

Si bien hace años atrás por culpa de esos lobos de la manada Cazkio, muchos lobos perdieron la vida por cazadores que son exterminadores, ahora no permitiré que vuelvan a querer provocar y quebrantar la ley por culpa de su ambición.

***

Cuando el sol despuntó esta mañana, me preparé para dejar la seguridad de mi castillo y dirigirme hacia la ciudad. Sabía que tendría que correr por varios días, sin embargo, un portal secreto me permitiría llegar más rápido. Aún así, romper esa ley estaba fuera de mis posibilidades por el momento; no tenía la fuerza suficiente. Así que, una vez más, me transformé en un ser más humano que animal, con una apariencia que apenas reconocía después de la muerte de mi esposa. Han pasado tantos años desde aquel día, pero aún me siento diferente, como si parte de mí se hubiese desvanecido. No obstante, todavía soy fuerte y poderoso, así que esta vez estaba decidido a correr hasta llegar a mi destino.

Salí al amanecer, llevando sólo lo esencial, papeles, tarjetas y llaves; di unos pasos, cuando me encontré con Ágata, observándome con su usual expresión inquisitiva.

—¿A dónde vas? —me interrogó.

—¿Por qué me preguntas? —respondí, tensando la mandíbula.

—No me digas que vuelves a ese lugar, la ciudad. Sabes que esos seres son repugnantes.

La miré fijamente, con una mezcla de cansancio y desdén.

—Mira, Ágata, te diré dos cosas: primero, tú no eres nada para mí. El hecho de que hayas compartido mi lecho en momentos oscuros no te da derecho alguno sobre mí. Fui claro cuando te acercarte en mis peores momentos, te dejé dicho que  eso no significa nada para mí. Y segundo, no deberías hablar así de los humanos. Ellos no interfieren en nuestras vidas, y nosotros en las de ellos. Así debe ser. Además, no tienes necesidad de saber a dónde voy.

Sin decir más, usé mi poder para apartarme de ella en un destello. Comencé a correr, sintiendo la velocidad en mi forma humana. El viento, al rozarme, me llenaba de una extraña paz. Sabía que, si mantenía el ritmo, llegaría al amanecer o quizás al mediodía del día siguiente. No importaba. Me guiaba por la posición del sol.

A medida que corría, observaba los campos, donde una vez se libraron batallas; lugares donde los espíritus vagan en lamento, ecos de almas perdidas. Pasé junto a Nocturnia y Lúgubre, una montaña lejana dominada por clanes de vampiros de varias razas. Somos muchos los que coexistimos en este mundo: licántropos, híbridos, hadas, brujas y las más temibles Banshees. Todos nos regimos por reglas antiguas, una serie de normas inquebrantables que mantienen una paz tensa entre todas las razas de este mundo. Aunque coexistimos, siempre estamos cuidando no cruzar ciertos límites, como si el mismo aire estuviera cargado de advertencias invisibles. Llevamos aquí más de tres siglos, pero nadie ha logrado entender del todo cómo o por qué llegamos.

Mis padres, de quienes sólo conservo recuerdos lejanos, me contaron la historia que se repite de generación en generación: hace siglos, en el mundo de las criaturas sobrenaturales, se abrió un portal hacia este mundo humano. Un paso entre dimensiones. Nadie sabe exactamente por qué, ni qué poder desconocido lo forzó, pero aquel portal fue la puerta de entrada para nosotros, las entidades de la noche, los seres mágicos y oscuros, a un lugar que no era nuestro.

Al principio, los nuestros llegaron cautelosos. Exploraron, crearon pequeños refugios donde ocultarse del día y de la mirada de los humanos. Pero la curiosidad humana, y su voluntad de desafiar lo desconocido, fue el inicio de una relación peligrosa. Algunos de los nuestros comenzaron a mezclarse con ellos, en busca de poder, o quizás por pura fascinación. De esos encuentros nacieron los híbridos, seres que llevan en su sangre tanto lo humano como lo sobrenatural, criaturas a las que ambos mundos rechazan y temen.

Este misterio es uno que pocos de los nuestros se atreven a intentar resolver. Hay quienes dicen que el portal es una especie de prueba o castigo, un enigma impuesto por fuerzas superiores. Otros creen que estamos atrapados en un ciclo, obligados a repetir nuestra historia, mientras los humanos y nosotros seguimos cruzando nuestros caminos de forma inevitable, creando algo que no debería existir en absoluto.

Mientras avanzaba a toda velocidad, un pensamiento cruzó mi mente. Mi esposa... ella igual, cambie mi vida y ella era una humana especial. Sin embargo murió hace más de cien años, y sin embargo, siento como si hubiera sido ayer cuando esos malditos la atacaron. Luchó con todas sus fuerzas, pero aún así, se fue. 

Perdí el ritmo de mis pasos cuando una figura se cruzó en mi camino. Me detuve de inmediato. Era él, Victorino, el líder de los vampiros.

—Alfa Kaelan —saludó, con su habitual altivez.

—¿Victorino? —espeté, entrecerrando los ojos—. ¿Qué hace un vampiro rondando cuando el sol está en su apogeo?

Lo observé y vi que llevaba una capa dorada, una protección que lo resguardaba del sol.

—Es un misterio que quisieras desvelar, ¿verdad, Kaelan?

—No tengo interés en tus misterios, Victorino. ¿Qué haces aquí? Este camino no pertenece ni a los lobos ni a los vampiros de pura sangre.

—Simplemente vigilo, en caso de que algún humano cruce. O, tal vez, estoy vigilando a algún lobo curioso.

Lo miré con recelo.

—¿Vigilando o buscando tu próxima presa? Recuerda que la sangre humana no es territorio para ninguno de nosotros, Victorino.

Sonrió, mostrando sus colmillos.

—Tú hablas como si no te hubieras casado con una humana. ¿Y ahora pretendes darme lecciones?

—¡Victorino!...

En ese instante, una voz resonó en el aire. Victorino giró y su expresión cambió. Sin decir nada más, me lanzó una última mirada.

—Nos veremos pronto, lobo solitario.

En un parpadeo, desapareció, sin dejar rastro alguno. La voz que lo llamó aún resonaba en mi mente, y la frustración se apoderó de mí. Solté un suspiro, inhalando el aire alrededor. Entonces percibí un aroma extraño: sangre humana.

—Maldición —mascullé, consciente de lo que significaba. Aquel vampiro había saciado su sed con una presa humana esta mañana. Las consecuencias de esto no tardarán en llegar. Sin poder evitarlo, me sentí cargado de una responsabilidad que me superaba. Negando con la cabeza, reanudé mi carrera, impulsado por la urgencia de descubrir cómo podríamos, algún día, abandonar este mundo y dejar en paz a los humanos que lo habitan.

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