Los ojos de Sara observaban al hombre que tenía frente a ella. Su amante, su amor, aquel con quien había pasado los mejores momentos de su vida, pero quien en este momento estaba rompiendo su corazón con esa confección, ¿Cómo pudo hacerle eso?, ella aún no comprendía en que momento su vida había cambiado tanto y el hombre que le dio los mejores momentos y las noches más apasionadas, ahora mismo le estaba rompiendo el corazón.
—¿Desde cuándo? —pregunto ella con las lágrimas descendiendo por sus mejillas sin parar. Él observaba a la mujer que amaba y a la cual debía dejar para no perder todo por lo que había luchado. —Desde que llegué aquí, siempre supe que esto iba a pasar —dijo con un nudo en la garganta y la rabia fluyendo por su cuerpo al sentirse como un cobarde y no luchar por la mujer que ama. —Me engañaste, jugaste conmigo todo este tiempo —exclamo ella sintiendo una rabia que consumía su cuerpo cada segundo más y más —. Como pudiste hacerme esto, te dije que te amaba y tú solo permitiste que yo creyera que tú también, ¡¡¿Que tipo de personas eres?!! —¡¡Una que ama el poder y el dinero más que nada!!, tú no lo entiendes, no puedo solo dejar mi vida y todo lo que conozco por un par de acostones —ella abrió la boca sorprendida por lo que él acababa de decir, ¿Acostones? —Entonces todo este tiempo eso fue lo único que fui para ti —dijo con la voz entrecortada. —No, claro que no, no quise decir eso. Estoy entre la espada y la pared, entiéndeme, puedo perderlo todo —dijo con el corazón roto por romper el de su mujer, porque para él eso es ella, su amada mujer. —Pues acabas de perder algo mejor. No pienso perdonarte esto, no lo haré, jugaste conmigo todo este tiempo, permitiste que me enamorara de ti como una estúpida. —Esa boca —ella gruño con fuerza, porque siempre odio que él la corrigiera cuando ella decía una mala palabra, el imbécil y correcto Jaque. —¡¡Me importa un carajo!!, no vas a volver a corregirme, y mucho menos a tocarme, quiero que te vayas de mi casa y mi vida, ve, cásate y olvídate que alguna vez tú y yo nos conocimos —él negó acercándose a ella y tomando su rostro con desespero, no podía perderla, es lo que más amaba en la vida, lo único bueno que le había pasado desde que tenia uso de razón. —No, eres mía, no pienso dejarte, no voy a permitir que me dejes, me niego a perder —ella sonrió y se alejó de él con fuerza. —No me importa lo que ahora quieras, no soy tuya y jamás lo seré, lárgate de mi vida y déjame en paz —Él asintió y da dos pasos atrás, metiendo las manos en sus bolsillos y endureciendo su rostro. —Bien, si es lo que quieres, lo haré, me iré, pero no me voy a alejar de tu vida, resolveré esto y volveré por ti, porque te amo y no pienso perderte. —Ya lo hiciste, me perdiste —él sonrió negando. —Eso lo veremos. Soy el jeque, nada se me niega y mucho menos lo hará mi mujer, eres mía, nunca lo olvides. Él salió de la habitación, dejando a esa hermosa mujer que le robó el corazón, destrozada y con un gran secreto que la atormenta, porque sabía que el hablaba en serio, no la dejaria en paz y ella no piensa ser la otra de nadie. Con ese pensamiento en ella, se levantó para ir a su armario y arreglar una pequeña maleta, necesitaba huir, alejarse de él y su poder, sabía que no la dejaría en paz y si se quedaba no solo su corazón sufriría, también aquel ser que nacía dentro de ella.Hace un tiempo atrás. Sara observaba la ventana de su oficina con frustración y nerviosismo. Hoy vendría el dueño de la empresa y quien había sido su jefe por más de seis años. Nunca lo había visto en persona, sus comunicaciones eran solo telefónicas o por correo, y en ese momento, recordó lo fuerte y gruesa que era su voz, le producía sensaciones que jamás ningún hombre logró, ni su ex prometido. Menea la cabeza para alejar esos pensamientos en el momento en que la puerta es tocada y la cabeza de su mejor amiga y secretaria, aparece por la puerta de su oficina. —Nena, es hora, la junta te espera —suspirando, se da la vuelta y camino hasta la puerta donde Mariana la espera. —¿Lo viste? —dice ella con un tono de desespero. —No, el hombre venía rodeado como por diez guardaespaldas y no pude verlo, es de la realeza, nena —ella asiente recordándose eso. Sara llevaba fantaseando con ese hombre por años, y eso no podía seguir permitiéndoselo. Él era un hombre imposible para ell
Sara observaba sus manos temblorosas, no sabía que esperar de la reunión que tendría en unos minutos con el jeque, ese hombre la intimidaba y el hecho de que llevará años fantaseando con él, la ponía en una situación un poco incómoda y que no le agradaba para nada. Se miro un par de segundos en el espejo de su baño privado y luego salió de él hacia la oficina del jeque, que la esperaba impaciente y con una furia que no podía controlar, paso la peor noche de su vida, no podía sacar de su cabeza a aquella pelirroja que lo estaba volviendo loco. Sara toco la puerta de Alan y cuando recibió el permiso para entrar, abrió la puerta sintiendo como la deliciosa fragancia que el hombre usaba la golpeaba con fuerza en el rostro. —Creo que le dije que la quería aquí a primera hora, lleva quince minutos de retraso —exclamó Alan, con las manos como puños y los dientes apretados. Sara tiemblo en su lugar y se acerco a una de las sillas que estaba frente a ella para tomar asiento allí. —Lo
Sara observó a Alan con una expresión que dejaba ver que sus palabras no le afectaban en nada, o eso es lo que ella quería hacerle creer, porque en realidad, si le dolieron, más de lo que creía, no entendía por qué el era tan cruel con ella. Sara enderezó sus hombros y levanto su mentón para que él no pudiera descifrar que sus palabras le habían producido algo. —No se preocupe señor, jamás imaginé que lo que había pasado con nosotros era algo importante, sé que soy una simple empleada y eso no lo he olvidado —él apretó la quijada porque no esperaba esas palabras de ella, imagino que herir su ego le serviría para que su empleada le diera lo que él quería, pero qué equivocado estaba, Alan asiente sin decir una sola palabra, porque sabe que si lo hace, enloquecerá frente a ella. — Bien, si dejamos eso claro, me gustaría saber para qué me llamo. —Necesito un reporte de los últimos años de la empresa —Sara lo observo con los ojos entrecerrados, no entendía para que él le estaba pidien
Sara movió sus manos de una manera exagerada mientras veía como su mejor amiga se burlaba de ella después de contarle todo lo que había pasado con aquel hombre que la desequilibraba de una manera que la ponía nerviosa. —¿En serio le dijiste eso? —pregunto la mujer frente a ella que la miraba con una gran sonrisa en el rostro y una ternura que la volvía loca. —¡¡Me dijo que era un payaso!!, no iba a permitir que él siguiera jugando conmigo como se le diera la gana, no estoy dispuesta a permitir eso —ella asintió sonriendo. —En eso, si tienes razón, no entiendo por qué ese hombre está tomando esa actitud contigo, ¿estás segura de que dijo que olvidaran lo que paso? —Sí, estoy muy segura, me hizo sentir como una tarada que pensaba que su amor platónico vendría a proponerle matrimonio — Mariana suspiro con fuerza al escuchar el dolor en las palabras de su mejor amiga, sabía lo ilusionada que estaba con ese hombre, a pesar de que siempre le dijo que era una ridiculez, ella no quiso
La boca de Alan se apoderó de la de Sara con un frenesí que no permitió que ella pudiera hacer nada, por lo que sin saber qué podía pasar después, dejo que él llevará el ritmo de su beso y la situación cada vez se ponía más intensa y pasional, el Jeque sabia que esto era lo que necesitaba para sacarse de la cabeza a esa pelirroja que lo estaba volviendo loco, pero qué equivocado estaba. Cuando esos labios se posaron sobre los de él, el deseo desenfrenado que sentía por esa mujer, estallo en una bomba nuclear, pidiéndole a gritos que querían más, que no era suficiente con solo un beso. Ninguno supo cuanto tiempo había pasado fundido uno en el otro, solo la falta de aire hizo que se separaran. Alan colocó la frente en la de la mujer que no dejaba de jadear por la intensidad del beso. —Qué equivocado estaba… Ahora necesito más —indico Alan sin dejar de ver a la mujer que no dejaba de temblar en sus brazos. —¿Qué… ¿Fue eso? —dijo ella con la respiración aún acelerada. —¿Un beso?
Alan no podía dejar de ver a la mujer que tenía delante de él, le enfermaba que una mujer como ella pudiera controlar sus emociones de la manera en que ella lo hacía, eso cada día lo enfurecía más y necesitaba como fuera lugar, deshacerse de esa sensación tan atroz que le carcomía el cuerpo. —¿En qué puedo ayudarlo? —pregunto Sara con una expresión de cansancio en la cara. Ella estaba harta de la manera en que ese hombre la trataba. —Usted es una salvaje, me golpeo y luego se fue como si nada hubiera pasado, ¿qué tipo de mujer es? —Sara se cruzo de brazos sin alejar la mirada del hombre furioso que tiene frente a ella. —¿Una mujer que se hace respetar? —él gruño como un animal furioso. —No le he faltado el respeto en ningún momento —ella río sin poder creer el descaro de ese hombre. —¿Ah, no?, me propuso que pasara una noche con usted, ¿cómo cree que eso se escuchó? —Pensé que usted era una mujer madura que tomaba las cosas como lo que eran, dos personas pasándola bien —un sentim
—Mm, creo que lo mejor es que nos vayamos, mañana tendrá ese informe a primera hora en su despacho —dijo caminado hasta la puerta donde él estaba y no le permitía el paso. —¿Podría por favor correrse? —dijo con la voz entrecortada. —No, no lo haré y estoy harto de no hacer lo que quiero —Alan no soportaba ms el no volver a probar los labios de esa mujer con el pelo como el fuego. Después de probar su exquisito sabor, no había dejado de pensar en ella. —¿A qué se refiere? —Ah esto —indico tomándola por la nuca para estrellar su boca con la de ella, Sara jadeo, pero dejo que el hombre que la tiene sometida se apoderara de su boca sin ningún impedimento. Sería una tonta si siguiera negando que lo deseaba, y no solo eso, su corazón cada vez lo anhelaba más y más y estaba cansada de negarlo. Con fuerza colocó sus brazos sobre sus hombros y jaló con un poco de desespero el pelo detrás de la nuca de Alan. El hombre que se apoderaba de su boca no podía parar, esto era lo que necesita
Alan beso sus labios, luego lo hace con su mandíbula, apoderándose de cada rincón de su cuerpo, dejando un rastro de besos por cada parte en donde pasa. Poco a poco la ropa va dejando sus cuerpos, y cuando ambos están listos, Alan se adueña de su interior, haciendo que la mujer bajo su cuerpo se contraiga, por lo que eso le ocasiono. Él gruñe porque acaba de confirmar que lo que ella le dijo era verdad. —¿Estás bien?, ¿Por qué hiciste esto?, me estás dando algo que siento que no merezco —dijo él dejando su frente en la de ella. —Lo que dijiste es verdad, también lo quiero como tú —él gruño moviéndose dentro de ella y logrando que ella gima alto. No había estado con nadie, y eso lo estaba volviendo un poco más loco, un sentimiento de posesividad y control se apoderó de él, no podía permitir que nadie más disfrutara de eso, era suyo y no pensaba dejar que nadie se lo arrebatara. —Tienes que decirme si estoy siendo brusco, porque tu interior me está apretando y me voy a volver